“La calma más grande reina aquí actualmente. Todo es silencioso, como una noche de invierno envuelta en la niebla. Sólo se escucha un misterioso y monótono sonido, como si fueran unas gotas salpicando. Son las ganancias del capital que caen dentro de las cajas fuertes de los capitalistas que casi se desbordan. Se oye el contínuo aumento de la riqueza de los ricos. Por momentos, este rugido ahogado se mezcla con un sollozo emitido en voz baja, el sollozo de la indigencia. Algunas veces un suave sonido metálico hace eco, como de un cuchillo que está siendo afilado”.
(Heinrich
Heine, septiembre de 1842)
“Es
comprensible que cuando uno se enfrenta a un monstruo dispuesto a
dominarnos, la tentación sea volverse para enfrentarse a él cara a
cara y combatirlo denodadamente. Esto valdría para describir
prácticamente todas las revoluciones y movimientos de liberación
habidos hasta ahora, y hay situaciones en las que no se puede evitar
actuar así. Pero éste no es el modo en que vamos a proceder
nosotros. No vamos a enfrentarnos al monstruo consumista-capitalista.
Lo que vamos a hacer es, de hecho, ignorar a muerte al capitalismo”.
(Ted
Trainer, “The
transition to a Sustainable and Just World”, 2010)
“La
sociedad productivista y consumista no puede ser sustentada por el
planeta. Necesitamos construir una nueva civilización capaz de
asegurar una vida digna a una enorme población humana (hoy más de
7.200 millones), aún creciente, que habita un mundo de recursos
menguantes. Para ello van a ser necesarios cambios radicales en los
modos de vida, las formas de producción, el diseño de las ciudades
y la organización territorial: y sobre todo en los valores que guían
todo lo anterior.
...Esto
es más que una crisis económica y de régimen: es una crisis de
civilización”.
(Del
manifiesto
“Última llamada”)
Si
no hubiera más opciones, yo preferiría practicar “la ignorancia a
muerte” antes que ponerme a “afilar los cuchillos”. No podemos
reeditar fracasadas formas de lucha, como tampoco podemos eludir la
realidad de una confrontación que ya existe por voluntad que nos
es ajena, por la iniciativa agresora del propio sistema al que nos
enfrentamos.
Además,
siendo las circunstancias actuales tan radicalmente diferentes a
todas las conocidas anteriormente, parece razonable pensar que la
confrontación debiera adoptar hoy estrategias radicalmente nuevas,
que operen en la frecuencia de onda de esas nuevas circunstancias en
las que hoy se produce la agresión.