miércoles, 5 de febrero de 2025

EL LEGADO DE DAVID GRAEBER


La razón de este escrito es ayudar a difundir el legado de David Graeber, que ahora es accesible desde estas tres webs, que funcionan asociadas tras constituirse el "Instituto David Graeber" por su compañera, la artista Nika Dubrovsky, junto con un nutrido grupo de compañeros y amigos. Son éstas webs: 

https://davidgraeber.org/

https://davidgraeber.institute/

https://museum.care/

David Graeber falleció en Venecia en septiembre de 2020, con 59 años, víctima de una pancreatitis fulminante. Nacido en Nueva York (1961), fue un antropólogo y activista anarquista muy reconocido internacionalmente. Obtuvo su doctorado por la Universidad de Chicago en 1996 y fue profesor de antropología de diferentes universidades, en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres, la Universidad de Yale y la London School of Economics. Graeber tuvo una larga historia de activismo político y social, con relevante liderazgo en las protestas contra el Foro Económico Mundial, fue miembro de la organización sindical Trabajadores Industriales del Mundo y uno de los líderes del movimiento Occupy Wall Street.

Hasta ahora, sus libros traducidos al castellano son éstos:

 

Una de sus últimas iniciativas, junto con  Nika Dubrovsky, es la que recibe el nombre de Museo de los Cuidados (https://museum.care/), a propósito de la cual adjunto este breve texto, publicado originalmente en Arts Of The Working Class April 2020,con traducción de J. Pérez de Lama (12/2023):

"El Museo de los Cuidados. Imaginando el mundo tras la pandemia". Nika Dubrovsky & David Graeber

[Imaginando el mundo tras la pandemia.] O más precisamente imaginando un mundo sano y sensato tras el virus, uno en que, en lugar de limitarnos a tratar de devolver las cosas al estado en que estaban, actuásemos a partir de lo aprendido. Por ejemplo, una gran proporción del trabajo de oficina, especialmente administrativo, de gestión, marketing, legal, financiero, de consultoría y similares se ha visto que son pura tontería [bullshit]. Si desaparecieran, no supondría diferencia alguna o incluso haría del mundo un lugar un poco mejor. La prueba es que durante la crisis la mayor parte de estos trabajos desaparecieron y el mundo siguió funcionando. Así que imaginemos por un momento que somos sensatos y simplemente dejamos de pretender que hay una razón para que toda esta gente continúe simulando para hacernos creer que trabajan todo el día, y en su lugar nos deshacemos de estos trabajos basura [bullshit jobs]. Bueno, una cuestión sería: ¿Qué haríamos con todo los edificios en que solían trabajar? Obviamente, aquellos trabajadores que son efectivamente útiles, que nos mantuvieron vivos y nos cuidaron durante la epidemia [«triste guasa» que DG acabara muriendo al final de la pandemia] — doctoras, enfermeras, limpiadores, mensajeros, electricistas, agricultores —, no necesitan grandes edificios de vidrio parece hacerlos sentir importantes. Algunos de estos edificios pueden ser dinamitados [demolidos]. Eso sería bueno porque significaría usar menos energía para mantenerlos acondicionados y demás, lo que reduciría las emisiones de carbono. Pero, seguro que no querríamos demolerlos todos.

Tras las revoluciones francesa y rusa, los palacios reales se convirtieron en museos estatales. Podríamos hacer algo parecido. Aunque siempre habría una forma más loca: la vuelta a la «normalidad». El modelo para esta vuelta podría ser lo que pasó tras la desindustrialización a gran escala de las metrópolis occidentales, cuando los antiguas fábricas y almacenes se transformaron en centros de arte privados, oficinas y edificios de vivienda para el tipo de gente que había trabajado allí antes. Para muchos es difícil imaginar que algo así no volviera en el caso de una rápida desbasurización [de-bullshitization] del trabajo sin que hubiera un cambio real del sistema financiero o de la estructura de poder y riqueza más en general. Las oficinas vacías serían compradas por inversores, que las transformarían en viviendas caras o en centros de arte cuya presencia aumentase el valor inmobiliario de la zona. La única alternativa que suele ponerse sobre la mesa es que el estado adquiera la propiedad de todo, ya sea como una práctica de socialismo de estado (que es básicamente un capitalismo de estado monopolista), ya de «nacionalsocialismo» de derecha (cualquiera que sea su forma actualizada al siglo 21).

[Como alternativa] queremos insistir en la posibilidad —no la probabilidad pero al menos sí la posibilidad— de la cordura. Imaginar que la experiencia del confinamiento y el colapso económico nos permita ver el mundo como realmente es, y que nos demos cuenta de que aquello a lo que habitualmente nos referimos como «economía» es simplemente la manera en que colectivamente nos mantenemos vivas unas a otras, nos proveemos unas a otras de las cosas que necesitamos y en general nos cuidamos unas a otras. Y digamos que también rechazamos el control social.

Las prisiones, después de todo, dan alojamiento y cubren el cuidado médico básico. Sin embargo, no son instituciones «cuidadoras». Lo que ofrecen no es cuidado porque el cuidado real supone no sólo cubrir las necesidades materiales, incluso no sólo permitir a los otros crecer y prosperar, sino también mantener y ampliar su libertad. Imaginemos que nos deshacemos de la idea de que la producción y el consumo son el único propósito de la vida económica y la sustituimos por el cuidado y la libertad. ¿Qué haríamos con los edificios?

En un mundo construido en torno a los cuidados y la solidaridad, gran parte de estos vastos y absurdos espacios de oficinas sería efectivamente dinamitada [destruida, demolida], pero algunos de estos edificios podrían convertirse en universidades libres, centros sociales y hoteles para los necesitados de vivienda. Podríamos llamarlos «Museos de los Cuidados» — precisamente porque serían lugares que no celebrarían la producción de ninguna clase, sino que ofrecerían espacios y medios para la creación de relaciones sociales y para imaginar formas de vida en sociedad completamente nuevas.




sábado, 1 de febrero de 2025

TRUMP Y EL ÉXITO DEL FACTOR "DIOS" (LA ILUSTRACIÓN OSCURA)

20/01/2025, relevo en la Casa Blanca. A la derecha, bandera publicitaria comercializada durante la última campaña electoral del partido republicano de EEUU, al módico precio de 5,46 dólares (IVA incluido).

En EEUU, según datos actuales procedentes del centro de investigación Pew Research Center, un 45% de la ciudadanía es protestante, un 20% son católicos y un 6% son creyentes de religiones no cristianas, entre los que se encuentran judíos (1,9%) y musulmanes (0,9%). O sea, que en total los creyentes son una clamorosa mayoría que sobrepasa el 70%. No es de extrañar, pues, que la religión forme parte sustancial del marketing electoral, tanto del partido republicano como del demócrata.

Según ese mismo centro de investigación sociológica, en las anteriores y últimas elecciones, el voto católico optó tres veces por los demócratas y dos por los republicanos, pero la postura de Trump en contra del aborto ha sido una baza jugada  para ganar el voto católico. 

Por otra parte, está habiendo una enorme profusión de análisis en torno al resultado electoral, pero llama mi atención que, a pesar de la relevancia sociológica y política de los anteriores datos, sean tan escasos los análisis elaborados en clave religiosa. Más aún cuando todo el mundo fue testigo directo de cómo la investidura de Trump tuvo una abrumadora escenificación litúrgica y ceremonial, de ambientación claramente religiosa, que sin duda fue muy planificada. Junto a Trump se prestaron a concelebrar: el obispo católico de Nueva York, el hijo de Billy Graham –considerado el evangelista más importante del S. XX–, un reverendo negro que de joven había formado parte de una banda callejera, más un rabino ultraortodoxo...todo un batiburrillo judeocristiano, y no sé por qué no incluyó al budismo o al islam, como no sea por su escasa relevancia estadística.  Todo ello para transmitir la elevación de Trump, por la gracia de Dios, a una condición presidencial cuasidivina.

Donald Trump ha anunciado su próximo mandato como una Edad de Oro y una "revolución del sentido común",  identificado éste con la creencia religiosa de la masa social de "creyentes" que le siguen. Tan es así que su discurso en el Capitolio más bien quería ser un sermón, y dar a entender que esa revolución del sentido común es más religiosa que política.   Y para corroborarlo,  volvió a decir eso de “me salvó Dios para hacer grande a América”, que sus feligreses se toman muy en serio, con la imagen en la cabeza del atentado en el que una bala rozó la oreja derecha de Donald Trump en medio de un mitin electoral celebrado en Butler (Pensilvania). Sin embargo, la muerte de uno de los asistentes al mitin pasó completamente desapercibida, siendo noticia muy por detrás del protagonismo de la oreja de Trump, que por aquellos días de julio incluso llegó a ser replicada en chocolate blanco por un confitero de Barcelona y comercializada al precio de 4,5 euros (IVA incluido). 

A mí me parece razonable que nos cuestionemos si estamos hablando de un movimiento religioso y no político. Que por eso pienso que no entienden nada quienes pretenden explicarlo en clave "política". Algo así me parece a mí que les está pasando a las izquierdas capitalistas contemporáneas, que por eso son residuales, por esa desubicación existencial que las descoloca,  es como querer  jugar al fútbol con las normas del baloncesto.

De nada sirve la obviedad escénica de ese espectáculo de masas, donde el factor "Dios" exhibe su éxito, haciéndole una pedorreta a la lucha de clases, mucho más cuando la Modernidad y su Ilustración habían llegado al mundo para anunciar  la muerte de Dios a la luz de la Ciencia. Si bien, también es cierto que quienes no somos creyentes lo que vemos es un nuevo uso, ahora pornográfico, del factor Dios. Ahora  como cebo electoral de la industria democrática.  

Como le pasara al antropólogo Albert Piette, yo también me pregunto por el origen de esta creencia religiosa que remodela un mundo que ya no puede ser más confuso. En su libro "El origen de la creencia", este antropólogo parte de una hipótesis que a mi entender es bien consistente:  homo sapiens es el único animal que sabe que morirá y ese saber le produce un sufrimiento insoportable. De ahí su necesidad de un Dios, para poder soñar una vida "otra", mejor y sin límite.

No es el primer antropólogo, ni el primer científico que -como muchos historiadores, paleontóologos y arqueólogos- han estudiado los enterramientos y el comportamiento humano ante la muerte, viendo las posibles ventajas evolutivas de la creencia religiosa. Me sorprendió que el mismo Albert Piette viera un relato evolutivo que va del homo neandertal, como "primer-pensador" (sobre la muerte),  al homo sapiens como "primer-creyente" en una posible otra-vida-más-allá. La hipótesis supone que esta creencia proporciona consuelo y como tal es retenida por la evolución y es transmitida culturalmente entre individuos y generaciones.  

Según descubrimientos recientes, el cerebro neandertal no tendría la misma organización neuronal que el de homo sapiens. Y por ahí debe andar la posible explicación a una importante diferencia en el comportamiento ante la muerte: la diferencia entre el uso de unos huesos (del cráneo) como objeto simbólico en sustitución de una ausencia  y  el acto de creer en la existencia de algo "increíble", como es la vida después de la muerte. Leyendo a A. Piette, me sorprende con esta afirmación: "hay una restricción inherente al acto religioso de creer: si creemos es porque es increíble". 

 La religión está experimentando una cierta efervescencia, se dice que vivimos un "reencantamiento" del mundo, disparado en múltiples direcciones y en medio de un torbellino caótico, esa atmósfera multiculturalista de nuestro tiempo, plagada de eclecticismos y  sincretismos tan de moda, que mezclan un poco de todo: orientalismo con una pizca de ecología profunda y psicología transpersonal, otro de ecología con animalismo, esoterismo y feminismo queer, veganismo y  neomisticismo...todo ello aderezado con unos toques  del último paradigma tecnocientífico. 

Pero lo que yo pienso, resumidamente, es que todo ésto que está sucediendo es lo propio de un tiempo que llega a término, que está en Sus Últimas. ÉSTO es la "condición póstuma" de la que hablan Marina Garcés y Maurice Merleau-Ponty, una condición que refiere al fin de la Modernidad Burguesa, un tiempo "del todo se acaba, en el que impera la fascinación por el Apocalipsis", que lleva camino de convertirse en nueva ideología dominante y que se contagia viralmente, adueñándose del pensamiento desde sus tripas más íntimas. 

Hasta los más cuerdos humanistas, los biosféricos,  han tirado la toalla y solo esperan resistir a un Apocalipsis que han acabado interiorizando, como antes hicieron con el Estado, contribuyendo decisivamente a naturalizar y universalizar la ideología propietarista y su moderno sistema de  dominación, el capitalismo. Da igual en qué variable del Estado lo hicieran, si democrático o totalitario, si de derechas o de izquierdas, si nacional o globalista. 

Así vimos acabarse la promesa de un futuro con progreso universal, con desarrollo y crecimiento sin fin, la promesa del final de las clases sociales. Vimos cómo se anunciaba también el fin de la historia y de las ideologías, porque ya solo quedaba una única historia y una única ideología dominante. 

Y ahora lo que estamos viendo es cómo se agotan los bienes naturales que sostienen la diversidad de la Vida, cómo se agota la energía fósil que hizo posible el éxito brutal del capitalismo, cómo se extinguen aceleradamente especies y ecosistemas...incluso vemos cómo el tiempo también se acaba y nos deja solo un mínimo futuro en el que cabe muy poca gente, cuando ha sido declarada y programada la privatización integral y definitiva de lo Común (la Tierra y el Conocimiento) y del Común: esa gente a la que el Estado y el Mercado llaman, respectivamente, indistintamente, "ciudadanos" y "clientes". Los Propietarios de la Tierra y del Conocimiento han pensado que  con la Inteligencia Artificial y con la  renovada economía corporativa de un capitalismo tecnofeudal, la mayoría de nosotros somos sobrantes,  que ya no nos necesitan ni como productores ni como clientes. 

Cierto que hace más de dos décadas que el futuro pasó a ser una idea pasada de moda, propia de nostálgicos revolucionarios, de visionarios y vejestorios ilustrados, cuando en plena globalización  capitalista ésta prometía un presente eterno y accesible, al que todo el mundo podía llegar, incluso la gente más paria y los países más atrasados.  Pero han bastado apenas tres décadas para mostrar con toda su crudeza la realidad al desnudo: una amenaza de extinción para el conjunto de la especie. 

Con el imperio de la Ilustración Oscura (directamente emparentada con ese patológico y patético "sentido común" de Donald Trump), hemos entrado en tiempo de descuento, un tiempo que bien podríamos aprovechar para  rearmar la Ilustración, ahora que ya sabemos cuáles fueron los errores que la llevaron a su propio  Reverso, en el que ahora estamos atrapados, derrota tras derrota. 

Hay mucha gente que está pensando en ello y se cuentan por miles los libros publicados y las conferencias académicas que reflexionan sobre ello con todo el rigor científico, no lo niego; pero estoy muy cansado de tanto leer diagnósticos muy buenos, pero ninguno realmente estratégico, ninguna propuesta de QUÉ HACER Y CÓMO ORGANIZARNOS, ANTE LA BESTIA.

Aún teniendo mi acuerdo, todos esos diagnósticos no han logrado cambiar el mío propio, elaborado a partir de su lectura y, sobre todo, de mi propia reflexión y experiencia. Puedo explicarlo en mil páginas y también puedo resumirlo en poco más de dos renglones: estamos atascados en un estado evolutivo todavía muy primitivo (Neolítico), lo que hace que nuestras sociedades sigan organizadas como desde hace miles de años, en las mismas instituciones  "estatales", fundadas a partir de nuestros más básicos e individuales instintos animales, que son los de propiedad territorial y reproductiva, precisamente los que sirven de fundamento a las arcaicas instituciones  estatales de la Propiedad y el Patriarcado, las que explican nuestro atasco evolutivo. 

Pero eso está cambiando, porque, por primera vez en la historia de la humanidad, al tiempo que al auge de la Bestia, asistimos al inédito despertar de una conciencia comunitaria que es radicalmente nueva, por ser "convivencial-de proximidad" y  "convivencial-de especie" al mismo tiempo. Por eso que,  dada esa urgencia y desesperanza de ahora, he decidido dedicar buena parte de la energía que me queda  a diseñar y explicar una propuesta estratégica, que concretaré en una formulación teórico-práctica: un Pacto Glocal (sobre los básicos principios del Común y lo Común) y una estrategia de confrontación/desconexión, a partir de iniciar un proceso autoconstituyente  -permanentemente abierto- de Asambleas Comunales de Autogobierno, a su vez libremente confederadas en solidarias redes de intercambio, cooperación y ayuda mutua, en todas las escalas territoriales.  Esa es mi creencia política, a modo de reilustración radical,  que necesariamente pasa por la disolución efectiva de las instituciones que sirven a la Bestia: del Mercado y del Estado.

viernes, 24 de enero de 2025

DOS: DE AMIGOS Y DE LIBROS

DOS HAIKUS Y DOS PREGUNTAS

  1

Tengo un olvido,

un amigo sin rostro, 

todo un vacío

 2

Cierro los ojos

y en la página quince

sigo leyendo

 

 1 y 2. ¿Dónde van a parar los libros que no se venden? y ¿dónde los amigos que se pierden?

 

DOS AUTORES

 


1. Aristóteles, filósofo nacido en 384 a. C. en Estagira (Grecia).  2. Eduardo Berti, escritor nacido en 1964 en Buenos Aires (Argentina).

 Para saber más:

-De Aristóteles: https://es.wikipedia.org/wiki/Arist%C3%B3teles

-De Eduardo Berti: https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Berti

 

 DOS LIBROS

 

 

“Sobre la amistad, libros 8 y 9 de la Ética a Nicómaco” de Aristóteles y “Maneras de leer. Pequeño obrador de lecturas potenciales” de Eduardo Berti.

 

Tengo un poco de mala conciencia por leer libros digitales que compro más baratos o que descargo a coste cero. Pero de vez en cuando me permito el lujo de comprar algunos libros, y entonces lo primero que miro son los catálogos de Pepitas y Acantilado, mis dos editoriales preferidas. Estos días estoy con estos dos libros cuya lectura me permito recomendar.

1. En "Sobre la Amistad", de Aristóteles, Cicerón recuerda este pasaje: «Hay que comer juntos muchas fanegas de sal para cumplir el deber de la amistad».

-Ciertamente, si la separación se prolonga puede extinguirse la amistad, de ahí el dicho: «La ausencia causa olvido».

-A quienes se aprecian pero no conviven podríamos considerarlos unidos por una mutua afabilidad, más que por auténtica amistad, pues lo propio de ésta es la convivencia. Cuando estamos necesitados deseamos ver a los amigos porque nos procuran ayuda, y cuando somos dichosos, por la alegría de compartir nuestro tiempo con personas queridas. Nada es más perjudicial para los amigos que la falta de trato, pero sólo podrán frecuentarse si la relación es agradable y disfrutan de cosas parecidas, como ocurre en la camaradería.

2. Manera de leer n.º 2, de las 142 que figuran en el libro:

--Corte un libro que no pudo terminar (que le resultó aburrido y «se le caía de las manos», como reza la expresión), córtelo con la complicidad de una tijera de acero (que no sea una de plástico, barata), construya una casa inmensa, un palacio de papel.

-Pase unos meses adentro. Viviendo, pensando, durmiendo. Leyendo de vez en cuando lo que dicen las paredes, si es que los fragmentos de frases tienen algo para decir. Sienta que ahora, sí, al fin, este libro no lo expulsa, que se siente muy a gusto en el seno de sus palabras.

-Invite a un amigo a pasar unos días en la casa.

 

DOS EDITORIALES

 


1. Editorial Acantilado.

“En su profundidad vi que se encierra, cosido con amor en un volumen, todo lo que despliega el universo”.


Acantilado es una editorial independiente fundada en 1999 por Jaume Vallcorba. En 2008 se incorporó al sello Sandra Ollo, quien desempeñó los cargos de editora y gerente hasta el 2014, cuando asumió la dirección. El catálogo se concibe como un espacio de reflexión transversal donde los libros de distintas épocas y géneros dialogan entre sí y van configurando un universo cada vez más rico. Tan decisiva como la selección de títulos es la edición de los textos, el cuidado con que se abordan las traducciones y la elaboración material y formal, que distingue los libros de Acantilado no sólo por su singular apariencia, sino también porque envejecen bien y permiten una lectura muy cómoda. Hoy, tras veinte años de vida, el sello reúne autores imprescindibles de la mejor tradición literaria europea, desde los clásicos hasta los contemporáneos.

2. Editorial Pepitas de Calabaza.

"Una editorial con menos proyección que un Cinexín"

»Yo no puedo olvidar que en los momentos más difíciles de mi vida —cuando mi hermana se quedó preñada del negro, o cuando me caparon el hurón a mala leche—, solo tú prestabas oídos a mis quejas e iluminabas mi camino. Calabaza, yo te llevo en el corazón».
Estas palabras de «Amanece, que no es poco»(Jose Luis Cuerda) inauguraban, hace más de ocho mil días, una pequeña aventura editorial —que se ha convertido en una gran aventura vital— llamada Pepitas Editorial. Y, con unas cuantas canas más en la cabeza, unos trescientos títulos a la espalda y la calabaza llena de pepitas, continuamos fieles a las mismas ideas que nos empujaron a ponernos en marcha: abrir las puertas y ventanas de una casa que, a nuestro juicio, llevaba demasiado tiempo sin ventilar: la crítica social, radical y sincera.
En este tiempo nos hemos tomado un especial interés en la crítica de la política —en tanto que lenguaje de la Economía y el Estado— y hemos abrazado el humor como seguro de vida. Y, a grandes rasgos, hemos incidido en dos líneas de trabajo: el ensayo (donde conviven tanto los documentos de la guerra social como esos documentos del conflicto individual que son los diarios) y la narrativa (en donde hemos prestado especial atención a las vidas de individuos siempre únicos e irrepetibles, pero con frecuencia siempre a desmano).

 

DOS LIBRERÍAS

 


1. Librería Maxtor. El sello Maxtor, primero como librería y después como editorial, es una empresa que pronto cumplirá cuarenta años. Surge en un principio como librería especializada de fondo antiguo y de ocasión, hasta que en 1989 —con motivo del traslado a la actual sede en la calle Fray Luis de León, 20 de Valladolid— el negocio se amplía con el objetivo de alcanzar la idea de la librería completa, en la que se reúnan fondos generales, fondos especializados y libros antiguos y de ocasión. Como editora, inicia su andadura en 1999 y desde su nacimiento ofrece una selecta propuesta de libros antiguos recuperados en edición facsímil. El objetivo comercial de Maxtor Editorial es ofrecer ediciones de calidad en facsímil y a un precio muy ajustado, para que acceder al libro antiguo no sea un lujo al alcance de unos pocos. 

2. Librerías Oletum. Comienzan su actividad en 1992. Actualmente disponen de una librería de ámbito general y otra especializada en literatura infantil (OLETVM Junior) con una sección muy importante de álbumes ilustrados, ambas ubicadas en el centro de Valladolid. Desde sus comienzos siempre han intentado conjugar la implantación de las últimas tecnologías con el amor a los libros. Disponen de una base de datos de algo mas de 300.000 títulos con aproximadamente 40.000 títulos en stock.El servicio al cliente, buscando la calidad y la rapidez siempre ha sido esmerado. Da gusto asistir a las presentaciones de libros que con frecuencia tienen lugar en sus locales.

G
M
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lunes, 20 de enero de 2025

¿QUE HOY COMIENZA OTRA ERA?, ¿APOCALIPSIS TRUMP?, NO LO CREO

 

Apocalipsis-Trump, imégenes creadas con Inteligencia Artificial

Cuando escribo ésto, en el Capitolio todo está a punto para la ceremonia de coronación imperial que allí tendrá lugar esta tarde (20/01/2025), con ocasión de la toma del poder en EEUU por el magnate Donald John Trump, por segunda vez, ahora  a sus 78 años de edad. 

Será en plena aceleración reaccionaria a escala mundial; y en el ambiente hay como un andancio, que decimos por las montañas de Palencia, algo así como un vértigo que se contagia por aldeas y barrios de todo el mundo, ante lo que parece un tsunami imparable de nuevos nacionalismos de extrema derecha, que a mi entender ni son nuevos ni deberíamos llamarlos nacionalismos, sino más bien "estatalismos", más que nada por no seguir alimentando la sistemática corrupción del lenguaje que es característica de nuestras democracias liberales, en las que tan fácilmente se tiende a cambiar la realidad a partir de alterar el significado de los conceptos. 

Así, por ejemplo, con total ambigüedad, se hace colar la confusión conceptual entre "Nación" y "Estado":  una Nación que en la realidad refiere a la comunidad cultural y prepolítica  integrada por los hablantes de una misma lengua materna y un Estado que en realidad corresponde al  aparato militar y burocrático del que históricamente se han servido las élites  para ejercer su dominio sobre  la Sociedad y  la Naturaleza. 

Es falso, pues, el dilema que plantean quienes ven la situación actual como una simple confrontación entre nacionalistas "de derechas" (como Trump o Milei) y globalistas "de izquierdas" (como Pedro Sánchez y muy poco más). Por favor, véase cómo los  capitalistas que juegan a la Bolsa, al igual que los pequeños comerciantes de una misma calle son necesariamente enemigos, al igual que los proletarios que en dura competencia se disputan un mismo puesto de trabajo en el mercado laboral. Véase que unos y otros son enemigos POR SISTEMA: un orden social que es estatal y capitalista por su propia naturaleza primaria, fundada en el más primario instinto de nuestra condición animal, que es el de Propiedad territorial y reproductiva, o sea, nada diferente al orden social de los animales de otras especies. Más sofisticado en su apariencia tecnológica e  institucional   (Estado-Capitalismo-Patriarcado)...sí, pero bajo la misma ley animal de la selva.

Por favor,  véase la emoción que en los campos de fútbol conmueve y hermana a gente desconocida entre sí, en torno a "su equipo", aunque éste lo integren jugadores de diferentes razas y nacionalidades comprados en el mercado futbolero. Su vínculo emocional, su pasión, no es con los que juegan, es con la masa de los que vociferan y animan a "su equipo" en la misma lengua; es por sentirse parte de esa comunidad lingüística, de los que allí solo tienen en común una misma lengua materna, la que  cada individuo tiene "de nación o nacimiento". Ni siquiera "su equipo" es suyo, "del Común", sino más bien es propiedad de uno o más socios-empresarios- capitalistas...y véase el fervor de los independentistas de todo pelaje, su patriotismo, de derechas o de izquierdas, fijado en la comunidad cultural-inmaterial  de su lengua materna y común, ese sentimiento de básica comunidad que tan bien han sabido instrumentalizar las élites dominantes al servicio del Estado, como sentimiento "nacionalista" de las masas y  en su propio beneficio, claro.

Por eso, ese sentimiento "de nación" en esencia es prepolítico, emocional, cultural y no político, porque al Estadio  se va a ver jugar a un equipo de fútbol, no  a tratar de los asuntos políticos que conciernen a la masa allí congregada. Por eso deberíamos decir "estatalismo" en vez de "nacionalismo", para no seguir contribuyendo a la corrupción del lenguaje que subyace al sistema de dominio estatal-capitalista.  

¡Menos mal que no es globalista el nacionalista Trump, que de momento, solo quiere anexionarse a Canadá, Groenlandia y Panamá!.  Todos estos nuevos falsos nacionalismos son verdaderos estatalismos,  nacen todos con un claro sesgo totalitario, con  ramalazo imperialista y con un  indisimulable tufo neofascista. Y es que, como el agua de la montaña tiende a bajar al valle, por efecto de una inexorable ley de la gravedad, todo Estado tiende a su forma ideal de Imperio.

Hace tiempo que dejé de darle vueltas a ésto que ya se veía venir desde hace años. Al menos yo empecé a verlo venir después de que disolviéramos en Aguilar de Campoo una de las últimas Asambleas del 15M. Dejé de darle vueltas, digo, porque entiendo -o quiero entender- de qué va "ésto" del Capitalismo y del Estado. Y, sobre todo, de dónde viene esta afiliación masiva a la Apolítica por parte de las mismas clases medias y trabajadoras que en 2011 llenaban las plazas del 15M.

El caso es que hoy ha llamado mi atención lo dicho recientemente por alguien muy de la cuerda de Trump, un tal Peter Thiel, que es uno de los individuos más poderosas de Estados Unidos (empresario, administrador de fondos de inversión libre y capitalista de riesgo, el que fundara PayPal junto con Elon Musk), quien pronostica el inicio de una Nueva Era a partir de hoy lunes, añadiendo un mensaje críptico y un tanto enigmático: "oscuras cuestiones emergerán en las últimas semanas crepusculares de nuestro interregno"....según este elemento, “vivimos en los últimos días de un mundo muy antiguo”, y ésto es lo único en lo que estoy con él totalmente de acuerdo.

Su hipótesis viene acompañada de vaticinios que están asustando a mucha gente, porque a propósito de los primeros dias de esa supuesta “nueva era del Apocalipsis-Trump”, Peter Thiel ha anticipado los primeros acontecimientos que sucederán al comienzo de esta nueva era, o sea desde ya, cosas como éstas: “pronto se revelará una vasta conspiración milenaria: desde el asesinato de John F. Kennedy hasta el suicidio de Epstein, pasando por la Covid y por Anthony Fauci, las organizaciones mediáticas, las burocracias, las universidades y las ONG financiadas por el Estado, que tradicionalmente delimitaban la conversación pública, serán derrotadas. La verdad saldrá a la luz”. Además, afirma estar convencido de que “en la vieja guerra entre democracia y libertad, internet está ganando la guerra, las instituciones del antiguo régimen se están derrumbando"...¿se entiende, no?, con eso el tal Peter Thiel acaba de despejar en un pis-pas la ecuación civilizacional que trae por la calle de la amargura al mundo entero, porque, según Thiel: "Internet, por fin, significa el triunfo de la libertad sobre la democracia". Solo Milei puede ser más cachondo.

Hay, pues, que prepararse para la entrada, si no en una nueva era, sí en una nueva dimensión mental-patológica, concretamente esquizofrénica, de la política a escala global, para poder soportar el estilo críptico-paranoico que tomará la nueva Apolítica imperial del Gran Zar americano a partir de hoy, 20 de enero de 2025...por favor, apunten bien esta fecha. 

Resumo lo que pienso al respecto y puestos a profetizar yo no voy a quedarme atrás: el mandato de Trump para nada marcará el inicio de una nueva era, su proyecto de imperio (un Estado a lo Bestia), está más gastado que la pana y es bastante más antiguo que el romano acueducto de Segovia. No obstante, pienso que dentro de cuatro años, cuando Trump finalice su mandato y en caso de llegar vivo y cuerdo a esa fecha, yo me veré obligado a agradecerle que  me haya ayudado a demostrar,  de modo práctico e irrefutable, mi ya vieja teoría acerca de la Historia de la Evolución Humana, por la que pienso y afirmo que a estas alturas de los tiempos, en 2025, todavía nuestra especie sigue atascada en el Neolítico. 

En serio, ¿es que nadie ve que  aún siendo una de las especies más sociales y, sin duda, la más avanzada tecnológicamente, hoy como hace no menos de 10.000 años, esta especie nuestra, homo sapìens, sigue organizando su  compleja existencia a partir de una ley salvaje de la Propiedad territorial y reproductiva. De ahí la remota antigüedad de las instituciones estatales, en origen creadas por una alianza de sacerdotes-propietarios-mercenarios  para proteger esos salvajes "derechos" de  apropiación y de herencia, sobre la Tierra y el Conocimiento (nuestros bienes comunales universales), lo que necesariamente incluye el derecho machista a la apropiación privada de las hembras reproductoras. 

Por favor, mirad los programas de todos los partidos políticos, o las constituciones estatales, todas, de extremo a extremo,  que por ningún lado encontraréis una propuesta parecida a una Declaración de la Tierra y el Conocimiento como Procomún Universal...no, nada de eso...ni ecosocialistas, ni feministas, ni comunistas, ni anarquistas, nadie, nada de nada, nadie que se atreva a cuestionar la Propiedad. 

Y así, de qué futuro post-Trump podemos hablar, que no sea un más-de-lo-mismo  y en bucle...de qué democracia, de qué ecología, de qué justicia o igualdad, de qué feminismo, de qué otro mundo mejor...en qué futuro podemos siquiera pensar mientras seguimos atascados en la neolítica era estatal de la Propiedad? 

No sé lo que  esperáis vosotres de la Era Trump. Para mí lo único positivo que espero de los próximos cuatro años (aparte de seguir vivo), es lo que ya dije antes: que Trump me ayudará a demostrar en la práctica lo que no logro demostrar con el pensamiento y la palabra, que diez mil años después de inventar la agricultura y la política sigamos atascados en el Neolítico. 

Eso sí, cuatro años más cerca de superarlo...que a optimista no hay quien me gane.

lunes, 13 de enero de 2025

RÍOS, VECINDADES, PAISANÍA...TOPOFILIA

 

“Los paraísos tienden a ser más semejantes entre sí que sus correspondencias terrenales.../...para el comanche, la tierra donde el sol se pone es un valle diez mil veces más largo y más ancho que el valle de Arkansas. En ese mundo feliz no hay oscuridad, ni viento, ni lluvia y abundan los bisontes y los alces. Para el esquimal de Groenlandia, el paraíso de los elegidos está en una región subterránea y es un dulce lugar de sol y verano perpetuos, provisto de agua, peces y aves en abundancia, en donde las focas y los renos se cazan con facilidad o se los encuentra cociéndose vivos en una gran caldera”
(Yi Fu Tuan, de “Topofilia, amor al territorio”)
 

“Todo lo que no es amor, es mercancía”
(Pablo Ardisana)

 



El país donde nacen las aguas que van a todos los mares de Iberia. Tres son todos los mares de Ibería (Cantábrico, Mediterráneo y Atlántico), pero si contamos a este último océano como uno más entre los mares del mundo, entonces, por razón de básica justicia geográfica, tendremos que decir que todos ellos, con todas sus aguas y con las de todos los ríos y arroyos que pasan cerca o lejos de nuestras casas, todas, pertenecen a un mismo Océano Global...por mucho que dividamos las aguas de la Tierra en parcelas marinas u oceánicas. Todas juntas, las aguas del mundo ocupan nada menos que las tres cuartas partes de la superficie del planeta en que vivimos, al que, sin embargo, le hemos puesto el nombre de Tierra y no el de Agua. Claro, que también llamamos “Europa” a un continente inexistente, a lo que solo es un conjunto de Estados, los 27 que de momento forman la UE y que entre todos ocupan algo menos de la quinta parte de Eurasia, que es el nombre correcto del continente en el que vivimos. Tales errores se deben, sin duda, a la azarosa historia de este continente y también a ese moderno modo de pensar científico/analítico, que fragmenta la realidad “para explicarla mejor”, lo que acaba en un exceso de especialización que nos hace percibir la realidad distorsionadamente, casi siempre. En esta líquida modernidad contemporánea asistimos a un acelerado proceso mental que comprime, juntos, espacio y tiempo. Y puede que sea por eso que sintamos cierto desasosiego y confusión generalizada, algo así como que la vida nos sobrepasa y que la Historia funciona a su bola, sin contar con nosotros para nada.


El caso es que en el confín del sur occidental de Eurasia existe un territorio singular, con lugares muy especiales donde nacen aguas que van a parar al océano común que baña todas las costas de la península ibérica. Son encrucijadas geográficas e históricas, que conforman un compendio de cuencas hidrográficas y culturales, de ecosistemas aldeanos entre valles, brañas y altas montañas, todo ello en torno a vértices geodésicos que marcan divisorias que son solo topográficas y administrativas, pero no culturales, ni convivenciales. Son, según miramos hacia el oriente: la cumbre de Tres Provincias (Cantabria, León y Palencia), la del pico Tres Mares (Cantábrico, Mediterráneo y Atlántico), y también es una línea imprecisa que cruza el loriego valle del río Lucio, ese modesto río que se abre paso entre las grandes Loras de Valdivia, de la Pata del Cid y de Valdelucio. 

 

Arriba, fuentes del Rudrón (Ebro) en San Mamés de Abar, Burgos. Abajo, fuentes del río Lucio
(Camesa/Pisuerga) en Barriolucio, Burgos (fotos: Montacedo, tierrasdeburgos.blogspot.com)


Las Loras son esos inmensos sinclinales colgados que parecen acantilados y castillos naturales, que los vemos aparecer cuando subimos de Polientes y Reinosa hacia Burgos y Palencia, como fantasmales trasatlánticos varados. Ah, no se me olvide que lo de la “Pata del Cid” debe ser otro error de toponimia, porque refiere al lugar donde la leyenda sitúa el enorme agujero en la roca que hizo con su pata, no el Cid, sino más bien su caballo Babieca, abriendo un arco monumental que se conoce como “el Puente del Diablo”. En realidad ese monumento natural es obra de un río nacido muy cerca del Lucio, el Rudrón, afluente del Ebro que, cómo éste, también se abre camino, encañonado entre Las Loras, antes de apuntar al Oriente mediterráneo.

El pico Tres Mares tiene una vertiente que mira por el norte a Cantabria y otra, por el sur, a Castilla. Son altas y muy pindias laderas en las que nacen aguas con destino al Mediterráneo a través del río Ebro; hacia el Atlántico mediante las aguas del Pisuerga, el gran afluente del Duero; y con destino al Cantábrico siguiendo el cauce del río Nansa. Y en la contigua sierra de Fuentes Carrionas, el pico denominado “Tres Provincias” tiene laderas que se reparten por tres comarcas naturales pertenecientes a otras tantas regiones: la cántabra de Vega de Liébana, la leonesa de la Montaña de Riaño y la castellana de la Montaña Palentina. Así pues, ese no es un territorio cualquiera. Ese territorio existe realmente, es el sitio por donde se plegó la cordillera cantábrica hace no menos de ochenta millones de años, mucho después de que chocaran las placas tectónicas de Iberia (una isla por entonces) y del continente Eurasia, produciendo elevaciones y hundimientos que por entonces aprovechaban los ríos para ir naciendo, cada cual por donde podía.

Por entonces, nadie vivía por aquellas altas brañas, al menos nadie que pudiera contarlo. Pues bien, yo le digo “país” al conjunto de valles y aldeas que riegan esas aguas nada más nacer, por eso y porque quienes vivimos por esos “paisajes” tenemos la costumbre de tratarnos como “paisanos”, en virtud de una relación de proximidad convivencial (la paisanía) respecto de un país/territorio que habitamos en común. Paisanía es palabra que viene, pues, de “país” o “paisaje”, próximo y común; es palabra todavía en uso a uno y otro lado de los puertos, entre las gentes que pertenecemos a ese mismo y singular territorio, que perfectamente podría ser “simbioético” (1), con ese sentido al que me refiero, de paisaje vital donde acontece la inmensa mayor parte de nuestras vidas.

Ese vínculo de paisanía es físico, emocional y cultural al mismo tiempo y sucede en grado de intensidad variable, según sea la proximidad, si doméstica, vecinal o territorial. Son esas relaciones que otorgan consistencia vital a las comunidades reales, las convivenciales que son previas a las administrativas y oficiales “comunidades” que nos son impuestas, abstractas y burocráticas... téngase en cuenta que -al menos hasta ahora- siempre fueron las élites, nunca los pueblos, quienes fijaron Fronteras, fundaron Estados y escribieron la Historia. Yo pienso que los vínculos de vecindad y paisanía se completan entre sí y son perfectamente congruentes con los generales vínculos “de humanidad”, los que tenemos a escala de especie. Y veo en ello la misma ley de la gravedad que lleva el agua de los arroyos al océano común. Pues bien, a mi entender, ese vínculo de paisanía y humanidad, aldeano y global, comporta una responsabilidad que tenemos contraída con el resto de especies, por ser la nuestra la que va por delante en la evolución de la vida, y la única que puede llegar a ser consciente de su responsabilidad en el cuidado de la Vida Toda. Porque, que sepamos, aparte de nosotros, no hay nadie más, ningún otro animal que pueda cargar con esa responsabilidad universal.

Así pues, el “país” real es -hablo por mí- un territorio tan físico como emocional, con lógica comunitaria y convivencial de escala necesariamente humana, integral y glocal, geo-bio-ética, sí, todo al tiempo. Tal como lo entiendo, un país es autoconstituido y por tanto es voluntario, por lo que no es necesario que tenga límites precisos e invariables. Ésto de los límites no debiera ser problema si se sabe distinguir entre la realidad (que es el país habitado) y el mapa (que es su representación). Si no, véase lo imprecisa que es la raya entre Liébana, Polaciones y Pernía, o entre la gente campurriana de Reinosa y de Aguilar de Campoo; o qué decir de la gente cántabro/palentina/burgalesa, la de Valderredible (el valle del comunal “río de los iberos”) y de los páramos loriegos de por arriba del valle. Y todo gracias a los ríos, todo un mapa/territorio 1:1, orgánico e impreciso, como acostumbra a ser todo lo que refiere a la vida: promiscuo, comunitario y carente de fronteras.

No se me va de la cabeza lo que decía el poeta asturiano Pablo Ardisana (2), eso de que “todo lo que no es amor, es mercancía”. Pero hay que decir, en nuestro descargo, que es muy fácil la confusión cuando se vive todo junto, amor y mercancía, en la calle y en el campo, en el trabajo y en la plaza del mercado, los lunes en Reinosa y los martes en Aguilar de Campoo, en ese paisaje común donde nos encontramos y tratamos personas y poblaciones del mismo “país” singular, éste donde nacen los ríos que van a parar a los Tres Mares de Iberia, que son -no se nos olvide- un mismo mar común, oceánico y global.

Sueños y pasos que me unían
a la voz del río,
seres en movimiento,
golpes de luz en la historia,
tercetos encendidos como lámparas.
El pan y la sangre cantaban
con la voz nocturna del agua
.
(Neruda, 1954)

 

Aún así, lo que más echo en falta son los comunales perdidos, unos robados y otros malvendidos...sus respectivos corros vecinales, de concejo abierto, esos corros de libertad y dignidad elementales...¡ay! ese viejo sueño de fraternidad y autonomía, ese proyecto de siempre pendiente -creo yo que desde el Neolítico-, tan lejano que ya nos parece imposible, y más en estos tiempos que corren, que amenazan con sustituir la natural inteligencia humana por otra artificial que promete ser “mejor”, cosa de algoritmos y de máquinas mucho más precisas que nosotros...inteligencia artificial, sí, pero manejada por humanos, que no se nos olvide, y a saber con qué intenciones.


El caminar como reinvención del horizonte: hubo quien pensó el territorio como un “país románico”. “La década de los ochenta terminó mal para los agricultores o empresarios agrarios. Hubo crisis y se les quedó esa mirada triste, como cuando «a la vaca le llora el ojo».../...Ya nadie pone unos puñados de paja debajo del cuello de la vaca para que no le rocen los hierros de la caja del camión en el que la llevan al matadero. Nadie encierra a los inspectores de Hacienda en el pajar con las ovejas por ver de meterles en la cabeza otros valores que no sean los del dinero”. (Emilio Barco, “Donde viven los caracoles. De campesinos, paisajes y pueblos”, Editorial Pepitas de calabaza).

“Cuando el más apartado rincón del globo haya sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando un suceso cualquiera sea rápidamente accesible en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera (...) cuando el tiempo sólo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad mientras que lo temporal, entendido como acontecer histórico, desaparezca de la existencia de los pueblos...entonces, justo entonces, volverán como fantasmas las preguntas: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y después qué?” (3) Ésto que decía Heidegger como un presentimiento, por el vértigo propio de su época, está sucediendo, vuelve a suceder una y otra vez, ahora ante el espectáculo omnipresente del hiperdesarrollo tecnológico. De nuevo los mismos fantasmas y las mismas preguntas.

Así, “la historia, como dispositivo metanarrativo de legitimidad, permanece suspendida entre los vaivenes de época”. Con el autor (4) de esta reflexión, convengo que este dispositivo (la historia) es la matriz del imaginario moderno, ese que puede reinventarse sobre sí mismo, repetidamente, sin temor a extinguirse. Lo expresa muy bien su autor con esta analogía: “la construcción de la historia es como la acción del caminante que quiere alcanzar la línea del horizonte. Al llegar al sitio imaginario donde se encontraba, se abre de nuevo ante sus ojos el espacio infinito bordado a lo lejos por la línea imaginaria de un nuevo horizonte” (5)

Puede que hayamos perdido la memoria histórica, o tal vez sea que nos hemos reconciliado con la historia y la protegemos como una obra maestra en peligro. O, quizá, puede que sea porque tememos que no podremos librarnos de lo peor, que no tenga fin y que todos sus restos -como la Iglesia, el comunismo, la democracia, la esclavitud, el racismo, los nacionalismos, con todos sus conflictos e ideologías- sean indefinidamente reciclables. Así lo pensaba Jean Baudrillard y lo fantástico es que todo lo que creíamos superado siga ahí, dispuesto a resurgir, porque nada de ello ha desaparecido realmente: “todas las formas arcaicas, anacrónicas, intactas e intemporales, como los virus en lo más hondo de un cuerpo.” (6) A lo que yo añadiría la guerra permanente en la que estamos involucrados, ahora mismo a punto de hacerse atómica y expandirse desde Ucrania y Palestina por medio mundo.

 

 Esa es la sensación que tengo después de vivir en primera persona tres décadas de “crecimiento y desarrollo rural” subvencionado: un horizonte huidizo y una traicionada promesa de futuro. Y también un gran desengaño personal, que supongo también colectivo. Al comienzo, primeros años noventa, se nos dijo que respondía al fracaso de las administraciones públicas, que no sabían cómo frenar el abandono y deterioro imparable de los territorios rurales de Europa tras la crisis de los años ochenta, que por eso el intento LEADER significaba una apuesta por la iniciativa de la sociedad civil local, en modo participativo, de abajo hacia arriba.
Por entonces no éramos conscientes de que eso era un imposible, un objetivo incompatible con la política “realmente existente”, la estatal y corporativa de los estados miembros de la UE, cuyo ADN es necesaria y ontológicamente jerárquico en origen, desde hace no menos de seis mil años (pero, bueno, podemos seguir intentándolo durante otros seis milenios). 

Solo en la primera edición del programa LEADER (1991-1993) pudo darse una relativa autonomía de los grupos de acción local que por entonces gestionaban ese programa europeo. Después de su relativo “éxito” inicial, debido principalmente al impulso que supuso la puesta en marcha del turismo rural, se acabó su autonomía.
Las administraciones políticas, municipales, provinciales y autonómicas, todas estatales, no podían soportar ese relativo “éxito” de la iniciativa cívica y local.
Necesitaban controlarla y poco a poco fuimos comprendiendo que aquella iniciativa europea de desarrollo rural, siendo solo un 5% del presupuesto total de la Política Agraria Común (la PAC), tenía nulas posibilidades de cumplir su promesa. La PAC tenía por finalidad la plena industrialización de las actividades agroganaderas y forestales, lo que venía a suponer la necesidad de incrementar el tamaño de las explotaciones mediante la concentración de la propiedad, para reducir a solo un 3 o 4% el porcentaje de población dedicada al trabajo campesino. Así, la despoblación definitiva de la mayor parte de los territorios rurales europeos era el inevitable peaje a pagar por su competitividad y “desarrollo”

Solo un breve apunte para una nueva teoría/práctica del país como bioterritorio. En un texto de Ricardo Rozzi (Ética biocultural: hacia un cohabitar biosférico) se dice: “Los ríos son mucho más que meros canales de agua. Son comunidades bioculturales donde se ensamblan elementos biofísicos y culturales. Los ríos representan relaciones ancestrales con los pueblos de distintos  continentes y la mayoría de las civilizaciones han surgido asociadas a ellos. Hoy, la sociedad global mantiene con los ríos relaciones complejas, especialmente asociadas a actividades productivas como la ganadería, la agricultura, la minería, la energía, el transporte y la urbanización (United Nations [UN], 2014). Si examinamos los ríos con una perspectiva biocultural, la observación de estos socio-ecosistemas puede incitarnos a revalorizar su importancia para la vida biosférica y a repensar críticamente la concepción unidimensional que los ha considerado como simples cursos de agua que han sido canalizados física y mentalmente durante la modernidad”. 

Como Elías Canetti, pienso que lo incierto es el verdadero dominio del pensamiento; pero incierto no es vago, ni complaciente, más bien es por donde abrimos nuevos caminos, que no están plenamente asegurados por planes previos, ni por atajos, pero que de seguro nos llevarán a otra parte y a otro tiempo.

La noción de país como bioterritorio, sea su tamaño comarcal o regional, emerge en plena crisis global y sistémica como categoría que puede ayudarnos a salir del callejón sin salida en que estamos atollados por obra y gracia del moderno y suicida proyecto capitalista de “crecimiento y progreso ilimitado”, a su modo, claro, mercantil y financiero...¡y necesariamente militar, no se olvide!, mucho menos en estos días, cuando se libra, aunque disimulada, la Tercera Guerra Mundial entre imperios comerciales y estatales que solo ponen armas y dinero, mientras a otros les toca poner los muertos.

La organización paisana/bioterritorial posee la potencialidad de ayudar a delinear respuestas congruentes, en clave ética, ecológica y social, para hacer frente a la deriva autodestructiva en la que estamos inmersos en esta fase posfeudal de la época moderna/capitalista/global, que sus propios apóstoles han llegado a calificar como “el fin de la historia” (7): un tiempo detenido en un presente perpetuo, donde ya no habrá nada nuevo por pensar ni por hacer. 

No puede ser que la creatividad y el conocimiento humano, junto a sus grandes avances científico-tecnológicos, sirvan solo a los negocios y a los ejércitos. Y tan poco, casi nada, a mejorar las condiciones y calidad de la existencia humana, lo que incluye necesariamente el cuidado de la biosfera, de la que dependemos y somos parte. Me gusta definir el bioterritorio como la unidad de complejidad mínima que es necesaria para abordar la reterritorialización de la economía, la cultura, la ecología, la política y, en definitiva, para estar a la altura de la transición ecoética que hoy es extremadamente urgente, por imperativo existencial. El bioterritorio es un “país” de límites pactados entre iguales, con límites reconocibles, como son los de las cuencas hidrográficas. La noción bioterritorial es una llamada a la reorganización de las relaciones sociedad/territorio y cultura/naturaleza, que compromete a imaginar, diseñar y materializar nuevas y mejores formas de cohabitar la Tierra Común. 


Notas:

 
(1) Simbioética es el título de uno de los libros más leídos de Jorge Riechmann. Según su propia definición, es el desarrollo de posiciones morales de amor compasivo, congruentes con lo que de hecho (ontológicamente) somos: holobiontes en un planeta simbiótico. 

(2) El escritor y poeta Pablo Ardisana (Llanes, 1940-2017), fue uno de los autores más relevantes de la literatura en asturiano durante el último tercio del siglo XX. 

(3) M.Heidegger citado por N.J. Minaya; “Prolegómenos a un discurso sobre la Magna Patria: una lectura desde la posmodernidad”. 

(4) “El fin de la Historia y otros relatos de dominación”, Gazir Sued, 2016, Editorial La Grieta.

(5) Serrano Caldera, El fin de la historia: reaparición del mito; op.cit., p.22. 

(6) Jean Baudrillard, La ilusión del fin: la huelga de los acontecimientos; op.cit., p.42-47.

(7) Francis Fukuyama, en su libro “El fin de la Historia y el último hombre”, publicado en 1992, argumentaba que el sentimiento global de haber llegado al final de la Historia se debía al fracaso de los grandes regímenes autoritarios del siglo XX -fascismo y comunismo-, lo que supondría el triunfo definitivo de la democracia burguesa, representativa o liberal, que así se habría quedado sin alternativa.