Hay como
una agotamiento de lo que llamamos política. Se presiente una
necesidad de cambio, que a diferencia de pasadas épocas históricas,
ahora es sentido como una necesidad universal, porque la política es hoy
percibida sólo como economía y ésta como algo global e
incontrolable, como las corporaciones financiero-mercantiles
y político-estatales.
La
economía ha llegado a impregnar todas las vidas, no hay forma más
totalitaria de sentir el peso del Poder que tener nuestras vidas
condicionadas por la política/economía, ninguna otra forma mejor de
interiorizar el dominio absoluto de la economía sobre las vidas
humanas, en su conjunto y sobre cada una de nuestras individuales
vidas.
Ya se ha hecho impensable la política como posible arte de la
convivencia, ya sólo tiene existencia en clave utilitaria y económica.
Esto es así porque venimos de una época en la que el Estado parecía
poder proporcionarnos una cierta seguridad económica, que por eso se
hizo llamar "Estado de Bienestar". Pero esa sensación de seguridad
ante el futuro se ha esfumado, sabemos que aquella época de aparente
abundancia era sólo una ficción financiera y política, sabemos que
toda la economía -y por tanto toda la política- no es otra cosa que
una inmensa burbuja, que se infla y desinfla aleatoriamente, según
ciclos de naturaleza caótica, imprevisible e incontrolable, que se suceden al albur
del puro azar, como una bola atrapada en la deriva circular de la
ruleta de un casino. Porque eso es, exactamente, la política/economía
hoy, un casino.