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Hombre que se va |
En
el tránsito de febrero a marzo, la vida se llevó por delante a los padres de
dos amigos, Jose y Ane. Siento próximo su dolor, que me remite a otro mío, que me acompaña desde que falta mi propio
padre, desde que mis conversaciones con él son monólogos con imaginadas
respuestas, a veces tristes y a veces muy
divertidas. Sé que tengo mucho que ver con él y que le debo la parte mejor de lo que soy,
su tozudez y sensibilidad, su obrera y exquisita educación, por transmisión
celular, racional y emocional, de algún modo que desconozco.
Imagino
una intimidad compartida y social, un momento en la existencia de mis dos
amigos, uno de estos días negros, huérfanos, un momento previo al adiós definitivo, imagino sus cuerpos acurrucados como entonces el mío, encogidas las
piernas, garganta y corazón pegados, los ojos vidriosos y la mirada perdida en la noche de afuera, mientras llueve intensamente,
cuando las lágrimas se confunden con el agua que resbala vertical y a raudales
por el cristal de la ventanilla del coche, camino de casa, en presencia de otro
amigo que conduce a toda velocidad, porque nosotros no podemos con este dolor, porque ha muerto
padre...un fuerte abrazo, amigos.
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