lunes, 24 de febrero de 2025

¿QUIÉN QUIERE SALIR DEL CAPITALISMO?

Vídeo:  

https://youtu.be/EVEDrXBCEP8


Para el sociólogo francés Jean Pierre Garnier tampoco hay alternativa al capitalismo. Como él, yo también pienso que las formas que se presentan como “alternativas” son mínimas y fragmentadas, pero como él mismo dice: “no por eso se debe abandonar, dadas las regresiones que implican seguir con el capitalismo: regresiones de las conquistas sociales, el embrutecimiento de las masas a través de las nuevas tecnologías, la regresión moral de un exacerbado individualismo y el peligro ecológico como resultado de las formas de consumo y producción”.

Con referencia a este comprometido sociólogo, leo en la revista “Crítica Urbana” (1): “La voz de Jean Pierre Garnier es la de un inconformista inveterado que no ha ahorrado críticas a la ideología y a los ideólogos de las políticas públicas de los gobiernos supuestamente de «izquierdas» que desde los años ochenta del pasado siglo han ido explanando el camino al capitalismo neoliberal, palpable en casi todas las ciudades del mundo. Una voz que no solo es implacable con la forma neoliberal del capitalismo, sino que, a través de los análisis de los discursos urbanísticos, del de sus ideólogos y de las críticas a las prácticas derivadas de las políticas públicas, ahonda en el análisis del urbanismo capitalista para mostrar cómo sus estratagemas consiguen mantener la relación de clase entre dominadores y dominados”.

Jean-Pierre Garnier ha escrito más de una veintena de libros como autor o coautor y cientos de artículos relacionados con una visión crítica del urbanismo y de las fracturas del capitalismo en nuestras ciudades. Algunos de los libros editados en castellano son: “Contra los territorios del poder”, de 2006 y “Un sociólogo urbano a contracorriente”, de 2017, que reúne parte de su obra, realizado éste junto a Rosa Tello, geógrafa y profesora de la Universidad de Barcelona.

Me permito reproducir aquí unos fragmentos de su libro "Contra los territorios del poder. Por un espacio público de debates y... de combates" (Virus Editorial, 2006)  que me parecen muy representativos de su singular y comprometido pensamiento crítico:

1. Se acabó la época del Estado-providencia. La época en que el Estado podía ser el instrumento de una redistribución parcial de los «frutos del crecimiento» —las ganancias de productividad—, en beneficio de los trabajadores y sus familias, se acabó definitivamente. En la carrera sin fin hacia la rentabilidad en que están enzarzadas las compañías en el plano mundial para «la conquista de porciones de mercado» —la famosa «guerra económica»—, las concesiones que se habían hecho anteriormente al proletariado se convierten en desventajas. En la medida en que el frágil equilibrio entre capital y trabajo no significaba una disolución de los antagonismos sociales sino una regulación provisional de su dinámica, no hay por qué extrañarse de que la burguesía, aprovechando el reflujo del movimiento obrero, haya retomado la ofensiva. En resumidas cuentas, no hay «guerra económica» entre capitalistas sin reanudación de la guerra social contra el proletariado, en esta ocasión, por iniciativa de los primeros.

Desde entonces, la presencia más o menos prolongada en el poder de «laboristas», «socialistas» o «socialdemócratas» no ha detenido la progresiva erosión del rol «benefactor» del Estado, como lo demuestran la desindexación de los salarios, el desmantelamiento de la protección social, el impulso de operaciones de concentración de capital —con «recortes» de personal, es decir, despidos— o la apertura de las empresas estatales al capital privado..., cuando no son pura y simplemente privatizadas. Incluso ocurre que, bajo el pretexto de la «modernización», la izquierda en el poder acelera el proceso y la derecha le cede encantada la tarea de realizar el «trabajo sucio» para evitar los desórdenes sociales: «modernización» de la economía ayer, sumisión obligatoria a los «criterios de convergencia» hoy. De modo que se pueden producir «alternancias» en el núcleo duro del Estado, ya que no representan un obstáculo para la aplicación de las políticas de «rigor» o de «austeridad», de desreglamentación, de flexibilización y de reestructuración. Es por ello que, al igual que sus homólogos abiertamente «liberales», los gobiernos socialdemócratas o similares ya no logran combatir con eficacia el paro y la pobreza.

2. Se debe escoger entre la confianza del mercado y la confianza del pueblo. La política que trata de mantener la confianza de los mercados, pierde la del pueblo». Colaborar o resistir, ésa es, en otros términos, la principal elección que debería haber dividido a la izquierda y la derecha frente a la verdadera «guerra de clase», llevada a cabo por iniciativa de la burguesía a escala mundial desde los años setenta para cuestionar los derechos conquistados por los trabajadores durante las décadas precedentes. La «convergencia» no es sólo de orden económico, también es política, como testimonia, en Europa, el consenso intergubernamental en torno al Tratado de Maastricht, el Pacto de Estabilidad y la implantación del euro.

3. De un «problema de sociedad» a una sociedad como problema. A primera vista, cabría felicitarse por el interés que suscita, tras el último tercio del siglo precedente, la preservación del «campo», frente a una expansión urbana que, aunque ralentizada en Europa, sigue siendo irrefrenable. Y que lo continuará siendo, a juzgar, como se ha visto, por la búsqueda de la periurbanización como respuesta a la inaccesibilidad financiera creciente de las áreas centrales de las aglomeraciones para la población con menos recursos, e incluso para las franjas inferiores de las clases medias.

Este interés por la «preservación del campo» no es, evidentemente, desinteresado. Algunos habitantes de las ciudades, más preocupados por su futuro como ciudadanos que de la suerte de los rurales, ¿acaso no verían en la «protección de la naturaleza» (incluyendo las culturas agrícolas) un medio de protegerse a sí mismos contra la destrucción causada por una urbanización fuera de control? Granjas reformadas en pueblos restaurados, parques protegidos en zonas clasificadas, es como si se quisiera reinventar el mundo rural a medida que en la ciudad la cotidianidad se deteriora. En nombre de la defensa del patrimonio, de la memoria, de la historia y de la identidad, se empeñan en olvidar un presente sombrío e incluso siniestro para muchos. Un presente tanto más insoportable en la medida en que no hay ninguna perspectiva de un futuro mejor que lo ilumine. De ahí ese retorno al pasado y a los lugares que mejor lo simbolizan: lo que se denomina el «país profundo», sin duda porque es en esta «profundidad» postulada donde se busca un refugio, una especie de retorno imaginario a una infancia «provinciana» que la mayoría de los habitantes de las ciudades contemporáneas jamás ha conocido.

Desde este punto de vista, la «rurbanización» representa más una regresión que un progreso. Lejos de «salvar» el medio rural, acelera su desaparición. Además, tampoco logrará salvar a los ciudadanos de su desamparo.

Nota:

(1) “Crítica Urbana” es una revista trimestral, de acceso libre, que reúne a personas de distintos países en torno al estudio de conflictos comunes. Se define a sí misma como “una revista de estudios urbanos y territoriales, para la reflexión y la acción, un proyecto colaborativo que busca aportar experiencia crítica para la transformación de nuestros entornos de vida, con justicia social y ambiental, basado en lo común y lo colectivo. Creemos que el conocimiento es una herramienta emancipadora. La palabra y el pensamiento crítico y riguroso son nuestros medios para contribuir a un cambio”. Web: https://criticaurbana.com



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