Desde
la racionalidad democrática y desde el sentido común, desde el impulso conjunto
de la razón y el deseo.
Margaret
Tatcher ha dejado dicho que “la sociedad no existe, que lo que existen son los
individuos, hombres y mujeres; que existen
las familias y el gobierno que trabaja con ellos, y que ellos se ocupan
más que nada de sí mismos”, ¡cuánto fundamento tenía la Tatcher al afirmar ésto,
qué bien supo resumir en estas frases la esencia del sistema político al que ha
consagrado su larga vida! ¡Y cuántas veces habrá sido elogiado “su sentido
práctico”, tantas veces refrendado por millones de electores!
Retirada
de la política y más que octogenaria, ahí sigue en pie, como un monumento vivo
a la sinrazón de este mundo, superpoblado de individuos aislados, ayudados por
los gobiernos en la ocupación de sí mismos, sobreviviendo al sinsentido de la
propia vida. Sin Dios, sin Revolución, sin Sociedad,… ¿qué podemos hacer, sino
dedicar nuestras cortas vidas a sobrevivir postmodernamente, en constante y
patológica duda acerca del sentido de nuestras vidas?... pues lo que hacemos, que es vivir
a la deriva, entregados a la religión que nos queda, la del dinero, la
de su ilusoria recompensa, al espectáculo que el consumo nos procura, el que nos permite llenar el
inmenso vacío dejado por la difunta sociedad, industrial y moderna, huérfanos, en gótico
luto por sus anticuadas y universales creencias.