viernes, 10 de enero de 2020

LA TIERRA DE NOD (MUNDO CAINITA )



El primer asesinato narrado por el libro del Génesis fue interpretado por el pintor italiano Gaetano Gandolfi, quien a diferencia de otros muchos pintores que también trataron el tema, en esta obra deja entrever con claridad que el arma homicida fue la quijada de un animal, probablemente de un asno. 

 
Según el libro del Génesis, la Tierra de Nod, situada al oriente del Edén, es el país donde se refugió Caín tras matar a su hermano Abel y, por ello, ser maldecido por Jahavé y castigado al exilio. Ambos hermanos fueron hijos de los primeros humanos, Adán y Eva, que a su vez fueron los primeros expulsados de la tierra original, del Edén, por comer fruta del árbol prohibido. Siendo nosotros sus descendientes, habríamos heredado la condición de emigrantes  y fugitivos, perpetuamente condenados a vivir exiliados en la Tierra de Nod, en una eterna añoranza del Edén que, si así fuera, sería una tierra vacía y despoblada.     Siempre fue identificado el Edén con la fértil Mesopotamia...visto el mapa adjunto, lo que hay al oriente de Mesopotamia no es otro país que el actual Irán. Nadie podrá decir que los textos bíblicos estaban desorientados. 


 
De todos los relatos míticos que guardan paralelismo con los del Génesis, me ha sorprendido especialmente el de la mitología guaraní, tan distante cultural y geográficamente de los escenarios bíblicos. Los nativos de la América del Sur también sostienen el mito de una “primera tierra” o tierra original, en la que libremente convivían hombres y dioses, en un reino de abundancia, sin enfermedades ni penurias. Pero sucedió que un tal Jeupé cometió incesto al copular con una tía suya, hermana de su padre, lo que era considerado tabú y transgresión máxima, castigada por Ñamandú -el principal de los dioses guaraníes- con un diluvio universal que arrasó la tierra Primera, provocando el exilio de los dioses hacia lo que habría de ser su actual morada celestial. Aquel dios principal decidió crear una nueva tierra, destinada a los humanos que lograron sobrevivir al diluvio. Pero resultaría una tarea muy imperfecta, una especie de chapuza divina, porque a partir de entonces aquellos humanos tuvieron que soportar muchos sufrimientos, sumados a la enfermedad y a la muerte que antes desconocían. Desde entonces quedaron condenados por siempre a habitar esa nueva tierra (Yvy Pyahu), vagabundeando por ella en eterna y estéril búsqueda de la desaparecida tierra Primera, a la que nombraban como “Tierra sin Mal” (Yvymara’neŷ).

No menos sorprendente y aún más poético es el relato-leyenda original de una tribu africana, la de los moussaye en el Chad, donde se cuenta que el cielo estaba entonces tan bajo que casi tocaba la tierra y que una mujer quiso majar grano de mijo para hacerlo harina con la que preparar la comida de los suyos; teniendo un descuido y llevada por su entusiasmo, levantó tanto el majador que hizo un agujero en aquel cielo tan bajo. De inmediato empezó a llover sin parar, cayendo agua durante siete días seguidos, lo suficiente para anegar la tierra toda. Pero sucedió que al tiempo que el agua caía el cielo se iba levantando, aliviado de tan inmenso peso, y tanto se levantó que ahora está a una altura inalcanzable. La sentencia de esta leyenda viene a decir que desde entonces los humanos “nunca más pudimos tocar el cielo con las manos”.

Leyendo todo ésto, también me interesó grandemente aquel pasaje del Génesis (6:1-7) que hacía referencia a los Gigantes, unos seres engendrados por Vigilantes y Mujeres, según la apocalíptica judía en la que se decían cosas como ésta:
Ellos devoraron todo el trabajo de los hombres hasta que éstos ya no alcanzaron a alimentarlos más. Entonces los Gigantes se volvieron contra los hombres y empezaron a devorarlos y a pecar contra los pájaros y contra las bestias y los peces y a devorar unos la carne de los otros y bebieron su sangre. Entonces la Tierra acusó a los violentos por todo lo que se había hecho en ella”.  
Se acusaba a los ángeles guardianes de abandonar su misión, de pasar a encarnar la explotación, la opresión, la destrucción de los ecosistemas, la guerra, el oro, la vanidad, la brujería, la fornicación y el engaño, ”...y como parte de la humanidad era aniquilada, su clamor subió al cielo”. Cuando vieron aquellas injusticias y la sangre derramada, los cuatro arcángeles (Miguel, Sariel, Rafael y Gabriel) comunicaron a Jahavé que “la tierra desolada grita hasta las puertas del cielo por la destrucción de sus hijos” y ante ésto, Jahavé  mandó encadenar a los Vigilantes y destruir a los Gigantes, “pues han oprimido a los humanos”. Los Vigilantes, ángeles caídos, rogaron entonces a Henoc que intercediese ante Jahavé, por ellos y por los Gigantes...y en eso parece que estamos, con un Jahavé que se lo sigue pensando.
El género apocalíptico surgió en la cultura hebrea y cristiana durante los siglos segundo y primero antes de Cristo, para expresar mediante símbolos y metáforas el sufrimiento de ambos pueblos, así como la esperanza en una intervención mesiánica. En la apocalíptica cristiana se llamó Parusía a esta esperada segunda venida de Cristo a la tierra.
Forma parte de esta apocalíptica el Libro de Henoc, cuya mayor parte está dedicada a los ángeles caídos y se ocupa en la denuncia de los opresores y reyes de la tierra, para los que anuncia su derrota final:
Este castigo con que son escarmentados los ángeles es un testimonio para los reyes y los poderosos que poseen la superficie de la Tierra”. “Desgracia para los que edifican la iniquidad y la opresión y cimientan sobre el fraude, porque serán derrumbados de repente y no habrá paz en ellos... Habrá un cambio... los justos serán victoriosos”. “Desgracia para vosotros ricos, porque os confiáis en vuestras riquezas seréis privados de ellas”. 

Entre las últimas  obras de Lukas Cranach el Viejo destaca la pintura “Paraíso”. La imagen muestra la historia bíblica completa, desde la caída hasta el exilio del Paraíso


Y volviendo al Génesis que ha sido contado por estas católicas latitudes nuestras, una serpiente tentó a Eva, que a su vez tentó a Adán; la tentación consistía en degustar el fruto del árbol prohibido, descrito como ciencia (conocimiento) del bien y del mal. Así, el mensaje bíblico era bien nítido: el conocimiento -sea como ciencia o como conciencia o discernimiento del bien y del mal- es asunto divino que no nos corresponde a los humanos. Somos libres de tomarlo, faltaría más, pero si lo hacemos, ya sabemos la consecuencia, seremos doblemente expulsados, exilio y más exilio sobre el exilio original.

Pareciera que no ha pasado el tiempo cuando vemos la vigencia de aquella advertencia bíblica, asumida hoy por el Estado (incluso laico), que reconoce nuestra libertad y así lo escribe en todos los frontispicios. Porque, efectivamente, somos libres de vagabundear por la Tierra de Nod, pero sigue prohibida la vuelta al Edén, prohibido el acceso al fruto del conocimiento (la verdad) y prohibido el ejercicio de la conciencia (distinguir entre el bien y el mal). Incluso pensar en ello sigue estando prohibido sin que al Estado le sea necesario escribirlo, porque tenemos muy bien interiorizado este mandato divino.

Cuando San Pablo escribió a los romanos para relatarles aquella primitiva expulsión, también les explicaba que por esa transgresión en cadena -de la serpiente a Adán pasando por Eva- fuimos equiparados con la generalidad de las bestias, representadas por la astuta serpiente. Y así fue como “entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte y así la muerte pasó a todos los hombres”, como vino a decirles San Pablo a los romanos. Con lo que se aclaraba así que la justicia divina no quedaba suspendida tras el asesinato cometido por Caín, tan sólo quedaba diferida, postergada como eterna venganza divina, con un castigo peor, por el que todos los descendientes de Caín estábamos castigados a vivir con miedo, soportando el aliento de la enfermedad y la desgracia a cada instante...y, además, agradecidos por cada prórroga de la muerte.

Desapareció para siempre la abundancia del Eden y el nuevo país del exilio, la Tierra de Nod, se convirtió en un mundo de necesidades, pequeño y superpoblado, en el único mundo posible, por el que vagamos desde entonces todos los humanos descendientes de Caín, en añoranza inútil de un Edén que -a sabiendas de que la Biblia es un relato de ficción- sospechamos con fundamento científico de la existencia real de esa tierra primigenia, el Edén, que sólo es un cuento y una quimera.
En el origen de este desenlace del relato bíblico está la preferencia de Jahavé por la ofrenda presentada por Abel (“las primicias y la grasa de las ovejas”) sobre la ofrenda de Caín (“los frutos del campo”). Las primicias eran los primeros frutos o ganados ofrecidos en sacrificio por los judíos. Y en el cristianismo pasaron a ser una donación voluntaria que también se ofrecía a Dios, pero que en la Edad Media quedaron como tributo obligatorio, un auténtico impuesto incorporado a los beneficios eclesiásticos -como el diezmo-, o sea, como eufemismo religioso de un sistema obviamente recaudatorio.

Caín huyendo ante la maldición de Jehová”, 1.880, museo d’Orsay, París, pintura de Fernand-Anne Piestre Cormon,

Enloquecido por los celos, el Caín agricultor mató al pastor Abel y volvió enseguida al cultivo de sus campos. Cuando Jahavé le preguntó por su hermano, Caín respondió con una pregunta evasiva: “¿acaso soy yo el custodio de mi hermano?”, un desentendimiento del prójimo para tapar la culpa de un asesinato. Por lo que así visto, no parece tan grande la distancia entre la realidad y el relato bíblico.
Sabedor de lo ocurrido, Jahavé condenó a Caín a vagar por el mundo, si bien preservó su vida con una marca ante los habitantes de la Tierra de Nod. Caín edificó allí una ciudad a la que puso el mismo nombre de su primogénito, Henoc, para celebrar el nacimiento de éste.
Aún teniendo en cuenta la naturaleza literaria del relato bíblico, decidme si no es cierto que nuestro mundo contemporáneo se parece mucho a una condena a prisión permanente no revisable, confinados en los límites y leyes de la Tierra de Nod, por siempre y en permanente añoranza del Edén. Todo por la envidia del ganadero Caín, causa última del asesinato de su hermano, el campesino Abel. Y algo aún peor, la falsa compasión de Jahavé, transmutada en venganza con forma de justicia.
Imaginad por un momento cual sería la dimensión de la divina venganza, si en vez de situar los hechos en los prolegómenos de la revolución urbanoagrícola del Neolítico, se hubieran situado en la revolución industrial, origen de la sociedad capitalista y del moderno Leviatán estatal  en cualquiera de las versiones que hemos visto suceder a lo largo de los últimos tres siglos...y aún así, nada comparable a lo que está ya sucediendo: Jahavé, el Leviatán, o ambos juntos, ya no sé, han dispuesto que sea un robot quien herede la Tierra de Nod, alguien privado de todo sentimiento de culpa, un cacharro electrónico carente de sexo, sin miedo a la enfermedad y a la muerte, borrada de su memoria la ilusoria idea del Edén, dotado a tal efecto con conocimiento y conciencia algorítmica, programado su software para una larga existencia “útil y feliz”. Todo parece previsto y en marcha, si nada lo impide él será quien herede la Tierra de Nod, que a no tardar será renombrada como la “Tierra Sostenible” (en subliminal referencia al Edén). Porque de política y de marketing cualquier robot sabe más que Dios.
Fragmento de un diálogo en la película “Yo, Robot”:
       -Supongo que su padre perdió su empleo por un robot.                                                                                                              -Quizás Ud. habría prohibido el Internet para no cerrar las bibliotecas.
-El prejuicio nunca es razonable.






10 comentarios:

Unknown dijo...

Wooow! Revolvió toda la historia y termina diciendo que cualquier máquina hecha por el hombre sabe más que Dios jajajajaja es usted un ser normal!! Le caería bien un poco de locura para variar. Ah, y Dios creó esta Tierra y al hombre, si usted no lo cree, no se preocupe. Dios lo hará entender por las malas, como el hijo delincuente que usted pretende ser 😁

Unknown dijo...

Lo siento, no es así, Cain era agricultor o campesino, como usted lo llama y Abel criador de ovejas o ganadero.

Unknown dijo...

Lo que usted escribe es un buen ejemplo de que en el internet hay muchas fuentes de informacionación que no soy verdaderas ni confiables,alli escriben muchos que se consideran eruditos y especialistas en temas a los cuales no les prestan la debida atención ni toman el debido tiempo para estudiar e investigar los temas. No son objetivos. No dudo que su intención sea buena, pero sus datos están inconclusos, y su opinión no pasa de ser solamente eso, suya. Sin embargo, veo que le gusta escribir, me permito aconsejarle que pida capacidad y agudez mental a su Creador, porque a comparación con el Creador, los seres humanos no somos mas que niños pidiendo ayuda a su padre. Que esté bién.

Anónimo dijo...

que cantidad de barrabasadas, le sugiero que estudie antes de escribir tantas barbaridades, si cita la biblia ,primero debe leerla

Denis dijo...

Sólo tontería, se lee en este artículo nada dice, para escribir le sugiero que primero estudie, el qué escribió NO INVESTIGO.

Unknown dijo...

Se puede entender que este escritor es ateo

Unknown dijo...

excelente documento, me parece que si lo leen personas adoctrinadas por las religiones, obviamente pensarán lo contrario, pero me parece genial...

Unknown dijo...

Si aceptarás a Cristo Jesus.. Fueras un instrumento útil al servicio de Dios.. Así como pablo .. Que cuando lo conoció hecho todo su conocimiento y todo lo que era a la basura. Por servicio y amor a Dios.. Debes de conocer a Dios para poder hablar de el..

Unknown dijo...

De la abundancia del corazón habla la boca; lo dijo Jesus, de tal manera que tu corazón vacio y esteril, hablas basuras, si acaso es porque escuchaste mencionar y nó porque estás informado de fondo. La BIBLIA no es un mito y leyendas, es la Palabra de Dios que nos habla para que estemos informados y advertidos de no caer en manos de neófitos como tú. Oye y obedece a Dios.

Anónimo dijo...

Te felicito, más claro imposible.