En
lo ideológico, el 15M es un movimiento ecléctico e, incluso, contradictorio; lo
cual es justificable por su escaso tiempo de vida -apenas cuatro meses-, así como
por su esfuerzo en incluir al máximo de gente, lo que lleva a asumir propuestas
que son claramente contradictorias, al tiempo que mayoritariamente socialdemócratas.
Con todo, lo más radical y alternativo del 15M
no son sus propuestas políticas, sino su metodología asamblearia y su extensión
hacia lo comunitario y local, hacia barrios y pueblos, en una estrategia que remite a
métodos de democracia directa muy parecidos a los propuestos por el pensamiento libertario de Murray Bookchin y Takis Fotopoulos,
teóricos principales del municipalismo libertario y la democracia inclusiva, respectivamente.
Como
ejemplo de contradicción, el asambleario movimiento 15M cuestiona la democracia representativa por su desconexión
con la realidad social, por su desconfianza en la participación ciudadana y por
la corrupción de la clase política, al mismo tiempo que reclama una nueva ley electoral con más
proporcionalidad en la representatividad…como si esa fuese la condición necesaria
para impedir la corrupción del sistema.
El
caso es que, incluida la derecha, todo el espectro político se apresura a
obtener algún beneficio electoral del 15M o contra el 15M; y de modo especial, la
izquierda tradicional, más o menos
socialdemócrata o marxista, muy interesada en aprovechar la oportunidad del 15M
como ocasión idonea para realizar su propia catarsis renovadora. En algunos casos, también con clara intencionalidad electoral. Y si
no, véanse al respecto los últimos documentos
elaborados por PSOE (documento marco de su Conferencia Política) y por IU (documento del proceso participativo “por un nuevo programa político para la izquierda”, denominado Convocatoria Social). En ambos casos abundan los guiños al 15M. En el caso del PSOE, la situación
es patética, porque se le ve el escandaloso plumero electoral y porque su previsible
y anunciado hundimiento en las generales del 20N le lleva a un erratismo desesperado entre la cruda realidad del zapaterismo doblegado a los mercados y el rubalcabismo obligado a realizar imposibles acrobacias de última hora.
En ambos
casos queda en evidencia la actitud desconcertada
y oportunista de unas izquierdas que todavía no han digerido su definitiva derrota frente a un sistema neoliberal-capitalista, erigido como pensamiento único, que representa por sí la
barbarie moral de nuestro tiempo y cuya crisis sistémica, a la que asistimos entre desorientados y alarmados, nos anuncia el abismo de autodestrucción que se abre a nuestros
pies.
Una
primera dosis de autocrítica y racionalidad debería llevarnos a ver que tanto
el socialismo ensayado hasta ahora, como el capitalismo todavía dominante, han
fracasado rotundamente, como ha quedado en evidencia tras la caída del muro de
Berlín, tras el fracaso del socialismo real primero, de la socialdemocracia después
y, ahora, tras el fracaso total del neoliberalismo globalizador, sumido en una
crisis sistémica, que a todos arrastra y que a todos engulle.
Estamos
emplazados a comprender las profundas causas de dicho fracaso universal, al
tiempo que a hacer un diagnóstico adecuado. No es éste el lugar, ni yo la
persona capacitada para ello, pero sí alcanzo a identificar una ideología común a los tres sistemas fracasados, una
ideología cuyo armazón tiene por pilares básicos al Estado y a la Economía del Crecimiento.
Un Estado diseñado para defender la apropiación privada de los recursos comunitarios, generadora de poder para
una minoría oligárquica que se nutre de la sumisión
y pobreza de la mayoría. Y una
economía fundamentada en la necesidad del crecimiento contínuo, que conduce a
un productivismo-consumismo patológico, además de al suicidio ecológico. Sus
comunes señas de identidad son la suma exacta de tres factores: 1/ la
acumulación y concentración de la propiedad y el poder derivado de la misma, en
manos privadas o estatales; 2/ la desvalorización
del trabajo y la vida humana, devenidos en superfluos; y 3/ el agotamiento suicida de los recursos
naturales.
Y
de ahí que, por tanto, deberíamos estar emplazados a marcar cuanto antes una
teórica e infranqueable raya roja que nos indique con claridad dónde empieza el
mundo nuevo, la necesaria alternativa. De ahí que no exista en la actualidad
ninguna otra tarea más urgente para la
humanidad en su conjunto. En esa raya infranqueable deberíamos situar al
Estado y a la Economía
del Crecimiento. De un lado, la barbarie del pasado; y del otro, la racionalidad democrática del futuro. Si, como yo intuyo, esa raya fuera el criterio convencional y delimitador
entre lo que llamamos izquierda y derecha,
la inmensa mayoría de nuestra sociedad
estaría situada en la derecha, más o menos contaminada por la ideología del
Estado -eufemísticamente llamado “del bienestar”- y por la ideología del crecimiento económico, eufemísticamente
llamado “progreso”. La denominación de “pensamiento único” alcanza así su plena y universal justificación.
¿Entonces,
dónde está el otro pensamiento, el anticapitalismo
necesario?, ¿dónde está la alternativa a la crisis sistémica que asola a
nuestro mundo?...Ésto es lo que pienso: la respuesta está en la próxima evolución del desconcertante, imprevisible y contradictorio 15M.
2 comentarios:
jeje pues yo creo que con el diagnóstico que haces deberías estudiar un poco el proyecto de la DI.
Joan, por lo que dices no alcanzo a comprender lo que quieres decir.
Por otra parte, conozco bien el proyecto de la DI, con el que me siento muy identificado.
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