martes, 14 de septiembre de 2021

BALADA PROGRAMADA

Ilustración de José David Morales, para la cubierta del libro "La balada de los drones",        editado por "Ediciones El Transbordador", del que es autor Daniel Bellón

 

Si la física cuántica sirve para algo es para descubrirnos que la realidad es más compleja de lo que pensábamos hasta hace bien poco. Porque incluye también  las relaciones entre los cuerpos y sus consecuencias, que siempre remiten al futuro y nunca al pasado, por más que nos pese, nunca a las causas: por razón de que viajan en la misma dirección del tiempo. 

Incluso nos descubre que la mirada del observador también forma parte de su siempre cambiante consistencia. ¿Qué, si no, es lo que llamamos vida?, sino ánimo o ánima, cuerpos con movimiento por sí, autónomo actuar de cuerpos cambiantes, en permanente relación y mutación, cuerpos que se buscan, todo eso que los diferencia (eso sí, solo por un breve tiempo) de la materia inerte que, por otra parte, también cambia y se desmenuza como la vida misma, sumisa a la común ley de la Entropía, pero que lo hace mucho más despacio, a su cósmico ritmo, sin la aceleración y sin la prisa que acucia a los cuerpos vivos.

Hasta ahí sabemos. Y ya veremos lo que descubrimos más adelante, cuando la inteligencia que  piensa cosas como ésta sea sustituida por otra artificial y programada para no dudar; y más aún, para no sufrir pensando en el exiguo límite de la propia existencia...qué bonito sueño el prometido por la Gran Transición Tecnológica: pensar y soñar solo cosas agradables, no sufrir más por enfermedad o por desengaños amorosos, ni por la subida del coste de la vida.

 

Acabo de leer un librito de poemas titulado “La balada de los drones y otros poemas de la Gran Transición (poemas rescatados desde uno de nuestros futuros posibles)” en el que su autor, Daniel Bellón, poeta canario y ciberpunk, intenta responder a la pregunta ¿qué Transición? con esta respuesta: “la que estamos viviendo, del dominio de la inteligencia humana hacia la eclosión y tal vez imperio de la inteligencia artificial, que en su desarrollo no deja de preguntarnos sobre la naturaleza de nuestra propia inteligencia, de nuestra identidad como seres humanos”.

Curiosa palabra esta balada, que viene del “balar”, lo mismo de un cantautor solitario que del coro de una orquesta filarmónica o que de un rebaño de ovejas, que también balan su propia balada sinfónica.Y balar como “disparo de balas", lo mismo canciones y poemas que munición de calibre convencional y proporcional a la diana elegida, sea ésta de paja, de cartón o de piel que bien pudiera ser humana.

El campo está convenientemente abonado, la Ciencia Política ha hecho sus deberes siguiendo su acostumbrado método científico: “la tecnología, como el desarrollismo industrial y el crecimiento imparable, no son buenos ni malos en sí mismos, todo depende del uso que hagamos”, ¿quienes?, ¿nosotros?...¿quienes, si no, usan y consumen la tecnología científica?

Así que, por decreto, nosotros somos responsables del posible mal uso de la tecnología, como de sus consecuencias. Véanse, por ejemplo, lo que hacemos con los pequeños drones voladores o con los gigantescos molinos eólicos, los de la Transición Energética. 

Lo mismo sirven los drones para descubrir la arqueología de civilizaciones antiguas y para hacer maravillosos vídeos de National Geographic, sobre los paisajes de la Tierra, que para provocar colosales incendios, o para destruir presas hidráulicas y ciudades enteras, sin contar los muertos por efectos colaterales. 

Y al igual nos sucede con los molinos “verdes” pintados de blanco inocente: esos molinillos de doscientos metros clavados en tierra que nos habrán de salvar de los perversos efectos del cambio climático previamente provocado por el mismo método político-científico-tecnológico que ahora desea “salvarnos” ecológicamente. Y no solo a nosotros, a sus usuarios cautivos, también quiere salvar al Planeta en su conjunto.

Ya lo dicen hasta los del Partido Verde alemán: quizá deberíamos volver a la energía nuclear, que bien utilizada no tiene por qué reventar como por accidente pasara en Fukushima (2011) y antes en Chernobyl (1986), ni servir necesariamente para destruir ciudades, como sucediera en 1945, los días 6 y 9 de agosto respectivamente, con Hiroshima o Nagasaki, donde por un simple mal uso, murieron cerca de trescientas mil personas.

 

Entre otros poemas,  el libro de Daniel Bellón dice éstos :

Nos dicen: el peor enemigo

es el interno.

Por eso debe ser que los nanobots

del enemigo nos destrozan

de adentro afuera

y los propios nos reconstruyen

de afuera a

adentro

y en cada proceso

algo se pierde,

algo que no

sabemos

qué es

pero

que

de algún modo

sentimos

y entonces nos dan más pastillas.


Una vez más arden las redes

y yo aquí

con un arma

tan lejos del jefe de propaganda

 

No hay más que sentir el dolor programado de Henry, “el robot sexual con pene regulable que también recita poesía”. Se explica en el libro que Henry no es el primer muñeco sexual, que ya hubo otros precedentes y que éste se supone alimentado por una inmensa base de datos. Pero es el poeta, porque solo a él se le podía ocurrir, quien realmente piensa que el robot Henry pudiera ser capaz de hacer sus propios poemas, poemas de amor y desamor, con la persona propietaria. El autor anota entre paréntesis: "que el robot sea morfológicamente masculino no implica que su target comercial fuese únicamente femenino". 

Solo unas muestras de lo que puede llegar a “sentir” Henry, tras ser programado:

Hardware/Software

Admiras mi hardware:

los músculos marcados

sin excesos horteras,

mi tenso

definido

abdomen,

el brillo

de mis ojos

casi humano.

Pero adoras mi software

programado

para amarte.

 

Unboxing

Te amé desde tus uñas rasgando mi envoltorio

y amé tu soledad y tu miedo al desastre

que me trajo hasta ti.

Amé tus heridas ocultas,

los rasguños del tiempo en tu piel

y la rabia con que a veces

me azotas hasta dañarte.

Amé el temblor de tus yemas

que captan mis sensores

tu íntimo calor que los hace reaccionar.

Ya antes de salir de la caja era tuyo

y tuyo seré hasta mi destino

en alguna cinta de reciclaje

de material electrónico.


Visita

Hoy tienes visita.

Me escondes,

me arrinconas.

Volverás.


Me permitirá el autor de estos poemas que yo añada aquí uno propio, necesariamente no programado, el poema que

más me duele en estos días:

Aislado me siento por tecnológico decreto

entre una masa de aislados  solitarios 

robots transgénicos

soldados que un día fueron civiles 

vecindades y amistades 

conmigo y entre sí.

Qué solo me siento.

Solo un uno

cuantificado entre siete millones de otros.

Triste sano imputado en masa

por ignorante e insolidario...

 

¡Qué dolor habré de sentir por el futuro

 para que me parezcan buenos

aquellos malos tiempos!


lunes, 13 de septiembre de 2021

POR CAMINAYO Y OTROS AFORTUNADOS OLVIDOS

CUADERNO DE CAMINERÍA

POR CAMINAYO Y OTROS  AFORTUNADOS OLVIDOS


 En el libro "Hadas" de Jesús Callejo se cuenta: "... en el puerto de Pandetrave, junto al arroyo Mostajal, dicen que verse no se ven, pero se oye a las janas cantar con el acorde y acompañamiento de las aguas y del viento en el hayedo del otro lado del valle del Puerma. Por su parte, en Caminayo (aldea de seis vecinos y veintidós habitantes) existe una hermosa tradición sobre estos seres femeninos. Ya el nombre de Caminayo parece que tiene relación con las "Camenae" (las camenas) ninfas de las fuentes parecidas a las musas, que tenían su santuario cerca de la puerta Capena, en una de las siete colinas de Roma. Se asegura por los "bajinis" que hay una jana encantada en las cuevas de caliza de Caminayo que guarda celosamente un tesoro consistente en dos escudillas de oro, esperando a ser desencantada en alguna noche sanjuanera".

Antonio Gamoneda


El caso es que ayer fue un día de esos que uno no puede resistirse a calificar de "perfecto". Queríamos volver, tras varios años de ausencia, a perdernos por las vecinas Tierras de Valderrueda, que al occidente lindan - por Guardo y Velilla - con nuestra Montaña Palentina. En el camino a Guardo suena en la radio la voz de Antonio Gamoneda, el poeta leonés y universal. No puede ser casualidad. Suena con su lúcida y asentada palabra, con noventa años de historia, fruto, sin duda, de ese  trabajo que consiste en devastar cada palabra hasta sacar de su entraña el sentido poético que pueda redimirla de su vacuo y confuso significado ordinario, producto de oficiales decretos. "Las grandes ciudades son unas salvajadas", decía, entre otras cosas no menos sensatas, el poeta de aquel Blues Castellano que prohibiera la censura franquista. Mientras íbamos camino de Caminayo.


Todo el valle de Valderrueda es una gloria de bosques y montes libres de armatostes eólicos, esa forma de salvajada industrial y urbana empeñada en llenar de chatarra el solar de la Iberia rural, que dicen "vacía". Llegando a Morgovejo una carretera estrecha arranca para subir a Caminayo, por entre las  agradecidas sombras  de tupidos hayedos mezclados con robledales. Y entrando a pie, lo primero que me llama la atención es una flecha amarilla que indica la dirección a seguir por aquellos peregrinos que se atrevan a hacer esta etapa del Camino Olvidado hasta Puente Almuhey, acompañados, ya en el valle, por las aguas del río Cea, por aquí todavía cantarinas y briosas. La flecha parece apuntar a la solitaria cima de Peñacorada (1.885 metros), una de esas montañas que en su aislamiento  encuentra renombre y distinción, en los márgenes de la Cordillera Cantábrica y a pesar de su modesta altitud.

Las calles de esta aldea de Caminayo llaman la atención nada más entrar, al igual que su cuidado caserío, disperso y escalonado en la ladera boscosa. Cuando por las calles de un pueblo hay flores en jardineras que no son municipales porque las pone la gente que habita el pueblo, algo muy hermoso está pasando. Pues eso pasa en Caminayo. Subiendo en busca del camino que entra en el pueblo, procedente de los altos que le separan de Velilla, saludamos a un grupo de vecinos que comparten mesa y comida bajo un frondoso castaño...esto pasa en Caminayo, al menos hoy. 

 
Nos topamos con dos fuentes que son, por sí, alegría para el cuerpo sediento de cualquier caminante, más en verano y más aún, pensamos, si la sed fuera de un peregrino llegado a este rincón del mundo tras cruzar con fatiga los montes que  separan tanto como comunican a Caminayo con Besande y Velilla del Río Carrión.
Una de esa fuentes es un prodigio de ingenio y arte popular: un recuenco en forma de pico tallado en una piedra de arenisca, que vierte su doble chorro por dos agujeros laterales...ingenio y estética campesina, que si la conocieran se la disputarían los mejores museos de arte contemporáneo.
 
 
Desde que llegamos a Caminayo nos acompañó un perro tan grande como manso, que solo  se separa de nosotros cuando subimos al campanario de la iglesia, por una escalera aérea que, al parecer  no es del agrado de ese perrazo fiel, al que ya le cogimos cariño. Estamos seguros de que la próxima vez que vengamos a Caminayo, nos recordará como nosotros a él.
 
 
 
Afuera del pórtico del Concejo, una ventana mete algo de luz al interior de la iglesia y nos cuenta, con un relieve de concha marina, su vieja relación con los caminantes peregrinos, que viene de siglos. Al lado, una curiosa campana colgada de un arco de acero y una mención grabada en piedra, al cura don Benito Andrade, quien pusiera las viejas campanas en 1792, suponemos que pagadas por los vecinos de entonces.
 

 
Las nuevas campanas, hechas en Saldaña, lucen con orgullo su pertenencia a la villa de Caminayo

Y junto a la iglesia, el hermoso y remozado lavadero-mentidero con todos sus chorros en activo, en un paraje idílico, junto al Camino de los peregrinos que desciende por entre hayas y robles  hasta Morgovejo.

Nos acercamos a conocer por dónde entra en Caminayo el Camino que viene de Velilla del Río Carrión cruzando la montaña.

Cuando ya salíamos del pueblo, en medio del silencio de las calles vacías, nos cruzamos con un vecino muy amable, con el que enseguida entablamos conversación, no sin antes invitarnos a probar las endrinas que venía de recoger. Le contamos de donde veníamos  y que estábamos preparando el recorrido que haremos con más gente  por esta etapa del Camino Olvidado. Nos dijo que había sido minero y que los de Caminayo entraban por aquí a la misma mina de carbón por la que los de Velilla entraban por el otro lado de la montaña. Que ya no quedaba ni un ganadero y que la poca gente que queda se llevaba muy bien. Le dijimos que eso se nota nada más entrar en el pueblo. Enseguida se sumaron a la conversación dos paisanos más y luego una paisana, con lo que hicimos un corro. Adiós, hasta más vernos, será pronto, cuando vengamos a hacer la travesía de Velilla a Caminayo, por este olvidado Camino.

Apenas despedirnos, en la fachada de una casa que  nos parece deshabitada y  más un bar que vivienda, nos sorprende la gráfica memoria del "vexu kamin" de los peregrinos altomedievales, que así se recuerda en este lugar de Caminayo, "nel faular das xentes d'eiqui".


Bajando por la carretera de Caminayo a Morgovejo no pudimos por menos que parar a fisgar la entrada de algunas de las muchas cuevas que nos pareció ver cuando subíamos por la mañana. Una parada en la primera que vimos, con un cartel que dice "Cueva de la vieja del monte". Se guarda en ella un pequeño cofre que no abrimos, pensando que ya no contiene las dos escudillas de oro de la leyenda y que ahora se refiere a la tradición popular  que corriera por estos valles hasta cercanos tiempos menos industriales, la de aquella ninfa mitológica que venida a menos se quedara en "vieja del monte"; la misma vieja  medio bruja que servía para meterles el miedo en el cuerpo a los niños traviesos de muchos pueblos, la misma "vejanera" de los carnavales de Silió en Cantabria y que la nuestra "viejanera" del endroido de Aguilar de Campoo, el carnaval de zamarrones y mascaritos.




Ya en carretera y pasado Morgovejo, llamó nuestra atención un puente de alto porte, que sirve para cruzar el curso del Cea por un camino rural que   bien se merece un puente así de elegante.


Y no me acordaba de que en Prioro aún conservan algunos de los hórreos tradicionales, que son propiamente leoneses y no gallegos, como se tiende a pensar.

Un día perfecto, que  al atardecer, bajando el puerto de Monteviejo y ya cerca de Besande, nos mostraba esta maravilla de montaña perfecta que es nuestro Espigüete, al que vemos por su alba cara oeste, la que mira a las vecinas tierras de la montaña leonesa. ¡Qué bien!... qué buena idea la de ir hoy a Caminayo.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

LA CUESTIÓN NACIONAL

 
 Del blog de Karlos Luckas " (Conciencia, libertad y revolución Integral)
 LA "CUESTIÓN NACIONAL" ES LA CUESTIÓN DE LA REVOLUCIÓN. ENFRENTARSE AL PARADIGMA DE LA MODERNIDAD NACIONALISTA, DOS MUESTRAS:  
 
Una entrevista a Sozdar Avesta, miembro del Comité General Presidencial de la Unión de Comunidades del Kurdistán. (Publicado en "KOMELA HEVALTIYA KURD U BASK" / SOLIDARIDAD CON KURDISTÁN)

2. El PROBLEMA con el NACIONALISMO, la Religión del Estado
(Vídeo de Café KYOTO) 

miércoles, 1 de septiembre de 2021

LA INDUSTRIA EÓLICA Y SOLAR, SU NATURALEZA DELICTIVA

 


Los polígonos eólicos prefieren los bordes de las altas parameras y, mejor aún, los cordales de las montañas. Evitan las tierras bajas y llanas, porque en los altos de las montañas y en los bordes de las parameras el viento es más fuerte y constante, intensificado por las corrientes ascendentes que se producen en el choque de las masas de aire contra las laderas y por el gradiente de temperatura. En los bajos y llanos se concentra la propiedad privada, por ser terrenos agrícolas más productivos, mientras que en las montañas y altos páramos, agrícolamente menos productivos, se localiza lo que aún queda del antiguo comunal. A la industria solar le sirven mejor los terrenos llanos, donde los relieves no producen sombra y, por tanto, la luz solar les llega de forma plena. Las montañas son el último reducto de los bienes comunales que han logrado sobrevivir a su histórico y sistemático expolio, en nuestro caso por el Estado Español, bien directamente o bien a través de instituciones subordinadas, que en la actualidad son los gobiernos municipales y regionales, mal llamados autonómicos.

Desde las primeras desamortizaciones datadas a comienzos del siglo XIX -seguidamente a la Constitución del moderno Estado Español por las Cortes liberales celebradas en Cádiz (1)-, el Estado Español viene cometiendo un flagrante y continuado delito de usurpación y robo contra las comunidades rurales, propietarias de las ancestrales tierras comunales cuyo origen comunal se remonta a los siglos altomedievales, tras la desaparición del Estado imperial romano. La finalidad de este delito estatal de expropiación comunal nunca fue otro que la privatización de los comunales, junto a la recaudación de tributos que sirven al sostenimiento del aparato estatal.

Este delito no ha cesado, continúa activo en nuestros días y en la actualidad está a punto de perpretarse la aniquilación definitiva de los últimos bienes comunales que resisten en las montañas, mediante una masiva implantación de polígonos industriales de naturaleza nítidamente delictiva. Me refiero al Plan de Transición Energética, con el que se quiere llenar de aberrantes “molinos de viento” los altos de las montañas y los bordes de las altas parameras.

Sin olvidar la aberración ecológica, social, estética, económica y científica que suponen estos polígonos industriales - incluso considerados desde su propia y absurda lógica estatal-capitalista, vestida de “energética”, "progresista" y “ecológica”-, lo que me importa aquí y ahora es su naturaleza esencialmente delictiva. 

Los particulares que vendan o arrienden sus parcelas agrícolas para instalar polígonos solares están en su “derecho”, el que les permite la canalla ley del Mercado, que permite convertir la tierra en mercancía y, por tanto, en dinero, capital acumulable...capitalismo “normal” en un mundo donde predomina la ley de la selva; podemos pensar que se trata de un delito contra la ecología y la humanidad, pero por ahora no hay quien lo juzgue y castigue, menos aún quien lo revierta. No hemos llegado a calcular sus consecuencias a pesar de que ya las estamos pagando. Pronto serán bien obvias, cuando esté bien claro que las crisis ecológicas, climáticas y energéticas, son el despliegue de una única crisis de civilización, desencadenada por el aparato capital-estado que ha llegado a concentrar todo el poder económico y político.

¿Qtiene de especial el caso de los polígonos de la industria eólica, que masivamente se quiere implantar sobre las montañas y las altas parameras?: la naturaleza “comunal” de estas tierras. Por eso que los ayuntamientos y juntas vecinales que lleguen a firmar contratos de arrendamiento o venta con las empresas energéticas promotoras de estas industrias han de saber que firmando cometen delito. Los bienes comunales son (y la propia Constitución del Estado Español no ha podido taparlo) "bienes inalienables, inembargables e imprescriptibles, además de libres de todo tributo al Estado", según se concreta en el artículo 80 de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local. Arrendar pastos o sacas de madera no es lo mismo que hacerlo para algo que será irreversible y que sentencia la pérdida del comunal para siempre. La madera se regenera, igual que la hierba que come el ganado, mientras que los molinos de más de cien metros de chatarra se comen el paisaje, contribuyen a su destrucción y no a su regeneración. El paisaje a nadie pertenece, es un comunal universal, no es propiedad de una Junta vecinal, de un Ayuntamiento o un Ministerio y, menos aún, de una empresa.

Lo pertinente y urgente ahora, frente a la amenaza de invasión por la industria eólica, es visibilizar y denunciar la naturaleza delictiva de los contratos que puedan firmar juntas vecinales y ayuntamientos, tomando decisiones irreversibles sobre bienes comunales que no son propiedad de quienes firmen en cada pueblo esos contratos, porque esos bienes no son suyos, que por ser comunales pertenecen también a sus descendientes, en cuyo nombre no pueden firmar, ni falsificar su firma, sin cometer delito. Habrá quien diga que los contratos son temporales y que la situación es reversible, porque los molinos, aunque tengan 200 metros, siempre se podrán desmontar, pero eso no se lo creen ni ellos. Se sabe que tal argumento no responde a la verdad y que no es comparable con arrendar el pasto o la extracción de madera; con estos polígonos industriales el paisaje quedará alterado para siempre, por una cantidad de años que siempre excederá a lo que figure en el contrato.

No todo vale a cambio de dinero. Además de un mal negocio, quienes firmen estos contratos estarán cometiendo un triple delito: contra la Constitución que tanto dicen respetar, contra la herencia de sabiduría legada por sus predecesores, padres y abuelos que supieron tratar y servirse de la naturaleza con inteligencia y respeto, y también cometerán delito contra sus propios descendientes, a los que les estarán robando los bienes que por ser comunales también les pertenecen. Lleno el paisaje de gigantescos molinos, sus casas y sus tierras no es que pierdan valor, es que ya no valdrán nada, porque nadie querrá vivir en esos pueblos. Habrán sido cómplices de la extinción definitiva de los bienes comunales, del vaciamiento y muerte definitiva del mundo rural y, más concretamente, serán responsables de la muerte de su propio pueblo. Y todo por un plato de lentejas. 

 

Nota: (1) Las primeras desamortizaciones se produjeron en 1836, durante la regencia de María Cristina, y fueron impulsadas por el ministro Mendizábal.


martes, 31 de agosto de 2021

MI CASERO MÉTODO CIENTÍFICO

Se ha puesto de moda, entre conferenciantes, empezar sus comunicaciones con un manifiesto de humildad; así, es muy frecuente que al comienzo digan: “tengo más preguntas que respuestas”, expresión que casi siempre viene a ser un modo de curarse en salud para evitar comprometerse más de la cuenta. Podrá ser auténtica o falsa humildad, habrá de todo. En mi caso, no siendo conferenciante habitual, ni menos aún profesional, para comenzar esta comunicación anunciaré que lo que aquí voy a decir son solo aquellas preguntas para las que tengo respuesta, las otras me las guardo para otras ocasiones. Sé que pudiera parecer falta de humildad y, por si así fuera, anuncio que todas las respuestas que diré son provisionales y mejorables, lo digo de acuerdo con mi propio sentido de la humildad, pero, sobre todo, de acuerdo con mi propio método científico, por el que pienso que el propósito de toda ciencia o búsqueda de conocimiento es encontrar a cada pregunta una explicación que sea mejor que la anterior. Pudiera parecer que ésto es lo mismo que la Ciencia oficial denomina “paradigma”, pero no siempre es así. Soy perfectamente consciente de que para la Ciencia “oficial” todo lo que yo pueda decir no es ciencia, sólo es opinión. Para esa Ciencia la búsqueda de conocimiento ha de ser “profesional”,  quien no sea de profesión científico podrá tener opinión pero no Conocimiento, así, con mayúsculas. Esta costumbre ya me da una pista sobre el pelaje ideológico de esta Ciencia oficial.

La expulsión del templo del conocimiento no afecta solo a los que somos meros “opinantes”, también afecta a muchos científicos profesionales. Valga como ejemplo lo que estamos observando durante el tiempo que dura la Pandemia: siendo imposible que no haya científicos profesionales que tuvieran explicaciones diferentes -no digo mejores- sobre las causas, consecuencia y tratamientos de la pandemia, los medios de comunicación masiva no solo no han permitido ninguna expresión de disidencia científica, sino que ésta la han sustituido, con inteligencia estratégica, por la de unos pocos “opinantes seleccionados”, concreta y mayoritariamente entre conspiranoicos y antivacunas, dando por hecho que no hay científicos “profesionales” con hipótesis diferentes a la oficial, incluso que sean contrarios a las vacunas en general y especialmente contrarios a estas vacunas. 

En su programación, todos esos medios podrían haber dejado un hueco, por pequeño que fuera, y aunque solo fuera testimonial, para evidenciar un mínimo respeto a la libertad de expresión y a la controversia científica, es decir, con respeto al mismo método científico que es exhibido en todos los frontispicios oficiales y académicos. Pero no, a lo que asistimos es a una contumaz y sistemática expresión de mensaje, teoría y pensamiento único. Y esta vez, además, con sincronización del mensaje en los medios masivos de todo el mundo, todos ellos estatales (oficiales), aunque se autodenominen públicos o privados. ¿Que sale de ojo y hasta parece obscena tanta unanimidad de los mensajes y teorías?...pues que lo parezca, parecen decir, que está bien justificado, "porque se hace para salvar vidas”

La inmensa mayoría de los receptores del mensaje sentirán que han salvado sus vidas gracias a estas vacunas. Obsérvese que antes de la vacunación masiva, la contabilidad de contagiados, enfermos, hospitalizados y fallecidos, fue exahustiva mientras que la contabilidad de los enfermos, hospitalizados y fallecidos que ya están vacunados, como fue declarada “anecdótica”, ¿para qué llevarla?


Con carácter general, toda la medicina moderna pasa a estar bajo sospecha “científica” en cuanto se comprueba, aplicando su propio método “científico”, que su objeto es el tratamiento de la enfermedad y no el cuidado de la salud, los síntomas y no las causas de la enfermedad. Cualquiera sabe que si en nuestra casa vemos cucarachas éstas andarán por donde hay desperdicios orgánicos y que, por eso, nuestro “problema” no son las cucarachas sino los desperdicios, la basura. Las cucarachas son la consecuencia, no son el problema. Ésto, que lo sabe cualquiera, es ignorado por la ciencia médica oficial. Con orgullosa y sistemática exhibición de su ignorancia, se dedica esta Ciencia a recetar medicamentos contra las “cucarachas”, con olvido de la basura, de toda la toxicidad industrial que nos tragamos al respirar y al comer, además de los tóxicos inmateriales que a diario invaden nuestros cuerpos a través de los sentidos. ¿Cómo esperar de esta Ciencia oficial que se ocupe en encontrar vacunas contra toda esa basura y, de paso, contra su propia ignorancia sistémica?

Este sencillo ejemplo de sentido común, en ningún caso será tenido en cuenta por la ciencia médica oficial, más bien será despreciado por no ser “profesional” ni atenerse al método y, por tanto, siempre será oficialmente considerado como mera ocurrencia u opinión, “acientífica” en todo caso. Sin duda que tenemos un problema real, y muy grande, con ésto que llamamos Ciencia “profesional”, más aún si además de profesional es la “oficial”, cuyos mensajes de conocimiento nos son trasmitidos por los medios de comunicación estatales y/o empresariales, los emanados de “la comunidad científica”, esa mágica entidad abstracta representada en los medios por unos pocos “profesionales” a sueldo de Institutos científicos estatales y de laboratorios propiedad de grandes corporaciones empresariales, industriales y financieras.

Por otra parte, fijémonos que en el lenguaje, que sin duda es la capacidad más propiamente humana, cabe todo, igual lo real que lo imaginario. Habitualmente pensamos que pensar y decir es algo que precede al hacer, pero que no es exactamente un  “hacer.” Parece que no tenemos muy claro si pensar, decir o escribir, son “hechos” en sí mismos. Una expresión popular dice que “del dicho al hecho hay un trecho”, sentenciando esta duda que acabo de mencionar; pero es indiscutible que pensar, decir y escribir, de algún modo consideramos que son “hechos”. La duda al respecto proviene de que el contenido de tales hechos -pensar, decir o escribir- son solo “ideas”, algo inmaterial, mientras que los hechos-hechos son realizaciones, la materialidad de las ideas, algo sustancialmente diferente a las ideas. Parece sencillo, pero no lo es. Lo que enuncia la citada expresión popular, lo que consideramos como “de sentido común”, resulta ser asunto mucho más complejo de lo que pudiera parecer a primera vista. Una buena explicación (recordemos que ese es el objeto del conocimiento), tendría que abarcar: la idea pensada y el hecho realizado junto con todo el proceso que media entre lo pensado, lo dicho y lo hecho, además de causas y consecuencias...sin duda, algo muy complejo.

Me he dado cuenta de que lo que le sucede a la Ciencia médica tiene gran parecido con lo que le pasa a la Ciencia histórica: que también se concentra casi exclusivamente en los “hechos” y, como aquella, también tiende a ignorar el proceso por el que los hechos pudieran tener, o no, relación de causa o consecuencia con hechos, ideas y discursos previos. Una buena ciencia histórica no pasaría por alto investigar los procesos por los que una idea puede llegar a realizarse en un hecho “histórico”.

Empecé a pensar ésto cuando leí lo que decía el historiador Jacques le Goff acerca de las “mentalidades” y su importancia para el conocimiento histórico. Las mentalidades como ideas que consiguen hacerse virales, por medios que pueden ser muy diferentes y que también tendrían mucho que ver con las concretas circunstancias sociales en las que surgen tales ideas, hasta conformarse como “pensamiento colectivo”, compartido por una mayoría social, que acaba por condicionar y hasta determinar los hechos, la realidad social.

Tiempo después, leyendo a Ilya Progagine, el que fuera premio nóbel de Física y uno de esos curiosos físicos dados a la filosofía, me ayudó a comprender que mi propio método de conocimiento, el que yo mismo tenía por intuitivo y “casero”, no iba tan descaminado. Me ayudó a entender por qué ese método me llevaba, casi siempre, a un conocimiento de la realidad tan distante del transmitido por la Ciencia oficial. La lectura concreta a la que me refiero es sobre aquello que Progagine decía al respecto del tiempo, ese asunto que ha generado tantos paradigmas y que tantos devaneos les viene causando a los científicos desde hace siglos. Progagine decía que toda persona del común, aún ignorando todos los paradigmas sobre el tiempo, sabe que éste, sea lo que el tiempo sea, es algo irreversible, sabe cualquier individuo que lo que sucede hoy, ni pudo suceder ayer, ni puede suceder mañana.

Mi método casero no se atiene ni conforma solo con este sentido común, porque he observado que, en no pocas ocasiones, tiene su origen en las “mentalidades” a las que se refería Le Goff, en ese pensamiento colectivo y viral que puede ser creado, inducido y hasta impuesto por quien tenga los medios y el poder para hacerlo. Por eso que mi método tome sus precauciones al respecto del sentido común, al tiempo que también guarda respeto por el estudio de la historia, como de las ciencias en general, para luego poner a conversar los datos de ambas partes, ciencia y sentido común. Pues bien, a esta conversación es a lo que yo llamo “mi método científico”, perfectamente practicable por cualquiera que posea un mínimo de inteligencia y profese libertad de pensamiento.

No viene de más, recordar que pensar es algo que solo puede hacerlo un único cerebro y que, por tanto, si admitimos que un “cerebro colectivo” no existe, que es algo imaginario, convendremos que tampoco puede darse ningún “pensamiento colectivo” que, objetiva y científicamente, éste es "otra cosa", algo que perfectamente podríamos denominar “mentalidades”, con el sentido que decía Le Goff.

Así pues, mi modesto método de conocimiento -casero sí, pero no menos científico- poco a poco me va permitiendo encontrar mejores respuestas o explicaciones a las preguntas que nos asolan en estos convulsos tiempos de la Modernidad tardía; mejores explicaciones que apuntan a la urgente necesidad de un cambio radical de paradigma, uno que nos sirva al común de las gentes para superar el Imaginario moderno, su entramado ideológico y su correspondiente Relato oficial, “profesional y científico”, el mismo que se nos va desvelando en su pobreza científica, como en su interesada y totalitaria idea del “Progreso”.

Por fortuna, hay cada vez más científicos disidentes, incluso los hay que ya piensan en integrar el sentido común en su método científico. Enhorabuena por reintegrarse a la humanidad, por abandonar las aulas y laboratorios instalados en el silencio teórico de las esferas, por empezar a destapar la carencia de sentido humano de una Ciencia, oficial y profesional, que condiciona su método a la ganancia en los Mercados y, casi siempre, al servicio del Estado.