martes, 25 de febrero de 2020

LOS AVATARES DE LA CULTURA COMO MERCANCÍA




LOS AVATARES DE LA CULTURA COMO MERCANCÍA. 
Texto de Miquel Amorós
 
 La palabra “cultura” deriva del latín colere, que significa cultivar, cuidar, preservar. El primero en referirse a ella en el sentido de cultivar el espíritu, mejorar las facultades intelectuales y morales, fue Cicerón. Se ha sugerido que quizás los romanos inventaran el concepto para traducir la palabra griega paideia. Según Hannah Arendt los romanos concibieron la cultura en relación con la naturaleza y la asociaron al homenaje y respeto a las obras pasadas. “Culto” comparte raíz con cultura. Todavía hoy, cuando hablamos de cultura nos vienen a la mente esas ideas de naturaleza trabajada y monumento del pasado, aun cuando la realidad haga mucho que no tiene nada que ver.


La cultura como esfera separada de la sociedad donde se ejercita la creación libremente, como actividad justificable en sí y por sí misma, es una imagen idealizada. Su autonomía tiene un momento falso. La cultura pasó por las cortes de los reyes, se alojó en los monasterios e iglesias, fue protegida por los mecenas de los palacios y los salones. Cuando éstos la abandonaron la compró el burgués. El goce de la cultura ha sido el privilegio de la clase ociosa, liberada de la obligación de trabajar. Hasta el siglo XVIII la cultura fue patrimonio de la aristocracia; después, ha formado parte del acervo de la burguesía. Los escritores y artistas han tratado de preservar su libertad manteniendo independiente el proceso de creación, viviendo ellos mismos al margen de las convenciones sociales, pero a fin de cuentas es el burgués quien paga por el resultado final, es decir, por la obra. El burgués le pone precio, tanto si le complace como si le provoca y da pasmo. Tanto si sirve para algo como si es perfectamente inútil. Para el burgués la cultura es objeto de prestigio; quien la posee asciende en la escala social. La demanda de la clase dominante determina pues la formación de un mercado de la cultura. Para el burgués la cultura es un valor como los otros, un valor de cambio, una mercancía. Incluso las obras que rechazan la condición de mercancías, cuestionan la cultura mercantilizada e imponen sus reglas son también mercancías. Su valor consiste precisamente en ser rupturistas, ya que impulsan la renovación, esencial para el mercado. La cultura en conflicto con la burguesía es la cultura burguesa del futuro.

Por haberse atrincherado aparte en tanto que producción especial del espíritu humano, por no haberse involucrado en la transformación de la sociedad, es por lo que la cultura bajo el dominio burgués ha fracasado. Las vanguardias de comienzos del siglo XX –futuristas, dadaístas, constructivistas, expresionistas, surrealistas– trataron de corregir ese error ideando y difundiendo nuevos valores subversivos, nuevos comportamientos disolventes, pero la burguesía los supo trivializar y expropiar. El secreto consistió en impedir la formación de un punto de vista general. Los mejores descubrimientos eran esterilizados al separarse de la investigación global y de la crítica total. Los mecanismos comerciales y la especialización conseguían levantar una barrera entre el creador y el movimiento obrero revolucionario, el que le podría servir de base para acentuar todos los aspectos subversivos contenidos en su obra. Así renunció a cambiar el mundo y aceptó su trabajo como disciplina fragmentada, productora de obras degradadas e inofensivas.

Resulta significativo que cuando el pueblo llano se proletariza, desaparezca la cultura popular. El sistema capitalista somete al pueblo a la esclavitud asalariada y la burguesía culta descubre y se apropia de su folklore. La primera cultura específicamente burguesa es la cultura romántica. Como corresponde a un periodo revolucionario, es al mismo tiempo apologética y crítica; ensalza los valores burgueses y los cuestiona. Ese aspecto crítico influirá en la clase obrera. Cuando el proletariado concibe el proyecto de apropiarse de la riqueza social para ponerla al servicio de todos se percata de su aislamiento cultural y reivindica la cultura –principalmente en su vertiente romántica– como instrumento imprescindible de emancipación. Las bibliotecas, los ateneos, las escuelas racionalistas, las publicaciones formativas revelan la voluntad de los obreros por tener una cultura propia, arrebatada a la burguesía y puesta fuera del mercado en provecho de todos. Dependía de la vanguardia cultural, movimiento que hace tabla rasa con el pasado, que ese detournement obrero de la cultura burguesa no introdujese sus taras ideológicas en el medio proletario y desembocara en valores realmente nuevos y revolucionarios.

Entonces hubiera podido hablarse de una auténtica cultura proletaria. No fue así. Las propias victorias obreras, especialmente las que acarreaban una disminución del tiempo de trabajo, fueron usadas en contra de los trabajadores. El ocio se volvía de alguna manera proletario y la vida cotidiana de millones de trabajadores se abría al capitalismo. La dominación dispuso de dos poderosas armas creadas por la racionalización del proceso productivo: el sistema educativo estatal y los medios de comunicación de masas, el cine, la radio y la televisión. Por un lado teníamos una cultura burocrática, destinada a trasmitir las ideas de la clase dominante, por el otro, una expansión sin precedentes del mercado cultural, determinando la aparición de una industria de la cultura. El creador y el intelectual podían escoger entre la poltrona del funcionario o el camerino del animador. “Para conferir a los trabajadores el estatuto de productores y consumidores “libres” del tiempo-mercancía, la condición previa fue la expropiación violenta de su tiempo” (Debord). El espectáculo empezó a hacerse realidad con esa desposesión llevada a cabo por la industria cultural. Por una astucia técnica de la dominación la abolición del privilegio burgués no introdujo a las masas trabajadoras en la cultura, las introdujo en el espectáculo. El ocio no las liberó sino que culminó su esclavitud.

El tiempo “libre” es tal sólo de nombre. Nadie puede emplear su tiempo libremente si no posee los instrumentos adecuados para construir su vida cotidiana. El tiempo llamado libre existe en condiciones sociales de falta de libertad. Las relaciones de producción determinan absolutamente la existencia de los individuos y el grado de libertad que han de poseer. Esta libertad se ejerce dentro del mercado. En su tiempo de ocio el individuo desea lo que la oferta le impone. A más libertad, mayor imposición, o sea, más esclavitud. El tiempo libre es ocupación constante; es pues una prolongación del tiempo de trabajo y adopta las características del trabajo: la rutina, la fatiga, el hastío, el embrutecimiento. Al individuo la diversión le viene impuesta no ya para reparar las fuerzas gastadas en el trabajo sino para emplearlas de nuevo en el consumo. La diversión es la prolongación del trabajo en el capitalismo tardío” (Adorno). La cultura entra en el campo del ocio y se convierte en cultura de masas. Si la sociedad burguesa clasista utilizaba los productos culturales como mercancías, la sociedad de masas los consume. Ya no sirven para perfeccionarse o para mejorar la posición social; su función es la de divertir y pasar el rato. La nueva cultura es entretenimiento y el entretenimiento es ahora la cultura. Se trata de distraer, de matar el tiempo, no de educar y menos liberar el espíritu. Divertirse es evadirse, no pensar, por consiguiente, estar de acuerdo. Así se hace soportable la miseria de la vida cotidiana. La cultura industrial y burocrática no enfrenta al individuo con la sociedad que reprime sus deseos, sino que doma el instinto, embota la iniciativa y acrecienta la pobreza intelectual. Busca estandarizar cambiando al individuo por un estereotipo, el que se corresponde con el súbdito de la dominación, a saber, el espectador. La cultura industrial convierte a todo el mundo en “público”. El público por definición es pasivo, procede por identificación psicológica con el héroe televisivo, con la vedette, con el líder. Son los modelos de la falsa realización propios de una vida alienada. La imagen domina sobre cualquier otra forma de expresión. El espectador, no interviene, hace de bulto; tampoco protesta, más bien es el decorado de la protesta. Es más, si las conductas rebeldes se vuelven moda cultural es porque la protesta se ha vuelto mercancía. Sirva de ejemplo reciente la “movida” madrileña o su homóloga, la contracultura barcelonesa de los setenta. La verdadera función del espectáculo contestatario es integrar la revuelta, revelando el grado de docilidad o el nivel de idiotez de los participantes. El espectáculo extiende al máximo los momentos vulgares de la vida disfrazándolos de heroicos y únicos. En plena derrota de las ideas de igualitarias y libertarias, el espectáculo es el único que construye situaciones, aquellas en que los individuos ignoran todo lo que no divierte. Así se incuba el espectador, ser disperso a quien el régimen cotidiano de imágenes “ha privado de mundo, cortado de toda relación y vuelto incapaz de fijar la atención” (Anders).


Además de frívolos los productos de la cultura industrial son efímeros, pues la oferta ha de renovarse constantemente ya que el dominio sobre la vida cotidiana sigue las pautas de la moda, y en la moda la inconstancia es la regla. La moda siempre vive en presente. Incluso el pasado parece actual: el márketing consigue presentar a El Quijote como un libro acabado de escribir y a Goya como un pintor de la jet. El diluvio informativo que soporta el espectador está descontextualizado, privado de perspectiva histórica, dirigido a mentes preparadas para recibirlo, maleables, sin memoria y, por lo tanto, indiferentes a la historia. Los espectadores no viven más que en el instante. Sumergidos en un perpetuo presente son seres infantiles, incapaces de distinguir entre distracción banal y actividad pública. No quieren madurar, quieren pararse eternamente en la edad del pavo. Creen que la farsa lúdica es la conducta pública más apropiada, la única que surge espontáneamente de su existencia pueril. Esa valoración espectacular de la parodia juguetona hace del mundo de los niños un absoluto, donde han de ser confinados los adultos. La infantilización separa definitivamente al público espectador de los verdaderos actores, los dirigentes. El hecho es más que perverso; difícilmente la protesta puede sobrevivir a las maniobras de los recuperadores infiltrados, pero nunca sobrevivirá a una versión cómic. La ideología ludista es la buena conciencia de las mentes infantilizadas bajo el espectáculo.

El espectáculo integrado reina donde la cultura estatal y la cultura industrial se han fusionado. Las mismas normas rigen las dos. La creciente importancia del ocio en la producción moderna ha sido una de las causas que han impulsado el proceso de terciarización económica característico de la globalización. La cultura, en tanto que objeto de consumo en tiempo ocioso, se ha desarrollado como fuerza productiva. Crea empleos, estimula el consumo, atrae visitantes. El turismo cultural es mayoritario ya que la oferta cultural es prioritaria en las ciudades. La industria cultural se ha diversificado y ahora el mercado de la cultura es global. Se exporta y se importa cultura, como se importan y se exportan pollos. Los adelantos técnicos en el transporte favorecen esa mundialización; la basura, como los medios de comunicación nos muestran, es igual para todos. En las cuatro esquinas del mundo se oye “Macarena”. Los nuevos sistemas técnicos –Internet, vídeo, DVD, fibra óptica, televisión por cable, telefonía móvil– han acelerado el proceso globalizador de la cultura burocratico-industrial; también le han proporcionado un nuevo territorio: el espacio virtual. En esa nueva dimensión el espectáculo efectúa un salto cualitativo. Todas las características de la susodicha cultura, a saber, banalización, unidimensionalidad, frivolidad, superficialidad, ludismo, eclecticismo, fragmentación, etc., se hallan realizadas a niveles insuperables. La cultura del monitor culmina a la carta la colonización de la vida cotidiana proyectando en la nada virtual la realización de los deseos. La “interactividad” que permiten las nuevas tecnologías rompe en el éter electromagnético alguna de las reglas del espectáculo, como la pasividad o la unilateralidad, y gracias a eso el espectador puede comunicarse con otros y participar activamente, pero sólo en tanto que fantasma. El alter ego virtual puede ser dentro de la matriz tecnológica todo lo que quiera, especialmente todo lo que el ser real no será jamás en el espacio real, de forma que a través de ese desdoblamiento del ser, el individuo contribuye a su propia imbecilidad y por lo tanto, a su aniquilamiento. La alienación moderna se descubre a través de los nuevos mecanismos de evasión como una modalidad de esquizofrenia.

En la actual fase histórica y en la medida en que un proyecto contra el sistema dominante es concebible, recobrar la cultura como cultura animi ciceroniana no significa dedicarse a una paciente erudición, o a una habilidosa cultura artesanal, o a una restitución militante de la memoria. Es ante todo práctica del sabotaje cultural inseparable de una crítica total de la dominación. La cultura murió hace tiempo y la sustituyó un sucedáneo burocrático e industrial. Por eso todo aquél que hable de cultura –o de arte, o de recuperación de la memoria histórica– sin referirse a la transformación revolucionaria de la vida social tiene en la boca un cadáver. Toda actividad en ese campo ha de inscribirse en un plan unitario de subversión total; por consiguiente toda creación será fundamentalmente destructiva. No ha de rehuir el conflicto, ha de plantearlo y permanecer en él.

 

 

 

martes, 11 de febrero de 2020

CARLOS TAIBO, "COLAPSO: CAPITALISMO TERMINAL, TRANSICIÓN ECOSOCIAL, ECOFASCISMO"




Referencias. Carlos Taibo sobre el colapso

“El debate relativo a un eventual colapso general del sistema que padecemos falta llamativamente tanto en los medios de incomunicación como entre los responsables políticos. Dicho esto, agrego que no estoy en condiciones de afirmar taxativamente que se va a producir ese colapso general, y menos lo estoy de adelantar una fecha al respecto. Me limito a señalar que ese colapso es probable. No sólo eso: que los datos que van llegando invitan a concluir que es cada vez más probable, algo que, por sí solo, invitaría a asumir una estrategia de reflexión, de prudencia y, claro, de acción”.


Carlos Taibo, "Colapso: Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo". 
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Enlace al coloquio celebrado a finales de 2019 en una televisión local de Cataluña, ¿Cómo afrontamos el colapso?:









sábado, 25 de enero de 2020

MALA MEMORIA O FACILIDAD DEL OLVIDO






Referencias: Stig Dagerman

Digo, por propio entendimiento, que el humano cerebro tiene un enorme hueco, donde más que otra cosa, acumula consuelos. Para sobrevivir a los rencores que la memoria produce a lo largo de una vida y avivar el perdón que brota de allí mismo, manantial del olvido. Tengo un gen “homo” común a tres dioses reunidos en un solo cuerpo humano, santísimo misterio de la Humanidad. Cierto es que nunca fuimos sólo tres simios (erectus, neandertal y sapiens, servidor de ustedes), que siempre fuimos muchos y muchas más. Individuales multitudes que se buscan de una en una y gen a gen. Y que siempre fue así (un Tres en uno), cuerpos lubricantes que ni perdonan ni olvidan, sino todo lo contrario, en amoroso triángulo.
Por siempre almas mendicantes de cuerpos fértiles y estériles consuelos. Eunucos de la raza deseante e impenitente, cuerpos castigados o aliviados al gusto, abocados a parir sin descendencia y con dolor, memorables olvidantes. Y todo eso sólo para hacer más llevadera, malamente, esta vida eternamente breve. A.Dké


Fotografía de Teun Hocks
Escribía ésto, entre otras cosas, cuando oportunamente me regalan un libro, ya viejo, de un escritor sueco, Stig Dagerman, editado por Pepitas de Calabaza: “Nuestra necesidad de consuelo es insaciable”. Y digo viejo con conocimiento de causa, porque el libro tiene mi edad aproximadamente.

"Estoy desprovisto de fe y no puedo, pues, ser dichoso, ya que un hombre dichoso nunca llegará a temer que su vida sea un errar sin sentido hacia una muerte cierta. No me ha sido dado en herencia ni un dios ni un punto firme en la tierra desde el cual poder llamar la atención de Dios; ni he heredado tampoco el furor disimulado del escéptico, ni las astucias del racionalista, ni el ardiente candor del ateo. Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si esta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo, ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable".

Fragmento de Nuestra necesidad de consuelo es insaciable, de Stig Dagerman.  


Ver completo AQUI

http://www.contranatura.org/articulos/Filos/PDF/Dagerman-Consuelo.pdf


Hasta ahora desconocido para mí, dicen los de Pepitas de Calabaza que "Stig Dagerman fue el niño prodigio de las letras escandinavas. Nacido en Älvkarleby (cerca de Estocolmo) en 1923, frecuentó los ambientes anarquistas suecos y se convirtió en un habitual de sus publicaciones. Entre 1945 y 1949, de los 21 a los 26 años, escribió toda su obra: cuatro novelas, cuatro obras de teatro, un volumen de novelas cortas, cuentos, ensayos y poemas. Se suicidó en la ciudad de Enebyberg en 1954, tras cinco años de silencio literario únicamente roto —dos años antes de su muerte— por esta pequeña obra maestra que aquí publicamos".


viernes, 10 de enero de 2020

LA TIERRA DE NOD (MUNDO CAINITA )



El primer asesinato narrado por el libro del Génesis fue interpretado por el pintor italiano Gaetano Gandolfi, quien a diferencia de otros muchos pintores que también trataron el tema, en esta obra deja entrever con claridad que el arma homicida fue la quijada de un animal, probablemente de un asno. 

 
Según el libro del Génesis, la Tierra de Nod, situada al oriente del Edén, es el país donde se refugió Caín tras matar a su hermano Abel y, por ello, ser maldecido por Jahavé y castigado al exilio. Ambos hermanos fueron hijos de los primeros humanos, Adán y Eva, que a su vez fueron los primeros expulsados de la tierra original, del Edén, por comer fruta del árbol prohibido. Siendo nosotros sus descendientes, habríamos heredado la condición de emigrantes  y fugitivos, perpetuamente condenados a vivir exiliados en la Tierra de Nod, en una eterna añoranza del Edén que, si así fuera, sería una tierra vacía y despoblada.     Siempre fue identificado el Edén con la fértil Mesopotamia...visto el mapa adjunto, lo que hay al oriente de Mesopotamia no es otro país que el actual Irán. Nadie podrá decir que los textos bíblicos estaban desorientados. 

sábado, 28 de diciembre de 2019

AQUÍ Y EN ROMA

AQUÍ Y EN ROMA

fotografía de Teun Hocks



¿Guardan nuestros pueblos algún secreto, algún tesoro oculto que pueda interesar a los inversores, a quienes hoy dominan el mundo? No si no son rentables. Y menos aún cuando nuestros pequeños o grandes tesoros locales ni siquiera interesan a la inmensa mayoría de los que vivimos en los pueblos. De esos inversores, efectivamente no cabe esperar nada. Sabemos que aquí no pondrán un euro si calculan que no van a sacar al menos dos. El territorio, no la gente que lo habita, es lo único que pudiera interesarles. Sólo aquello que se pueda extraer del territorio para producir "cosas" en los polígonos industriales con destino a las masas consumidoras, concentradas en las grandes ciudades.

La gran ciudad es su modelo, porque allí son menores los costes de distribución. Sólo invertirán en los pueblos si aquí encuentran terreno regalado y grandes subvenciones que compensen suficientemente el incremento de costes. ¿O es que hemos olvidado que los pueblos somos parte del mundo y que éste está organizado exclusivamente con criterio económico, para la obtención de beneficio para los propietarios del mundo, para la acumulación de capital y, en definitiva, para el incremento y concentración del poder que se deriva de esa acumulación? ...pues “eso” se llama “capitalismo” y es muy curioso cómo la pequeña burguesía rural, la que vive para acumular “propiedades”, evita nombrar al bicho. Parece que no quisieran molestarle, que entienda que ellos sólo reclaman  el sobrante, las migajas del negocio capitalista.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

LUCHA SIN CLASES: ¿POR QUÉ EL PROLETARIADO NO RESURGE EN EL PROCESO DE CRISIS CAPITALISTA?




 Norbert Trenkle

*Krisis: fundada en 1986, es una revista y agrupación de teóricos y militantes alemanes provenientes del marxismo que, al romper con el anticapitalismo marxista tradicional, participa en la transformación de la crítica de la economía política en el sentido de una crítica del conjunto de las formas sociales y categorías capitalistas, el valor, el trabajo, la mercancía, la masculinidad, la feminidad y el Estado. Este grupo forma parte del movimiento de la « wertkritik » (crítica del valor), y publica una revista del mismo nombre, Krisis, en idioma alemán.
*Crítica de la política: el grupo Krisis rechaza la forma de la política tradicional e intenta desarrollar otras formas que se alejen de las formas fetiches: una «política sin política». Algo así como una «antipolítica». Sin embargo, esa « antipolítica » no tiene nada que ver con la renuncia a la intervención consciente y tampoco tiene que ver con un gusto estetizante por el extremismo. La antipolítica surge al contrario de la crítica radical de la política bajo el capitalismo. La antipolítica rechaza la traición de la intención inicial de los actores políticos tradicionales. Busca la separación radical respecto al mundo de la política y de sus instituciones, rechaza la representación y la delegación, para en su lugar inventar nuevas formas directas de intervención.​ 
*En este artículo, Norbert Trenkle critica el concepto de lucha de clases y los intentos de su renovación por las nuevas corrientes marxistas, proponiendo entender la crítica capitalista más allá de los enfoques tradicionales. Plantea la necesidad de generar conocimientos desde la experiencia práctica y la investigación empírica, como forma para ubicarnos en el nuevo contexto global que impone el capitalismo. Comparto este escrito, por su intento de reflexionar fuera de los amarres ideológicos del marxismo tradicional y por contribuir al entendimiento de las dinámicas de descomposición social generadas por el capitalismo a partir de la generalización de la mercancía-dinero como mediadora de las relaciones sociales.