EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI SERÁ LIBERTARIO, SEÑOR DIETERICH

El  capitalismo  ha sabido construir un mundo caótico sin ayuda alguna del anarquismo. Por eso, ha llegado el momento de poner orden y construir otro mundo mejor,  sin ayuda ninguna del capitalismo. 

Heinz Dieterich, sociólogo alemán considerado como ideólogo e impulsor de la corriente denominada “Socialismo del siglo XXI”, ha publicado en Kaosenlared,  hace tan sólo dos semanas, un revelador artículo titulado “No hay ni habrá socialismo en Venezuela”. 

Dicho artículo se inicia con una contundente afirmación de Víctor Alvarez,  ex ministro venezolano de Industrias Básicas y Minería: “luego de diez años de revolución, la economía se ha hecho más capitalista”. Y para fundamentarlo, a finales de pasado año 2.010, aportaba algunos datos, entre otros: …“en 1998, al factor trabajo le tocaba el 39,7% del nuevo valor creado, superior al 36,2 % que le tocaba al capital; diez años después, su participación cayó a 31,69 % mientras que la de los capitalistas subió al 49,18%”. La opinión del ex ministro es digna de ser considerada, y más aún la de Heinz Dieterich, que fuera principal asesor ideológico del  presidente venezolano, Hugo Chavez, y que actualmente tiene una posición muy crítica respecto al presente y futuro del regimen chavista.

Dieterich es reconocido como uno de los principales referentes  en el análisis de la deriva teórico-práctica de la izquierda anticapitalista  posterior al derrumbamiento de la Unión Soviética. Pero no hacía falta ser tan inteligente como él para darse cuenta de que lo de Venezuela  y su estrambótico presidente tiene poco que ver con el  tránsito al socialismo, ni del XXI ni de ningún otro siglo.

 

Las aportaciones de Dieterich son muy interesantes, especialmente en su análisis crítico de la institucionalidad capitalista. En su libro sobre el Nuevo Proyecto Histórico queda bien claro desde el prólogo: “Ninguno de los tres flagelos de la humanidad —miseria, guerra y dominación— es casual u obra del azar. Todos son resultados inevitables de la institucionalidad que sostiene a la civilización del capital: la economía nacional de mercado, el Estado clasista y la democracia plutocrática-formal. Esta institucionalidad no es conducente a que el ser humano actúe de manera ética, crítica y estética, sino que fomenta sistemáticamente los anti-valores del egoísmo, del poder y de la explotación. Es la doble deficiencia estructural de la sociedad burguesa —ser anti- ética y disfuncional para las necesidades de las mayorías— lo que la hace obsoleta…”

Básicamente de acuerdo en su análisis, sin embargo me rebelo contra el diagnóstico que sigue. “…Y la condena a ser sustituida por el Socialismo del siglo XXI y su nueva institucionalidad: la democracia participativa, la economía democráticamente planificada de equivalencias, el Estado no-clasista y, como consecuencia, el ciudadano racional-ético-estético”. Desde mi punto de vista, el diagnóstico de Dieterich incurre en los mismos errores  del “socialismo realmente existente”, el del siglo XX, que él  mismo ha criticado. La precipitación hacia el  sumidero capitalista, primero de China y Cuba, como de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua,  son un síntoma bien cierto de ese diagnóstico fallido. Los errores a los que me refiero corresponden a  dos ignorancias  esenciales y determinantes, veamos:

 1ª. Dice Dieterich que el método para transitar a la economía del Socialismo del Siglo XXI requiere la combinación de tres políticas: a) su planificación y ejecución democrática (autogestión coordinada); b) la medición del valor de sus productos y servicios (valorización) mediante unidades de tiempo (valor de trabajo); c) el intercambio de equivalencias. Ignora que toda la arquitectura  institucional del  capitalismo tiene su base en la institucionalización de un delito (social, económico y ecológico) consistente en la apropiación -privada o estatal- de la Tierra (el planeta).  

2ª. También ignora Dieterich buena parte de su propio análisis, junto a la evidencia histórica, creo que suficientemente contrastada, de que Estado y  Democracia son instituciones incompatibles por naturaleza, porque tienen objetivos contrarios: el Estado quiere concentrar el poder y la Democracia quiere distribuirlo. 

Creo que comprender la dimensión filosófica y estratégica de ambos errores, es un paso necesario e imprescindible para el tránsito al socialismo, el del siglo XXI y el de  los  siguientes siglos. El programa del señor Dieterich comete, a mayores, otro error no menor, en su desprecio del anarquismo, que le lleva a afirmar:

…“Uno de los más grandes logros de la ideología burguesa y del dogmatismo del Socialismo del Siglo XX ha sido la destrucción de la teoría revolucionaria del Estado y de la vanguardia. El resultado destructivo es bicéfalo: la sumisión acrítica, casi religiosa de las masas y de los miembros del Partido del Estado ante el líder histórico, por una parte, y la idolatría acrítica y anarcoide de la “democracia de base”, por otra. Ambas actitudes son ingenuas porque niegan la dialéctica entre las necesarias jerarquías de poder”.  

Dieterich tiene parte de razón, porque pervive, es verdad, un anarquismo  ingenuo y primitivo, basado –como él dice- en una epistemología naif. Pero también existe un anarquismo nuevo y emergente, que está brotando en medio de la complejidad y ambigüedad de este tiempo a menudo contradictorio, en los intersticios más fértiles de la sociedad-red  de nuestro tiempo y que está redefiniendo  la democracia en clave comunitaria, local y global, socialista y libertaria…con contradicciones, es cierto, pero también con un claro rechazo a las vanguardias políticas y a su perversa relación con el poder dominante, a través de instituciones excluyentes, como la  propiedad privada,  el estado nacional y la democracia limitada.

Se trata de un síntoma alentador, señor Dieterich, que alimenta mi deseo y mi creencia de que el socialismo del siglo XXI será socialista y libertario.

Heinz Dieterich