Quienes creen que no hay
otro sistema posible a éste en el que vivimos, para quienes han
interiorizado que el Estado y el Mercado son la forma natural de
organizar la sociedad, están obligados a elegir entre dos opciones
dentro del mismo sistema. En campaña electoral ambas opciones son
condimentadas con ingredientes que son variables del mismo mondongo,
de una misma fe en la organización estatal-capitalista, fundamentada
en la concentración del poder político y económico en manos de
élites políticas (estatalistas) y económicas (capitalistas)
perfectamente aliadas.
Su forma de
“participación democrática” tiene así, como principal
objetivo, el reforzamiento del sistema de dominación, impedir la
organización democrática de la sociedad, entendida en su sentido
integral, como autogobierno del pueblo, la autoconstrucción de éste
como sujeto político y económico. El mondongo pretende lo
contrario, su misión es construir artificialmente un sujeto política
y económicamente pasivo, que así es perfectamente dominado, que
así, mediante el voto, conscientemente o no, aporta su
consentimiento sumiso a la continuidad y perpetuidad del sistema de
dominación.
Lo que hacemos cuando
acudimos a votar es retrasar lo que es inevitable, la revolución
democrática restituyente de las cualidades humanas y del equilibrio
ecológico que sistematicamente vienen siendo destruidos por el
sistema dominante, por el mondongo global, estatal y capitalista, que
en cada campaña electoral reclama nuestro voto de complicidad, su única fuente de legitimación, lo que le sostiene, lo único
que puede garantizar su mantenimiento y reproducción.
Cierto es que el
autogobierno en comunidades libres y autónomas es todavía imposible
como alternativa inmediata y global a la dominación, pero es el
único horizonte posible, es la única posibilidad de supervivencia
del individuo y la sociedad. Para comprenderlo no hace falta el
recurso a la fe, porque las evidencias del colapso social y ecológico
son ya bien palpables en todo el mundo y en nuestra propia vida
personal y cotidiana.
Lo posible y necesario ahora es ir preparando
la sociedad que habrá de sobrevivir al colapso, irnos preparando,
individual y comunitariamente para el autogobierno, ir anticipando
la sociedad comunal y democrática, constituyendo ajuntamientos comunales allí donde se den las mínimas condiciones,
integrando a personas y grupos verdaderamente antisistema.
Eso es
absolutamente incompatible con cualquier forma de voto al sistema. Sólo la
abstención, consciente y constante le hace daño al mondongo, a condición de ir acompañada de una resistencia activa, reconstructora de la autonomía individual y comunitaria. Ellos
lo saben y por eso echan el resto en cada campaña electoral, mientras
nosotros seguimos elucubrando estúpidamente, usando su propia
lógica, sobre a quien beneficia o perjudica la abstención.
3 comentarios:
Pero Nanín fiu, lo que no puedes es simplemente expresar deseo. Si quieres que las cosas sean diferentes, tienes que empezar por crear o unirte a eso que, estamos de acuerdo, tiene las semillas de una alternativa real: lo que Buber llamaba cooperativa integral y el mundo conoce como kibutz o comunidades igualitarias. De lo contrario le estás diciendo a tus lectores que no hagan nada, que esperen a una gran iluminación colectiva para que todo cambie.
Siento que no va conmigo lo que dices. No pretendo decirle a nadie lo que tiene que hacer. Bastante tengo con saber lo que a mí me corresponde. Hace tiempo que estoy en eso, cultivando la semilla de una alternativa real, que tu llamas kibutz y yo ajuntamiento comunal. Un abrazo, David. Y no me llames fiu, que podría ser tu padre.
Perdona si te molestó el «fiu», por aquí lo usamos entre pares y no significa edad ni jerarquía, es solo un apelativo cariñoso que pretende proximidad.
La idea que te quería transmitir es que no creo que avancemos sobre propuestas para hacer, sino sobre cosas hechas y que se pueden mostrar. Un ayuntamiento comunal es algo muy guapo... pero inexistente. Podemos tener todos un acuerdo sobre su deseabilidad, pero vamos a tener difícil realizarlo sin un cambio institucional tan grande que hace que nadie que escuche sienta que puede aportar para hacerlo realidad.
En cambio, si somos capaces de poner la semilla de modo que quien se una no solo se una a una experiencia igualitaria y alternativa sino que pueda de verdad satisfacer sus necesidades económicas mediante su trabajo, la idea de comunidad se vería de una forma completamente distinta.
Publicar un comentario