jueves, 12 de enero de 2023

ARAR EN LA MAR, O CUANDO LA CRÍTICA ESTÁ AGOTADA

 

El último libro de José Manuel Naredo es una atrevida reflexión sobre la apremiante necesidad de buscar salidas, ecológicamente válidas, a la crisis global en marcha. Su título (“La crítica agotada”) me parece acertado, mientras que el subtítulo (“Claves para un cambio de civilización”) es bien pretencioso y ya da una pista de lo desatinado de su enfoque. Como la mayoría de neomarxistas ha pensado que se puede obviar “el error” del marxismo original con solo salvar su olvido del factor ecologista. Aún así es valiosa su reflexión, porque se atreve a destapar el uso y abuso de numerosos conceptos vacíos por la militancia ecologista-neomarxista, mayoritariamente agrupada hoy en la corriente ecosocialista. Recurre para ello a la imagen de un sísifo cabezón, para ilustrar el debilitado estado del discurso crítico (ecomarxista, ecoanarquista y ecofeminista, añado yo), que considera agotado y frustrante de tanto repetir pseudoconceptos producto de la ideología económica y política dominante para que, aún pretendiendo cuestionarlo todo, al final nada cambie”. Son sus propias palabras, pero se queda muy corto; lo peor no es que nada cambie, sino que, además, sirva para darle alas al sistema que dice combatir.

Los pseudoconceptos o “conceptos vacíos” a los que Naredo se refiere en su libro son los de producción, medio ambiente, desarrollo sostenible, lucha contra el cambio climático, neoliberalismo, poscapitalismo o fundamentalismo de mercado ...”ejemplos de términos fetiche a la moda con los que la crítica se lastra, desviando la atención de los auténticos problemas y responsables de la situación actual”. Su reflexión viene a denunciar la vaciedad de esos no-conceptos y su origen, atreviéndose a desplegar, en su propia expresión, “toda la potencia del genuino pensamiento crítico (?)*, con un cambio de perspectiva que trascienda esos puntos ciegos”, y así propone “pensar fuera de los márgenes delimitados por el sentido común que dicta la economía dominante, para poder construir un nuevo paradigma civilizatorio que emancipe a los seres humanos y devuelva la dignidad a la naturaleza”. Más de lo mismo: arar en la mar, brindis al sol y conceptos vacíos.

El desenfoque es de raíz, porque resulta imposible pensar fuera del sistema” desde dentro, con la esperanza puesta en el cálculo electoral y a partir de una cosmovisión economicista que, con la liberal y la fascista, completa el tripartito ADN de la modernidad burguesa. Desde ahí toda pretensión de emancipación, de ecología, democracia y de justicia social se vuelve vanamente pretenciosa y prometeica, propaganda hueca a base de conceptos necesariamente vacíos. Sin comprender que la economía capitalista es la forma económica consustancial al Estado moderno, el “anticapitalismo neo" sigue siendo viejo y desfasado, necesariamente forzado, pseudorevolucionario y quimérico a la postre.

El Estado es y solo puede ser capitalista, por la misma razón que la nieve es blanca; y eso se puede saber aunque no se haya estudiado meteorología, ni economía o ciencias políticas. ¿Qué es el capitalismo, sino el mecanismo funcional, extractivo y necesariamente depredador, propio del aparato estatal?, ¿qué es sino una sistemática operación de transferencia de energías, de abajo hacia arriba, para el sostén del propio aparato, parasitario de la naturaleza y la sociedad?, ¿o no es eso el Estado, algo indistinguible de su propio mecanismo capitalista-existencial?

Recordemos: hoy, el Poder Público (en referencia al Estado) viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de Administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848). Marx y Engels al menos dejaron dicho que había que disolver el Estado, si bien habŕía que esperar a que el desarrollo de las fuerzas productivas (capitalismo) prepararan el terreno al socialismo, llenando el mundo con abundancia de bienes que, entonces sí, pudiera repartir el Estado en su “fase socialista”, antes de extinguirse por sí mismo y alcanzar, por fin, la “fase comunista”, tras cumplir la misión que le fuera encomendada por “la Historia”...pero ¿cuándo?, ¿y quién es esa Historia que tanto manda? Pues bien, el máximo desarrollo de las fuerzas productivas ya ha sido superado más que de sobra y prosigue, sin solución de continuidad, ahora en forma de “energías renovablese “inteligencia artificial”, con el trabajo de máquinas que hacen sobrante el trabajo humano y hasta los humanos mismos. Disuelta la clase proletaria, ¿dónde queda la teoría marxista-anarquista de la clase obrera como sujeto revolucionario y en qué consiste hoy la revolución, si es que todavía queda algún marxista o anarquista, clásico o neo, que la considere necesaria?

Si el sistema de dominación continúa más poderoso que nunca...algo tiene que haber pasado, pues, que ni Marx ni la Historia tenían previsto. Podríamos pensar, por ejemplo, que el imaginario de la modernidad está tan agotado como su propia militancia. Dice el autor del libro: “creo que ha sido la falta o endeblez de las metas y consignas generales, unida al empleo de términos fetiche desafortunados, lo que ha quitado fuerza y cohesión a los movimientos sociales críticos condenándolos a reproducir el infructuoso comportamiento de Sísifo”.

Lo cierto es que ni a Marx ni a sus contemporáneos, inmersos en una Europa envuelta en la fiebre industrial y abrumada por un permanente clima de hostilidades, en un enjambre de naciones-estado, no se les podía pedir que comprendieran las transformaciones profundas que estaban operando al interior del Estado; no podían comprender que la base productiva que condujo a la aparición del capitalismo no era otra que la necesidad de financiar ejércitos, burocracias y policías permanentes, con los que hacer la guerra contra otros Estados y contra sus propios pueblos, que no otra es la misión histórica del Estado (¡ni mentar a la Bestia!). Inmersos en aquel momento de radical cambio histórico, no podían saber los primeros revolucionarios, marxistas y anarquistas, lo que nosotros sí sabemos. Hoy no cabe esa ignorancia como disculpa.

El sistema Estado-mundo ha mutado, adaptándose a los contextos geopolíticos que ha generado en solo tres siglos de devastación y depredación sistemática de una naturaleza ahora reconvertida en solar agrominero-industrial, dando paso a una urbanización global, concentrada y superpoblada de humanos, esa masa inmensa de súbditos y clientes cautivos, excampesinos y exproletarios ancianos, recluidos junto a su jóven descendencia. El sistema de dominación está mutando en forma autónoma y acelerada, con dinámica propia que empieza a superar el poder de los Estados y sus bloques, apuntando hacia una época tecnológica con energía autorrenovable, sin dejar de avanzar ciegamente en el desarrollo de unas fuerzas productivas cada vez menos humanas. Mientras avanza y crece autónomamente ese todopoderoso tsunami autodestructivo, todas las facciones ideológicas neo-modernas (no solo las marxistas y anarquistas), siguen escenificando su batalla  en dos frentes (neoizquierda Woke y neoderecha Neocon alt-right),  erre que erre, como tozudos sísifos labradores, infatigablemente empeñados en arar sobre el agua.

A todos ellos, ciegos seguidores de Auguste Comte, les convendría repasar su interpretación positivista o materialista de la historia en caso de que todavía busquen respuestas a por qué la creatividad y el conocimiento, el arte y la ciencia, han quedado reducidos a mitos de lo abstracto y tecnológico; y cómo fue que el oscuro y religioso Estado feudal mudó su apariencia para parecer “otro” Estado, uno “moderno”, con sólo cambiar de religión, siguiendo la costumbre inaugurada por Roma: cambiar de religión para que el Imperio parezca nuevo sin que nada cambie y no decaiga el estado de dominación ...lo dicho: el uso banal, propagandístico, de la revolución como concepto vacío de sentido.

Por encima del desánimo, sobre la confusión y frustración que originan los conceptos vacíos, está naciendo un novedoso paradigma nada “neo”, científicamente ético, integralmente democrático, ecológico y comunal, dirigido a construir un novedoso mundo globalmente local y presencial, persona a persona y pueblo a pueblo, con carga de profundidad dirigida al corazón de la Bestia...¡hay que ver lo que cuesta llenar de sentido (de libertad, comunidad, ecología y democracia) los conceptos vacíos!

Nota:

*La interrogación es mía

martes, 27 de diciembre de 2022

VIEJOS DESEOS PARA AÑOS NUEVOS


 La matanza de los inocentes, de Nicolas Poussin (1594-1665),  Museo Condé de Chantilly, Francia.

 
Soy culpable de publicar lo que sigue el día de los Santos Inocentes y no es broma. Esta efeméride  institucionaliza el derecho a gastar inocentes bromas una vez al año. Se conmemora la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes I el Grande, con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret. En el rito romano de la Iglesia católica, la celebración del día de los Santos Inocentes tiene grado de fiesta incluida en el calendario romano general. En el orbe cristiano es costumbre realizar en esta fecha bromas de toda índole, incluso es costumbre “moderna” que los medios de comunicación hagan bromas o tergiversen su contenido de tal modo que la información parezca real. Es una libertad que se dan los agentes mediáticos para dar rienda suelta a su sentido del humor, oportunidad que supuestamente ejercen solamente una vez al año al acabar las celebraciones de la Navidad. Luego vendrán las noticias serias, el balance de las cosas chulísimas que hace el Estado para salvar a las clases más vulnerables; o sobre la transición energética, que si no sirve a salvar a Europa de una larga guerra extendida desde Ucrania, al menos servirá para pintarla de verde occidental,  militar, pero es lo que hay. Y aunque de momento nada se diga, también nos darán noticias nuevas, procedentes de China, sobre la prórroga de la pandemia.

Con altibajos, y muy lentamente, eso sí, gracias a la pandemia he aprendido a obtener alegría del estudio y la reflexión en soledad. Si bien, hecho mucho de menos la otra forma de aprendizaje, la conversación social en la que uno obtiene otra forma de alegría más sustanciosa y operativa.Y es que todavía va a costarme superar el dolor padecido en el largo aislamiento social soportado durante los años de pandemia, cuyos efectos aún persisten a pesar del disimulo decretado...que no consigue hacerme olvidar el acoso al que he sido sometido junto a otras gentes no dadas a comulgar con ruedas de molino. Supero como puedo la depresión que me sobreviene cada vez que no puedo con ello, que me asalta, aún más en fechas festivas, en las que no veo qué celebrar, ni con quién.

Como sé que nada de ésto será leído por quienes están entretenidos en celebrar unas fiestas declaradas oficialmente entrañables, puedo permitirme cierta intimidad, como si me dirigiera a solo unos pocos amigos, a esos que supuestamente me acompañan en la no celebración de unas fiestas que a mí me parecen más del fin de una época que de un final de año. Me refiero a quienes, como yo, no encuentran razón para celebrar ninguna fiesta. Creo que fue George Orwel quien dijo aquello de que quien escribe debiera saber que en realidad no lo hace para el mundo, que todo cuanto escribe son modestas cartas a los amigos.

A esos pocos amigos no afiliados al facebook, les digo que solo comparto a medias su actual desazón por la opinión “pública” fabricada en las redes sociales y por la pésima calidad de la programación televisiva; les digo que lo miren de otro modo, que a pesar de su banalidad, interesan mucho a quienes quieran saber de qué van los tiempos que corren, además del ahorro que ello supone en los trabajos de investigación de las ciencias sociales, que de las redes  y la tele obtienen la mayor parte de los datos que necesitan para construir sus  científicas explicaciones con sujeción al “método científico”, el que les sirve para cobrar su nómina. De allí sacan todo lo que les permite explicar todo “lo que piensa la gente”, la psicología popular que le da verbo y cuerpo al espíritu global de nuestra época, esa servidumbre voluntaria que en su día anticipara Étienne de La Boétie, en su discurso escrito en 1574, en latín y a la edad de dieciséis años...todo un rodeo de casi cinco siglos de investigación les ha costado a las ciencias sociales llegar a la misma conclusión que La Boétie.

Corren tiempos de pensamiento confuso, que encuentra justificación en la supuesta complejidad de la época. No acertaremos a comprender mínimamente ese espíritu  si dejamos que nos pase desapercibida la metódica sustitución operada en el paso del antíguo Régimen al moderno  y de éste al contemporáneo, cargados de rasgos regresivos, que nos remiten al pasado feudal y a su pensamiento mítico-religioso. Si viéramos esa transmutación de la creencia religiosa por otra científica (en modo más bien tecnológico), a poco que discurriéramos veríamos que esta mutación cultural nos devuelve al estado previo y que cuestiona a fondo  el mito del Progreso, esa ciega creencia en el contínuo crecimiento de la riqueza y el consumo, como destino obligado de la evolución humana. Encuentro en todo ello una explicación nada sencilla:  los humanos preferimos la ficción porque nos es más soportable que la realidad.

Me disgusta reconocerlo al igual que me incomoda darle  razón a esos filósofos que anuncian el  colapso próximo de la civilización, con fundamento explicativo en la historia  común a todas las derrotas  revolucionarias, que vendrían a confirmar la humana necesidad de un Amo. Con lo que, a partir de tal sentencia, sólo cabría esperar, como único y último recurso, al momento en que el Amo nos haga insoportable la vida...ay, estos filósofos alternativos que tan fácilmente explican la historia y hasta los modos del ser y el pensar humano, todo lo que pasa y lo que habría que hacer, pero que callan, que no se atreven a arriesgar siquiera una mínima propuesta, de cómo llevar a cabo esa  rebelión que pudiera despejar el camino hacia la emancipación.

Deduzco por ello que la revolución muy necesaria no les debe parecer, que para esos filósofos nada sucede con importancia suficiente que pudiera justificarla y que, por tanto, el dominio del Amo todavía es soportable...así que la revolución es opcional y evitable, pero no así el colapso, esa maldición bíblica ante la que nada podemos hacer, que no sea esperar, impacientes, a que suceda la promesa del Progreso, ese milagro tecnológico que habrá de concretarse en inteligencia artificial y una eterna energía de fusión nuclear.

Por muy fuera de lugar que pudiera parecer todo ésto, estando el mundo hoy de fiesta, mi deseo al estrenar un año nuevo no es de menos fiesta, sino de otra y más fiesta, ¡qué menos que un tercio de los días del año!, ¿por qué menos que las celebradas en siglos pasados por los campesinos medievales?

También es mi deseo que en nuestras relaciones personales llegue a primar un básico principio de convivencia, de básica educación y empatía, por encima del principio divisor que nos organiza en guetos ideológicos, esa costumbre de lo políticamente correcto, y faccioso por definición,  que nos lleva a evitar toda conversación y trato amistoso con quien piensa diferente. 

Y para el año nuevo guardo un deseo muy especial para mis amistades y vecindades, sean de izquierdas, derechas o centros: que se lo piensen, eso que hoy significa ser de un solo lado y por qué seguir profesando creencias que ni Karl Marx ni Adam Smith hoy profesarían...ay, si filósofos y multitudes “alternativas” lo fueran realmente y no de ficción. Pero no me resigno, no mientras los mitos literarios y las religiones científicas sigan ocupando el sitio de la realidad.

PD: En serio, os deseo un alegre día de los santos inocentes y que el año nuevo os pille confesados, estéis o no vacunados. 
 
 


 


jueves, 15 de diciembre de 2022

EL COMIENZO DE TODO, UNA NUEVA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

 

David Wengrow, arqueólogo (izquierda) y David Graeber, antropólogo, coautores del libro.                                           (Fuente de la Imagen: democracynow.or)

 

En este mismo año de 2022, por la editorial Ariel, acaba de ser publicado en castellano este libro con el título  “El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad”, del que son coautores David Wendrow y David Graeber, con traducción de Joan Andreano Weyland.

David Wengrow (1972) es un arqueólogo británico, profesor de arqueología comparada en el Instituto de Arqueología del University College London. Finalista del Premio Orwell en 2022, ha contribuido con ensayos sobre temas como la desigualdad social y el cambio climático para The Guardian y The New York Times. Es autor de “La arqueología del Egipto arcaico”, “Los orígenes de los monstruos·, “¿Qué hace la civilización? ”

David Graeber (1961-2020) fue antropólogo y activista anarquista estadounidense, doctorado por la Universidad de Chicago. Desde 2007 y hasta su fallecimiento, fue profesor en el departamento de antropología en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. Fallecido prematuramente, David Graeber se hizo mundialmente famoso con sus libros “Deuda: 5000 años de historia”, “Burocracia” y “Trabajos de mierda”. Graeber fue muy conocido, además, como activista político y social, incluyendo su papel en las protestas contra el Foro Económico Mundial en Nueva York (2002) y líder del movimiento Occupy Vall Street (2011), siéndole atribuida la expresión “somos el 99%”.

Tengo que reconocer que éste es uno de los libros que más me ha costado leer, no sólo por sus 848 páginas, sobre todo porque incluye una cantidad inmensa de nueva información sobre la investigación arqueológica y antropológica más reciente y actualizada, que cuesta ordenar y recolocar en la secuencia cronológica que tenemos de la historia, además de obligarme a cuestionar algunas ideas al respecto de mi propia interpretación de la evolución humana a partir de las primitivas comunidades, en un largo proceso que nada tiene de lineal, ni de simple, que se contradice radicalmente con la idea de progreso evolutivo que tenemos bien asentada a través de nuestra educación en un paradigma histórico construido a la medida de un imaginario de la modernidad, que observa e interpreta la historia humana desde una posición de centralidad y superioridad “occidental”, con una visión ilustrada, inequívocamente burguesa, colonial y eurocéntrica, que hace invisibles otras realidades históricas, de comunidades humanas que evolucionaron a su modo y asincrónicamente, en formas sociales cambiantes y complejas, en otros lugares de Eurasia, Africa, Australia o las dos Américas.

La idea de un progreso continuo, que comienza con pequeños grupos de cazadores-recolectores y que evoluciona hacia sociedades modernas a través del descubrimiento de la agricultura, desencadenante ésta del nacimiento de las ciudades y enseguida de estados e imperios, es un cliché muy arraigado en nuestra memoria, que imagina la historia como un contínuo proceso lineal, que avanza de lo simple a lo complejo, a fin de que su propia complejidad acabe por justificar la necesidad de una única forma de organización social-jerárquica: la forma de Estados e Imperios contemporáneos con una única e inevitable forma de ecología económica-depredadora, la capitalista. 

Las numerosas evidencias materiales, profusamente descritas en este abundante trabajo de investigación arqueológica y antropológica, escrito con un mínimo uso de lenguaje de jerga científica que es de agradecer, buscan demostrar la falsedad de tal imaginario y la necesidad de superarlo. Es todo nuestro marco conceptual el que debe ser cuestionado, ésto es lo que nos proponen en este libro sus dos autores, que descubren el manejo interesado de las ideas de Freud y Darwin, y fijan el pensamiento burgués de la modernidad ilustrada, atrapado en un círculo vicioso que va del indígena inocente -el del Jardín del Edén- pensado por Rousseau, al leviatán estatal pensado por Hobbes, como inevitable condena del ser humano, lo que tendría su causa última en el atrevimiento de los humanos a comer de la fruta prohibida del Conocimiento.

La lectura de este libro tiene consecuencias en nuestra idea acerca del futuro de la especie humana, en un momento como el presente en el que a muy pocos humanos les gusta el mundo en que vivimos, pero en el que solo una ínfima minoría pensamos que el destino de nuestra especie no esta escrito y predeterminado, por una narrativa de la historia que ha logrado construir una concreta forma de la realidad, más fundada en mitos que en ciencia, y que sigue una lógica lineal y tecnológica, que va de lo simple a lo complejo, y que en base a ello justifica como inevitable la necesidad de un gobierno global, en una deriva de la historia humana hacia un mundo futuro necesaria e inevitablemente gobernado de arriba hacia abajo, por quienes son titulares de la Propiedad del mundo, guiados por el sabio “consejo de expertos, gente "científica" que "porque sabe" se atribuye la titularidad del conocimiento y experiencia acumulado por nuestra especie a lo largo de cientos de miles de años. Todo ello a pesar de que la propia investigación científica esté confirmando no solo sus grandes lagunas de conocimiento acerca de las sociedades humanas del pasado, sino que, en buena medida, tal conocimiento fue construido sobre mitos y no sobre datos realmente científicos. 

Algunos de nosotros llevamos tiempo pensando y reuniendo pruebas de que tal estafa tiene su origen en el imaginario moderno y colonial creado en el siglo XVIII, el de una “civilización occidental” inventora del mito del Progreso, que vino a salvar al resto del mundo, catalogado como conglomerado de sociedades indígenas, a salvarlo de su primitivo estado de naturaleza, básicamente salvaje y tribal. Quienes así pensamos, somos conscientes de que superar el colapso sistémico en el que  ahora estamos atrapados, será prácticamente imposible sin antes superar el metarrelato mítico y pseudocientífico de ese imaginario moderno del Progreso. Por eso que, al menos por mi parte, yo agradezca la publicación de este libro de Graember y Wendrow.

Teniendo pendiente una relectura más detenida de este voluminoso libro, de momento extraigo algunas valiosas conclusiones. La primera, para tomar nota de algunos de mis errores en la comprensión del pasado. Después y de forma práctica, para una mejor definición de la revolución integral hoy necesaria, más fiada a la creatividad práctica de las comunidades humanas y a su inmensa potencialidad y diversidad, más que a un proyecto intelectual de “futuro universal”. 

Por eso que me disponga a rehacer mi propuesta de un pacto del común, no como proyecto, sino como básico y global acuerdo de convivencialidad y comunidad, encaminado a resolver local y comunalmente, el desastre global en el que ahora nos sentimos atrapados y que, por primera vez, concierne al conjunto de nuestra especie. La propuesta va de compartir, allí donde seamos capaces, la tierra y el conocimiento que nos son comunes. Quiero guiarme, sobre todo, por el principio de libertad, al que tengo por consustancial aversión humana a la uniformidad y a la jerarquía, ese instinto libertario que llamamos conciencia y que nos hizo sappiens

Este libro ha venido a decirme que mi optimismo no es voluntarista, ni simplemente utópico, que también tiene  un fundamento racional y concretamente científico.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

LA CONSECUENCIA ES LA CAUSA DEL "PROBLEMA" Y PUNTO

 

Obra de Bansky

 

Según Fernando Valladares, hoy, por primera vez, los humanos tenemos un "Problema" común a toda la especie y dice  que es el problema medioambiental. Lo dice en una larga entrevista publicada en NAIZ (https://www.naiz.eus/es/info/especial/20220821/ni-sanitaria-ni-geopolitica-ni-energetica-la-crisis-es-ambiental-punto). Fernando Valladares es  un reputado científico, ecólogo, divulgador en primera línea contra el cambio climático, miembro de la organización Rebelión Científica que, como él mismo explica, se dedica a generar una nueva narrativa que sirva  para aumentar la concienciación sobre un asunto que ven cada vez más grave (el “Problema”). 

“Lo que verdaderamente amenaza a la economía es el cambio climático” y como prueba, nos recuerda  que “cada diez años el cambio climático mata a tanta gente como la II Guerra Mundial”.../...”la madre de todas las crisis que estamos viviendo actualmente es ambiental, con tres vértices que son la crisis de biodiversidad, el cambio climático y la contaminación”. Comparte las estadísticas que controla: “una de ellas es que si se suman todos los conflictos bélicos actuales no se llega ni a la décima parte de la gente que muere por el cambio climático”

Valladares se alegra de que la frase tuviera un gran impacto, porque “uno a veces no sabe bien en qué consiste la fórmula que le hace a la gente caer en la gravedad de los asuntos”. No tiene inconveniente en citar como prueba  científica la coincidencia de su diagnóstico con el del Foro Económico Mundial en Davos. Impresionante. 

Así que, en su lógica científica,  el Problema habría que abordarlo “cambiando la forma de difusión científica en este asunto”. Según Valladares y la organización Rebelión Científica, hay que hacer todo lo que haga falta para convencer al resto del mundo de su científica ignorancia, a ese resto del mundo que, sin dudar, etiquetan de "negacionista".

Reconoce, sin pudor, que está muy bien lo que hacemos ahora (en referencia, sin duda, a la Transición Energética), lamentando no haberlo hecho en 1972, porque  no estaríamos en la situación actual. Lo dice como si ignorara que el sistema económico mundial fuera  concretamente capitalista, y estatal la forma social de la globalización, organizada en bloques estatales-corporativos, a la altura del proceso de globalización financiera y de la concentración corporativa de las empresas multinacionales. Como si no supiera que el mecanismo implícito al modelo de desarrollo global, de los Estados-nación capitalistas, solo puede enfocarse hacia el beneficio inmediato, ontológicamente incapaces de  pensar a largo plazo. Y lo dice alguien que  presume de científico y marxista. 

El Problema para Valladares es el desastre medioambiental, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, que así, porque él lo diga,  dejan de ser  consecuencias del orden global realmente existente,  que así desaparece como causa original del "Problema" y también, de paso, de la nueva narrativa de Valladares. 

Se trata de una narrativa “científica” basada en un principio de inversión de la realidad que supera al tercer principio -el de transposición-  de Goebbels, que consistía en cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque,  y “si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. A mi entender, el principio de inversión es reflejo de una  patología que aqueja a toda esa izquierda neomarxista, ecologista e identitaria, que dedica sus días a pegarse tiros en los pies y darle alas al neofascismo rampante. Todavía no se han percatado que los llamados “negacionistas” se les parecen mucho y que, al igual que ellos, no identifican  como “el Problema” ni a la forma social del Estado,  ni a su forma económica capitalista. 

Esta patología se parece mucho a una variante de esquizogénesis (*).  No la ven, porque no les parece que la política forme parte del conocimiento científico; claro, para ellos es “otra cosa”, porque ellos no son “políticos”, sino ecologistas y decrecentistas, como los del Foro Económico de Davos  y no como los negacionistas. No ven que éstos son el neoliberalismo lumpen y neofascista que la izquierda burguesa  amamantó  con el furor consumista que en su día fuera catalogado como “Estado de Bienestar”, no ven que el neofascismo que ahora ven enfrente es su natural descendencia, gente que solo quiere seguir consumiendo, a la que le importa un comino el medio ambiente, el cambio climático, la devastación de la biodiversidad y  la democracia burguesa, porque su clamor es básicamente “proletario”, que lo que reclaman es volver al Estado Protector y al Buen Capitalismo, que quieren el pleno empleo prometido y  más salario, que tienen pánico de la precariedad que les promete el ecologismo decrecentista, al que ven como política “oficial” del futuro. Quieren Crecimiento a toda costa,  porque parar de consumir lo ven como muerte cívica. Tal es el sentido “proletario” de “vida cívica”, el barro del que vienen estos lodos neofascistas. 

Pero no hay manera de que esta izquierda lo entienda, al menos por ahora, no por las buenas.  Dice Valladares que hablar de decrecimiento es más inclusivo y que es un debate abierto “porque no tenemos bien claro en qué consiste”, siendo ésto último lo más científico  de todo lo que dice en esa entrevista. 

Concluyo: atrapados en el círculo vicioso de sus contradicciones, neomarxistas decrecentistas y neofascistas crecentistas, nos sumergen a todos en el mismo saco de su propia y ciega Decadencia. Quien se atreva a llevarles la contraria, será aislado y perseguido, pero estará prendiendo la mecha de una revolución integral (**) que si en tiempos pasados siempre fue deseable, ahora es absolutamente necesaria. Por evidente, racional y científica  razón de supervivencia.  

Notas:

(*) En biología se entiende por esquizogénesis el proceso de reproducción asexual y por división simple, que es característico de las bacterias. El término esquizogénesis nos remite a la esquizofrenia que Deleuze introdujera en el debate filosófico-político en “El anti-edipo”,  primer volumen de "Capitalismo y esquizofrenia", en el que describe cómo el capitalismo canaliza en última instancia todos los deseos a través de una economía axiomática basada en el dinero, una organización unimental o simple, sin desvíos ni efectos, que es abstracta en lugar de ser local o material. En antropología crítica ha comenzado ha emplearse este término en el sentido de “construcción del Otro", en el tiempo y el espacio, en oposición al estatuto epistemológico de la antropología académica convencional. El desarrollo de dicho estatuto ha  implicado una forma específica de "construcción del Otro”,  donde el uso y las concepciones sobre el tiempo han jugado un papel preponderante, transformando no solo la forma en que se concibe al “otro”, sino especialmente la manera en que se construye la narrativa  que da cuenta de ese “otro” (reseña de Fabian, Johannes. 2002 . “El tiempo y el otro: la construcción del objeto de estudio en antropología”, Columbia University). Se traduce en una asignación de imaginarios y significados generalizados que  se construyen desde  entornos académicos y se trasladan desde allí a los espacios  políticos. La comprensión que se tenga sobre el tiempo (lineal, cíclico, espiral, interno, externo, etc.), permite establecer el concepto de lo que es la sociedad, las estructuras de poder y la construcción que desde allí se hace de los “otros”. La antropología clásica, fiel a su vocación colonialista, para el estudio y análisis de los otros y su ubicación en el tiempo, parte de su propia superioridad de enunciación, eurocéntrica y colonialista,  considerando su lugar como centro de la verdad. Johannes Fabian explica que este desarrollo sucede en el siglo XIX y que proviene de dos ideas principales de la Ilustración, en las que se percibe el tiempo como dimensión inmanente a la naturaleza o al universo; y como consecuencia de ello, las relaciones entre las partes del mundo pueden ser entendidas como relaciones temporales en las que opera una suerte de concepción evolucionista, que lleva a un “uso esquizogénico del tiempo”. 

Recientemente, David Graeber y David Wengrow han abundado en la explicación del proceso de esquizogénesis, en su libro “El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad” (2021), para explicar la frecuencia con la que muchas comunidades  humanas construyeron su propia identidad en oposición y competencia con otra sociedad “vecina”. 

(**) Defino la revolución integral como proceso de transformación radical del orden hegemónico vigente, dirigido hacia la autonomía personal y el autogobierno comunal, desde la pluralidad y diversidad propia de la creatividad humana, cuya condición necesaria es la ausencia del Estado y de su economía capitalista. 

 

lunes, 28 de noviembre de 2022

¿QUÉ VA DELANTE, EL PENSAMIENTO O LA EXPERIENCIA?

 

Cuenta la leyenda que mil honderos fueron enviados a Sicilia a combatir por Cartago en el 311 a.C. y que allí participaron con brillantez en la batalla de Ecnomus. Anibal envió a 870 de ellos a África antes de marchar sobre Italia y dejó 500 en Iberia. En el 206 a.C. los cartagineses reclutaron hasta dos mil honderos en Menorca, que marcharon junto a Anibal, combatiendo en Cannas, en Zama y en Trebia, donde rechazaron a la caballería romana y hostigaron severamente a los legionarios romanos, llegando a herir de gravedad a un cónsul romano. 

 

Solemos complicarnos la existencia con dilemas como éste y no sé si ello tendrá remedio. Lo digo por mí mismo, y luego que cada cual se la complique como quiera. A veces me siento atrapado en tal dilema, sin tener nada claro el orden que sigue el cerebro, si el comportamiento obedece a un pensamiento previo o si éste es posterior y resultado de la experiencia. En setenta años me ha dado tiempo a leer un montón de libros que hablan de este dilema, pero no puedo evitar, cada vez que pienso en ello, que me venga a la cabeza el recuerdo de un sargento aragonés, que nos daba unas chapas teóricas muy entretenidas, todas enfocadas a la supervivencia y a la guerra en la montaña, pero que a mí, entonces como ahora, me sigue pareciendo que funcionan como navaja de usos múltiples. Fue hace algo más de cincuenta años, en la Compañía de Esquiadores-Escaladores donde hice la mili. Ahora mismo no me acuerdo de su nombre y bien que lo siento, porque guardo de aquel sargento un grato recuerdo y en más de una materia le reconozco una autoridad filosófico-práctica que bien merecería un monumento en mi memoria.

A veces disfruto como perro con un hueso si hallo argumentos y razones convincentes en los libros, pero también es cierto que tampoco faltan veces en las que lejos de disfrutar, me calientan la cabeza algunos de esos libros, amenazando con gripar mi cerebro. Digo todo ésto porque ahora, como nunca antes, siento la necesidad de hallar respuestas convincentes, en esta época tan compleja y confusa, de tanta precariedad e incertidumbre.

Resumiré tres de las teorías que mejor recuerdo entre las muchas que aquel sargento aragonés, rústico y bonachón, nos soltaba a modo de teorías acerca del superior valor de la experiencia y a fin de rellenar las mañanas o tardes en que llovía o nevaba con tal furia que la Compañía quedaba varada en aquel solitario refugio de montaña, situado en lo alto del Pirineo aragonés, muy cerca de la frontera con Francia. Diré que improvisaba, no leía ni seguía manual o guión alguno, contaba sus filosofías de la vida con el pretexto de explicar la guerra en la montaña como si fueran chascarrillos y lo hiciera entre la gente de su aldea, se pasaba el reglamento militar por el arco del triunfo y aquello era muy de agradecer en aquellas soledades.

1.Teoría del buen aseo: agua la justa y nada de pringues. Estábamos negros todos, a poco de empezar el invierno, de la quemazón del sol al rebotar contra la nieve y de la ventisca cuando te azotaba la piel, negros, de tantas horas de exposición a la intemperie y a la altura de aquellas montañas. Quien más y quien menos usaba cremas protectoras después del aseo mañanero y más de una vez el sargento nos lo decía con insistencia en algunas de sus teóricas: no os lavéis con jabón, que le dajáis a la piel sin su grasa natural... ¡y nada de cremas, que a saber lo que llevan!

2.Teoría de la buena orientación en la montaña: mejor bajar que subir y, en todo caso, de perdidos al río. Todas las teorías de orientación son una chorrada, nos decía. Si te pierdes en la montaña no hay tiempo que perder leyendo manuales, lo primero es no parar de bajar hasta encontrar un arroyo, que te llevará a un río, que tendrá un puente por el que pasará un camino, que te llevará hasta una casa donde vivirá un paisano o paisana a quien podrás preguntar por el mejor camino y que, incluso, hasta es muy posible que te invite a comer algo con un trago de vino.

3.Teoría de la buena estrategia: conocer el terreno y defender primero los principales pasos de montaña. Su teoría militar no podía tener más lógica, decía que la guerra de montaña puede ganarla un ejército pequeño si conoce el terreno y gana la posición en los pasos de montaña. Y nos lo demostró un día que hicimos unas maniobras de guerra con una Compañía de las tropas francesas de montaña. Se suponía que la tropa enemiga tenía que cruzar la divisoria de fronteras para llegar a ocupar las poblaciones situadas al otro lado del valle. Comenzamos a la misma hora, pero antes del mediodía nosotros estábamos arriba de los collados cuando los militares franceses todavía estaban ocupados en trepar por aquellas empinadas laderas. Ganada la cota, decía el sargento que hasta con piedras se puede ganar una batalla.

Me lo imagino manejando con pericia una honda, como un general delante de un batallón de cabreros.

Nota: la verdad-verdad es que en aquellas maniobras el ejército de la República Francesa envió allá arriba un helicóptero ligero, un Alouette equipado con ametralladora, que nos entretuvo durante más de una hora en el collado, tiempo suficiente para que no pudiéramos impedir el paso de su tropa al otro lado de la montaña, consumando así la invasión de España.


 

viernes, 11 de noviembre de 2022

AQUÍ ESTAMOS


Elogio a la naturaleza.
Están volviendo por fin a las ciudades.
Delfines, jabalíes, osos, pirarucús, pavos reales, inciertos benteveos.
La especie en extinción, cobarde y escondida, escucha apenas las trompetas de los ángeles.
Todavía no lo creen. Las mansas palomas los atacan, los monos se ríen de ellos y los sabios
delfines, lejanos hermanos del extinto, los observan con sorna e indiferencia.
Son sus últimos tiempos. Respiran aún, se agitan, poseen la estéril esperanza de Pandora.
Su futuro, una burbuja uterina y aislante. Su presente, un parloteo inmediato, escrutado, dirigido.Su pasado, un conjunto de ruinas incomprensibles y sin sentido.
“Y soltaron a los cuatro ángeles que esperaban la hora, el día, el mes y el año, 

listos para exterminar a un tercio de los hombres.”

Apocalipsis 9,15. Les queda ese alivio.

(Jorge Idel, "El final de la espera animal". Buenos Aires, Ed. Puertas Abiertas, 2020)

 

Aquí estamos, algo más de siete mil novecientos millones de hijos y nietos de campesinos, en esta fase terminal del Antropoceno y penúltima del Neolítico Moderno. O puede que no.

Teoría del atasco

Todos somos cada cual en medio de un atasco: algunos de los atrapados abandonan sus asientos, salen a la vía pública para mirar hacia adelante, para intentar atisbar hasta dónde llega el atasco y averiguar qué es lo que allí sucede, cuál es su causa. Como la vista no alcanza, de inmediato surgen diferentes opiniones-teorías  que provocan una discusión generalizada, que se interrumpe cada vez que la fila avanza. Cuando eso sucede, todos experimentan un episodio de alegría, tienen la impresión de que ya no habrá más parones después del último y que a partir de ahora la circulación será fluida. Pero no, a veces la fila avanza hasta un kilómetro y otras apenas unos metros antes de un nuevo parón. Nadie podrá negar que la fila avanza, qué remedio, retroceder es imposible; así que, se quiera ver o no, el hecho cierto es que circulamos en una vía de único sentido con doble carril que permite adelantar a otros, pero no retroceder. Circulamos sobre una cinta transportadora que se llama “Tiempo” y a cada parón sucede, repetido, siempre lo mismo, hay quien sale del coche y quien se queda allí sentado, resignado. Y entre los que salen, siempre hay unos cuantos que vociferan, más o menos lo mismo, una y otra vez: ¡pero dónde está la puta autoridad...tocándose los huevos, que para eso les pagamos, cabrones! Los sentados se quedan pensando que no es para tanto, que ésto pasa en todas las grandes ciudades, ¿no queríamos ser modernos?...pues algo habrá que pagar por ello.

Bien mirado, en esta hipótesis del atasco lo único irreversible es la muerte por efecto del paso del tiempo; excepto eso, todo lo demás es evitable: el vivir hacinados en grandes ciudades, el viajar cada uno en su coche y el movernos todos por la misma autovía de dirección única.

 

Teoría del tobogán

Todos somos “uno” en lo alto de un tobogán, un niño miedoso que por primera vez sube tan alto, y que allí arriba siente lo que es el miedo en modo vértigo. Ha ido a la escuela y allí aprendió, lo que ya sabía por experiencia, sobre la ley de la gravedad. Por eso sabe que en cuanto apoye su culo y empiece a descender ya no podrá volver atrás. Y eso le produce espanto, miedo al vacío que le espera allá abajo, al final de un tobogán que no ve dónde acaba. Está a punto de agacharse para empezar a bajar y calla como un cordero a punto de ser degollado. 

En su libro “¿Por qué callan los corderos?” habla Rainer Mausfeld (*) sobre una forma de “tortura blanca”, invisible porque parece voluntaria. 

Podría darse la vuelta y no tirarse por el tobogán, porque este niño es un “ciudadano libre”, pero le acosa la duda, esa confusión le incomoda por sentirse atrapado entre fuerzas contrarias: su libertad (nadie le obligó a subir hasta ahí (“yo controlo”, decía) y esa otra fuerza de la gravedad, que le atrae y le empuja a dejarse caer por el tobogán. Sabe que no tendrá ningún control a partir del momento que pegue su cuerpo al tobogán y empiece a resbalar hacia el futuro. Tiene pánico, pero va a tirarse por el tobogán ¿porque es lo que  ha elegido?

En esta hipótesis lo único irreversible es la ley de la gravedad y eso sólo a partir de un punto crítico. Superado ese pico, estaremos más solos que nunca, abdonados a la ley de la gravedad. Sólo nos quedará dejarnos caer y esperar algún disfrute con ello.


Teoría del pastor innecesario

La lucha de clases es la versión moderna de la histórica lucha que se remonta al Neolítico Medio, por ver quién se hace con el pastoreo del rebaño humano. Esa es la fecha en que fuera inventado el famoso derecho de propiedad privada sobre la Tierra, sobre la Ciencia o conocimiento transmitido por los dioses y sobre las vidas de las tribus humanas. En esa época, también, y de seguido, fueron inventados otros bonitos derechos humanos, como el de herencia, o los de esclavitud y patriarcado, todos ellos patentados por un puñado de ilustrados sacerdotes junto a los primeros terratenientes emprendedores y primeros creadores de empleo de la Historia, secundados por un pequeño ejército de securatas, militares y escribanos. Se sabe por las crónicas que, con el paso del tiempo, tan benemérita asociación  recibiría el nombre de “Estado” en la Alta Modernidad...pero vamos, que no era cosa muy distinta a lo que desde antiguamente se llamó siempre “reino”, o “imperio”, sin más criterio que el tamaño. Pues bien, el pastor que de siempre veíamos caminando por delante del rebaño, ahora se ha hecho invisible, el muy cabrón ha puesto un pastor eléctrico en su lugar y ahora nos controla por GPS, con su smartphone.

He ahí la paradoja  democrática, a saber: el problema que remite a la relación entre pastor y rebaño, élites y pueblo, cuya investigación sistemática  se remonta a la Antigüedad.   Tucídides  (454-399 a.C.), militar e historiador considerado padre del realismo científico, afirmaba que las masas son propensas a pasiones y afectos a costa de la razón: “las opiniones de la masa son inconstantes y veleidosas; de sus fallos suelen responsabilizar a otros”. Sostuvo que una buena forma de organización social debía tener en cuenta las debilidades de la naturaleza humana, cosa que según su entender era inviable en una democracia. Guiado por el gobierno de Pericles, consideraba como ideal una forma que “por su nombre fuera una democracia, pero, de hecho fuera gobernada por su primer ciudadano”.

En el discurso político, "el pueblo" es a menudo comparado con un rebaño que tiende a manifestar afectos irracionales y que, por tanto, hay que controlar. La dirección política de un pueblo presupone, pues, descifrar el silencio del rebaño e interpretarlo en el sentido e interés de la actuación política que se persigue.  Se pone como ejemplo a un Richard Nixon que en su momento interpretó el "silent mayority" (silencio de la mayoría) como consentimiento a la Guerra de Vietnam. (Cita de Rainer Mausfeld).

 Igual habría que hacer algo

Porque, salvo la dirección del tiempo (que va siempre hacia adelante) y la que sigue la gravedad (que tira siempre hacia abajo), todas las demás direcciones son posibles a condición de pastar por cuenta propia. Porque, aunque sea en el contexto de los límites naturales (como la redondez de la Tierra, la flecha del tiempo o la fuerza que nos sujeta al planeta), lo cierto es que nuestras vidas-sin-pastor nos pertenecen, aunque sea en el margen de esas contingencias naturales, lo que no es poco. Véase que en el tramo que transcurre del nacimiento a la muerte, puede caber toda una eternidad, proporcional, sí, pero suficiente a condición de ser libre y bien aprovechada. Así que habría que hacer algo, como poner en práctica, por ejemplo, un programa político (y personal) realmente novedoso, algo que de tan simple nos pareciera más irresistible que imposible...un suponer, algo así como: a) participar en el mundo sin echar a perder nuestras particulares vidas, que son la única pertenencia legítima con la que venimos al mundo; y b) procurar invertir el tiempo disponible en el cuidado mutuo entre iguales-diferentes, sin descuidar la hacienda común que compartimos con todos los seres no-inertes (**)

Notas:

(*) Rainer Mausfeld (1949) es un psicólogo alemán, especialista en la psicología de la percepción y la ciencia cognitiva. Entre sus libros publicados están: "Fachada de la democracia y el estado profundo. En el camino a una era autoritaria ", “Tortura sin rastro”, "Fachada de la democracia y el estado profundo. En el camino a una era autoritaria ", siendo el último publicado “¿Por qué callan los corderos? Cómo la democracia elitista y el neoliberalismo están destruyendo nuestra sociedad y nuestros medios de vida.

(**) Por no-inertes me refiero a aquellos seres animados con los que, además de un mundo, compartimos un alma (de ánima o movimiento), ese aliento que distingue a lo vivo de lo inerte.