Somos una especie que evoluciona, que se adapta a la situación, ahora somos la especie “homo económicus/facebook”, somos producto del momento histórico, de la época postmoderna en la que vivimos, una época de la humanidad caracterizada por un clima de confusión generalizada y por la desorientación consiguiente. Con cierta frivolidad, aplicamos el calificativo de “crisis” a esta situación en la que nos sentimos atrapados en un momento de la Historia que presentimos finalizada; y aún así, seguimos hablando de “crisis”, como si creyésemos que se trata de una situación transitoria. Vivimos con la falsa ilusión de que la Tecnología nos salvará en ´ultima instancia y en el último momento, al igual que lo hicimos en otras épocas con similar ilusión redentora a la que entonces llamábamos “Dios”. Pero es evidente que ahora lo hacemos con mucho menor convencimiento, sólo para ir tirando, con la esperanza desesperada de que Ésto (la crisis) pase cuanto antes, por eso lo seguimos llamando “crisis”, cuando la verdad es que vivimos acongojados por la intuición y el presentimiento de que “Ésto no tiene arreglo”. Ese presentimiento es constitutivo de la época que a su vez nos constituye, es “su” normalidad, la normalidad postmoderna.
viernes, 23 de septiembre de 2016
martes, 20 de septiembre de 2016
LA RAZÓN RURAL CONTRA LA CIUDADANISTA RAZÓN DEL ESTADO
El mundo es habitado por individuos humanos que, desde la remota antigüedad, vienen asociando sus vidas en un espacio físico-territorial concreto, determinado por la existencia de los recursos necesarios al sostenimiento y reproducción de sus vidas, generando con ello una compleja red de relaciones sociales entre los individuos que habitan un mismo territorio y entre los individuos y comunidades de otros territorios.
Desde el primitivo hábitat de las cuevas, hasta las megápolis contemporáneas, los individuos han buscado habitar el territorio en asociación con otros individuos, desde la más simple asociación por razón de parentesco, hasta la más compleja evolución de la tribu, que conduce hasta la fundación de la primera urbe conocida, en la antigua Mesopotamia, hace más de diez mil años.
viernes, 26 de agosto de 2016
LA RECONSTRUCCIÓN (DECOLONIZACIÓN) DEL SUJETO
Más
que el hecho de pensar, nos constituye el lugar y el tiempo en que
pensamos. Aquí y
ahora ya no podemos estar fácilmente de acuerdo con Descartes
(“pienso, luego soy”),
porque nosotros disponemos
de una experiencia y un
conocimiento histórico que él no tuvo. Aquí y ahora,
probablemente, él diría “soy
donde pienso”; no olvidaría nuestra relación existencial con el
espacio y el momento de la historia en que vivimos. De ahí la
importancia esencial del territorio, de la comunidad que lo habita y
su historia. Aquí han pasado muchas cosas desde hace mucho tiempo,
cuya comprensión
debería acercarnos
a lo que somos. Olvidarlo
podrá parecernos útil y, aún así, la verdad cambiante -la
del lugar y la
historia- seguirá estando por delante de lo que creemos útil
y conveniente.
La
generalización de la ignorancia por lo universal/concreto/cambiante,
a favor de abstracciones universalistas cuyo totalitarismo se esconde
tras una apariencia de complejidad, ha sido misión preferente de la
modernidad, un objetivo periódicamente matizado en sus diferentes
versiones: teológicas, liberales y marxistas. La colonización del
pensamiento es su cara oculta, que alcanza más allá de lo contado
por la historia oficial, narrada como “progreso” por los propios
agentes de la colonización: la “Humanitas” que civiliza (salva)
al “Anthropos” (salvaje). No creo que sea casualidad que el
nacimiento de la ciencia antropológica coincidiera con el auge del
proceso colonizador que sigue al descubrimiento de América, a partir
del contacto del hombre blanco europeo con el “salvaje”
diferente, al que descubre e identifica como un ser inferior desde su
perspectiva “humana”.
Así,
no me extraña que se pueda llegar a identificar humanismo con
racismo, expresado como lo hace Walter Mignolo (1): “yo no
quiero ser humano; porque el concepto humanidad construyó el
racismo”. El racismo anida en todo proceso de colonización,
al que revela como pretensión de dominación sobre la naturaleza,
extendida a todas las criaturas consideradas “inferiores”. En
todo caso es humillación, es desprecio profundo por el prójimo
diferente, es la visión egocéntrica que surge de la modernidad
eurocéntrica, básicamente colonizadora, patriarcal y racista.
lunes, 11 de julio de 2016
jueves, 16 de junio de 2016
CONTRA EL ILUSIONISMO ELECTORAL, LA ABSTENCIÓN NO BASTA
Agustín García Calvo |
“No: no puede usted quedarse tan tranquilo con no votar en estas Elecciones, con no participar positivamente con su voto en este tejemaneje y en el sempiterno recuento de la Mayoría, no: la institución de las Elecciones y del Voto es demasiado importante y fundamental para el Dominio como para que nos podamos contentar con eso”. (Extracto de “Farsa periódica”, Agustín García Calvo)
A quienes a sí mismos se consideran “progresistas”, término que hoy se ha convertido en vago sinónimo de “izquierdistas”, la abstención les irrita en grado sumo, mucho más cuando -como en esta ocasión- creen que el cálculo electoral pudiera resultarles favorable y que, por tanto, “el cambio” lo tienen al alcance de la mano. Ignoran la infinidad de veces que esta situación se ha repetido a lo largo de los casi tres siglos de historia del sistema hoy dominante. Prefieren ignorar que los márgenes del “cambio” están prefijados de antemano, que precisamente en eso consiste la fortaleza y durabilidad del aparato dominante. Los ilusionados progresistas renuevan en cada elección su inquebrantable fe sistémica, participando con un entusiasmo que ciega todo análisis reflexivo, que les impide ver el truco de magia que se produce ante sus narices. No quieren ver que forman parte del sistema, que padecen el síndrome de Estocolmo, que actúan a favor de quienes han secuestrado sus conciencias. Tienen fe en la magia del sistema y creen que éste les permitirá dar el salto del patio de butacas al escenario del poder, donde tiene lugar la mágica representación de la democracia burguesa.
A quienes a sí mismos se consideran “progresistas”, término que hoy se ha convertido en vago sinónimo de “izquierdistas”, la abstención les irrita en grado sumo, mucho más cuando -como en esta ocasión- creen que el cálculo electoral pudiera resultarles favorable y que, por tanto, “el cambio” lo tienen al alcance de la mano. Ignoran la infinidad de veces que esta situación se ha repetido a lo largo de los casi tres siglos de historia del sistema hoy dominante. Prefieren ignorar que los márgenes del “cambio” están prefijados de antemano, que precisamente en eso consiste la fortaleza y durabilidad del aparato dominante. Los ilusionados progresistas renuevan en cada elección su inquebrantable fe sistémica, participando con un entusiasmo que ciega todo análisis reflexivo, que les impide ver el truco de magia que se produce ante sus narices. No quieren ver que forman parte del sistema, que padecen el síndrome de Estocolmo, que actúan a favor de quienes han secuestrado sus conciencias. Tienen fe en la magia del sistema y creen que éste les permitirá dar el salto del patio de butacas al escenario del poder, donde tiene lugar la mágica representación de la democracia burguesa.
jueves, 9 de junio de 2016
COMIENZA EL JUEGO DEL MONDONGO
Quienes creen que no hay
otro sistema posible a éste en el que vivimos, para quienes han
interiorizado que el Estado y el Mercado son la forma natural de
organizar la sociedad, están obligados a elegir entre dos opciones
dentro del mismo sistema. En campaña electoral ambas opciones son
condimentadas con ingredientes que son variables del mismo mondongo,
de una misma fe en la organización estatal-capitalista, fundamentada
en la concentración del poder político y económico en manos de
élites políticas (estatalistas) y económicas (capitalistas)
perfectamente aliadas.
Su forma de
“participación democrática” tiene así, como principal
objetivo, el reforzamiento del sistema de dominación, impedir la
organización democrática de la sociedad, entendida en su sentido
integral, como autogobierno del pueblo, la autoconstrucción de éste
como sujeto político y económico. El mondongo pretende lo
contrario, su misión es construir artificialmente un sujeto política
y económicamente pasivo, que así es perfectamente dominado, que
así, mediante el voto, conscientemente o no, aporta su
consentimiento sumiso a la continuidad y perpetuidad del sistema de
dominación.
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