Considerar a la
revolución integral como parte “de la resistencia” sería un error estratégico
fatal. El lugar de quien “resiste” hemos de atribuirlo al sistema dominante,
para el que no podemos imaginar un futuro distinto a su derrota.
La
crisis actual nos ha desvelado su implicación en todas las facetas de nuestra vida,
mucho más allá de su apariencia exclusivamente económica. La gente que ha sido
capaz de identificar los fundamentos del sistema de dominación global en que
vivimos, ha empezado a cuestionarlo de manera diferente a como lo hicieron
otros movimientos sociales en tiempos pasados, en los que enfocaron su
pensamiento y acción en modo reduccionista, con finalidad exclusivamente
política y una metodología exclusivamente reformista, persiguiendo el
mejoramiento de la calidad de vida de las clases sociales más desfavorecidas,
sin cuestionar los fundamentos del sistema de dominación.