sábado, 27 de noviembre de 2021

ECOGRAFÍA

 

CRISIS DE LA PRESENCIA, PROSPECTO, CONTRAINDICACIONES                        (sobre sueltos de Tiqqun) 

Advertencia. Sólo me hago responsable de las palabras no cursivas y negritas, por lo que todas las posibles reclamaciones de los posibles lectores deberán ser dirigidas a Tiqqum, marca editorial, corporativa y anónima, de los verdaderos autores de estas líneas, que yo me he limitado a entresacar al azar de entre algunos de sus textos, eso sí, interesadamente.

Nativos del extranjero. En los últimos siglos del Imperio romano, todo estaba igualmente desgastado. Los cuerpos estaban cansados, los dioses muriéndose y la presencia en crisis. En los cuatro rincones de un mundo en exilio, se escuchaba la gran súplica: que se ponga fin a ésto. El fin de una civilización empujaba la búsqueda de otro comienzo. El vagabundeo venía a aliviar el sentimiento de ser un extranjero en todas partes. (TIQQUN: Y la guerra apenas ha comenzado, 2001) 

Consumidor intocable, ciudadano impotente. En la república burguesa, ahí donde el hombre es un sujeto reconocido y verdadero se le abstrae de cualquier atributo propio, es una figura sin realidad, un «ciudadano»; y ahí donde, ante sus propios ojos y los ojos de los demás, pasa por ser un sujeto real, en su existencia cotidiana es una figura sin verdad, un «individuo». La edad clásica ha planteado de este modo los principios cuya aplicación han hecho del hombre lo que conocemos, a saber, el agregado de una doble nada: por un lado, la del «consumidor», ese intocable, y por el otro, la del «ciudadano», esa irrisoria abstracción de la impotencia.

PROSPECTO

Lágrimas y chocolate. Hizo falta la conjunción de un analfabetismo emocional, a partir de ahora general, y de una pobreza del mundo que se endurece año tras año, para que los hombres llegaran a devorar semanarios en los que se puede leer que, en caso de penas amorosas, las lágrimas son aconsejadas de manera encarecida, ya que “contienen una gran cantidad de neurohormonas de estrés” pero que, si llorar es una operación demasiado compleja para nosotros, podemos dirigirnos a una tableta de chocolate, “porque contiene PEA, cafeína, magnesio y glucosa” (Quo, julio de 1999).

Solo sabe el experto. Sexólogos, nutricionistas, genetistas, pedagogos, investigadores y “especialistas” de todas las confesiones están involucrados a millares en una minuciosa empresa de desfamiliarización de nuestra fisiología, nuestros sentimientos y nuestra vida. Cada sensación debe pasar —el placer, por supuesto, no es una excepción— por la mesa de disección del “experto”, quien nos dirá lo que uno siente verdaderamente y qué consecuencia puede tener sobre nuestra “salud”.

La enfermedad como justo castigo. Y es ese cuerpo glorioso el que, habiéndose separado de nosotros en una instancia independiente, en un espectro, nos gobierna actualmente en fragmentos contradictorios. Quiere cremas para no envejecer, pues nuestros ojos se cubren de arrugas. Reclama un gel para nuestras piernas, puesto que ya nos pesan. Tal producto le hace falta para broncearse, tal otro para no quemarse y aquél, sobre todo, para mantenerse firme. Sólo nos queda reunir la profusión de decretos así emitidos y después ejecutar las órdenes, todo por nuestro bienestar. Hasta tal punto llega esta tiranía que sus esclavos necesitan creerse los amos: “No le dejo hacer nada, lo controlo todo el tiempo, siempre soy dura con él”, dice la top model Carla Bruni de su cuerpo, creyendo ocultar así las proporciones de su servidumbre. La astucia consiste en transformar toda verdadera intimidad con uno mismo en comportamiento de riesgo, en daño potencial para nuestra “salud”, que sólo nos pertenece, por supuesto, cuando hay que preservarla. La enfermedad figura entonces como un justo castigo.

Hay que impedir toda revolución futura. El brazo armado del poder que viene es la medicina. Es ésta, a partir de ahora, la que decide sobre la muerte y la vida, último vestigio de una soberanía que ya no encontramos por ningún lado en la política clásica. Se prepara una revolución que trata de impedir toda revolución futura. Trata de hacer de nuestro cuerpo un agente exclusivo de separación; quiere que cada uno se convierta en la excepción a una regla médicamente definida. Nosotros seremos entonces los pacientes, los anormales.

La medicina en gestación es una medicina genética, en absoluto terapéutica. Es una técnica que sabrá establecer qué enfermedades podríamos padecer, sobre la base del análisis del ADN. Por esta vía, la relación entre presente y pasado se encontrará invertida, tras haber decidido ya todo en nuestro lugar la combinación única de genes que nos constituye. Será una medicina de la culpabilidad, la certeza y la separación. La enfermedad, en todo lo que ha tenido de confortable y de imprevisible, desaparecerá, dando lugar a la responsabilidad que cada uno acarreará por el peso de su sufrimiento. Y como “más vale prevenir que curar”, nuestras enfermedades potenciales se alinearán en un siniestro cortejo de precauciones a tomar en el camino de la existencia.

La sumisión de los sanos. Habrá de un lado la comunidad de “sanos” y del otro la de los “enfermos”. Prestando atención al Nietzsche más dudoso, la primera huirá de la segunda como de la peste. La vida de los sanos estará constelada por los plazos de un ineludible calendario de prevención, pero los sanos serán los sumisos, los pacientes eternos que llevarán una vida de enfermos para no serlo. Los enfermos, por su parte, serán “los que lo quisieron”. Pues, una vez dados todos los consejos, cada uno se encontrará frente a su deber, hacia sus cónyuges, hacia sus amigos, hacia sus médicos. Y habrá que elegir un bando.

Adivinos sin misterios, los médicos tendrán un papel de una omnipotencia inquietante, pretenderán conocerlo todo y, especialmente, preverlo todo. Ya no serán la inquietud y la duda las que envenenarán nuestra alma, sino la dura certeza de la predisposición, la ley inmutable de lo hereditario. La potencia de los males que nos acechan servirá para acabar de raíz con cada uno de nuestros gestos, para minar de entrada todos nuestros actos.

El deseo de cambiar de cama. Este poder alcanza a lo que hay de más expuesto y al mismo tiempo más oculto en nosotros, la nuda vida, que ha producido una formación social donde todo lo que excede al dominio abstracto de “la economía” no participa de nada. El bloom es el nombre de esta vida sin defensa, sin valor, sin forma y, sinceramente, por debajo de lo humano. Lo que se juega aquí no es indigno de nuestra atención: implica tal devastación del sujeto occidental que lo político mismo se ha vuelto radicalmente imposible, en su forma clásica. La ausencia de este sujeto, que había habitado tanto la filosofía como las ciencias y la política, ha dejado un lugar que hace hiatos, que es el bloom. Con él, tenemos que vérnoslas con una vida humana disminuida, con una criatura incapaz de deseo, voluntad y autonomía. Lo político sólo puede ser trágicamente denegado a tal criatura, cuyo destino es el de una espera sin fin ni objeto. Por último, esta sociedad se asemeja a un hospital donde cada enfermo estaría poseído por el único deseo de cambiar de cama.

Todo sea por mi bien. La dominación ya apenas nos exige ser más que pacientes, en el doble sentido del término: habríamos de soportar y sufrir pasivamente su desastre sin exigir nunca reparación y, al mismo tiempo, tolerar ser dependientes de ella, no como se podría depender de un padre o un empleador —relaciones que siempre reservan la posibilidad de una emancipación—, sino como un paciente depende de su médico, es decir, en una relación cuya interrupción provoca la muerte del paciente mismo.

Contra toda evidencia, el cuerpo podría ser nuestro. Y mientras que los cuerpos humanos invaden el planeta en una proliferación sin precedentes, garantizada por los “progresos” de la medicina, el espíritu termina por abandonar esos cuerpos desapasionados, que se han vuelto extraños, ajenos a sí mismos y al otro, mientras que la realidad se aplana en una trama contingente, donde todo habla de todo salvo de nosotros y nuestro destino.

Entre nosotros y nosotros mismos se ha abierto un abismo de extrañeza que debe ser colmado de cualquier manera por esas figuras expertas que pretenden enseñarnos cómo servirnos de nosotros mismos. Tal es la política por venir de la dominación, la biopolítica: una política que gestiona los cuerpos como continentes de almas. Se trata de hacer que nos reduzcamos a aquello con lo cual el poder nos sujeta. ¿Y qué hay más necesario, más inmediato, qué hay más inalienablemente nuestro que nuestro cuerpo? Todo lo que somos, todo lo que hacemos, se desarrolla en los límites de nuestro cuerpo. Nuestra alma está, decíamos, enclavada en él. Es aquello que nos pone en comunicación con el mundo, con los demás, también es lo que nos separa irremediablemente. Pero sobre todo, es por el cuerpo por lo que somos “individuos”, sujetos distintos, seres identificables, y es precisamente esto lo que sirve como blanco privilegiado para toda opresión. Dicho de otro modo: nuestro cuerpo es prisionero de un alma prisionera del cuerpo.

Usted ni se imagina quién soy yo. Elevándose sobre dos milenios de perfeccionamiento continuo de las técnicas de opresión, el biopoder extrae la conclusión de nuestra debilidad; se arroga toda competencia sobre lo que tenemos de más íntimo: nuestros sentimientos, nuestras “pulsiones”. La luz excesivamente cruda de la realidad podría, dice, herirnos. ¿Y quiénes somos, después de todo, para pretender que sabemos conducirnos? ¿El hombre moderno no es, según Kant, un niño que no puede caminar sin su andador?

Curación preventiva. La medicina en gestación es una medicina genética, en absoluto terapéutica. Es una técnica que sabrá establecer qué enfermedades podríamos padecer, sobre la base del análisis del ADN. Por esta vía, la relación entre presente y pasado se encontrará invertida, tras haber decidido ya todo en nuestro lugar la combinación única de genes que nos constituye. Será una medicina de la culpabilidad, la certeza y la separación. La enfermedad, en todo lo que ha tenido de confortable y de imprevisible, desaparecerá, dando lugar a la responsabilidad que cada uno acarreará por el peso de su sufrimiento. Y como “más vale prevenir que curar”, nuestras enfermedades potenciales se alinearán en un siniestro cortejo de precauciones a tomar en el camino de la existencia.

De sujetos a pacientes. La enfermedad es un lenguaje. El cuerpo es una representación. La medicina es una práctica política. (Bryan S. Turner). El paciente ya no es una parte del engranaje de la medicina convencional. Ahora forma parte de un dispositivo integrado, en el sentido que lo entiende Deleuze. Es un material imprescindible para las actividades productivas, un mecanismo de valor monetario y un arquetipo individual necesario al poder que lo gestiona. No, ya no se trata de la vieja medicina. La nueva realidad es otra cosa.

CONTRAINDICACIONES

Las metrópolis de la separación. Las metrópolis se distinguen de cualquier otra gran formación humana, en primer lugar, porque son lugares en donde la mayor proximidad, y a menudo la mayor promiscuidad, coincide con el mayor extrañamiento. Nunca se había visto reunido semejante número de hombres, pero tampoco estuvieron nunca hasta tal punto separados.

El febril entusiasmo por la producción industrial de kits de personalidad, identidades desechables y demás naturalezas histéricas parece ineluctable. En lugar de considerar su vacío central, los hombres, en su mayoría, retroceden ante el vértigo de una ausencia total de propiedad. Louis Dumont, en su obra sobre la ideología moderna, la ideología económica, dice que la propiedad impone la construcción artificial de un sistema político a partir de átomos individuales (...). No es más que la medida del hecho de que en nuestro universo atomizado todo cae hecho pedazos” (1999, 75).

Podría haberlo dicho Tiqqun o cualquier filósofo radical, podría haberlo dicho cualquiera, incluso yo, pero es la afirmación de un solvente y riguroso científico, antropólogo para más señas.

PD:                                                                                                                                                  Definición y teoría del bloom:  es el afloramiento final de lo originario. Son  los nuevos sujetos anónimos, singularidades cualquiera, vacías, dispuestas a todo, que pueden difundirse por todos lados pero permanecen inasibles, sin identidad pero reidentificables en cada momento. El problema que se plantean es: ¿Cómo transformar el bloom?, ¿Cómo operará el bloom el salto más allá de sí mismo?" En lo sucesivo y por doquier, no habrá más que bloom y  huida del bloom. Queda la inevitable inquietud que creemos apaciguar exigiéndonos unos a otros la rigurosa ausencia de sí, ignorando esta potencia común que, por ser anónima, se ha vuelto incalificable. El bloom es el nombre de ese anonimato.


miércoles, 24 de noviembre de 2021

LEY DE LOS TRES PUNTOS, PURO HAIKU

 

                                                                     Luna de estío,
                                                             si le pones un mango
                                                                     ¡un abanico!

Un taburete mínimo, con tres puntos de apoyo, tres patas, tres versos que sirven para sustentar los caóticos mundos. Lo saben quienes suben verticales paredes, dos piernas y una mano, o dos manos y una pierna: se necesitan tres puntos de mínimo apoyo mutuo para no caer al vacío. Una pareja mas un hijo o un amante, o los tres estamentos de cualquier Estado: propietarios, sacerdotes y mercenarios. Incluso el misterio de la amistad y del amor: dos mas la distancia misma que une y separa sus respectivos cuerpos. Verás que siempre buscamos ser comunidad, de tres al menos. Cualquiera que sea la estadística de referencia, la cuenta del desorden siempre exige esa básica suma. La pareja de la guardia civil, pongamos por ejemplo: que se resume en un tricornio invisible. Pasado, presente y futuro; padre, hijo y espíritu santo; el triángulo de los Iluminados que figura en el anverso de un dólar; el de las Bermudas; gobierno, oposición y clientela...siempre un tres en uno, hombres, máquinas e instrucciones de uso, luna, mango y abanico, lo inerte, lo que vivo y lo que sueño. Entonces:
 
El hombre que diga
“mis hijos son una carga”
no habrá flores para él
 
En negrita, haikus de Matsuo Basho, poesía del aquí y el ahora, hit et nunc, del humilde asombro de la vida centrada en la sorpresa del momento,
 
Maravilloso:
ver entre las rendijas
la Vía Láctea

A MATSUO BASHO (OSAKA,1694)


                                                                      

 
                                                                     Bajando hayedos
                                                             no sé qué pasa que sientes
                                                           que alguien va detrás contigo
 
 
 
Otoñada sabinar 
de peña lampa
al fondo


Bajo el paralelo 43, el avellano a 27 de noviembre de 2021...creo
 
 
                                                                        el avellano
                                                                        solo nieve
                                                                        no da nada

jueves, 4 de noviembre de 2021

A LOS 10 AÑOS DE LA “PAZ DE ETA”. La teoría política del Movimiento de Liberación Nacional Vasco

Recién cumplidos diez años del anuncio que hiciera ETA sobre su abandono de la lucha armada contra el Estado español, en este artículo que sigue, Karlos Luckas hace una profunda reflexión histórica y estratégica que considero  le interesaría leer con detenimiento a esa parte de la izquierda reformista que, ilusoriamente, todavía se considera "revolucionaria".
 
 

A LOS 10 AÑOS DE LA “PAZ DE ETA”
La teoría política del Movimiento de Liberación Nacional Vasco
 
Han transcurrido 10 años desde que ETA firmara una “Paz” unilateral, y a nadie se le oculta hoy que en Euskal Herria persiste una relativa disconformidad en un sector abertzale respecto de la “nueva realidad” sin la presencia de ETA; a partir, primero, de su declaración unilateral de “Paz” de 20 de octubre de 2011, tres días después de la celebración de la Conferencia Internacional de Paz de San Sebastián, en que ETA anunció "el cese definitivo de su actividad armada", en un comunicado en el que también hizo "un llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo" destinado a solucionar "las consecuencias del conflicto". Y luego, de su autodisolución como organización armada, mediante declaración pública de 3 de mayo de 2018.
Como igual sabemos, atrás quedaron definitivamente todas las “alternativas” de una “salida negociada” al conflicto armado, desde KAS a la Alternativa Democrática, y en los variados y distintos intentos de negociaciones entre ETA y el Estado español, celebradas durante años, y a todos los niveles. Pero el Estado español, finalmente, ni negoció nada, ni concedió nada. Las instituciones nacionalistas de Euskal Herria son las que rigen, dentro de la Constitución Española de 1978, y es donde la representación política heredera del MLNV y ETA se encuentran gestionando la cuota de poder que el sistema les ha otorgado, la opresión “nacional” de la comunidad vasca continúa y los presos siguen en prisión. Estos acontecimientos históricos vienen siendo percibidos por un sector abertzale de Euskal Herria, básicamente juvenil, como un cierto abandono de los objetivos finales del MLNV, desde sus inicios: la Independencia y el Socialismo.
Domina una sensación mezcla de frustración y fracaso que tienen una base ideológica muy factible, puesto que de aquellos objetivos estratégicos que fueran planteados desde finales de los años 50 del siglo XX, después de tanta lucha y sacrificios, ha resultado prácticamente nada. Cierto que el modelo institucionalista abertzale actual, representado básicamente por SORTU-EH-Bildu, no deja de plantearse los objetivos “estratégicos” del MLNV, pero a partir de una táctica meramente institucional democrático-liberal dentro de la legalidad del Estado español, es decir, mera propaganda. No puede obviarse que las instituciones de los gobiernos vasco-navarros son otorgadas mediante el marco jurídico político fundamental del Estado nación capitalista español, la CE de 1978.
 
Hasta este punto, tal frustración de cierto sector, el más “revolucionario” del abertzalismo, sobre todo en la juventud, tiene una lógica bastante aplastante: a todas luces, el MLNV ha sido derrotado por el Estado nación español. Eso es una evidencia difícil de disimular, pero la gravedad del asunto no está en ello, sino que este sector, de igual manera a como sucedió con el MLNV desde sus orígenes, carece de análisis histórico, estratégico y táctico correctos, con lo cual, sus muy débiles y poco argumentadas posiciones, no dejan de ser la repetición, más burda aún, de las mismas sostenidas erróneamente por ETA. Desde que ETA VI plantea inicialmente el Frente Político Alternativa KAS, en agosto de 1975, en vida del propio dictador (iniciativa a la que se uniría luego la misma ETA V), comienza ahí claramente ya la “vía reformista” a la independencia. En realidad, como veremos a continuación, las posiciones ideológicas, estratégicas y tácticas, del “renovado abertzalismo” van camino de reproducir los postulados de ETA VI, al creer que disfrazando su nacionalismo con anticapitalismo marxista hace de esa versión nacionalista “algo más revolucionaria” (1). Como sabemos, este debate llevó a ETA VI a hundirse plenamente en el reformismo, a la vía del abandono de los postulados históricos de ETA (independencia, socialismo y táctica armada) para abrazar los postulados trotskistas en la forma partidista de la LKI (Liga Komunista Iraultzailea). Recuperar hoy el discurso doctrinal del marxismo-leninismo, en su forma más tosca y elemental, como hace este nuevo “movimiento abertzale” supone dos cosas: una, despreciar completamente la historia del propio MLNV, pues estos postulados estaban ya en ETA en los años 70, y a la vista está que no sirvieron para nada, ni en Euskal Herria ni en el mundo; y dos, las revoluciones triunfantes dirigidas por tal doctrina, incluida la maoísta, han acabado en dictaduras fascistas, como sabemos que sucedió en Rusia y China.
 
Por todas estas consideraciones, es muy importante que hoy se vuelva a recordar el
auténtico chauvinismo de la izquierda proletarista respecto de su posición doctrinal sobre la cuestión nacional, nada revolucionaria, y sí, sobre todo, seguidista de las posiciones nacionalistas propias de la ideología del Estado nación capitalista moderno.
Poco importa que tales posiciones se sostengan por partidos u organizaciones  provenientes de un Estado nación opresor (como nacionalismo que muerde), o por
parte de grupos y organizaciones provenientes de comunidades humanas y pueblos
oprimidos por exógenos Estados nación, como sucede en el caso de Euskal Herria
respecto del Estado nación español y francés (como nacionalismos que ladran). Al
final, es el mismo discurso: la defensa de un Estado nación, moderno y capitalista, que no tiene nada de revolucionario, ni nada que ver con la liberación de la opresión de los pueblos. El Estado nación moderno, aunque sea “propio” es un Estado, es una
maquinaria de explotación y opresión siempre, lleve la bandera que lleve.
 
Las claves del “nuevo” MLNV
 
Es indudable que el llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) (2) ha estado en Euskal Herria, desde sus inicios a finales de los años 60 del siglo XX, bajo la dirección política de ETA. El efecto inevitable ha sido que, desde el momento en que ETA asume que no puede obtener una “victoria militar” contra el Estado nación español y proclamar su objetivo estratégico esencial de la “independencia y el socialismo”, es decir, la constitución de un Estado nación moderno “vasco”, bajo los principios burocráticos-fascistas del socialismo histórico (proceso que inicia desde la proclamación de la Alternativa KAS), su estrategia “militar” se ha reducido a tratar de forzar una “negociación política” con el Estado español a fin de, al menos, garantizar “algún proceso soberanista” de tipo plebiscitario liberal-burgués como el derecho de autodeterminación y buscar alguna salida “digna” para sus presos. Lógicamente no se dieron las condiciones históricas, como pudo suceder en las colonias europeas africanas en los años 50-60, como Argelia, en el sentido de que era materialmente imposible que en un territorio como Euskal Herria, dominado por dos Estados imperialistas (Francia y España), y en el seno de Europa, pudiera alcanzarse una correlación de fuerzas militares capaces de forzar un proceso de independencia nacional, en medio de una coyuntura internacional, además, de “guerra fría” entre los bloques imperialistas encabezados por EE.UU. y la URSS. El final escenificado mediante una “declaración unilateral de paz” y de la “proclamación de la autodisolución de ETA”, era solamente cuestión de tiempo.
 
Es una tremenda lección histórica que la gente joven y revolucionaria de Euskal Herria debería aprender, sobre todo, para evitar una burda repetición de una historia y de una experiencia profundamente negativa por varios aspectos: uno, porque quemó a varias generaciones de genuinos revolucionarios intencionalmente; y dos, porque la superación de la explotación capitalista, de la dominación del Estado y de la opresión de los pueblos y comunidades oprimidas es completamente imposible que se realicen con modelos estatistas y nacionalistas basados en cualquier variante del proletarismo, propio del paradigma de la modernidad. Eso está plenamente superado por la historia, y no entenderlo es, directamente, un suicidio y una muy grave responsabilidad histórica.
 
Texto completo y descarga en este enlace:








 

sábado, 30 de octubre de 2021

HORMIGUERO, DE HORMIGÓN (ARMADO)


Hormiguero y hormigón son palabras que teniendo la misma raíz (hormig-) se refieren a cosas diferentes. Su común raíz hace referencia  a ciertas similitudes en la apariencia de aquello que, respectivamente, nombran esas dos palabras, tomando al hormiguero como modelo de referencia. En la forma del hormigón destaca la presencia de miles o millones de cantos de pequeño y similar tamaño, inmersos en una masa viscosa, básicamente compuesta de arena, agua y cal, que sirve de pegamento, otorgando al conjunto su consistencia y  resistencia. Sin duda que fue la similitud de esta apariencia formal, entre cantos y hormigas, lo que llevó al uso de una raíz común y que ésta es la razón por la que hormigón viene de hormiguero.

 

Ultrasocialidad

En 1810 Pierre Huber publicó la “Historia de las hormigas”, un libro que cambió el curso de la ciencia que estudia a estos insectos sociales. En el ambiente científico fue recibido con escepticismo y sorpresa, porque en su contenido narraba hechos y comportamientos complejos, insospechados en una especie tan aparentemente simple como la de las hormigas: esclavismo, pastoreo de pulgones, lenguaje antenal, arquitectura de los nidos, fundación de colonias... Charles Darwin quedó fascinado con estos hallazgos, que utilizó profusamente en su “Origen de las especies” para explicar la evolución del instinto. Poco a poco, muchos naturalistas desarrollaron y confirmaron las observaciones de Huber, descritas con un estilo sencillo y profundamente original. Convertido en clásico, a pesar de sus más de dos siglos, este libro conserva la frescura y emoción de un observador extraordinario.

A día de hoy, es un hecho cierto que recurrimos con frecuencia a comparar la organización de la vida en las grandes ciudades con la de un hormiguero. Asociamos la imagen de una gran urbe a la de un hormiguero y sin duda que lo hacemos porque deducimos algún tipo de semejanza entre estas dos formas de organización social, a pesar de la enormes diferencias entre ambas especies, humanos y hormigas. A esa característica común, buena parte de antropólogos y entomólogos le han dado el nombre de  ultrasocialidad, si bien con interpretaciones muy diferentes y hasta contradictorias, debido a que se trata de una palabra que puede ser empleada para describir conceptos bien distintos, aunque en su sentido más ampliamente aceptado se refiere a "sociedades complejas, caracterizadas por su común dedicación a la agricultura, por haber adoptado una división del trabajo muy especializada y desarrollada a gran escala", según criterio de economistas como Jhon Gowdy y Lisi Krall, que me parece acertado. Así dicho puede sorprendernos esta afirmación sobre la común dedicación a la agricultura de humanos y hormigas, pero a nada que se indague resulta bien obvio: las sociedades humanas no se concentraron en grandes ciudades antes del radical cambio evolutivo provocado por el desarrollo de la agricultura dando comienzo a esa una nueva edad que llamamos Neolítico”. Por su parte, las hormigas se dedican a cultivar hongos, cortan y cosechan hojas con las que alimentan a sus huertos de hongos, que a su vez les sirven de alimento. Por eso fueron consideradas autorreferentes y muy expansivas. Mientras siga teniendo hojas que cortar, la colonia seguirá expandiéndose. Constituyen su propio sistema, su dinámica está cercada al mundo exterior y por eso decimos que ese sistema es autorreferente.

Tanto humanos como hormigas son así “extraordinariamente eficaces en su conquista social de la Tierra”, como dice Edward Osborne Wilson (biólogo especializado en las hormigas); ambas son especies ultrasociales, conclusión que a este autor le lleva a una reinterpretación darwinista de la sociobiología, en su pretensión de descubrir los fundamentos biológicos del comportamiento social, que igual valdría para hormigas que para humanos. Se trata de un pensamiento que sugiere la posibilidad científica de extrapolar a la vida humana los resultados de la biología evolutiva, a fin de demostrar su tesis sobre la continuidad entre la general conducta animal y la concreta y específica conducta humana. En congruencia con tal pensamiento, E. O. Wilson define la sociobiología como “el estudio sistemático de las bases biológicas de todo comportamiento social”.

Siguiendo esta interpretación, la inteligencia propiamente humana, eso que nos distingue del resto de las especies y que ha originado un sentido “moral” de nuestra existencia como especie social, o no existe o es insignificante y en todo caso es secundaria ante la supremacía de un supuesto imperativo biológico del comportamiento humano, que estaría predeterminado (como en el caso de las hormigas), por dicho imperativo genético.

Este pensamiento niega autonomía al orden de la cultura, que así queda disuelta en la biológico, al atribuir a los genes toda la riqueza y variedad sociocultural del comportamiento humano: “¿Puede la evolución cultural de los valores éticos superiores ganar impulso y dirección propios y reemplazar completamente la evolución genética? Creo que no. Los genes sostienen a la cultura al extremo de una correa. La correa es muy larga, pero los valores inevitables se limitarán de acuerdo con sus efectos en el banco genético humano” ( E.O. Wilson. Sobre la naturaleza humana. 1983).

Al comportamiento altruista este biólogo lo pone en relación con el egoísmo genético y claramente a favor de éste, con base en un incuestionable (por “científico”) mecanismo biológico, por el que el ADN tiende a perpetuarse. Así se pregunta: ¿cómo podría desarrollarse por selección natural un comportamiento como el altruista que, por definición, merma el éxito individual?

Para la sociobiología, la selección natural elimina los dispositivos menos eficaces y determina tanto la fisiología como el comportamiento. Pero, de esta forma – como indica en su crítica R. Chauvin – la selección debería de desembocar prácticamente en la perfección. Conclusión que, sin embargo, no responde a la realidad. La sociobiología en su versión de genetismo radical distingue así entre bien nacidos, con su correcto genoma, y mal nacidos, con genoma defectuoso, que bien podrían ser eliminados o, cuando menos, manipulado su genoma a fin de corregirlo. De todos modos, según las leyes de la evolución, estos últimos estarían llamados a desaparecer porque lo trascendente para la evolución sería la supervivencia de los genes más complejos, sofisticados y fuertes.

The Selfish Gene” es el sugerente título del libro de Richard Dawkins, (Kenia, 1941) publicado en 1976 y traducido en castellano como “El gen egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta”. Su teoría establece que los agentes sobre los que opera la evolución son los genes, no los individuos. Así, la gallina no es otra cosa que el medio del que se sirven  los huevos para reproducirse. Basta sustituir gallina por humano y queda explicada su teoría, básicamente eugenista, con la que resuelve toda posible duda acerca de la dirección que sigue la evolución en general y la humana en particular, como el racismo, el conflicto entre generaciones, el instinto agresivo, la guerra entre generaciones y sexos, hasta el altruismo o la lucha de clases. Los organismos son, según Dawkins, las máquinas de supervivencia de los genes, cuya herencia en la reproducción sexual les convierte en los auténticos responsables de proporcionar ventajas reproductivas para el individuo-organismo al que pertenezcan, siendo los más fuertes aquellos mejor adaptados al medio, que tenderán a ser heredados por un número de individuos-organismos cada vez mayor.

De paso, en ese mismo libro Dawkins introdujo el concepto de “meme” análogo al de “gen”: el meme como agente responsable de la transmisión cultural en la especie humana y sujeto por tanto a las mismas reglas evolutivas del gen egoísta. Así pues, Dawkins considera al ser humano como una máquina para la supervivencia, un robot preparado para la conservación de esas moléculas egoístas llamadas “genes".

La genética interpretada en sentido determinista, como hace la sociobiología, conduce al reduccionismo inhumanista, donde el sujeto de la evolución deja de ser el individuo, sustituido por el gen.  E.O. Wilson considera que el ser humano, incluido su cerebro, está determinado enteramente por la genética, hasta el punto que el mismo tabú del incesto responde sólo a un imperativo genético: al hecho de que el apareamiento entre consanguíneos produce pérdida de capacidad genética.

A pesar de estos malos inicios, cierto es que la genética ha dejado de tener características exclusivamente racistas, pasando a ocuparse de aplicaciones preventivas y terapéuticas, pero el ideario eugenista subyacente ha seguido prosperando gracias a la procreación artificial, con el diagnóstico preimplantatario y la selección de donantes de gametos. El investigador francés Jacques Testart, pionero de los trabajos de investigación sobre inseminación artificial y procreación asistida, abandonó por razones “éticas” el campo de investigación que pretende determinar el sexo del embrión humano congelado, pasando a reclamar el control social sobre las técnicas de procreación artificial, a fin de evitar su deriva eugenista, aplicable tanto a la procreación de individuos genéticamente “convenientes”, como a la eliminación de los “sobrantes”.

 

Por otra parte, las grandes urbes son el modelo propio del orden social hoy dominante, responden al imaginario de la modernidad industrial-burguesa, responden a su modelo de “progreso” y no es por casualidad que nos sugiera una clara analogía entre el superorganismo de la megaurbe y el de un “hormiguero”, que así nos parece "humano".

A estas alturas, quien ésto lea ya habrá observado que lo que aquí trato de dirimir es la disyuntiva ontológica entre modos radicalmente diferentes de entender “eso” que pueda ser el sujeto de la evolución de nuestra especie, lo que somos: ¿un gen-meme, una hormiga-persona, un superorganismo urbano?


El hormigón está armado, ¿y vosotros?”

(grafiti francés de los años 70)

Sin que haya relación etimológica entre hormiguero y hormigón, inmediatamente nos asalta una forma de relación: el hormigón (armado) es el material por excelencia con el que se construyen las megaurbes contemporáneas. Es importante la diferencia que justifica el anterior paréntesis, porque siendo el hormigón un material bien tradicional y bien antiguo, el hormigón armado (con esqueleto de acero) es un material constructivo completamente “moderno” que muy pronto inauguró su propio «imperialismo», con pretensión de convertirse en una especie de «material universal».

Anselm Jappe (1962) es un filósofo alemán que enseña filosofía en Italia, es teórico de la «nueva crítica del valor», autor de muchos libros, entre los que llamó mi atención uno dedicado al hormigón: “Hormigón. Arma de construcción masiva del capitalismo”, que vino a sugerirme esta relación, digamos entre filosófica y política, entre el hormiguero y el hormigón. En este raro libro, decía cosas como éstas: “Durante las primeras décadas de su utilización, el hormigón armado se empleaba en las construcciones públicas, en las obras de ingeniería civil y en las viviendas para las clases populares que el Estado francés empezó a construir en 1867 (primer proyecto de viviendas sociales, en París). Solo se aceptó muy lentamente en las casas burguesas, en las que se aplicaba sobre todo en las partes menos visibles. El hormigón era «cosa de pobres» debido a su escaso coste y a su utilización en las construcciones de bloques en masa. Los elementos más conservadores de la burguesía siguieron juzgándolo sospechoso durante mucho tiempo a causa de su carácter «interclasista». A la inversa, que las clases populares acabasen hacinadas cada vez más en construcciones de hormigón generaba dentro de la izquierda la convicción de que había algo de «proletario» y  «progresista» en dicho material. El higienismo, que los promotores del hormigón reivindicaban tan a menudo, y cuyos beneficiarios serían las clases populares, penetraba igualmente en las ideologías de las  izquierdas. En los años veinte, los gobiernos locales socialdemócratas de Alemania y los Países Bajos recurrieron al hormigón en el marco de vastos programas de construcciones públicas. Hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, el hormigón armado siguió siendo un material entre otros, ni siquiera los rascacielos lo necesitaban en realidad. El Empire State Building, concluido en 1931 y que hasta 1972 seguiría siendo el edificio más alto del mundo, está compuesto por un armazón metálico recubierto de materiales (sobre todo, ladrillos, piedra y hormigón no armado) que lo protegen contra el fuego. Vale la pena señalar también que los chalés suburbanos de entreguerras, cuya construcción tenía como objetivo permitir el acceso a la propiedad de las capas de trabajadores más acomodadas, se hicieron con piedra, porque los nuevos propietarios querían casas «de verdad», como las de los burgueses”.


Entender el pasado ayuda a la comprensión del presente, a la predicción del futuro y, lo más importante, a inventarlo


La fuerza de trabajo, el modo de trabajo y los medios de producción materiales componen lo que Karl Marx denominó “las fuerzas productivas”. Alcanzado un determinado nivel de desarrollo, estas fuerzas entran en contradicción con las relaciones de producción hegemónicas que, básicamente son relacciones de propiedad y dominación. Sucede así porque las fuerzas de producción progresan continuamente. La industrialización genera nuevas fuerzas productivas que a su vez chocan con las relaciones de propiedad y dominación, de matriz feudal. Esto conduce a crisis sociales que impulsan y promueven un cambio en las relaciones de producción. En teoría esta contradicción se supera con la lucha y victoria de la clase proletaria sobre la clase burguesa, dominante y propietaria, una victoria que habría de concluir en un orden social comunista. Pero esta predicción falla estrepitosamente, lo sabemos ahora, porque ignora su propio error de partida consistente en atribuir y reconocer la intrínseca dinámica, expansiva y permanente, de las fuerzas productivas (capitalismo). Desde tamaño error, el capitalismo es insuperable, por ser determinante para el progreso social y por tanto para el triunfo del "socialismo". Este error no puede ser más evidente, como hemos podido comprobar  repasando la historia de los dos últimos siglos, los de las ideologías "modernas" (liberales y socialistas),  y a pesar de todas las revoluciones acaecidas en este tiempo.

Y porque es así, ni desde la óptica liberal ni desde la marxista resulta posible, ya no comprender, sino ver tan solo, la reciente mutación del capitalismo, eso que  llamamos "neoliberalismo". Desde esas ideologías no puede verse la metamorfosis que está operando  el sistema capitalista, resulta invisible su perfil actual y por tanto, se explica la desorientación y confusión generalizada de las organizaciones políticas herederas del pensamiento burgués, liberal o socialista.  Con todo eso, me atrevo a aventurar que  de haber vivido esta mutación del capitalismo, Marx  hubiera corregido su error, lo que no han sabido hacer sus fieles seguidores "marxistas".

No ha sido el comunismo lo que está eliminando la explotación de una clase trabajadora que ahora se autoexplota, eso lo ha hecho el capitalismo mutado en neoliberalismo o capitalismo tecnológico-financiero, que ha mutado su tradicional sistema productivo hacia modos postindustriales e inmateriales, convirtiendo a todo trabajador en empresario de sí mismo y consumidor universal, con todos los ingredientes que ayudan a construir un individuo medio “nuevo” y “conveniente”, amo y esclavo al tiempo, un esquizofrénico individuo que nunca se creyó tan igual ni tan libre, incluso en estado de precariedad sistémica, incluso como habitante del llamado tercer mundo. Esta revolución negativa no es imputable al comunismo “progresista y moderno”, ha sido producida por el nuevo capitalismo, pero cierto es que "el error" comunista no sólo no lo ha  impedido, sino que lo ha favorecido (digámoslo benévolamente) "sin quererlo”. 


Interrogante final, con añadida pretensión de moraleja 

¿Para qué sirven los huevos si desaparece la gallina?...

Más temprano que tarde, todo Estado-Hormiguero deviene en alguna forma científico-biológica y eugenésica de fascismo:  “nada contra el Estado, nada fuera del Estado, todo dentro del Estado” (según la mejor definición de fascismo, debida a su propio fundador, un tal Benito Mussolini).

 

PD: Y no deja de sorprenderme la persistente imputación de "materialismo" referida al orden social hoy dominante. Sorprendente y paradójico cuando hoy no puede ser más evidente su acelerada deriva  hacia la digitalización o descorporeización de las  relaciones sociales,  el inequívoco proyecto de las élites dirigentes que consiste en sustituir la corporeidad por la virtualidad, la natural inteligencia humana por otra forma de inteligencia, una artificial, de diseño tecnológico.