La reforma municipal que va a
perpetrar el gobierno del PP es un ataque frontal al municipalismo. Intentaré
demostrar aquí que también lo es a la democracia.
Democracia es autogobierno y,
por tanto, vista desde la actual situación de gravísimo
déficit democrático que afecta a las sociedades actuales, todavía es una utopía. Dicho déficit, que es histórico, se ha ido agravando aún más bajo el predominio
ideológico neoliberal, concretado en sus dos instituciones clave: la economía
de mercado y la “democracia” representativa.
A la dinámica expansionista del
capitalismo globalizado le empiezan a sobrar los Estados, como ha quedado
suficientemente acreditado en la evolución de la presente crisis que, más que financiera es sistémica, como incluso
los propios neoliberales asumen. Pues con más razón aún, les sobran los
pingajos de autonomía que aún sobreviven en el ya lamentable panorama de la
democracia local, en los municipios.
La autonomía es la condición
necesaria de la democracia, que sólo podemos comprender como autonomía individual y comunitaria.Todo retroceso
en la autonomía de las comunidades locales, organizadas en instituciones
municipales, es un paso atrás en el ámbito de la democracia política (pseudo democracia) y no digamos, en
el tránsito hacia la democracia real, que necesariamente incluye al ámbito
político, pero también al económico, social y ecológico.
La economía de mercado y su “democracia” -incompleta, muy escasamente representativa y totalmente excluyente-, sólo pueden reproducirse mediante las ideologías del crecimiento
y sus ideologías auxiliares, la competitividad y la internacionalización; su
destino inevitable es la globalización, la expansión económica plenamente
privatizada y liberada de todo control social. Consecuentemente, su resultado
propio es la concentración de poder, al que asistimos, como víctimas y
espectadores atónitos, el resto de la humanidad.
El llamado modelo social europeo
es el de la ideología estatista socialdemócrata, basada en la ilusión de que
podría ser compatible el pleno empleo y el denominado “estado del bienestar”
con la economía de mercado y la democracia representativa. El sueño se ha termindo. La batalla que actualmente
se libra en Europa, en el marco de una crisis política generalizada, es la
batalla aparente entre dos versiones de una misma ideología del crecimiento, cuyo vencedor está cantado de antemano, porque tiene todas las bazas a su favor la hegemónica versión neoliberal sobre
la debilitada socialdemocracia europea. La aparente resistencia socialdemócrata no tiene que ver, pues, con su propia fortaleza, sino con su necesidad de supervivencia electoral,
porque su fortaleza política a estas alturas es ya absolutamente nula. Si
conserva un hilillo de vida se debe a la utilidad que todavía le ven al Estado
los neoliberales “nacionales”, como institución garante aún de sus privilegios locales,
antes de la verdadera globalización que se avecina, que arrasará
definitivamente a los innecesarios Estados. Este hilillo común, les obliga a
ambos, aunque por diferentes razones (unos electorales y otros ideológicas), a
no desprenderse del todo del estorbo que supone el llamado “estado de bienestar”, dando un paso
intermedio en el camino a su total desaparición, que consiste en crear una “red
de seguridad mínima”, que impida el estallido social, pero privatizando al
máximo los escasos servicios públicos que se salven del plan de recortes
impuesto por los mercados globales.
Desaparecido todo vestigio de
control social, los escuálidos Estados actuales se resisten interesadamente a
desaparecer, haciendo una suplantación aparente del control social (gracias al
mismo mecanismo de suplantación que dominan a través de su "democracia" representativa), siempre a favor de los mercados. Todo ello con la complicidad,
una vez más, de la definitivamente fracasada socialdemocracia europea, en cuya
trampa ha caído toda la izquierda postmarxista y postmoderna, aprovechando el corrimiento ideológico-electoral de la
socialdemocracia hacia las posiciones liberales.
En este contexto global de crisis multidimensional y sistémica, el
partido neoliberal que gobierna en España, se apresta a realizar un recorte
democrático más, escogiendo a los municipios como víctimas propiciatorias,
favoreciendo –aún más- la disminución del control social, para darle algo más de consistencia al
menguado poder “político” residual que le permiten sus superiores (los mercados
globalizados), poder que, aunque en trance de extinción, aún se concentra en el
burlescamente denominado Estado de las Autonomías.
Así pues, la batalla por la
autonomía local no es un asunto menor, porque está íntimamente vinculada a la
resistencia contra la globalización capitalista y, por tanto, al avance en la
transición a la democracia real.
El único antídoto contra la
concentración de poder es su descentralización, su máxima distribución, condición
necesaria para la democracia. Pero creo que sólo tendremos alguna posibilidad
de tránsito a la democracia cuando la izquierda –hoy estatista y crecentista-
abandone sus tristes aspiraciones a ocupar el sitio de la fracasada
socialdemocracia, cuando se reconvierta del
lado de la autonomía, o lo que es lo mismo, de la democracia real,
necesariamente comunitaria y municipalista. Pero, como por ahora ésto parece
improbable, no queda otra que
contribuir a la creación de un nuevo movimiento global de transición a la
democracia.
1 comentario:
De acuerdo Fernando, ahí vamos
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