Asamblea de la Ciudad Comunal Socialista Simón Bolívar, ubicada en el municipio Páez, en el Estado de Apure |
Llevo
unos años dándole vueltas a la idea de ciudad comunal, porque pienso que la
organización comunal es la propia de la democracia y porque la ciudad, tal y
como la conocemos hoy, es la forma de vida de la mayoría de la humanidad, la impuesta como modelo hegemónico para cumplir los fines del sistema de dominación-sumisión, como forma y
contenido del sistema de poder estatal-capitalista, por lo que la ciudad contemporánea ha de ser punto de partida obligado, el objeto para la transformación
integral de nuestro futuro modo de vivir en sociedad, el que la estrategia de la revolución habrá de afrontar para, a partir de
ella, construir otra forma de vida mejor, una vida con sentido.
En
este mismo tiempo, en Venezuela ha cobrado fuerza la estrategia denominada de “construcción
del Poder Popular” que, en teoría, supone la disolución progresiva del Estado y
su sustitución por ese Poder Popular, organizado comunalmente, como agregación
de comunidades territoriales autogobernadas. Los teóricos de la revolución
bolivariana, conocida como “socialismo del siglo XXI”, como ya hicieron los
teóricos del Partido Comunista de la URSS, suponen que las comunas -como los
soviet- harán prescindible al Estado, al
que sustituirán de forma progresiva y natural cuando, en virtud de su propia
fortaleza democrática, alcancen el autogobierno o, lo que es lo mismo, la verdadera democracia.
Ya
sabemos el desatre sucedido en la URSS y, por lo que conocemos del “socialismo del
siglo XXI”, es por lo que llegamos a intuir cuál será su desenlace, con preocupación y sin congratulación
alguna. Su fracaso preparará el terreno para fortalecer, por muchas décadas, a la oligarquía
venezolana, afianzando aún más su actual poder real, y debilitará de modo
irrecuperable la capacidad de recuperación y organización del pensamiento
revolucionario. Con todo, he decidido ponerle atención y seguir de cerca este
proceso, del que, a buen seguro, espero aprender a pesar de esa intuición que tengo sobre su más que probable fracaso, dados los comunes antecedentes teóricos y
estratégicos con otros procesos revolucionarios “comunistas”; a esos antecedentes, hay que sumar los específicos
del proceso venezolano: una “revolución” improvisada en forma chapucera, sin
preparación, fundamentación ni estrategia, fundamentada en un populismo
caudillista y con un insoportable tufo autoritario y cuartelero, que improvisa
aceleradamente algunos arreglos, para su homologación “socialista y
revolucionaria”. Tal considero que es su estrategia, a partir de la promulgación
de las leyes orgánicas del Poder Popular y de las Comunas.
Y
aún siendo así, no es menos insoportable la estrategia mediática empleada por
los medios de comunicación aleccionados desde el Estado español e implicados
en una campaña permanente para desprestigiar el proceso venezolano, presentando
exclusivamente los aspectos más ridículos y exagerados -antes de Hugo Chavez y
ahora del actual presidente, Nicolás Maduro- obviando toda argumentación rigurosa
y ocultando toda información referida a la realidad de la sociedad venezolana;
una realidad llena de contradicciones, que se mueve entre la esperanza de
emancipación que ha despertado el chavismo en la población más empobrecida y el
abrumador control real de la sociedad, en manos del poder omnímodo de la
oligarquía capitalista, alineada hoy en la oposición, junto a su candidato
Capriles, tan exquisitamente tratado por el aparato medíatico.
Y, mientras, tenazmente y sin apenas visibilidad, me consta que los sectores políticamente más conscientes, entre los que está el movimiento libertario venezolano, están trabajando duramente, desde dentro de la revolución bolivariana, por ganar espacios de autonomía y autogobierno en los escasos resquicios que le permite esa no menos abrumadora burocracia estatal implantada por el chavismo, con financiación petrolera.
Y, mientras, tenazmente y sin apenas visibilidad, me consta que los sectores políticamente más conscientes, entre los que está el movimiento libertario venezolano, están trabajando duramente, desde dentro de la revolución bolivariana, por ganar espacios de autonomía y autogobierno en los escasos resquicios que le permite esa no menos abrumadora burocracia estatal implantada por el chavismo, con financiación petrolera.
El
próximo 8 de diciembre tendrán lugar las elecciones municipales, con un probable
empate, según las encuestas, entre el bloque oficialista y la oposición
capitalista, en una disputa en la que se juega el control del Estado y no la
revolución; la revolución se juega en otro terreno, está en manos de esa ínfima
minoría que intenta hacer verdad el autogobierno de unas comunas creadas por impulso, al amparo y bajo la tutela de la nueva burocracia estatal
del chavismo. Es la suya una tarea titánica, de la que nunca hablará El País, como
tampoco El Mundo ni La Razón. No sólo tienen que vencer a Henrique Capriles el 8 de
diciembre, luego tendrán que ganar la batalla del autogobierno al aparato estatista, a la nueva oligarquía burocrática creada por el chavismo, lo que parece aún más difícil.
Pienso
que no se puede improvisar la revolución que ha de conducirnos hacia la
Democracia. Ni por reacción, ni por reformismo. Que no se puede jugar a la
desesperada en el campo de la falsa democracia burguesa, que ello es ignorancia
de la historia, un autoengaño y un fatal error estratégico. Que la Democracia hay
que construirla desde abajo, al margen y enfrente del sistema de dominación y
sus instituciones estatales y capitalistas, en una tarea a largo plazo, que
ocupará a varias generaciones, que es contraria a las urgencias electoralistas y que,
para construirla, antes hay que pensarla sin olvido de nuestra experiencia
histórica, ni de su fundamento en los valores que dan sentido a la vida y al
ser social que somos. Para esa revolución, además, es necesario organizarse y prepararla estratégicamente.
Y,
aún siendo éste mi convencimiento, no es menos cierto que desearía el triunfo
del movimiento comunalista de Venezuela y que no me importaría desdecirme para revisar mi propuesta de estrategia.
Nota: Las comunas pueden constituirse en Venezuela con un porcentaje
mínimo, el 15% del censo correspondiente al ámbito territorial de cada
una de ellas, a partir de los 15 años de edad. Cerca de quinientas comunas se
han inscrito en el registro abierto por el Estado venezolano tras promulgar éste
la ley orgánica que las regula. Ese número de comunas corresponde
mayoritariamente a zonas rurales y suponen una participación en las mismas de
algo más de 150.ooo personas que han refrendado la constitución de dichas
comunas, lo que representa un exiguo 0,7% de la población venezolana mayor de
15 años, 21.197.081 personas según el último censo, el de 2011, lo que, a su vez,
representa el 72,4 % de la población total de Venezuela (29.277.736 personas).
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