Demasiadas veces, vemos el cambio climático como causa y no como consecuencia. Demasiadas veces damos por hecho que la catástrofe ya ha ocurrido y que es irreversible. Y puede que así suceda, pero este pensamiento, por trágico que nos parezca, no deja de ser banal respecto a lo que nos espera en los próximos tiempos, no a tí ni a mí, sino a nuestros hijos y nietos.
Convivimos malamente con nuestra condición natural de primates, que gestionamos psicóticamente, bipolarmente, como autoritarios chimpancés o como complacientes bonobos, según sea el tema en cuestión, según sea nuestro personal interés y según sea la dirección del viento dominante. Una evidencia palpable de esta patología es la interiorización de la individualidad como valor supremo. Tiene mucho que ver con lo que ahora se dice desde el pensamiento desesperado y meramente ecologista: ya es demasiado tarde, pero aún nos queda la ética individual, una capacidad de resistencia personal que nos sostiene como individuos en medio de la catástrofe social y ecológica generalizada. Así, condenados como sociedad, al menos podremos salvarnos como individuos...sigamos, pues, en la heroica resistencia, reciclemos plásticos y llenemos nuestros tejados de placas solares, cultivemos nuestro ecológico huerto mientras asistimos al espectáculo programado de un mundo que se derrumba, gobernado por chimpancés, mientras nosotros, los bonobos, nos cocemos en nuestra dulce salsa individual, con ecológica nostalgia por una sociedad que pudo ser, pero que nunca será.
La fatiga del discurso
ecológico nos tiene asolados, no sin razón pensamos que a muy poca
gente le asusta el cambio climático, esos grandes desastres que se
avecinan. ¿Pero qué podíamos esperar cuando a casi nadie le
asusta la guerra mundial a diario y telediario, cuando nos parece
normal ir a Marte a buscar el agua que en tanta abundancia y tan mal repartida tenemos en la Tierra, o que el cáncer prolifere tanto como un vulgar dolor de cabeza?... ¿cómo va a asustar la realidad a quien ya vive en
un mundo virtual?
Echo mano de la reflexión
de una amiga al respecto:
“Cuando una idea
penetra profundamente en la estructura del pensamiento, se convierte
en un cristal permanente a través del cual mirar, valorar y tomar
decisiones, y acaba por modificar la propia conducta. Y esto viene
muy bien en momentos como el presente, porque no importa lo
desalentadora que sea la realidad, tú sigues a lo tuyo, como el
colibrí.
La idea que permeó en
mi cabeza hace ya un tiempo, fue la de que la lucha contra el cambio
climático es ineludible, urgente y vital. Como tantos problemas de
compleja solución, es fácil caer en el desánimo o excusarse en lo
que no hacen otras partes para eludir la propia responsabilidad. Pero
si la realidad es tozuda, yo lo soy más. Si las perspectivas son
malas, me da lo mismo; siempre se puede hacer algo”. (1)
Estando de acuerdo en la
actitud moral, de resistencia individual, que trasluce esta
reflexión, me parece necesario hacer una matización en lo esencial
y estratégico:
El ecologismo no debería
tapar la realidad, por muy éticas que resulten las argumentaciones y
las urgencias frente a la inminencia del cambio climático. Si no
entendemos que el cambio climático y el desastre que con él se
avecina tiene un origen, si no tenemos bien identificada su causa, malamente podemos acometer otra estrategia que no sea la de
resistencia como resignación, constreñida a una ética individual
que, a mi entender, denota una gran desorientación que, a la postre,
resulta perfectamente conveniente al origen del conflicto y a su
reproducción.
La crítica meramente
moral y ecologista, si no forma parte de un cuestionamiento integral
al sistema económico y
político causante del cambio climático, se queda en un brindis al
sol, en una encomiable postura individual, ética, estética y
ecológica, pero carente de cualquier efecto social, económico y
político.
No podemos ver el cambio
climático desde la única perspectiva con que lo mira el ecologismo
convencional, sólo en sus dramáticos y destructivos efectos
ambientales, así nos quedamos en la cáscara del problema, en su
apariencia superficial, sin desvelar su núcleo significante: el
sistema de dominación estatal-capitalista en su actualizada
formulación neoliberal. Así, puede parecer que el problema es
solucionable con modificaciones en nuestro comportamiento como
consumidores, lo que por sí mismo nos llevaría a neutralizar el
cambio climático; así, pudiera parecer que toda la responsabilidad
recae sólo en nuestra condición de consumidores. Ésto me parece un error
bien extendido entre el ecologismo tradicional que, sin quererlo,
ayuda a ocultar el verdadero problema.
El sistema dominante ha logrado que la narrativa negacionista sea hoy hegemónica, ha logrado que la mayor parte de la población mundial haya interiorizado que, más allá de los anunciados desastres del cambio climático, siempre queda la esperanza en una tecnología salvadora que, aunque sea “in extremis”, hará que remontemos el vuelo, justo al borde del abismo. Tal es el poder de dicha narrativa dominante, tal es que lo mismo le sirve un roto que un descosido, incluso el mismo pensamiento de mi amiga Patricia: “Cuando una idea penetra profundamente en la estructura del pensamiento, se convierte en un cristal permanente a través del cual mirar, valorar y tomar decisiones, etc...”
No se trata, pues, de “seguir a lo mío, como el colibrí”, sino de afrontar y superar el conflicto con el sistema autodestructivo que produce el cambio climático, asunto de tal magnitud y complejidad que sólo puede ser acometido si previamente es pensado en modo integral: individual, social, local, global, ecológica, económica, ética, estética y políticamente.
(1) Extraído del texto “Ya es demasiado tarde, pero no importa”, de Patricia Zotes, publicado en su blog MOJAMA DE PLIOSAURIO, sobre "acción doméstica contra el cambio climático".
No se trata, pues, de “seguir a lo mío, como el colibrí”, sino de afrontar y superar el conflicto con el sistema autodestructivo que produce el cambio climático, asunto de tal magnitud y complejidad que sólo puede ser acometido si previamente es pensado en modo integral: individual, social, local, global, ecológica, económica, ética, estética y políticamente.
(1) Extraído del texto “Ya es demasiado tarde, pero no importa”, de Patricia Zotes, publicado en su blog MOJAMA DE PLIOSAURIO, sobre "acción doméstica contra el cambio climático".
1 comentario:
Lo primero que de reflexionarse qué clase de supuesto cambio climático se intenta inculcar que existe. Se supone que lo produce un exceso fe co2, ¿Cómo es eso posible si la erupción de dos o tres volcanes de entidad producen el mismo co2 que toda la Humanidad en 50 años?. Hay mucho ecologeta viviendo del cuento este, y mucho gobiermo matando y esquimaldo recursos por este supuesto cambio climático, que es ya, una religión en toda regla. Lo de ir a Marte y el espacio, también es una religión, a ver si puede mostrar alguien una foto REAL de la Tierra de el espacio!!.
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