jueves, 12 de enero de 2023

ARAR EN LA MAR, O CUANDO LA CRÍTICA ESTÁ AGOTADA

 

El último libro de José Manuel Naredo es una atrevida reflexión sobre la apremiante necesidad de buscar salidas, ecológicamente válidas, a la crisis global en marcha. Su título (“La crítica agotada”) me parece acertado, mientras que el subtítulo (“Claves para un cambio de civilización”) es bien pretencioso y ya da una pista de lo desatinado de su enfoque. Como la mayoría de neomarxistas ha pensado que se puede obviar “el error” del marxismo original con solo salvar su olvido del factor ecologista. Aún así es valiosa su reflexión, porque se atreve a destapar el uso y abuso de numerosos conceptos vacíos por la militancia ecologista-neomarxista, mayoritariamente agrupada hoy en la corriente ecosocialista. Recurre para ello a la imagen de un sísifo cabezón, para ilustrar el debilitado estado del discurso crítico (ecomarxista, ecoanarquista y ecofeminista, añado yo), que considera agotado y frustrante de tanto repetir pseudoconceptos producto de la ideología económica y política dominante para que, aún pretendiendo cuestionarlo todo, al final nada cambie”. Son sus propias palabras, pero se queda muy corto; lo peor no es que nada cambie, sino que, además, sirva para darle alas al sistema que dice combatir.

Los pseudoconceptos o “conceptos vacíos” a los que Naredo se refiere en su libro son los de producción, medio ambiente, desarrollo sostenible, lucha contra el cambio climático, neoliberalismo, poscapitalismo o fundamentalismo de mercado ...”ejemplos de términos fetiche a la moda con los que la crítica se lastra, desviando la atención de los auténticos problemas y responsables de la situación actual”. Su reflexión viene a denunciar la vaciedad de esos no-conceptos y su origen, atreviéndose a desplegar, en su propia expresión, “toda la potencia del genuino pensamiento crítico (?)*, con un cambio de perspectiva que trascienda esos puntos ciegos”, y así propone “pensar fuera de los márgenes delimitados por el sentido común que dicta la economía dominante, para poder construir un nuevo paradigma civilizatorio que emancipe a los seres humanos y devuelva la dignidad a la naturaleza”. Más de lo mismo: arar en la mar, brindis al sol y conceptos vacíos.

El desenfoque es de raíz, porque resulta imposible pensar fuera del sistema” desde dentro, con la esperanza puesta en el cálculo electoral y a partir de una cosmovisión economicista que, con la liberal y la fascista, completa el tripartito ADN de la modernidad burguesa. Desde ahí toda pretensión de emancipación, de ecología, democracia y de justicia social se vuelve vanamente pretenciosa y prometeica, propaganda hueca a base de conceptos necesariamente vacíos. Sin comprender que la economía capitalista es la forma económica consustancial al Estado moderno, el “anticapitalismo neo" sigue siendo viejo y desfasado, necesariamente forzado, pseudorevolucionario y quimérico a la postre.

El Estado es y solo puede ser capitalista, por la misma razón que la nieve es blanca; y eso se puede saber aunque no se haya estudiado meteorología, ni economía o ciencias políticas. ¿Qué es el capitalismo, sino el mecanismo funcional, extractivo y necesariamente depredador, propio del aparato estatal?, ¿qué es sino una sistemática operación de transferencia de energías, de abajo hacia arriba, para el sostén del propio aparato, parasitario de la naturaleza y la sociedad?, ¿o no es eso el Estado, algo indistinguible de su propio mecanismo capitalista-existencial?

Recordemos: hoy, el Poder Público (en referencia al Estado) viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de Administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848). Marx y Engels al menos dejaron dicho que había que disolver el Estado, si bien habŕía que esperar a que el desarrollo de las fuerzas productivas (capitalismo) prepararan el terreno al socialismo, llenando el mundo con abundancia de bienes que, entonces sí, pudiera repartir el Estado en su “fase socialista”, antes de extinguirse por sí mismo y alcanzar, por fin, la “fase comunista”, tras cumplir la misión que le fuera encomendada por “la Historia”...pero ¿cuándo?, ¿y quién es esa Historia que tanto manda? Pues bien, el máximo desarrollo de las fuerzas productivas ya ha sido superado más que de sobra y prosigue, sin solución de continuidad, ahora en forma de “energías renovablese “inteligencia artificial”, con el trabajo de máquinas que hacen sobrante el trabajo humano y hasta los humanos mismos. Disuelta la clase proletaria, ¿dónde queda la teoría marxista-anarquista de la clase obrera como sujeto revolucionario y en qué consiste hoy la revolución, si es que todavía queda algún marxista o anarquista, clásico o neo, que la considere necesaria?

Si el sistema de dominación continúa más poderoso que nunca...algo tiene que haber pasado, pues, que ni Marx ni la Historia tenían previsto. Podríamos pensar, por ejemplo, que el imaginario de la modernidad está tan agotado como su propia militancia. Dice el autor del libro: “creo que ha sido la falta o endeblez de las metas y consignas generales, unida al empleo de términos fetiche desafortunados, lo que ha quitado fuerza y cohesión a los movimientos sociales críticos condenándolos a reproducir el infructuoso comportamiento de Sísifo”.

Lo cierto es que ni a Marx ni a sus contemporáneos, inmersos en una Europa envuelta en la fiebre industrial y abrumada por un permanente clima de hostilidades, en un enjambre de naciones-estado, no se les podía pedir que comprendieran las transformaciones profundas que estaban operando al interior del Estado; no podían comprender que la base productiva que condujo a la aparición del capitalismo no era otra que la necesidad de financiar ejércitos, burocracias y policías permanentes, con los que hacer la guerra contra otros Estados y contra sus propios pueblos, que no otra es la misión histórica del Estado (¡ni mentar a la Bestia!). Inmersos en aquel momento de radical cambio histórico, no podían saber los primeros revolucionarios, marxistas y anarquistas, lo que nosotros sí sabemos. Hoy no cabe esa ignorancia como disculpa.

El sistema Estado-mundo ha mutado, adaptándose a los contextos geopolíticos que ha generado en solo tres siglos de devastación y depredación sistemática de una naturaleza ahora reconvertida en solar agrominero-industrial, dando paso a una urbanización global, concentrada y superpoblada de humanos, esa masa inmensa de súbditos y clientes cautivos, excampesinos y exproletarios ancianos, recluidos junto a su jóven descendencia. El sistema de dominación está mutando en forma autónoma y acelerada, con dinámica propia que empieza a superar el poder de los Estados y sus bloques, apuntando hacia una época tecnológica con energía autorrenovable, sin dejar de avanzar ciegamente en el desarrollo de unas fuerzas productivas cada vez menos humanas. Mientras avanza y crece autónomamente ese todopoderoso tsunami autodestructivo, todas las facciones ideológicas neo-modernas (no solo las marxistas y anarquistas), siguen escenificando su batalla  en dos frentes (neoizquierda Woke y neoderecha Neocon alt-right),  erre que erre, como tozudos sísifos labradores, infatigablemente empeñados en arar sobre el agua.

A todos ellos, ciegos seguidores de Auguste Comte, les convendría repasar su interpretación positivista o materialista de la historia en caso de que todavía busquen respuestas a por qué la creatividad y el conocimiento, el arte y la ciencia, han quedado reducidos a mitos de lo abstracto y tecnológico; y cómo fue que el oscuro y religioso Estado feudal mudó su apariencia para parecer “otro” Estado, uno “moderno”, con sólo cambiar de religión, siguiendo la costumbre inaugurada por Roma: cambiar de religión para que el Imperio parezca nuevo sin que nada cambie y no decaiga el estado de dominación ...lo dicho: el uso banal, propagandístico, de la revolución como concepto vacío de sentido.

Por encima del desánimo, sobre la confusión y frustración que originan los conceptos vacíos, está naciendo un novedoso paradigma nada “neo”, científicamente ético, integralmente democrático, ecológico y comunal, dirigido a construir un novedoso mundo globalmente local y presencial, persona a persona y pueblo a pueblo, con carga de profundidad dirigida al corazón de la Bestia...¡hay que ver lo que cuesta llenar de sentido (de libertad, comunidad, ecología y democracia) los conceptos vacíos!

Nota:

*La interrogación es mía

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