Ilustración de Igor Morski |
Quien no tome algo de
distancia de la actualidad política está obligado a pensar
confinado en los márgenes del pensamiento dominante, que determina
lo que es y lo que no es la Actualidad, tal es su poder. Sin esa
distancia y esa consciencia, hablar de “construir la alternativa”
siempre será un ejercicio quimérico, una ensoñación, eso sí,
renovada en su diseño pero meramente superficial y sólo novedosa en
apariencia.
Le oigo decir a Juan José
Millás, en una entrevista televisiva, que no existe alternativa. Y
estoy de acuerdo, en eso consiste la crisis política del sistema
dominante, en que se ha quedado sin alternativa a su izquierda. Pero
ésta, su enésima crisis, es coyuntural y es interna, es la de su
facción izquierda, no la de su boyante facción derecha. Su crisis
por la izquierda le provoca al sistema un desequilibrio estructural,
con la consiguiente amenaza para su estabilidad. Para encarar su
propia continuidad, necesita una “alternativa” a su izquierda que
ahora le falta, de ahí los movimientos compulsivos por ocupar ese
lugar, de Podemos y PSOE en el caso de España. Esa es la causa de
todas las convulsiones “populistas” que están produciéndose en
el “democrático” occidente, el sistema busca y promueve su
neoalternativa, la renovación de su oposición interna, porque está
en juego la “estabilidad” de la que depende su continuidad
reproductiva.