viernes, 29 de noviembre de 2013

VENEZUELA, LA IMPROBABLE REVOLUCIÓN COMUNAL

Asamblea de la Ciudad Comunal Socialista Simón Bolívar,
ubicada en el municipio Páez, en el Estado de Apure

Llevo unos años dándole vueltas a la idea de ciudad comunal, porque pienso que la organización comunal es la propia de la democracia y porque la ciudad, tal y como la conocemos hoy, es la forma de vida de la mayoría de la humanidad, la impuesta como modelo hegemónico para cumplir los fines del sistema de dominación-sumisión, como forma y contenido del sistema de poder estatal-capitalista, por lo que la ciudad contemporánea ha de ser punto de partida obligado, el objeto  para la transformación integral de nuestro futuro modo de vivir en sociedad, el que la estrategia de la revolución habrá de afrontar para, a partir de ella, construir otra forma de vida mejor, una vida con sentido.

En este mismo tiempo, en Venezuela ha cobrado fuerza la estrategia denominada de “construcción del Poder Popular” que, en teoría, supone la disolución progresiva del Estado y su sustitución por ese Poder Popular, organizado comunalmente, como agregación de comunidades territoriales autogobernadas. Los teóricos de la revolución bolivariana, conocida como “socialismo del siglo XXI”, como ya hicieron los teóricos del Partido Comunista de la URSS, suponen que las comunas -como los soviet-  harán prescindible al Estado, al que sustituirán de forma progresiva y natural cuando, en virtud de su propia fortaleza democrática, alcancen el autogobierno o, lo que es lo mismo, la verdadera democracia.


Ya sabemos el desatre sucedido en la URSS y, por lo que conocemos del “socialismo del siglo XXI”, es por lo que llegamos a intuir cuál será su desenlace, con preocupación y sin congratulación alguna. Su fracaso preparará el terreno para fortalecer, por muchas décadas, a la  oligarquía venezolana, afianzando aún más su actual poder real, y debilitará de modo irrecuperable la capacidad de recuperación y organización del pensamiento revolucionario. Con todo, he decidido ponerle atención y seguir de cerca este proceso, del que, a buen seguro, espero aprender a pesar de esa intuición que tengo sobre su más que probable fracaso, dados los comunes antecedentes teóricos y estratégicos con otros procesos revolucionarios “comunistas”;  a esos antecedentes, hay que sumar los específicos del proceso venezolano: una “revolución” improvisada en forma chapucera, sin preparación, fundamentación ni estrategia, fundamentada en un populismo caudillista y con un insoportable tufo autoritario y cuartelero, que improvisa aceleradamente algunos arreglos, para su homologación “socialista y revolucionaria”. Tal considero que es su estrategia, a partir de la promulgación de las leyes orgánicas del Poder Popular y de las Comunas.

Y aún siendo así, no es menos insoportable la estrategia mediática empleada por los medios de comunicación aleccionados desde el Estado español e implicados en una campaña permanente para desprestigiar el proceso venezolano, presentando exclusivamente los aspectos más ridículos y exagerados -antes de Hugo Chavez y ahora del actual presidente, Nicolás Maduro- obviando toda argumentación rigurosa y ocultando toda información referida a la realidad de la sociedad venezolana; una realidad llena de contradicciones, que se mueve entre la esperanza de emancipación que ha despertado el chavismo en la población más empobrecida y el abrumador control real de la sociedad, en manos del poder omnímodo de la oligarquía capitalista, alineada hoy en la oposición, junto a su candidato Capriles, tan exquisitamente tratado por el aparato medíatico. 

Y, mientras, tenazmente y sin apenas visibilidad, me consta que los sectores políticamente más conscientes, entre los que está el movimiento libertario venezolano, están  trabajando duramente, desde dentro de la revolución bolivariana, por ganar espacios de autonomía y autogobierno en los escasos resquicios que le permite esa no menos abrumadora burocracia estatal  implantada por el chavismo, con financiación petrolera.

El próximo 8 de diciembre tendrán lugar las elecciones municipales, con un probable empate, según las encuestas, entre el bloque oficialista y la oposición capitalista, en una disputa en la que se juega el control del Estado y no la revolución; la revolución se juega en otro terreno, está en manos de esa ínfima minoría  que intenta hacer verdad el autogobierno de unas comunas creadas por impulso, al amparo y bajo la tutela de la nueva burocracia estatal del chavismo. Es la suya una tarea titánica, de la que nunca hablará El País, como tampoco El Mundo ni La Razón. No sólo tienen que vencer a Henrique Capriles el 8 de diciembre, luego tendrán que ganar la batalla del autogobierno al aparato estatista, a la nueva oligarquía burocrática creada por el chavismo, lo que parece aún más difícil.

Pienso que no se puede improvisar la revolución que ha de conducirnos hacia la Democracia. Ni por reacción, ni por reformismo. Que no se puede jugar a la desesperada en el campo de la falsa democracia burguesa, que ello es ignorancia de la historia, un autoengaño y un fatal error estratégico. Que la Democracia hay que construirla desde abajo, al margen y enfrente del sistema de dominación y sus instituciones estatales y capitalistas, en una tarea a largo plazo, que ocupará a varias generaciones, que es contraria a las urgencias electoralistas   y que, para construirla, antes hay que pensarla sin olvido de nuestra experiencia histórica, ni de su fundamento en los valores que dan sentido a la vida y al ser social que somos. Para esa revolución, además, es necesario organizarse  y prepararla estratégicamente.

Y, aún siendo éste mi convencimiento, no es menos cierto que desearía el triunfo del movimiento comunalista de Venezuela y que  no me importaría desdecirme para revisar mi propuesta de estrategia.



Nota: Las comunas pueden constituirse en Venezuela con un porcentaje mínimo, el 15% del censo correspondiente al ámbito territorial de cada una de ellas, a partir de los 15 años de edad. Cerca de quinientas comunas se han inscrito en el registro abierto por el Estado venezolano tras promulgar éste la ley orgánica que las regula. Ese número de comunas corresponde mayoritariamente a zonas rurales y suponen una participación en las mismas de algo más de 150.ooo personas que han refrendado la constitución de dichas comunas, lo que representa un exiguo 0,7% de la población venezolana mayor de 15 años, 21.197.081 personas según el último censo, el de 2011, lo que, a su vez, representa el 72,4 % de la población total de Venezuela (29.277.736 personas). 

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