Al “demos” -comunidad de iguales- podríamos llamarlo municipio. Democracia
sería, por tanto, el autogobierno del
municipio. Acracia es la ideología propia de los libertarios individualistas; “sin-gobierno”
(a-cracia) es un concepto tan impropiamente usado como el de “contra-cultura”. No
queremos un sin-gobierno, como tampoco vamos contra la cultura. Este error es la
mejor estrategia para alcanzar el
estatus de irrelevancia y marginalidad.
El
demos, la comunidad, es necesariamente libertaria y socialista, porque la
libertad sólo puede crecer y desarrollarse en el territorio de la igualdad. Así
que a lo que hoy seguimos llamando anarquía perfectamente podríamos
llamarlo democracia, sin dejar de ser lo
que somos. Reconozcámoslo: nos llaman anarquistas porque somos demócratas. Y, por
eso mismo, también somos municipalistas.
Con
lo anterior como punto de partida, la presente reflexión tiene por origen el
artículo de Rafael Cid, titulado “Horizonte2015: toma el municipio”, publicado en Red Libertaria, que ha suscitado polémica entre la gente anarquista. Por ejemplo,
en Rojo y Negro, Octavio Alberola
la ha alimentado con un escrito titulado “Toma el municipio: ¿por abajo o por arriba?”
Me veo implicado
en la polémica y tengo algo que
decir al respecto:
En general, estoy
en desacuerdo con la crítica que Octavio Alberola hace sobre la
propuesta de Rafael Cid, lo que no impide que, aún comprendiendo la buena
intención de ambos, mantenga mi doble discrepancia, por razones que intentaré
argumentar en positivo, es decir, proponiendo una alternativa.
Rafael Cid propone
una reflexión acerca de una estrategia que él mismo centra en el siguiente
objetivo: …“Para que el
formidable capital democrático acumulado por el movimiento de los indignados
sirva para transformar el sistema, debería preparase para ir al asalto de las
municipales en las elecciones del 2015”…”El modelo de referencia de esa apuesta
podría ser el del 14 de abril de 1931” .
Es cierto que las elecciones municipales de Abril de 1931 trajeron
como consecuencia el derrumbe de la Monarquía y el advenimiento de la República,
pero aquella situación nada tiene que ver con la actual, ahora no se trata del “déjà
vu” al que alude Octavio Alberola, no se trata de revivir la confrontación
entre monárquicos y republicanos. Lo que ahora se plantea tiene un alcance
radicalmente diferente, ahora estamos en la madre de las batallas, entre la
democracia que quiere nacer y el capitalismo que muere matando. Como es obvio,
se trata de una batalla que no puede resolverse en unas elecciones, ni siquiera
en una revolución política clásica, sino en una transición revolucionaria que se
proponga transformar en hegemónica la actualmente minoritaria cultura de la
democracia. La participación en elecciones sólo sería planteable, pues, en ese
contexto estratégico de transición revolucionaria hacia la democracia.
El 15M sería un pésimo instrumento para tal fin, porque el 15M
tiene una idea difusa de la democracia, más una intuición que una idea, como
lógica consecuencia de su corto recorrido, de su constituyente pluralidad y de sus
obligadas urgencias cotidianas, en la resistencia frente a la crisis. El 15M
tiene que seguir siendo lo que ya es,
una herramienta de convocatoria y convergencia, para que la ciudadanía se apropie de calles y plazas, del
espacio público necesario para la resistencia social frente a la salvaje ofensiva del
capitalismo en su fase terminal. La inteligencia colectiva del 15M lleva al movimiento a oponerse frente a lo que
rechaza, pero no sabe lo que quiere, ni le hace falta para cumplir su misión. Ya
es un gran logro su esbozo de una democracia
asamblearia, no se le puede pedir un programa de transición a la democracia a
partir de un consenso imposible. Su mayoría corresponde a un cabreo social
primario, que también refleja el rastro de frustración ideológica e histórica de
una izquierda estatista y acomodaticia, ideológicamente predemocrática que,
aunque fosilizada, sigue siendo la izquierda social y culturalmente mayoritaria,
aunque estratégicamente irrelevante.
No, a las elecciones municipales del 2015 no debe ir el 15M, como propone Rafael Cid, provocando el escrúpulo ortodoxo de Octavio Alberola. A esas elecciones les toca ir a
quienes ya parten los mismos principios democráticos y que pueden, por tanto,
consensuar un programa estratégico para
la transición revolucionaria a la democracia. Muchos de ellos están en el 15M,
y los que no, ya están tardando. Para las
elecciones municipales necesitamos un instrumento tan diferente de un
partido político como del 15M; tan alejado de los riesgos de corrupción
vanguardista, propia de los partidos, como del
desvío ideológico y estratégico previsible en unas asambleas
ciudadanistas carentes de programa.
Las elecciones municipales ofrecen un resquicio que lo hace
posible a través de las agrupaciones electorales, que pueden crearse a partir
de asambleas locales autónomas. Esa participación electoral debería estar
condicionada a una previa implantación local suficiente, bien diferenciada de
cualquier partido político y del 15M.
La estrategia que vengo proponiendo al respecto se basa en dos
elementos:
1º. Un acuerdo básico de principios democráticos.
La fraternidad entre individuos y la solidaridad entre comunidades
es la sustancia ética, constituyente y transversal del código genético de la
Democracia. No hubo, hay, ni habrá nunca
un modelo acabado de democracia, porque ésta no es sino el proceso abierto y
continuado de la civilización humana, siempre perfectible. No obstante, como
resultado de la experiencia histórica y la inteligencia colectiva, hemos
desarrollado una racionalidad democrática que nos lleva a afirmar que la
Democracia es el sistema integral (político, social, económico y ecológico) de
convivencia, propio de las comunidades humanas libres, igualitarias, autónomas,
autogobernadas e integradas en la naturaleza de la que forman parte. Y que, por
tanto:
.La Democracia es incompatible con la organización jerárquica de
las relaciones humanas y, por tanto, con toda estructura de poder y dominio de
unos seres humanos sobre otros.
.La Democracia es incompatible con la suplantación de la voluntad
individual y comunitaria, resultante de cualquier tipo de imposición, representación
o intermediación de la misma.
.La Democracia es incompatible con la apropiación privada de los
bienes comunes, tanto culturales como materiales, porque el derecho de uso
comunitario es anterior y tiene primacía sobre las leyes de propiedad dictadas
por los Estados.
.La Democracia es incompatible con el trabajo asalariado, porque
convierte al trabajo humano en mercancía y es la forma actualizada de la
esclavitud de siempre.
.La Democracia es incompatible con todo uso irracional e
irresponsable de los recursos naturales, porque provoca riesgo de extinción
para todos los seres vivos, incluida la propia especie humana.
2º. Una denominación común, “Proyecto Democracia / Demokratio
Proyekto”, software libre y de código abierto que se escribe en dos idiomas, el materno de cada cual y el anacional e igualitario del esperanto.
Concluyo: cuando no se tiene claro hacia dónde se quiere ir, cualquier
estrategia, incluida la electoral, sirve
para llegar a ninguna parte. Parece sencillo, pero no puedo imaginarme a ningún
partido político, ni a ninguna asamblea del 15M, debatiendo para llegar a un
consenso sobre los principios elementales de la Democracia anteriormente
apuntados. Sí puedo pensar, sin embargo, en un buen número de ciudadanos y
ciudadanas que ya comparten esos principios, cada cual desde su modo: anarquista,
antiglobalización, comunista, anticapitalista, hacker, ecosocialista, feminista,
ecologista, decrecentista u otros.
Gracias a Rafael Cid y a Ocavio Alberola por propiciar ésta y
otras conversaciones, de donde siempre brotan nuevas ideas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario