Somos una especie que evoluciona, que se adapta a la situación, ahora somos la especie “homo económicus/facebook”, somos producto del momento histórico, de la época postmoderna en la que vivimos, una época de la humanidad caracterizada por un clima de confusión generalizada y por la desorientación consiguiente. Con cierta frivolidad, aplicamos el calificativo de “crisis” a esta situación en la que nos sentimos atrapados en un momento de la Historia que presentimos finalizada; y aún así, seguimos hablando de “crisis”, como si creyésemos que se trata de una situación transitoria. Vivimos con la falsa ilusión de que la Tecnología nos salvará en ´ultima instancia y en el último momento, al igual que lo hicimos en otras épocas con similar ilusión redentora a la que entonces llamábamos “Dios”. Pero es evidente que ahora lo hacemos con mucho menor convencimiento, sólo para ir tirando, con la esperanza desesperada de que Ésto (la crisis) pase cuanto antes, por eso lo seguimos llamando “crisis”, cuando la verdad es que vivimos acongojados por la intuición y el presentimiento de que “Ésto no tiene arreglo”. Ese presentimiento es constitutivo de la época que a su vez nos constituye, es “su” normalidad, la normalidad postmoderna.
No obstante, hay que
decir que ésta es la primera vez en nuestra larga historia que hemos
abrigado la ilusión de vivir liberados de las contradicciones y del
conflicto que es consustancial a la vida humana, es la primera vez que tenemos la ilusión de vivir
“como si” tuviéramos (todos nosotros), los mismos e iguales
intereses, las mismas e iguales responsabilidades. Por eso que
hablamos tanto del "Bien Común", del “Estado de Bienestar” y de
la “Democracia” que nos hace (o nos hará algún día)
“iguales”. Por eso, ahora, a diferencia de otras épocas, hay que
poner casi todo entre paréntesis y comillas, porque “sabemos”
-por mucho que nos cueste asimilarlo- que casi todo es falso, que
falsa es la “normalidad” postmoderna que con-sentimos.
Coincido con MiguelBenasayang en su idea sobre las tristes pasiones (y negativas pasiones, añado yo) que triunfan en la "realidad" postmoderna·, que se han hecho "normales" en el tiempo presente.
La
realidad es algo que nos incluye y nos supera, es algo que no nos
concierne sólo a nosotros, los seres humanos, sino que contiene e involucra a
muchos otros seres no humanos;
realidad es toda la naturaleza, el suelo que pisamos (de donde venimos y a donde vamos), son los océanos y la fotosíntesis de las plantas
de la que depende la producción del oxígeno que respiramos, es toda la
bioesfera, es la Tierra toda, mineral y viva, es
todo el Cosmos que no alcanzamos a medir ni comprender.
No me extraña que el humano Miguel Benasayang diga
que quiere desertar del “humanismo”, de las tristes pasiones de
este humanismo postmoderno, triste y antropocéntrico, que mira y
trata al universo como si le perteneciera, como si fuera su propiedad
privada.
Nos hemos empeñado en
aplicar criterios morales (siempre coyunturales, convencionales y
relativos) al conjunto de esa realidad inabarcable que pretendemos
manejar en exclusiva, ilusoriamente, en vez de aplicar criterios
éticos, referidos a la conducta concreta de cada elemento concreto, a su comportamiento para consigo mismo y para con los demás elementos de
la realidad-naturaleza ("eso" a lo que tratamos como algo que existiera
separado de nosotros los humanos, como si "nosotros" fuéramos
extraterrestres, unos personajes de ficción).
La conducta puede ser
moralmente buena o mala, pero siempre es práctica y concreta,
siempre está referida a los hechos, al comportamiento de los
elementos que componen e intervienen en la realidad; la conducta
nunca es abstracta, como pueda serlo una teoría, un pensamiento o una
idea, no, la conducta es un hecho, siempre es algo concreto
que sucede en el mundo real. Por eso que reniego de seguir
calificando las conductas como “buenas” o “malas” y elijo
hacerlo éticamente, como positivas o negativas. Por ejemplo: en
teoría, el Estado puede ser un elemento de la realidad muy bueno
para algunos pocos individuos, al tiempo que muy malo para otros
muchos, o viceversa; así considerado, todo cabe desde un criterio
puramente moral, así la complejidad de lo juzgado se nos hace
necesariamente confusa. De ahí que yo prefiera hacer un juicio
ético y no moral del Estado. Prefiero acercarme al conocimiento de
esta concreta realidad estatal en su comportamiento (ético, histórico y
concreto), no basándome en un juicio previamente condicionado por
una adhesión interesada, bien al grupo de los agraciados o bien al
de los damnificados por el comportamiento del Estado. Con ello no
niego el valor del juicio moral, sino que afirmo el valor superior
del juicio ético.
La contradicción y el
conflicto consiguiente son constituyentes de la realidad: la materia y su deriva
entrópica son la manifestación de esta evidencia. No me consuela convertirme en pura energía, quiero ser cuerpo con vida. Cierto que todo lo
que existe no es sólo materia, que también existen las ideas, los
sentimientos, la conciencia, lo inmaterial o espiritual..., pero igualmente cierto es
que su existencia no es autónomamente libre, que necesita una materia, un
cuerpo vivo al que asirse y del que nutrirse. Observo que todo cuanto existe, materia y
espíritu, tiende a la subsistencia, que todo se resiste a la deriva entrópica en mayor o menor grado, hasta el
cero y más allá, pero sólo los seres que tienen vida son capaces de practicar
una radical y activa resistencia frente a aquello que les destruye. Sólo
los seres vivos eligen el conflictivo camino de la subsistencia,
sólo ellos se oponen a la deriva legalmente funeraria de la
Entropía. Toda la vida es necesariamente subversiva, todos los seres
vivos tienen comprometida su propia existencia en ese conflicto
ineludible, todos contienen en sí la semilla de su reproducción y
subsistencia. Y todos tienen una responsabilidad derivada de su
conducta. Y más que ningún otro ser, son responsables los seres
vivos-humanos, cuyo comportamiento acarrea consecuencias que
llegan a involucrar a muchos más seres, incluso al conjunto de la
naturaleza.
Llamo camino de
perfección a la conducta responsable y positiva, al comportamiento
subversivo de los seres que tienen vida. Así, juzgo como positivo
todo comportamiento que se muestre responsablemente subversivo frente a
la “suprema” ley totalitaria de la Entropía, a toda conducta que afirme y defienda el
intrínseco valor de la vida, a toda conducta que combata la salarización, la mercantilización o cualquier otra forma de trapicheo con la vida. En ese juicio no excluyo a nadie, pero distingo las
distintas responsabilidades de cada cual. No olvido incluir mi propio
comportamiento, al igual que el de cualquiera de mis congéneres o el
de las estrellas, que irresponsablemente vagan por el universo...pero
a éstas nunca se me ocurriría juzgarlas por su irresponsable y
sumiso comportamiento.
Por tanto, consciente de
vivir en el tiempo de una revolución negativa que favorece la
imperfección del individuo y de la convivencia, que atenta contra la
naturaleza en general y contra la vida en concreto, me dispongo a
experimentar (con quien quiera) la pasión alegre que me impulsa
hacia la próxima revolución (buena o mala, me es indiferente), de
la que sólo deberíamos esperar que sea positiva.
1 comentario:
nos encontraremos apasionadamente serenos. gracias, me has hecho sentir que no necesito convencer a nadie y que cuidándole y poniendo voluntad todos los que queremos estaremos.
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