lunes, 15 de mayo de 2017

EUROPOLÍTICA, EUROVISIÓN




No es un presentimiento, ni una esperanza, tengo la seguridad de que en no muchos años la “política” será otra cosa, nada que ver con el programa de televisión que es hoy en día. Sucederá,  no me preguntéis cómo lo sé. 

Cierto es que podrá sostenerse el espectáculo todavía por largo tiempo, sí; cierto que quienes elaboran la programación seguirán teniendo la sartén por el mango durante mucho tiempo (yo calculo que algo menos de un siglo), porque manejan muy bien la exitosa técnica de segmentar la audiencia. Programarán y contraprogramarán,  un canal para Esto y otro para lo Otro, un canal Contrario de ésto y de lo otro, y otros tantos canales, privados y estatales, respectivamente partidarios y contrarios,  conservadores y progresistas, sistémicos y alternativos. Viejos y nuevos canales y programas,  públicos y privados, carcamaladas sepia e  hipermodernas carcamaladas, canales a la carta,  de la caspa, de la casta y de la cresta, punk, feminista, ecologista, nacionalista  y ciberhaker, el caso es innovar, innovar sin parar, para sostener y sorprender a la audiencia, animar a la confrontación y la competencia, al libre mercado de opinión. No importan los altibajos en las encuestas, en las cuotas de pantalla o en la participación electoral, todo sea por la audiencia. Todo menos la abstención televisiva, el caso es mantener la cuota íntegra de audiencia, su atención y, en definitiva, su fidelidad sumatoria.



La política lo incluye  todo, concentra todo el control, todo el poder, no hay esquina ni rincón de nuestras vidas que puedan escapar a su intervención. Incluye a Le Pen y a Macron, a Pablo Iglesias y a Rajoy, a Angela Merkel y a Theresa May, tiene la fuerza de los ejércitos y de las finanzas, el monopolio de la violencia, de la paz, de la felicidad, de la vida y de la muerte, de la ecología y el feminismo, del despotismo y la democracia, del bien y del mal y de todo lo contrario, regula la cuenta de la luz y el currículum vitae de la gente, tan sólo le falta la fuerza natural de los terremotos y las tormentas. Reúne todo el resto de la  Fuerza, la más bruta y la más educada, la militar, la legal, la académica y la masmedia, el mercado de la vivienda, de la comida, de la salud, del luto y la diversión ...coloniza territorios y  cerebros, fábricas, iglesias, discotecas y escuelas. Su gran mérito no es su dominio de la Tierra y de la Vida de las gentes del común, su gran victoria consiste en haberlo conseguido con su adhesión y aquiesciencia...porque ¿a qué súbdito asalariado se le ocurriría hoy atacar al Estado Protector, que es su única defensa frente a la codicia de la clase explotadora?...¿y quién es el súbdito acomodado que podría ir en contra del Estado que protege sus propiedades y garantiza el imperio del orden?...¿y quién de ellos osaría ir en contra del Libre Mercado, que “llena” de cacharros y comida los estantes vacíos de sus vidas?

No le demos más vueltas, no sin reconocer antes el alcance y el tamaño de su fuerza, el triunfo apabullante de la civilización burguesa y europea inaugurada hace tres siglos, que supo extender e imponer por todo el mundo la Modernidad, esa perfecta alianza estratégica entre estados y mercados, ejércitos de mercenarios, clérigos y comerciantes, junto al contrato perfecto de trabajo esclavo perfecto, suscrito por mutuo acuerdo entre las partes, dominantes y dominados, una democracia perfecta, una guerra antigua perfectamente resuelta en su continuidad, mediante un eterno y quimérico equilibrio perfecto.

Sé que no siempre será así, insisto, no sé cómo lo sé, pero no puede ser que dure mucho más esta enfermedad universal, este olvido de la historia. No puede ser que hayamos olvidado el ancestral (y por siempre pendiente) proyecto de la emancipación humana, de la tierra y el conocimiento comunales, de la integración en la naturaleza y de la vida en común, de la libertad y la democracia como autonomía individual y colectiva, como autogobierno en asamblea de iguales...no puede ser por mucho más tiempo, ya hay signos que delatan y barruntan la recuperación de la consciencia individual y de la colectiva memoria histórica.

No puede ser que  franceses y españoles voten por más veces a macrones o lepenes, no puede ser que sigan votando ni a esos ni a nadie, ni para fortalecer estados ni para beneficiar a mercados, no por mucho más tiempo. Ya se percibe la falta de imaginación de los programadores, junto a cierto hartazgo de la audiencia, ya el agotamiento de sus y nuestras contradicciones, ya estamos más cerca de asistir al entierro de esta política, ánimo, que  no queda mucho (puede que menos de un siglo) para que se acabe este espectáculo, esta  Eurovisión, esta pesadilla europea de civilización televisiva. No nos puede pillar de sopetón, hay que preparar y prepararse, desde ya, para tan grandioso acontecimiento.

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