lunes, 23 de julio de 2012

LA REFORMA MUNICIPAL Y LA GLOBALIZACIÓN

La reforma municipal que va a perpetrar el gobierno del  PP es un ataque frontal al municipalismo. Intentaré demostrar aquí que también lo es a la democracia. 
Democracia es autogobierno y, por tanto, vista desde la actual situación de gravísimo déficit democrático que afecta a las sociedades actuales, todavía es una utopía. Dicho déficit, que es histórico, se ha ido agravando aún más bajo el predominio ideológico neoliberal, concretado en sus dos instituciones clave: la economía de mercado y la “democracia” representativa.

A la dinámica expansionista del capitalismo globalizado le empiezan a sobrar los Estados, como ha quedado suficientemente acreditado en la evolución de la presente crisis que,  más que financiera es sistémica, como incluso los propios neoliberales asumen. Pues con más razón aún, les sobran los pingajos de autonomía que aún sobreviven en el ya lamentable panorama de la democracia local, en los municipios.


La autonomía es la condición necesaria de la democracia, que sólo podemos comprender como autonomía individual y comunitaria.Todo retroceso en la autonomía de las comunidades locales, organizadas en instituciones municipales, es un paso atrás en el ámbito de la democracia  política (pseudo democracia) y no digamos, en el tránsito hacia la democracia real, que necesariamente incluye al ámbito político, pero también al económico, social y ecológico.

La economía de mercado y su “democracia” -incompleta, muy escasamente representativa y totalmente excluyente-, sólo pueden reproducirse mediante las ideologías del crecimiento y sus ideologías auxiliares, la competitividad y la internacionalización; su destino inevitable es la globalización, la expansión económica plenamente privatizada y liberada de todo control social. Consecuentemente, su resultado propio es la concentración de poder, al que asistimos, como víctimas y espectadores atónitos, el resto de la humanidad.

El llamado modelo social europeo es el de la ideología estatista socialdemócrata, basada en la ilusión de que podría ser compatible el pleno empleo y el denominado “estado del bienestar” con la economía de mercado y la democracia representativa. El sueño se ha termindo. La batalla que actualmente se libra en Europa, en el marco de una crisis política generalizada, es la batalla aparente entre dos versiones de una misma ideología del crecimiento, cuyo vencedor está cantado de antemano, porque tiene todas las bazas a su favor la hegemónica versión neoliberal sobre la debilitada socialdemocracia europea. La aparente resistencia socialdemócrata no tiene que ver, pues, con su propia fortaleza, sino con su necesidad de supervivencia electoral, porque su fortaleza política a estas alturas es ya absolutamente nula. Si conserva un hilillo de vida se debe a la utilidad que todavía le ven al Estado los neoliberales “nacionales”, como institución garante aún de sus privilegios locales, antes de la verdadera globalización que se avecina, que arrasará definitivamente a los innecesarios Estados. Este hilillo común, les obliga a ambos, aunque por diferentes razones (unos electorales y otros ideológicas), a no desprenderse del todo del estorbo que supone el llamado “estado de bienestar”, dando un paso intermedio en el camino a su total desaparición, que consiste en crear una “red de seguridad mínima”, que impida el estallido social, pero privatizando al máximo los escasos servicios públicos que se salven del plan de recortes impuesto por los mercados globales.

Desaparecido todo vestigio de control social, los escuálidos Estados actuales se resisten interesadamente a desaparecer, haciendo una suplantación aparente del control social (gracias al mismo mecanismo de suplantación que dominan a través de su "democracia" representativa), siempre a favor de los mercados. Todo ello con la complicidad, una vez más, de la definitivamente fracasada socialdemocracia europea, en cuya trampa ha caído toda la izquierda  postmarxista y postmoderna,  aprovechando el corrimiento ideológico-electoral de la socialdemocracia hacia las posiciones liberales.

En este contexto global de crisis multidimensional y sistémica, el partido neoliberal que gobierna en España, se apresta a realizar un recorte democrático más, escogiendo a los municipios como víctimas propiciatorias, favoreciendo –aún más- la disminución del control social,  para darle algo más de consistencia al menguado poder “político” residual que le permiten sus superiores (los mercados globalizados), poder que, aunque en trance de extinción, aún se concentra en el burlescamente denominado Estado de las Autonomías.

Así pues, la batalla por la autonomía local no es un asunto menor, porque está íntimamente vinculada a la resistencia contra la globalización capitalista y, por tanto, al avance en la transición a  la democracia real.

El único antídoto contra la concentración de poder es su descentralización, su máxima distribución, condición necesaria para la democracia. Pero creo que sólo tendremos alguna posibilidad de tránsito a la democracia cuando la izquierda –hoy estatista y crecentista- abandone sus tristes aspiraciones a ocupar el sitio de la fracasada socialdemocracia, cuando se reconvierta  del lado de la autonomía, o lo que es lo mismo, de la democracia real, necesariamente comunitaria y municipalista. Pero, como por ahora ésto parece improbable,   no queda otra que contribuir a la creación de un nuevo movimiento global de transición a la democracia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdo Fernando, ahí vamos