Reproduzco a continuación la comunicación de Prado Esteban presentada al congreso anual de la asociación anacional de la izquierda esparantista SAT (Sennacieca Asocio Tutmonda). Madrid, del 28 de julio al 4 de agosto de 2013.
LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES
Deseo expresar en primer lugar mi entusiasmo
por estar aquí y el agradecimiento más efusivo a los organizadores por la
invitación que me hicieron. Yo no he aprendido vuestra lengua pero siempre he
admirado el impulso universalista y convivencial que la ha creado como decisión
práctica de romper las barreras a la comunicación humana.
Mi ponencia, escrita originalmente en
castellano, tratará del tema que más he trabajado en los últimos años y sobre
el que he publicado varios libros y artículos, la cuestión femenina en el
tiempo presente, no lo haré desde la visión especializada del nuevo sexismo
político sino desde una vocación universalista que es tan necesaria en esta
época y que es más cercana al espíritu de esta reunión.
El universalismo, la visión
integradora e integral del mundo está hoy desapareciendo, ahora triunfa lo
sectario, que es patriotismo de clan; lo corporativo, que es egoísmo grupal; lo
parcial, que es una forma interesada de ver la realidad, lo fragmentario, que
es un instrumento para velar la verdad de las cosas y asciende, además,
una intolerancia fanática a la divergencia y a la libertad.
Trataré de superar esas lacras al
abordar una cuestión, la realidad de las mujeres y las políticas que se hacen
en nuestro nombre, que no es, a mi entender, un asunto parcial o limitado, ni
un hecho que afecte a la mitad del género humano, las mujeres, sino algo que
está mutando la sociedad de manera trascendental y decisiva y afecta por ello a
toda la humanidad, al menos a la parte de la humanidad que es pueblo, es decir,
a los sin poder.
Cada vez en mayor medida los poderosos
del planeta son poderosas, mujeres que tienen una influencia y capacidad de
mando creciente como Angela Merkel cuyo proyecto es erigir el IV Reich en el
siglo XXI o Dilma Rousseff, la izquierdista-feminista que lanza hoy a la
policía contra un pueblo brasileño harto de pan y circo, de pan y futbol en
este caso. En contra de los dogmas sexistas de que el mundo sería mejor cuando
mandasen las mujeres, es posible observar que en nada ha mejorado la sociedad
por el ascenso de un número creciente de féminas.
Por el contrario los pueblos, varones
y féminas por igual, son sacrificados al ascenso de Estados cada vez más
depredadores y un capitalismo crecientemente esclavista de la mano de estas
nuevas castas de poderosas tan brutales y sanguinarias como sus homólogos
varones y a menudo más que ellos porque se consideran investidas de mayor
legitimidad para el dominio por su condición de mujeres.
Mientras los Organismos
Internacionales que representan el poderío de las grandes potencias antiguas y
nuevas, declinantes y emergentes, lanzan campañas y programas cada vez más
ambiciosos para “proteger” y “emancipar” a las mujeres, creando incluso una
entidad dedicada en exclusiva a nosotras, la ONU-Mujer, mientras se nos señalan
las grandes conquistas que en el último siglo alcanzó la mujer y se nos
adoctrina de forma permanente para que veamos la realidad con las anteojeras de
sus consignas, asistimos a la devastación de las condiciones de existencia de
las mujeres del pueblo en todo el planeta. La irrupción de procesos de
estatización y militarización crecientes y de un nuevo capitalismo emergente
que aspira a disputar la hegemonía a Occidente ha tenido consecuencias
devastadoras para toda la sociedad y de forma especial para las mujeres que han
sido convertidas en poco menos que ganado de labor y despojadas de los más
primarios derechos naturales.
Estas operaciones son tanto más
efectivas cuanto más aisladas están las mujeres de su entorno natural, más se
desarrolla una larvada guerra entre los sexos, más se victimiza a la feminidad
y se demoniza a la masculinidad como origen de todos los males (exculpando de
paso al poder y al Estado), más destruida está, a través de ello, la red social
primaria que sostiene la vida y por lo tanto más solitaria y vulnerable se
halla la mujer.
Así se desarrolla una nueva industria
con mano de obra esclava (que en algunos sectores es casi exclusivamente
femenina) lo que sucede por el momento en los países emergentes y en China pero
prospera como modelo para toda la actividad productiva. Se realizan movimientos
migratorios masivos de mujeres convertidas en ganado humano en función de los
proyectos políticos o económicos de los Estados y los grandes grupos
capitalistas. Aparece una nueva capacidad para que las instituciones dirijan y
dominen la vida de la mujer completamente, se regula la natalidad por métodos
expeditivos y brutales que van desde la manipulación mental masiva, la coacción
económica y estructural, la represión directa, la presión de los funcionarios y
las empresas a las esterilizaciones masivas (a veces manu militari) y el aborto
forzoso.
Este modelo, diseñado por las grandes
potencias imperiales occidentales después de la II Guerra Mundial y pergeñado
en sus detalles en la Conferencia de Beijing de la ONU en 1995, se ha impuesto
hoy en todo el planeta y amenaza con liquidar todo rastro de vida horizontal
autogestionada y de vínculos humanos primarios.
Mientras se adormece la conciencia de
la mujer con un discurso edulcorado sobre las grandes aportaciones del género
femenino a la paz, se prepara la IV Guerra Mundial en la que las mujeres del
pueblo seremos llevadas, junto a nuestros hermanos varones, a morir por la
gloria de los poderosos y las poderosas de nuestros países. La Resolución 1325
de la ONU del año 2000, insta a los gobiernos mundiales a incorporar a las
mujeres a las labores de la “paz” mundial integrándolas en mayor
medida en las unidades que actúan “sobre el terreno”, es decir, en las
operaciones militares abiertas. En el Estado español se integró a las mujeres
desde la creación de las Fuerzas Armadas profesionales sin ninguna limitación
para actuar en la primera línea de combate, hoy es el ejército europeo con
mayor número de ellas. El Parlamento noruego ha aprobado recientemente el
servicio militar obligatorio para ambos sexos señalando que su objetivo es que,
a partir de 2015, su Ejército sea "neutral en materia de género".
Estos son las metas reales de las políticas de género y no la libertad
femenina.
A través del sexismo político
feminista, el enfrentamiento entre los sexos, la manipulación de las mujeres y
la represión con el argumento de la emancipación femenina han conseguido
objetivos fundamentales para ampliar la dominación social que pueden resumirse
en:
1) Dividir y enfrentar al pueblo
creando una corriente de victimismo femenino que alimenta a su vez otra de
resentimiento masculino lo que impide el actuar colectiva y mancomunadamente en
casi ninguna parcela de la vida. La máxima del gran imperio del mal, Roma, el
“divide et impera”, es hoy la divisa de las elites dominantes que han
conseguido un éxito notable en sus proyectos.
2) Conseguir la colaboración de
amplios sectores del pueblo en su propio sometimiento político, lo que se ha
producido cuando una parte importante de las mujeres, apartadas
consustancialmente de los hombres que son sus iguales se ha comprometido con el
Estado y sus instituciones convencidas de que su emancipación reside en esa
alianza ignominiosa e indeseable. También una parte de los hombres colabora con
el proyecto del sexismo político persuadidos de hacer el bien a sus iguales del
otro sexo. Así el ascenso al poder de una casta de poderosas que se presentan a
sí mismas como oprimidas y que dicen personificar el triunfo de todas las
féminas tras siglos de opresión está significando una auténtica refundación del
sistema de dominación que maximiza la esclavitud del pueblo, hombres y mujeres,
con el pretexto de ampliar la libertad de las segundas.
3) La manipulación y destrucción de
las mujeres en tanto que tales, es decir, en tanto que seres humanos completos
y singulares y otro tanto de los hombres que son también rehechos según el
diseño de las instituciones del poder para emerger como seres neutros, no
sexuados, no autoconstruidos, dirigidos desde fuera y mutilados en su auténtica
naturaleza y devenidos en trabajadores puros, “animal laborans” y súbditos
perfectos, sin atributos espirituales ni sexuales que distraigan de su
condición de siervos del poder.
4) Convertir la cuestión de la mujer
en punta de lanza para complejas operaciones de ingeniería social y psíquica
que han permitido al poder penetrar en lo más recóndito del sujeto, en sus
impulsos primarios y más naturales que son hoy manipulados por el oprobioso
sistema de dominación. Se trituran los impulsos sociales básicos, el interés
por los otros (primero cuando son otros del otro sexo, y luego también los del
mismo sexo) se construye el ser solitario y autista incapaz de relacionarse con
los otros y con el mundo. Desaparece la sexualidad natural, se reprimen los
impulsos libidinales más auténticos y se usa este nuevo poder sobre el interior
del sujeto para manejar ilimitadamente su conducta y su acción. Se
trituran las instituciones naturales de convivencia como la familia y, con
ella, todas las demás formas de vida comunitaria que son acusadas de ser el
origen de toda opresión y sojuzgamiento del individuo.
5) Aculturar y desenraizar de
forma sustancial al pueblo que es presentado como el hacedor de la mayor
iniquidad y brutalidad sobre las mujeres, el artífice del abuso y el
avasallamiento machista, para ello se falsifica la historia y se construye un
relato falso convertido en verdad a fuer de repetirse por múltiples canales y
sistemas. La usurpación de la historia produce un sujeto vaciado interiormente
pues la tradición constituye la identidad personal más trascendental.
El estado español tiene el triste
galardón de ser el país donde hoy se ensayan algunas de las operaciones más
amenazadoras hacia la libertad civil e incluso los derechos naturales de las
personas con el argumento de la protección de las mujeres. Tal es la llamada
Ley Integral contra la Violencia de Género, una ley de excepción propia de los
regímenes más dictatoriales y tiránicos, que viola los principios de
igualdad ante la ley pues castiga a los hombres por actos que, de ser
realizados por las mujeres, no se consideran delitos, los principios de garantías
jurídicas pues ha invertido la carga de la prueba y considera la palabra de la
mujer, sin ninguna otra evidencia, motivo suficiente para condenar a un hombre.
La Ley de violencia de Género ha
abierto un proceso represivo contra los hombres del pueblo como no se conocía
desde el franquismo, ha convertido al Estado español en uno de los que mayor
población reclusa tienen por millón de habitantes en Europa aunque las cifras
de delincuencia son sustantivamente inferiores a la media del continente y la
violencia machista es aquí significativamente menor que en el norte de Europa.
Se han invertido millones de euros en
financiar una campaña permanente de manipulación y terror político que supera
las distopías imaginadas en el siglo XX, en crear y financiar generosamente
grupos de presión que ejercen de policía del pensamiento actuando coactivamente
en todos los ámbitos sociales. Han creado un Ministerio de Igualdad, ayer
independiente y ahora adscrito al de Sanidad y Servicios sociales, a través del
cual el Estado dirige y organiza políticas cada vez más liberticidas, han
fundado miles de cátedras de género, de organismos y oficinas dedicadas la
aplicación de las directrices dictadas en el Ministerio de Igualdad. Se han
dictado docenas de leyes para proteger y privilegiar a las mujeres con el
argumento machista de que debido a nuestra sustancial debilidad no podemos
valernos por nosotras mismas y tenemos que ser tuteladas por el Estado.
La legislación de género introduce una
tutela, adiestramiento y gobierno de las mujeres por parte de las instituciones
que es intolerable y destructivo la asignación por parte del poder del estatuto
de víctimas a las mujeres tiene como objetivo su desmovilización estratégica;
mientras dure el letargo femenino la pervivencia del sistema está garantizada,
por ello la cuestión del género seguirá siendo parte sustancial de la “razón de
Estado”.
Para demostrar la necesidad de la
protección estatal sobre las mujeres se ha establecido un sistema de propaganda
volcado en la transmisión de mentiras útiles para el poder, se adultera
la realidad, se sustituye la experiencia y la verdad por consignas, se ha
falsificado la historia y lanzado grandes proyectos de aculturación y
auto-negación en el pueblo. Por ello la recuperación de la verdad sobre el
pasado, como hemos hecho Félix Rodrigo y yo en nuestro libro “Feminicidio o
auto-construcción de la mujer” es una necesidad imperiosa.
Nos dicen que las mujeres no
hemos existido en la historia sino como víctimas, se nos equipara a los objetos
y las cosas con la intención de destruir nuestra capacidad de acción e
intervención sobre el mundo; nos obligan a vivir en la mentira. En nuestra
historia la concurrencia femenina en los momentos más ásperos de la lucha
contra el poder establecido ha sido la norma y no la excepción; un ejemplo
significado y admirable, sucedido en Madrid, fue el conocido como “Motín contra
Esquilache” en marzo de 1766 en el que miles de madrileños y madrileñas
asaltaron instalaciones castrenses, protagonizaron choques violentísimos y
pusieron en jaque durante varios días al poder constituido. Tan alta fue la
participación femenina, tan briosa y vehemente su acometividad hacia las
fuerzas de orden, que un narrador anónimo las llamó “amazonas arrabaleras”. Las
mujeres no solo participaron en las asambleas populares que se realizaron en
diversas partes de la ciudad durante los días que duró la insurrección,
sino que llevaron a cabo acciones tan heroicas y arriesgadas como los hombres y
se llegaron a constituir escuadrones femeninos que hicieron un desfile triunfal
por la calle Atocha. En la mayor parte de las situaciones históricas de
conflagración violenta en las que tomó parte activa el pueblo la mujer fue
parte viva y sustantiva de la acción; lo fue, por supuesto, y con especial
relevancia, en las guerras antinapoleónicas en las que actuaron con tanto
arrojo y valentía como los hombres, algo que asombró y espantó a los franceses
que consideraban antinatural luchar contra mujeres.
Sabemos que en la
sociedad tradicional hispana, la mujer tuvo un lugar destacado y activo, eso la
hizo emprendedora y segura de sí misma. Sólo si fuésemos capaces de regenerar
un nuevo sujeto colectivo, un pueblo con conciencia de sí y con estructuras e
instituciones propias, basadas en la vida horizontal y el desapego a la
protección del Estado, podría volver a recuperarse ese espacio integrado, ese
nicho, en el que las mujeres ocupen un lugar propio y no otorgado por el poder,
en que la acción y la energía femenina se despliegue libremente.
El Movimiento 15-M
tuvo, en sus orígenes, una genial intuición sobre lo destructivo de las
políticas de segregación y privilegio femenino, por ello se enfrentó en la
acampada de Sol a quienes deseaban imponer el modelo y las consignas sexistas
al movimiento pero fracasó en la creación de un repertorio argumental superador
de ese patrón.
El síntoma supremo
del carácter renovador de un movimiento será su capacidad para reintegrar la
experiencia humana y para dar cabida a la expresión singular sexuada de mujeres
y hombres. Si en las acampadas del 15-M las mujeres encontraron un ambiente
acogedor fue, precisamente, porque hubo una intuitiva y natural apertura a esos
otros modelos de ser y estar en la acción contra el poder, modelos menos
ortodoxos y más creativos pero que, desgraciadamente, no se ampliaron a formas
conscientes y meditadas de ser y hacer y, por ello, desaparecieron. Sintetizar
la experiencia de las acampadas en este aspecto sería una labor fundamental,
que está por realizar, para aprender tanto de sus aciertos como de sus errores.
Se trata pues, de
generar un nuevo paradigma que pueda ser restaurador de la unidad y de la
fuerza horizontal, y de un nuevo sujeto colectivo que no será copia del sujeto
de la tradición, pues tendrá que enfrentarse a condiciones completamente
originales. Este nuevo modelo tendrá que buscar formas de acción y pensamiento
holísticos, globales, en contra de la parcelación y la rotura que ha fraguado
la modernidad, y deberá recuperar las grandes preguntas existenciales como
origen de toda acción fundante de un orden nuevo.
Si acordamos que las
formas de enfrentarse al poder constituido han de ser renovadas en profundidad,
y que se ha de explorar procedimientos y recursos plenamente novedosos y
creativos, sólo por ello las mujeres habremos ganado espacio y prestigio en la
vida social, pues estaremos en un plano de igualdad con los varones que tampoco
se han iniciado en estas regiones ignoradas y misteriosas de lo por venir.
Compartiremos pues, desde la incertidumbre de quien se arriesga a lo nuevo, un
camino que, sólo por ser común y no segregado tiene ya por sí mismo un carácter
revolucionario.
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