Por manicomio entendemos “hospital para enfermos mentales”, también adjetivamos como tal a cualquier situación o lugar carente de sentido. |
El año 2002 toda la
República pareció estremecerse de vergüenza cuando el Frente
Nacional de Jean Marie Le Pen llegó a la final de las presidenciales
francesas. El padre de la actual candidata del FN obtuvo entonces el
16,8% de los votos en la primera vuelta. Toda la República se
movilizó en sagrada cruzada antifascista para dar su voto al
candidato conservador, a Jacques Chirac, que recaudó el 82,2% frente
al 17,7% del papá de Marine Le Pen. Han pasado sólo quince
años y la situación vuelve a repetirse con mayor dramatismo y para
mayor ofensa del orgullo republicano. La hija natural y heredera
política del viejo fascista ha pasado a la segunda vuelta con el
21,3% del voto, con una escasa diferencia respecto del primer
clasificado, Emmanuel Macron, el banquero y ministro, el de la banca
Rothschild y el del gobierno socialista de François Hollande.
El próximo 7 de mayo Le
Pen será derrotada, con una diferencia menor a los veinte puntos que
auguran las encuestas y mucho menor a los sesenta puntos de ventaja
que Chirac le sacó al FN. El avance del FN ha dejado de sorprender a
los franceses, que han empezado a verlo como “normal”, en
paralela normalidad con la que la mayoría de la sociedad española
ha ido interiorizando la corrupción como fenómeno generalizado y
natural, asociado al ejercicio del gobierno y de la política en
general.
Es previsible que más de
un tercio de la coalición derecha-izquierda acaben votando el día 7 a
Le Pen, que un tercio se abstenga y que el resto, otro tercio, voten
a Macron con la nariz tapada.
La izquierda
“anticapitalista” de Melenchón se verá situada ante el espejo
de sus propia e irresoluble contradicción. Su abstención a
destiempo les hará cómplices del FN, su apoyo a Macron les hará
cómplices del sostenimiento del neoliberalismo, hagan lo que hagan
contribuirán a reforzar el sistema al que dicen combatir. Cualquiera
que sea el resultado, lo cierto es que la situación favorecerá la
llegada al Elíseo, primero del “antisistema” Macron y después
de la “antisistema” Le Pen. Antisistema de marketing, por sistema, porque saben
que a la propaganda electoral le conviene ese mensaje, dado el clima
de desconfianza hacia la política que afecta a la mayoría social,
francesa y mundial. Si a Trump le funcionó la táctica “antisistema” en
USA, ¿por qué no les va a funcionar a ellos, a Macron y Le Pen,
aquí, en Francia, en el corazón republicano y burgués de la vieja
Europa?
La propia UE vino para
cargarse la idea de una Europa solidaria, la UE es hoy un cadáver
cuya muerte le será adjudicada proximamente a la extrema derecha; al fin y al
cabo éste es el papel tradicional del fascismo: poner orden, sanear y
regenerar al sistema estatal-capitalista, resucitando al podrido
progresismo burgués, generando un bloque “antifascista”...y
vuelta a empezar.
Se habla del fascismo
“que viene”, cuando ya está perfectamente instalado y
normalizado. El FN francés, aunque mantiene su genoma xenófobo y
ultranacionalista, ya ocupa una posición “centrada”, ni de
izquierdas ni de derechas, una especie de popurrí
socialdemócrata-conservador. Y, para más “normalización”, el
segundo de Le Pen -Florian Philippot- no oculta sino que hace
propaganda de su condición homosexual, así como entre los
dirigentes del FN se encuentran notables representantes de los
colectivos de gays y lesbianas. Es más, algunos estudios sociológicos
recientes confirman que el FN tiene ya más votantes entre las
parejas homosexuales que entre las heterosexuales (32% y 30%
respectivamente). Se dirige a un electorado interclasista, como
cualquier partido “normal”, como aquí el PP o Ciudadanos,
Podemos o PSOE. Su electorado se nutre tanto de parados desesperados
como de funcionarios y clases medias acomodadas, hacen a todo,
aprovechando que la izquierda política y sindical les preparó el
camino borrando cualquier rastro de la vieja conciencia de clase. La
retórica democrática, patriótica y antisistema es hoy santo y
seña generalizado, cachondo y sinvergüenza, del establishment;
“democracia, pueblo y casta” son los conceptos-base de su eficaz
propaganda.Y aún así, a Le Pen le toca esperar un poco, porque
mientras fragua esa operación, le corresponde a Macron recoger el
voto útil inducido por el “miedo” a la ultraderecha. Así es
cómo la segunda vuelta se dirime entre lo peor de la calaña que
optaba a presidir la República francesa, al igual que sucediera en
las recientes elecciones en los EEUU de América, entre Clinton y Trump.
Sólo si el mundo fuera
ya un manicomio, podría entenderse que tanta gente llegue a creer
que el magnate Trump y la ultraderechista Le Pen, o los
“progresistas” Clinton y Macron son las únicas opciones para representar al “pueblo”.
Melenchón apoyará a
Macron porque es un tipo coherente, un burgués ciudadanista y progresista,
inequívoco defensor del aparato estatal-mercantil (que ahora no está
en juego), un partidario intachable del economicismo político y del
parlamentarismo económico, es progresista y antifascista, ¿quién
lo duda?...aún así, una parte no desdeñable de su clientela
electoral - “de izquierdas”- votarán a Le Pen, tan hartos están
de los gobiernos “progresistas”, tan confusos, que han llegado a
creer que Marine Le Pen, la facha, si llega a la presidencia de la República será
más socialista que los socialistas y, por supuesto, mucho más que
el liberal-centrista-socialdemócrata Emmanuel Macron....
¡impresionante panorama!
La “gran” diferencia
entre Macron y Le Pen, al parecer de los media, consiste en sus
opuestas ideas sobre la emigración y sobre Europa.
Le Pen miente cuando
habla de emigración, su xenofobia es tan interesadamente capitalista
como lo es la multiculturalidad de Macron. El odio de Le Pen a la
emigración es funcional a su estatal vocación de orden, necesita
una emigración limitada y ordenada, quiere un capitalismo
nacionalista, disciplinado y ordenado. Macron no miente menos al
respecto. Su más abierta visión liberal de la emigración es
funcional a su vocación capitalista y mercantil, quiere emigración
aunque sea desordenada, pero que abarate lo más posible el precio de
la mano de obra en un mercado de trabajo tan global como el capital
financiero. Ambos son capitalismo estatal-mercantil y capitalismo
mercantil-estatal, complementarios y no opuestos, anverso y reverso
del mismo neofascismo “democrático”.
Macron y Le Pen también mienten
cuando hablan de Europa. El europeismo de Macron es tan
antidemocrático (fascista) por capitalista y global, como fascista y
antidemocrático es el nacionalismo estatalista de Le Pen. Ambos son
igualmente partidarios de dictaduras parlamentarias y de perpetuar el
histórico y universal secuestro de los bienes comunales.
Uno quiere “mejorar”
Europa, terminar la construcción del estado capitalista y único
europeo (la UE) y la otra quiere reconstruir los estados
nacional-capitalistas europeos, empezando por Francia. Sus
contrapuestos europeísmos van “opuestos” en la misma dirección,
dirigidos ambos a frenar la rebelión democrática de los pueblos de
Europa, la revolución integral necesaria.
Cuando Le Pen suceda a
Macron en la presidencia de la República, donde notarán la
diferencia los franceses será en los medios de comunicación, como
sucediera tiempo atrás en España, que cuando aquí cambió el
régimen sólo cambió eso, su apariencia, su nombre y algunos otros
nombres, los de nuevos y advenedizos beneficiarios...pero la tierra, el ejército, la
banca, la cultura, la justicia, la educación, los periódicos, la
televisión, el mercado, el estado...todo, seguía en las mismas
manos que antes. Y, a mayores, en algunas más. Hay que reconocer que
lo que sí mejoró fue el espectáculo, con más “vidilla”
periodística y televisiva, eso a lo que, cachondamente, se le llama
libertad de expresión.
Amigos franceses: con
Macron o con Le Pen en la presidencia de la República, con Melenchon
y con Fillon en la retaguardia, gane quien gane la presidencia de la
República, estáis tan atrapados como nosotros. Es lo que pasa por
ir sumisamente a votar, con entusiasmo tan republicano como
irresponsable, es lo que suele pasar cuando se juega a la democracia burguesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario