miércoles, 31 de julio de 2013

LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES



Reproduzco a continuación la comunicación de Prado Esteban presentada al congreso anual de la  asociación anacional  de la izquierda esparantista  SAT (Sennacieca  Asocio Tutmonda). Madrid, del 28 de julio al 4 de agosto de 2013.

LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES

Deseo expresar en primer lugar mi entusiasmo por estar aquí y el agradecimiento más efusivo a los organizadores por la invitación que me hicieron. Yo no he aprendido vuestra lengua pero siempre he admirado el impulso universalista y convivencial que la ha creado como decisión práctica de romper las barreras a  la comunicación humana.
Mi ponencia, escrita originalmente en castellano, tratará del tema que más he trabajado en los últimos años y sobre el que he publicado varios libros y artículos,  la cuestión femenina en el tiempo presente, no lo haré desde la visión especializada del nuevo sexismo político sino desde una vocación universalista que es tan necesaria en esta época y que es más cercana al espíritu de esta reunión.  
El universalismo, la visión integradora e integral del mundo está hoy desapareciendo, ahora triunfa lo sectario, que es patriotismo de clan; lo corporativo, que es egoísmo grupal; lo parcial, que es una forma interesada de ver la realidad, lo fragmentario, que es un  instrumento para velar la verdad de las cosas y asciende, además, una intolerancia fanática a la divergencia y a la libertad.
Trataré de superar esas lacras al abordar una cuestión, la realidad de las mujeres y las políticas que se hacen en nuestro nombre, que no es, a mi entender, un asunto parcial o limitado, ni un hecho que afecte a la mitad del género humano, las mujeres, sino algo que está mutando la sociedad de manera trascendental y decisiva y afecta por ello a toda la humanidad, al menos a la parte de la humanidad que es pueblo, es decir, a los sin poder.
Cada vez en mayor medida los poderosos del planeta son poderosas, mujeres que tienen una influencia y capacidad de mando creciente como Angela Merkel cuyo proyecto es erigir el IV Reich en el siglo XXI o Dilma Rousseff, la izquierdista-feminista que lanza hoy a la policía contra un pueblo brasileño harto de pan y circo, de pan y futbol en este caso. En contra de los dogmas sexistas de que el mundo sería mejor cuando mandasen las mujeres, es posible observar que en nada ha mejorado la sociedad por el ascenso de un número creciente de féminas.


Por el contrario los pueblos, varones y féminas por igual, son sacrificados al ascenso de Estados cada vez más  depredadores y un capitalismo crecientemente esclavista de la mano de estas nuevas castas de poderosas tan brutales y sanguinarias como sus homólogos varones y a menudo más que ellos porque se consideran investidas de mayor legitimidad para el dominio por su condición de mujeres.
Mientras los Organismos Internacionales que representan el poderío de las grandes potencias antiguas y nuevas, declinantes y emergentes, lanzan campañas y programas cada vez más ambiciosos para “proteger” y “emancipar” a las mujeres, creando incluso una entidad dedicada en exclusiva a nosotras, la ONU-Mujer, mientras se nos señalan las grandes conquistas que en el último siglo alcanzó la mujer y se nos adoctrina de forma permanente para que veamos la realidad con las anteojeras de sus consignas, asistimos a la devastación de las condiciones de existencia de las mujeres del pueblo en todo el planeta. La irrupción de procesos de estatización y militarización crecientes y de un nuevo capitalismo emergente que aspira a disputar la hegemonía a Occidente ha tenido consecuencias devastadoras para toda la sociedad y de forma especial para las mujeres que han sido convertidas en poco menos que ganado de labor y despojadas de los más primarios derechos naturales.
Estas operaciones son tanto más efectivas cuanto más aisladas están las mujeres de su entorno natural, más se desarrolla una larvada guerra entre los sexos, más se victimiza a la feminidad y se demoniza a la masculinidad como origen de todos los males (exculpando de paso al poder y al Estado), más destruida está, a través de ello, la red social primaria que sostiene la vida y por lo tanto más solitaria y vulnerable se halla la mujer.
Así se desarrolla una nueva industria con mano de obra esclava (que en algunos sectores es casi exclusivamente femenina) lo que sucede por el momento en los países emergentes y en China pero prospera como modelo para toda la actividad productiva. Se realizan movimientos migratorios masivos de mujeres convertidas en ganado humano en función de los proyectos políticos o económicos de los Estados y los grandes grupos capitalistas. Aparece una nueva capacidad para que las instituciones dirijan y dominen la vida de la mujer completamente, se regula la natalidad por métodos expeditivos y brutales que van desde la manipulación mental masiva, la coacción económica y estructural, la represión directa, la presión de los funcionarios y las empresas a las esterilizaciones masivas (a veces manu militari) y el aborto forzoso.
Este modelo, diseñado por las grandes potencias imperiales occidentales después de la II Guerra Mundial y pergeñado en sus detalles en la Conferencia de Beijing de la ONU en 1995, se ha impuesto hoy en todo el planeta y amenaza con liquidar todo rastro de vida horizontal autogestionada y de vínculos humanos primarios.
Mientras se adormece la conciencia de la mujer con un discurso edulcorado sobre las grandes aportaciones del género femenino a la paz, se prepara la IV Guerra Mundial en la que las mujeres del pueblo seremos llevadas, junto a nuestros hermanos varones, a morir por la gloria de los poderosos y las poderosas de nuestros países. La Resolución 1325 de la ONU del año 2000, insta a los gobiernos mundiales a incorporar a las mujeres a las labores de la “paz” mundial  integrándolas en  mayor medida en las unidades que actúan “sobre el terreno”, es decir, en las operaciones militares abiertas. En el Estado español se integró a las mujeres desde la creación de las Fuerzas Armadas profesionales sin ninguna limitación para actuar en la primera línea de combate, hoy es el ejército europeo con mayor número de ellas. El Parlamento noruego ha aprobado recientemente el servicio militar obligatorio para ambos sexos señalando que su objetivo es que, a partir de 2015, su Ejército sea "neutral en materia de género". Estos son las metas reales de las políticas de género y no la libertad femenina.
A través del sexismo político feminista, el enfrentamiento entre los sexos, la manipulación de las mujeres y la represión con el argumento de la emancipación femenina han conseguido objetivos fundamentales para ampliar la dominación social que pueden resumirse en:
1) Dividir y enfrentar al pueblo creando una corriente de victimismo femenino que alimenta a su vez otra de resentimiento masculino lo que impide el actuar colectiva y mancomunadamente en casi ninguna parcela de la vida. La máxima del gran imperio del mal, Roma, el “divide et impera”,  es hoy la divisa de las elites dominantes que han conseguido un éxito notable en sus proyectos.
2) Conseguir la colaboración de amplios sectores del pueblo en su propio sometimiento político, lo que se ha producido cuando una parte importante de las mujeres, apartadas consustancialmente de los hombres que son sus iguales se ha comprometido con el Estado y sus instituciones convencidas de que su emancipación reside en esa alianza ignominiosa e indeseable. También una parte de los hombres colabora con el proyecto del sexismo político persuadidos de hacer el bien a sus iguales del otro sexo. Así el ascenso al poder de una casta de poderosas que se presentan a sí mismas como oprimidas y que dicen personificar el triunfo de todas las féminas tras siglos de opresión está significando una auténtica refundación del sistema de dominación que maximiza la esclavitud del pueblo, hombres y mujeres, con el pretexto de ampliar la libertad de las segundas.
3) La manipulación y destrucción de las mujeres en tanto que tales, es decir, en tanto que seres humanos completos y singulares y otro tanto de los hombres que son también rehechos según el diseño de las instituciones del poder para emerger como seres neutros, no sexuados, no autoconstruidos, dirigidos desde fuera y mutilados en su auténtica naturaleza y devenidos en trabajadores puros, “animal laborans” y súbditos perfectos, sin atributos espirituales ni sexuales que distraigan de su condición de siervos del poder.
4) Convertir la cuestión de la mujer en punta de lanza para complejas operaciones de ingeniería social y psíquica que han permitido al poder penetrar en lo más recóndito del sujeto, en sus impulsos primarios y más naturales que son hoy manipulados por el oprobioso sistema de dominación. Se trituran los impulsos sociales básicos, el interés por los otros (primero cuando son otros del otro sexo, y luego también los del mismo sexo) se construye el ser solitario y autista incapaz de relacionarse con los otros y con el mundo. Desaparece la sexualidad natural, se reprimen los impulsos libidinales más auténticos y se usa este nuevo poder sobre el interior del sujeto para  manejar ilimitadamente su conducta y su acción. Se trituran las instituciones naturales de convivencia como la familia y, con ella, todas las demás formas de vida comunitaria que son acusadas de ser el origen de toda opresión y sojuzgamiento del individuo.
5) Aculturar y desenraizar  de forma sustancial al pueblo que es presentado como el hacedor de la mayor iniquidad y brutalidad sobre las mujeres, el artífice del abuso y el avasallamiento machista, para ello se falsifica la historia y se construye un relato falso convertido en verdad a fuer de repetirse por múltiples canales y sistemas. La usurpación de la historia produce un sujeto vaciado interiormente pues la tradición constituye la identidad personal más trascendental.
El estado español tiene el triste galardón de ser el país donde hoy se ensayan algunas de las operaciones más amenazadoras hacia la libertad civil e incluso los derechos naturales de las personas con el argumento de la protección de las mujeres. Tal es la llamada Ley Integral contra la Violencia de Género, una ley de excepción propia de los  regímenes más dictatoriales y tiránicos, que viola los principios de igualdad ante la ley pues castiga a los hombres por actos que, de ser realizados por las mujeres, no se consideran delitos,  los principios de garantías jurídicas pues ha invertido la carga de la prueba y considera la palabra de la mujer, sin ninguna otra evidencia, motivo suficiente para condenar a un hombre.
La Ley de violencia de Género ha abierto un proceso represivo contra los hombres del pueblo como no se conocía desde el franquismo, ha convertido al Estado español en uno de los que mayor población reclusa tienen por millón de habitantes en Europa aunque las cifras de delincuencia son sustantivamente inferiores a la media del continente y la violencia machista es aquí significativamente menor que en el norte de Europa.
Se han invertido millones de euros en financiar una campaña permanente de manipulación y terror político que supera las distopías imaginadas en el siglo XX, en crear y financiar generosamente grupos de presión que ejercen de policía del pensamiento actuando coactivamente en todos los ámbitos sociales. Han creado un Ministerio de Igualdad, ayer independiente y ahora adscrito al de Sanidad y Servicios sociales, a través del cual el Estado dirige y organiza políticas cada vez más liberticidas, han fundado miles de cátedras de género, de organismos y oficinas dedicadas la aplicación de las directrices dictadas en el Ministerio de Igualdad. Se han dictado docenas de leyes para proteger y privilegiar a las mujeres con el argumento machista de que debido a nuestra sustancial debilidad no podemos valernos por nosotras mismas y tenemos que ser tuteladas por el Estado.
La legislación de género introduce una tutela, adiestramiento y gobierno de las mujeres por parte de las instituciones que es intolerable y destructivo la asignación por parte del poder del estatuto de víctimas a las mujeres tiene como objetivo su desmovilización estratégica; mientras dure el letargo femenino la pervivencia del sistema está garantizada, por ello la cuestión del género seguirá siendo parte sustancial de la “razón de Estado”.
Para demostrar la necesidad de la protección estatal sobre las mujeres se ha establecido un sistema de propaganda volcado en la transmisión de mentiras útiles para el poder, se  adultera la realidad, se sustituye la experiencia y la verdad por consignas, se ha falsificado la historia y lanzado grandes proyectos de aculturación y auto-negación en el pueblo. Por ello la recuperación de la verdad sobre el pasado, como hemos hecho Félix Rodrigo y yo en nuestro libro “Feminicidio o auto-construcción de la mujer” es una necesidad imperiosa.
Nos  dicen que las mujeres no hemos existido en la historia sino como víctimas, se nos equipara a los objetos y las cosas con la intención de destruir nuestra capacidad de acción e intervención sobre el mundo; nos obligan a vivir en la mentira. En nuestra historia la concurrencia femenina en los momentos más ásperos de la lucha contra el poder establecido ha sido la norma y no la excepción; un ejemplo significado y admirable, sucedido en Madrid, fue el conocido como “Motín contra Esquilache” en marzo de 1766 en el que miles de madrileños y madrileñas asaltaron instalaciones castrenses, protagonizaron choques violentísimos y pusieron en jaque durante varios días al poder constituido. Tan alta fue la participación femenina, tan briosa y vehemente su acometividad hacia las fuerzas de orden, que un narrador anónimo las llamó “amazonas arrabaleras”. Las mujeres no solo participaron en las asambleas populares que se realizaron en diversas partes de la ciudad durante los días  que duró la insurrección, sino que llevaron a cabo acciones tan heroicas y arriesgadas como los hombres y se llegaron a constituir escuadrones femeninos que hicieron un desfile triunfal por la calle Atocha. En la mayor parte de las situaciones históricas de conflagración violenta en las que tomó parte activa el pueblo la mujer fue parte viva y sustantiva de la acción; lo fue, por supuesto, y con especial relevancia, en las guerras antinapoleónicas en las que actuaron con tanto arrojo y valentía como los hombres, algo que asombró y espantó a los franceses que consideraban antinatural luchar contra mujeres.
Sabemos que en la sociedad tradicional hispana, la mujer tuvo un lugar destacado y activo, eso la hizo emprendedora y segura de sí misma. Sólo si fuésemos capaces de regenerar un nuevo sujeto colectivo, un pueblo con conciencia de sí y con estructuras e instituciones propias, basadas en la vida horizontal y el desapego a la protección del Estado, podría volver a recuperarse ese espacio integrado, ese nicho, en el que las mujeres ocupen un lugar propio y no otorgado por el poder, en que la acción y la energía femenina se despliegue libremente.
El Movimiento 15-M tuvo, en sus orígenes, una genial intuición sobre lo destructivo de las políticas de segregación y privilegio femenino, por ello se enfrentó en la acampada de Sol a quienes deseaban imponer el modelo y las consignas sexistas al movimiento pero fracasó en la creación de un repertorio argumental superador de ese patrón.
El síntoma supremo del carácter renovador de un movimiento será su capacidad para reintegrar la experiencia humana y para dar cabida a la expresión singular sexuada de mujeres y hombres. Si en las acampadas del 15-M las mujeres encontraron un ambiente acogedor fue, precisamente, porque hubo una intuitiva y natural apertura a esos otros modelos de ser y estar en la acción contra el poder, modelos menos ortodoxos y más creativos pero que, desgraciadamente, no se ampliaron a formas conscientes y meditadas de ser y hacer y, por ello, desaparecieron. Sintetizar la experiencia de las acampadas en este aspecto sería una labor fundamental, que está por realizar, para aprender tanto de sus aciertos como de sus errores.
Se trata pues, de generar un nuevo paradigma que pueda ser restaurador de la unidad y de la fuerza horizontal, y de un nuevo sujeto colectivo que no será copia del sujeto de la tradición, pues tendrá que enfrentarse a condiciones completamente originales. Este nuevo modelo tendrá que buscar formas de acción y pensamiento holísticos, globales, en contra de la parcelación y la rotura que ha fraguado la modernidad, y deberá recuperar las grandes preguntas existenciales como origen de toda acción fundante de un orden nuevo.

Si acordamos que las formas de enfrentarse al poder constituido han de ser renovadas en profundidad, y que se ha de explorar procedimientos y recursos plenamente novedosos y creativos, sólo por ello las mujeres habremos ganado espacio y prestigio en la vida social, pues estaremos en un plano de igualdad con los varones que tampoco se han iniciado en estas regiones ignoradas y misteriosas de lo por venir. Compartiremos pues, desde la incertidumbre de quien se arriesga a lo nuevo, un camino que, sólo por ser común y no segregado tiene ya por sí mismo un carácter revolucionario.


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