Hubo
un tiempo en el que el control del mundo se lo disputaban dos
imperios estatales, dos versiones del capitalismo enfrentadas entre
sí. Eso se acabó con el triunfo de una de las versiones y ahora lo
que existe es un único imperio, territorialmente estructurado en
provincias, que eso son hoy los Estados, diputaciones provinciales
del capitalismo global. Que las provincias compitan, incluso que se
maten entre sí, no debilita la estructura del imperio, incluso la
fortalece cuando las provincias enfrentadas son periféricas y el
imperio se muestra como única fuerza capaz de imponer la paz y el
orden.
Creer
que por sólo habitar un mismo pedazo de tierra, por mucho que le
llamemos “Estado” y lo escribamos con mayúsculas, creer que
sólo por eso ya constituimos una comunidad -“nacional” en este
caso- es más que un error conceptual, es una gilipollez
perfectamente integral, que sólo puede cometer una masa de
gilipollas, bien amaestrados por quien se dedica profesionalmente al
oficio de producir gilipollas amaestrados, donde sea que esto
suceda...sea en Cataluña, en España o en cualquiera de las Coreas.
Genéricamente nos consideran “gilipollas” y nosotros
genéricamente les consideramos “cabrones”, pero sustancialmente
sólo nos diferenciamos en que los gilipollas actuamos en masa, en
que no tenemos nombre propio, bueno, en que no tenemos casi nada.