martes, 31 de agosto de 2021

MI CASERO MÉTODO CIENTÍFICO

Se ha puesto de moda, entre conferenciantes, empezar sus comunicaciones con un manifiesto de humildad; así, es muy frecuente que al comienzo digan: “tengo más preguntas que respuestas”, expresión que casi siempre viene a ser un modo de curarse en salud para evitar comprometerse más de la cuenta. Podrá ser auténtica o falsa humildad, habrá de todo. En mi caso, no siendo conferenciante habitual, ni menos aún profesional, para comenzar esta comunicación anunciaré que lo que aquí voy a decir son solo aquellas preguntas para las que tengo respuesta, las otras me las guardo para otras ocasiones. Sé que pudiera parecer falta de humildad y, por si así fuera, anuncio que todas las respuestas que diré son provisionales y mejorables, lo digo de acuerdo con mi propio sentido de la humildad, pero, sobre todo, de acuerdo con mi propio método científico, por el que pienso que el propósito de toda ciencia o búsqueda de conocimiento es encontrar a cada pregunta una explicación que sea mejor que la anterior. Pudiera parecer que ésto es lo mismo que la Ciencia oficial denomina “paradigma”, pero no siempre es así. Soy perfectamente consciente de que para la Ciencia “oficial” todo lo que yo pueda decir no es ciencia, sólo es opinión. Para esa Ciencia la búsqueda de conocimiento ha de ser “profesional”,  quien no sea de profesión científico podrá tener opinión pero no Conocimiento, así, con mayúsculas. Esta costumbre ya me da una pista sobre el pelaje ideológico de esta Ciencia oficial.

La expulsión del templo del conocimiento no afecta solo a los que somos meros “opinantes”, también afecta a muchos científicos profesionales. Valga como ejemplo lo que estamos observando durante el tiempo que dura la Pandemia: siendo imposible que no haya científicos profesionales que tuvieran explicaciones diferentes -no digo mejores- sobre las causas, consecuencia y tratamientos de la pandemia, los medios de comunicación masiva no solo no han permitido ninguna expresión de disidencia científica, sino que ésta la han sustituido, con inteligencia estratégica, por la de unos pocos “opinantes seleccionados”, concreta y mayoritariamente entre conspiranoicos y antivacunas, dando por hecho que no hay científicos “profesionales” con hipótesis diferentes a la oficial, incluso que sean contrarios a las vacunas en general y especialmente contrarios a estas vacunas. 

En su programación, todos esos medios podrían haber dejado un hueco, por pequeño que fuera, y aunque solo fuera testimonial, para evidenciar un mínimo respeto a la libertad de expresión y a la controversia científica, es decir, con respeto al mismo método científico que es exhibido en todos los frontispicios oficiales y académicos. Pero no, a lo que asistimos es a una contumaz y sistemática expresión de mensaje, teoría y pensamiento único. Y esta vez, además, con sincronización del mensaje en los medios masivos de todo el mundo, todos ellos estatales (oficiales), aunque se autodenominen públicos o privados. ¿Que sale de ojo y hasta parece obscena tanta unanimidad de los mensajes y teorías?...pues que lo parezca, parecen decir, que está bien justificado, "porque se hace para salvar vidas”

La inmensa mayoría de los receptores del mensaje sentirán que han salvado sus vidas gracias a estas vacunas. Obsérvese que antes de la vacunación masiva, la contabilidad de contagiados, enfermos, hospitalizados y fallecidos, fue exahustiva mientras que la contabilidad de los enfermos, hospitalizados y fallecidos que ya están vacunados, como fue declarada “anecdótica”, ¿para qué llevarla?


Con carácter general, toda la medicina moderna pasa a estar bajo sospecha “científica” en cuanto se comprueba, aplicando su propio método “científico”, que su objeto es el tratamiento de la enfermedad y no el cuidado de la salud, los síntomas y no las causas de la enfermedad. Cualquiera sabe que si en nuestra casa vemos cucarachas éstas andarán por donde hay desperdicios orgánicos y que, por eso, nuestro “problema” no son las cucarachas sino los desperdicios, la basura. Las cucarachas son la consecuencia, no son el problema. Ésto, que lo sabe cualquiera, es ignorado por la ciencia médica oficial. Con orgullosa y sistemática exhibición de su ignorancia, se dedica esta Ciencia a recetar medicamentos contra las “cucarachas”, con olvido de la basura, de toda la toxicidad industrial que nos tragamos al respirar y al comer, además de los tóxicos inmateriales que a diario invaden nuestros cuerpos a través de los sentidos. ¿Cómo esperar de esta Ciencia oficial que se ocupe en encontrar vacunas contra toda esa basura y, de paso, contra su propia ignorancia sistémica?

Este sencillo ejemplo de sentido común, en ningún caso será tenido en cuenta por la ciencia médica oficial, más bien será despreciado por no ser “profesional” ni atenerse al método y, por tanto, siempre será oficialmente considerado como mera ocurrencia u opinión, “acientífica” en todo caso. Sin duda que tenemos un problema real, y muy grande, con ésto que llamamos Ciencia “profesional”, más aún si además de profesional es la “oficial”, cuyos mensajes de conocimiento nos son trasmitidos por los medios de comunicación estatales y/o empresariales, los emanados de “la comunidad científica”, esa mágica entidad abstracta representada en los medios por unos pocos “profesionales” a sueldo de Institutos científicos estatales y de laboratorios propiedad de grandes corporaciones empresariales, industriales y financieras.

Por otra parte, fijémonos que en el lenguaje, que sin duda es la capacidad más propiamente humana, cabe todo, igual lo real que lo imaginario. Habitualmente pensamos que pensar y decir es algo que precede al hacer, pero que no es exactamente un  “hacer.” Parece que no tenemos muy claro si pensar, decir o escribir, son “hechos” en sí mismos. Una expresión popular dice que “del dicho al hecho hay un trecho”, sentenciando esta duda que acabo de mencionar; pero es indiscutible que pensar, decir y escribir, de algún modo consideramos que son “hechos”. La duda al respecto proviene de que el contenido de tales hechos -pensar, decir o escribir- son solo “ideas”, algo inmaterial, mientras que los hechos-hechos son realizaciones, la materialidad de las ideas, algo sustancialmente diferente a las ideas. Parece sencillo, pero no lo es. Lo que enuncia la citada expresión popular, lo que consideramos como “de sentido común”, resulta ser asunto mucho más complejo de lo que pudiera parecer a primera vista. Una buena explicación (recordemos que ese es el objeto del conocimiento), tendría que abarcar: la idea pensada y el hecho realizado junto con todo el proceso que media entre lo pensado, lo dicho y lo hecho, además de causas y consecuencias...sin duda, algo muy complejo.

Me he dado cuenta de que lo que le sucede a la Ciencia médica tiene gran parecido con lo que le pasa a la Ciencia histórica: que también se concentra casi exclusivamente en los “hechos” y, como aquella, también tiende a ignorar el proceso por el que los hechos pudieran tener, o no, relación de causa o consecuencia con hechos, ideas y discursos previos. Una buena ciencia histórica no pasaría por alto investigar los procesos por los que una idea puede llegar a realizarse en un hecho “histórico”.

Empecé a pensar ésto cuando leí lo que decía el historiador Jacques le Goff acerca de las “mentalidades” y su importancia para el conocimiento histórico. Las mentalidades como ideas que consiguen hacerse virales, por medios que pueden ser muy diferentes y que también tendrían mucho que ver con las concretas circunstancias sociales en las que surgen tales ideas, hasta conformarse como “pensamiento colectivo”, compartido por una mayoría social, que acaba por condicionar y hasta determinar los hechos, la realidad social.

Tiempo después, leyendo a Ilya Progagine, el que fuera premio nóbel de Física y uno de esos curiosos físicos dados a la filosofía, me ayudó a comprender que mi propio método de conocimiento, el que yo mismo tenía por intuitivo y “casero”, no iba tan descaminado. Me ayudó a entender por qué ese método me llevaba, casi siempre, a un conocimiento de la realidad tan distante del transmitido por la Ciencia oficial. La lectura concreta a la que me refiero es sobre aquello que Progagine decía al respecto del tiempo, ese asunto que ha generado tantos paradigmas y que tantos devaneos les viene causando a los científicos desde hace siglos. Progagine decía que toda persona del común, aún ignorando todos los paradigmas sobre el tiempo, sabe que éste, sea lo que el tiempo sea, es algo irreversible, sabe cualquier individuo que lo que sucede hoy, ni pudo suceder ayer, ni puede suceder mañana.

Mi método casero no se atiene ni conforma solo con este sentido común, porque he observado que, en no pocas ocasiones, tiene su origen en las “mentalidades” a las que se refería Le Goff, en ese pensamiento colectivo y viral que puede ser creado, inducido y hasta impuesto por quien tenga los medios y el poder para hacerlo. Por eso que mi método tome sus precauciones al respecto del sentido común, al tiempo que también guarda respeto por el estudio de la historia, como de las ciencias en general, para luego poner a conversar los datos de ambas partes, ciencia y sentido común. Pues bien, a esta conversación es a lo que yo llamo “mi método científico”, perfectamente practicable por cualquiera que posea un mínimo de inteligencia y profese libertad de pensamiento.

No viene de más, recordar que pensar es algo que solo puede hacerlo un único cerebro y que, por tanto, si admitimos que un “cerebro colectivo” no existe, que es algo imaginario, convendremos que tampoco puede darse ningún “pensamiento colectivo” que, objetiva y científicamente, éste es "otra cosa", algo que perfectamente podríamos denominar “mentalidades”, con el sentido que decía Le Goff.

Así pues, mi modesto método de conocimiento -casero sí, pero no menos científico- poco a poco me va permitiendo encontrar mejores respuestas o explicaciones a las preguntas que nos asolan en estos convulsos tiempos de la Modernidad tardía; mejores explicaciones que apuntan a la urgente necesidad de un cambio radical de paradigma, uno que nos sirva al común de las gentes para superar el Imaginario moderno, su entramado ideológico y su correspondiente Relato oficial, “profesional y científico”, el mismo que se nos va desvelando en su pobreza científica, como en su interesada y totalitaria idea del “Progreso”.

Por fortuna, hay cada vez más científicos disidentes, incluso los hay que ya piensan en integrar el sentido común en su método científico. Enhorabuena por reintegrarse a la humanidad, por abandonar las aulas y laboratorios instalados en el silencio teórico de las esferas, por empezar a destapar la carencia de sentido humano de una Ciencia, oficial y profesional, que condiciona su método a la ganancia en los Mercados y, casi siempre, al servicio del Estado.



3 comentarios:

Jesús Cubillán dijo...

Uff. muy descriptiva y buena esta reflexión sobre el pensar-hacer. Hay una batalla de ideas, un David y Goliath que luchan denodadamente por ganar un espacio (el primero) y un mantener el dominio depredador de un estilo de conocimiento (el segundo). Me gustó mucho tu discurso o la narrativa sobre tu experiencia en la construcción de conocimiento. Ya en una oportunidad había escuchado al Dr. Keshava Bhat plantear rupturas en la galaxia de la lógica científica. Saludos.

Jesús Cubillán dijo...

Ah, en cuanto a tu párrafo inicial, un poco para no responsabilizarse el "investigador" de cualquier rama, para abatir a potenciales adversarios, usa eso de "tengo más preguntas que respuestas"; así se evitan interrogaciones incómodas ante lo que están exponiendo. Eso se instaló como moda en el ámbito de las llamadas ciencias sociales, y mucho entre tesistas doctorantes. Así se evitan el sonrojo cognitivo y emocional de una posible flojera en el pensar... moda que veo desde hace al menos 20 años.

nanin dijo...

Gracias por vuestros comentarios