Ilustración de José David Morales, para la cubierta del libro "La balada de los drones", editado por "Ediciones El Transbordador", del que es autor Daniel Bellón |
Si la física cuántica sirve para algo es para descubrirnos que la realidad es más compleja de lo que pensábamos hasta hace bien poco. Porque incluye también las relaciones entre los cuerpos y sus consecuencias, que siempre remiten al futuro y nunca al pasado, por más que nos pese, nunca a las causas: por razón de que viajan en la misma dirección del tiempo.
Incluso nos descubre que la mirada del observador también forma parte de su siempre cambiante consistencia. ¿Qué, si no, es lo que llamamos vida?, sino ánimo o ánima, cuerpos con movimiento por sí, autónomo actuar de cuerpos cambiantes, en permanente relación y mutación, cuerpos que se buscan, todo eso que los diferencia (eso sí, solo por un breve tiempo) de la materia inerte que, por otra parte, también cambia y se desmenuza como la vida misma, sumisa a la común ley de la Entropía, pero que lo hace mucho más despacio, a su cósmico ritmo, sin la aceleración y sin la prisa que acucia a los cuerpos vivos.
Hasta ahí sabemos. Y ya veremos lo que descubrimos más adelante, cuando la inteligencia que piensa cosas como ésta sea sustituida por otra artificial y programada para no dudar; y más aún, para no sufrir pensando en el exiguo límite de la propia existencia...qué bonito sueño el prometido por la Gran Transición Tecnológica: pensar y soñar solo cosas agradables, no sufrir más por enfermedad o por desengaños amorosos, ni por la subida del coste de la vida.
Acabo de leer un librito de poemas titulado “La balada de los drones y otros poemas de la Gran Transición (poemas rescatados desde uno de nuestros futuros posibles)” en el que su autor, Daniel Bellón, poeta canario y ciberpunk, intenta responder a la pregunta ¿qué Transición? con esta respuesta: “la que estamos viviendo, del dominio de la inteligencia humana hacia la eclosión y tal vez imperio de la inteligencia artificial, que en su desarrollo no deja de preguntarnos sobre la naturaleza de nuestra propia inteligencia, de nuestra identidad como seres humanos”.
Curiosa palabra esta balada, que viene del “balar”, lo mismo de un cantautor solitario que del coro de una orquesta filarmónica o que de un rebaño de ovejas, que también balan su propia balada sinfónica.Y balar como “disparo de balas", lo mismo canciones y poemas que munición de calibre convencional y proporcional a la diana elegida, sea ésta de paja, de cartón o de piel que bien pudiera ser humana.
El campo está convenientemente abonado, la Ciencia Política ha
hecho sus deberes siguiendo su acostumbrado método científico: “la
tecnología, como el desarrollismo industrial y el crecimiento
imparable, no son buenos ni malos en sí mismos, todo
depende del uso que hagamos”, ¿quienes?, ¿nosotros?...¿quienes,
si no, usan y consumen la tecnología científica?
Así que, por decreto, nosotros somos responsables del posible mal uso de la tecnología, como de sus consecuencias. Véanse, por ejemplo, lo que hacemos con los pequeños drones voladores o con los gigantescos molinos eólicos, los de la Transición Energética.
Lo mismo sirven los drones para descubrir la arqueología de civilizaciones antiguas y para hacer maravillosos vídeos de National Geographic, sobre los paisajes de la Tierra, que para provocar colosales incendios, o para destruir presas hidráulicas y ciudades enteras, sin contar los muertos por efectos colaterales.
Y al igual nos sucede con los molinos “verdes” pintados de blanco inocente: esos molinillos de doscientos metros clavados en tierra que nos habrán de salvar de los perversos efectos del cambio climático previamente provocado por el mismo método político-científico-tecnológico que ahora desea “salvarnos” ecológicamente. Y no solo a nosotros, a sus usuarios cautivos, también quiere salvar al Planeta en su conjunto.
Ya lo dicen hasta los del Partido Verde alemán: quizá deberíamos volver a la energía nuclear, que bien utilizada no tiene por qué reventar como por accidente pasara en Fukushima (2011) y antes en Chernobyl (1986), ni servir necesariamente para destruir ciudades, como sucediera en 1945, los días 6 y 9 de agosto respectivamente, con Hiroshima o Nagasaki, donde por un simple mal uso, murieron cerca de trescientas mil personas.
Entre otros poemas, el libro de Daniel Bellón dice éstos :
Nos dicen: el peor enemigo
es el interno.
Por eso debe ser que los nanobots
del enemigo nos destrozan
de adentro afuera
y los propios nos reconstruyen
de afuera a
adentro
y en cada proceso
algo se pierde,
algo que no
sabemos
qué es
pero
que
de algún modo
sentimos
y entonces nos dan más pastillas.
Una vez más arden las redes
y yo aquí
con un arma
tan lejos del jefe de propaganda
No hay más que sentir el dolor programado de Henry, “el robot sexual con pene regulable que también recita poesía”. Se explica en el libro que Henry no es el primer muñeco sexual, que ya hubo otros precedentes y que éste se supone alimentado por una inmensa base de datos. Pero es el poeta, porque solo a él se le podía ocurrir, quien realmente piensa que el robot Henry pudiera ser capaz de hacer sus propios poemas, poemas de amor y desamor, con la persona propietaria. El autor anota entre paréntesis: "que el robot sea morfológicamente masculino no implica que su target comercial fuese únicamente femenino".
Solo unas muestras de lo que puede llegar a “sentir” Henry, tras ser programado:
Hardware/Software
Admiras mi hardware:
los músculos marcados
sin excesos horteras,
mi tenso
definido
abdomen,
el brillo
de mis ojos
casi humano.
Pero adoras mi software
programado
para amarte.
Unboxing
Te amé desde tus uñas rasgando mi envoltorio
y amé tu soledad y tu miedo al desastre
que me trajo hasta ti.
Amé tus heridas ocultas,
los rasguños del tiempo en tu piel
y la rabia con que a veces
me azotas hasta dañarte.
Amé el temblor de tus yemas
que captan mis sensores
tu íntimo calor que los hace reaccionar.
Ya antes de salir de la caja era tuyo
y tuyo seré hasta mi destino
en alguna cinta de reciclaje
de material electrónico.
Visita
Hoy tienes visita.
Me escondes,
me arrinconas.
Volverás.
Me permitirá el autor de estos poemas que yo añada aquí uno propio, necesariamente no programado, el poema que
más me duele en estos días:
Aislado me siento por tecnológico decreto
entre una masa de aislados solitarios
robots transgénicos
soldados que un día fueron civiles
vecindades y amistades
conmigo y entre sí.
Qué solo me siento.
Solo un uno
cuantificado entre siete millones de otros.
Triste sano imputado en masa
por ignorante e insolidario...
¡Qué dolor habré de sentir por el futuro
para que me parezcan buenos
aquellos malos tiempos!