Una metonimia es una figura retórica de pensamiento que consiste en designar una cosa con el nombre de otra, con la que existe una relación de contigüidad espacial, temporal o lógica por la que se designa el efecto con el nombre de la causa (o viceversa), el signo con el nombre de la cosa significada, el contenido con el nombre del continente, el instrumento con el nombre del agente, el producto con el nombre de su lugar de procedencia, el objeto con la materia de que está hecho o lo específico con el nombre genérico. Es, pues, un fenómeno de cambio semántico por el que se designa un concepto con el nombre de otro, sirviéndose de alguna relación existente entre ambos, siendo frecuente la sustitución e intercambio en relaciones de causa y efecto. La metonimia es un tipo de tropo muy habitual, junto la metáfora, la alegoría, la hipérbole, la sinécdoque, la antonomasia, el énfasis o la ironía. En general, un tropo es la sustitución de una expresión por otra cuyo sentido es figurado, se trata de un término propio de la retórica, significa un cambio de dirección, de una expresión que se desvía de su contenido original para adoptar otro.
En su libro “Metahistoria”, Hayden White advirtió la conexión entre tropos y teorías histórico-sociológicas. Por ejemplo, la metonimia sería la clave del método de Marx, la sinécdoque para Hegel y la metáfora para Nietzsche.
La
lectura del último libro de J.M Naredo (“La crítica agotada”)
me ha permitido una reflexión más profunda acerca de la importancia
estratégica del uso del lenguaje en la batalla de ideas que se libra
en estos
tiempos de la Baja Modernidad.
Naredo reconoce en su libro
que sus propias reflexiones al respecto siguen la huella del filósofo
y filólogo Jose Luis
Ramírez González (1)
en su comunicación
“Ciencia social y
mitologías modernas. Acerca de las metonimias del pensar”,
presentada en el simposio
“Hacia una ideología del siglo XXI” (Madrid,
21-23 de septiembre de 1997) (2).
Resumo a continuación lo que a mi entender es la sustancia concluyente de dicha comunicación, por el interés que pudiera tener para quien quiera indagar en qué medida el pensamiento Ilustrado es positivista y metafísico en contra de su propio propósito “científico” y, sobre todo, cómo ha conseguido su hegemonía a partir de tal autoengaño.
Jose Luis Ramírez, filósofo y filólogo
1. Vivimos un ambiente intelectual dominado por la rendición de las ciencias sociales al pensamiento positivista de la Modernidad, deslumbradas por el prestigio de la ciencia y de la técnica en una sociedad ya posindustrial, haciendo profesión de fe en el paradigma positivista, pretendidamente antimetafísico, que preconizara Comte.
2. La Sociología representa la filosofía del sistema social moderno, mientras que la Economía Política es algo así como su teología, con una clase sacerdotal que son los economistas. La Ciencia Política se ocupa de la liturgia y el protocolo que regulan las formas de uso del poder. Ese triunvirato disciplinario es el que otorga estructura y legitimidad a la sociedad democrática moderna, definiendo su sistema de valores, sirviendo de base y fundamento a su paradigma de conocimientos y a la praxis que rige todo el conjunto de saberes útiles y los cauces por los que se ha de mover la formación de sus súbditos.
3. El posititivismo ha fracasado en su pretendida superación de las etapas teológica y metafísica del pensamiento moderno, cuya ininterrumpida vigencia encuentra nuevas formas en nuestras sociedades y en el lenguaje usual de las ciencias sociales y de la política, dando lugar a nuevas e inevitables mitologías, por lo que tampoco nosotros, educados en la ciencia moderna, carecemos de agentes divinos o abstracciones metafísicas que se presentan como causas o explicaciones últimas de los acontecimientos humanos.
4. Tanto en el lenguaje cotidiano como en el discurso de la ciencia, cada vez que usamos un nombre substantivo en forma determinada singular, nos hallamos en la inmensa mayoría de los casos ante una personificación o reificación de entidades abstractas.
5. La mayor parte de las abstracciones que se presentan como explicación de algo, no hacen sino urgir esa explicación. Las declaraciones políticas y los comentarios económicos están llenos de pseudoexplicaciones de esa índole, pero no nos damos cuenta de ello ni de nuestro autoengaño.
6. El lenguaje de la Economía moderna, que ha venido a dominar totalmente los canales de la información y el discurso político, nos ha acostumbrado a someternos a una serie de supuestas entidades que, siendo meras creaciones de la mente y de la acción humana, se presentan con los atributos de lo necesario e inevitable.
7. Lo que el positivismo aporta de razón no es histórico y lo que aporta de histórico no es racional.
8. La tesis positivista establece una relación invertida, entre naturaleza e historia, de fatales consecuencias cuando su coordinación es cada vez más urgente para nuestra amenazada supervivencia ecológica y sólo se puede llevar a cabo desde la perspectiva humana.
9. La importancia atribuída a un factor social, según Wright Mills, depende de la facilidad de su tratamiento por métodos estadísticos, por lo que el empiricismo abstracto se fija en un detalle del proceso investigado y lo deja dominar por completo, con lo que origina un "fetichismo del concepto", el mismo que caracterizaba al pensamiento teológico primitivo que el positivismo, engañosamente, cree haber superado.
10. La consideración estructuralista del lenguaje, junto con la pretensión de que toda actividad humana puede estudiarse como si tuviera estructura lingüística, ha originado una nueva metodología extensible a todas las ciencias, excediendo el ámbito de la propia lingüística.
11. El ideal científico-social positivista ha logrado imponerse plenamente en los sistemas educativos y profesionales de los países occidentales a partir de la segunda guerra mundial. Contrariamente a la creencia positivista de una trasformación radical en la mentalidad occidental desde la antigüedad hasta la modernidad,lo que se advierte es una asombrosa continuidad en los presupuestos determinantes de esa mentalidad desde Platón hasta nuestros días.
12. Hay que vivir muy irreflexiva y despreocupadamente en estos días (de tránsito al siglo XXI) para no experimentar un sentimiento de encrucijada histórica, como si estuviéramos llegando a un límite y “como si algo totalmente imprevisible se nos estuviera echando encima”.
13. La encrucijada en la que estamos apenas estrenado el nuevo siglo consistirá en la necesidad de abordar un problema que la mentalidad platónica ha venido proscribiendo o relegando a un plano secundario durante 25 siglos: el problema de la asunción de la responsabilidad humana; lo cual exige una auténtica ciencia de la acción humana, una ética de índole diferente a la que venimos profesando: en lugar de una reforma moral basada en la ciencia, lo que ahora se impone es una reforma de la ciencia basada en la moral.
14. La autoconciencia ilustrada, basada en la razón, es una conciencia falsa. Entre el dicho y el hecho se abre un abismo y las palabras de Kant siguen todavía esperando su realización. Lo que ha hecho el hombre occidental no ha sido sino sustituir la norma divina por una regla racional tan externa como la teológica. Ha trocado una divinidad por otra. En la etapa ilustrada la acción humana pasó a ser dirigida por la norma de una razón transcendente al individuo humano, eso es la ética deontológica diseñada por Kant. Su constante alusión a la Ley y a la Obligación desenmascaran el carácter jurídico de una ética que se arroga la defensa de la libertad humana.
15. Las ideas regulativas del tipo Libertad, Igualdad y Fraternidad poseen una estructura conceptual semejante a la de los conceptos matemáticos, en los que el concepto es su propia realidad y no apunta a nada que esté fuera de sí mismo.
16. Las tres etapas éticas recorridas por la civilización occidental son la teológica, deontológica y utilitarista; son las predominantes, pero no de modo exclusivo. Son etapas recorridas de hecho, no ciclos impuestos por ninguna ley histórica (como lo era en la filosofía positivista de Marx o de Comte). Lo que sucede es que lo ya pasado, al estudiarlo parece lógico y necesario, puesto que ya no puede cambiarse, las razones fácticas que lo hicieron surgir están patentes, en tanto que las contrafácticas (lo que pudiera haber sido), quedan ocultas.
17. Ante el cambio de época que es presentido con un alto grado de incertidumbre e inseguridad, nada parece indicar un cambio de mentalidad, más bien una continuidad del mismo pensamiento mítico construido desde la filosofía griega sobre la intangible objetividad del ser, que supone la necesidad de “un algo invariable” que explique todos los cambios y variaciones. Las ciencias sociales han tratado de buscar el origen de la situación actual en las ideas de la Ilustración, sin tener en cuenta que la sociedad ilustrada-moderna es fruto de la semilla griega. El concepto occidental del conocimiento refiere a un saber de algo intemporal. Todo movimiento significa traslado o transformación, un cambio de lugar, de forma o de esencia y como fenómeno objetivo de la naturaleza se produce por propia iniciativa; pero a éste movimiento o cambio hay que añadir el que se produce por iniciativa de un ser provisto de voluntad propia. He ahí la diferencia entre el movimiento o cambio natural y la acción humana que también es principio de movimiento o cambio. Cuando sucede esto último, surgen dos tipos de explicación, una natural y otra histórica, que exigen dos diferentes formas y metodologías del saber. Sin embargo, acostumbramos a reducir las explicaciones a las del orden histórico, por razón de que son más exactas, que los son porque dejamos a un lado lo que esté sujeto a interpretación y se nos presente como ambíguo o inseguro. Así, a esta explicacioón la llamamos “objetiva”, sin plantear la cuestión de su elaboración conceptual y lingüística. Una explicación natural puede ser verdadera o falsa, mientras que una explicación histórica (científica) podrá estár bien fundada, ser convincente o verosímil, pero nunca verdadera en un sentido absoluto: ¿quién nos asegura que la explicación científica es correcta?, ¿no está acaso una demostración científica también sometida a la exigencia del buen fundamento?, ¿no ha de ser convincente?, ¿no está condicionada por la reserva del ceteris paribus, que pone la afirmación científica en entredicho?
18. La elaboración científica es producto de la acción humana y toda teoría que pretende ser verdadera tiene primero que ser una buena teoría, una teoría bien hecha. Por eso que toda explicación natural tiene su fundamento en una explicación humana e histórica. Lo bueno y lo verdadero no están al mismo nivel, a los humanos nos importa más lo bueno que lo verdadero. Sin embargo, para Platón lo bueno era algo tan objetivo como lo verdadero.
19. Para llegar a lo absolutamente cierto abstraemos de nuestros conceptos y de nuestras teorías todo aquello que da concreción a la realidad, todo aquello que la hace interesante para nuestra vida cotidiana. Pero ¿no es acaso la vida una actuación que se mueve entre reiteradas incertidumbres? Si solamente obráramos en el terreno de lo seguro nos quedaríamos paralizados, no podríamos vivir.
20. La adquisición de conocimiento supone un arte, la ciencia es producto de ese arte, el de razonar e investigar bien y de expresar lo investigado correcta e inteligiblemente. Como decía Aristóteles en diatriba contra Platón, para ser buen médico no basta conocer lo que es la salud y la enfermedad, no se trata de curar al Hombre, hay que saber curar a los enfermos. Sin embargo, la pauta del saber científico, como único y absoluto, en Occidente la marcó Platón y no Sócrates.
21. El objetivismo platónico introduce una escisión en el concepto griego de lógos a lo largo de la historia de nuestra concepción del saber, separando el pensamiento del lenguaje y reduciendo la realidad a las cosas. En lo sucesivo, el ser será cosa, todo lo que haya de ser entendido ha de reducirse a la condición de cosa. Platón, el gran precursor del idealismo, era un materialista empedernido que buscaba en las cosas el modelo de las ideas, no al revés, como él mismo creía. Pero no las cosas singulares y concretas. La ontología ilustrada-moderna, como la de Platón es una metafísica de la cosa abstracta, cuyo modelo son las entidades matemáticas. Frente a la concepción estática de Platón, la de dinámica Aristóteles es dinámica: ya no cabe poner como ejemplo del ser una figura estática, que es puro aspecto o espectáculo, sino que "ser" va a significar el esforzado sostenerse de algo en la existencia" (en “Ideas para una historia de la filosofía”, ).
22. En la ratio latina el concepto apunta sólo al pensamiento y Cicerón se ve obligado a hacer un juego de palabras en la expresión “ratio et oratio”, para reparar el conceptual divorcio entre pensamiento y palabra. El lenguaje y la gramática determinan, sin embargo, los conceptos y obligan a la realidad a adaptarse al paradigma del sustantivo. A pesar de que "verbo" significa "palabra", la categoría lingüística por antonomasia es el sustantivo, no el verbo.
23. Estamos educados en un pensar lógico que nos lleva a objetivar la realidad. Objetivar es tanto como reificación o cosificación. El sustantivo es la categoría correspondiente a la cosa y cada palabra escrita se nos hace visible como algo delimitado, una cosa. A partir de la consolidación del poder de la lengua escrita y del alfabeto vocálico, el proceso de reificación se hace total, las palabras se construyen en lo sucesivo metafóricamente con referencia al sentido de la vista, la idea es una imagen visual y entender es como ver. Este cambio de sentido es fundamental para entender la evolución de nuestra civilización occidental con el paso de la cultura hablada a la escrita, del pensamiento narrado al pensamiento escrito, condición necesaria para el desarrollo de la ciencia y de la técnica modernas, así como para la democratización del conocimiento, lo que a su vez conlleva la hegemonía de un pensamiento y un lenguaje dominados por la cosa y el sustantivo.
24. Todo aquello que se refiere a un cambio o a una conducta es expresado mediante sustantivos gramaticales, como si fueran objetos aprehensibles y no actividades o cualidades. Las abstracciones a las que reducimos cualidades y elementos de la realidad proliferan en nuestro lenguaje, el discurso cotidiano se llena así de dioses: nos quejamos de la "carestía de la vida", del "despotismo", de la "demagogia" y de la "política", admiramos la "poesía", el "arte" y la "sabiduría", cultivamos la "amistad" y anhelamos la "tranquilidad" y el "bienestar". Mismamente, este texto está lleno de iguales e impropias sustantivaciones, nos es imposible hablar sin hipostasiar. Se trata de un fenómeno que no es metafórico, sino metonímico, como veremos.
25. Todo conocimiento y todo saber es conocimiento y saber humano. El mundo es un mundo humano, tal y como lo concibe el ser humano. Hablamos de un conocimiento de lo objetivo, pero un "conocimiento objetivo" es una contradictio in terminis, un oxímoron o figura literaria en retórica, que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, generando un un tercer concepto.
Lo abstracto, el objeto, es una objetivación humana, una concepción hecha por la mente humana en un acto concreto de pensar. Toda realidad en sí es siempre concreta y cada pensamiento es un acto mental concreto aunque en él tratemos de aprehender algo general y abstracto que haga referencia en un solo acto a una pluralidad de realidades concretas.
26. La mediación gnoseológica del lenguaje está desatendida en nuestra cultura. Las teorías del conocimiento modernas (Descartes, los empiristas, Kant) igual que Platón se plantean el problema de la relación entre el conocimiento humano y el mundo conocido como si el lenguaje no contara, olvidando la directa influencia que el lenguaje tiene en la estructura de nuestro conocimiento del mundo. Lo que llamamos “mundo y realidad” son un mundo y una realidad conceptualmente estructurados, en íntima relación con las categorías gramaticales y con los hábitos semánticos adquiridos con nuestra lengua materna.
27. Si el pensamiento y el lenguaje no tuvieran influencia en la forma de captar y expresar la realidad, todos la entenderíamos y describiríamos exactamente de la misma manera y el error sería imposible. Bastaría con abrir los ojos y decir lo que vemos; propiamente ni siquiera tendríamos que decirlo, pues ni siquiera habría lenguas diferentes. Pero al pensar y al hablar hacemos uso de una forma de pensar y de hablar heredada culturalmente. Sin lenguaje el pensamiento humano se habría anquilosado en su evolución, pero es fácil, una vez adquirida y desarrollada la capacidad de pensar con ayuda del lenguaje, olvidar el camino que seguimos hasta llegar aquí, cuando ya hemos aprendido de la sociedad lo que necesitábamos para podernos bastar a nosotros mismos aislándonos de ella.
28. Un atento examen fenomenológico, de cómo formamos y cómo usamos nuestros propios conceptos, nos ayuda a descubrir algunas de las deformaciones a las que nuestra comprensión de lo real se ve sometida. La comparación de unas lenguas con otras y el conocimiento histórico de la evolución semántica, fonemática y morfológica de las palabras, nos permite descubrir las trampas del lenguaje y de los conceptos.
29. Lo que aprehendemos como “realidad” no son solamente las cosas entre las que nos movemos (como pretenden la ontología y el positivismo), nuestra experiencia cotidiana nos hace denotar constantemente las actividades en las que nos hallamos implicados, incluso podríamos decir que éstas actividades constituyen lo que verdaderamente es nuestra realidad humana, nuestro mundo. Podemos dudar de la existencia de las cosas y de su esencia, pero no de lo que nosotros hacemos, de nuestras actividades, al tiempo que las de los demás las interpretamos por analogía con las nuestras.
30. Cuando Descartes buscaba un punto indubitable de partida y se encontraba con la certeza absoluta de la actividad pensante, estaba en el camino, pero como buen platónico no se ciñó a la evidencia de la actividad pensante que le imponía su conciencia (lo que debiera haber resultado en un cogito ergo cogitare verum est, sino que la hizo derivar a la afirmación de la existencia del propio Yo (cogito ergo sum), soy porque pienso, un yo, sujeto de la conciencia, tan cuestionable como los objetos de ésta.
31. La ontología postula un mundo externo de cosas con esencias propias, independientes de nuestra conciencia, pero lo que sean las cosas independientemente de nuestra conciencia y de nuestra posibilidad de servirnos de ellas, es algo que queda fuera de nuestro interés y alcance, pues el ser humano sólo puede entender lo que él mismo ha creado. El significado y la esencia de una cosa están dados por su contexto con otras y por su relación con el hombre, de modo que es esta relación y este contexto lo que el hombre concibe interesadamente como esencia y significado. Todo significado es un "significado para". De este análisis se deduce una conclusión sobremanera inquietante: si lo que define a las cosas no es lo que vemos de ellas, sino nuestra interpretación de ellas, aquello para lo que nos sirven, es decir las acciones que éstas posibilitan y promueven, entonces resulta que lo más real de nuestra realidad no es lo visible sino justamente lo invisible.
32. Vemos lo que los hombres hacen unos con otros y con las cosas, en sentido estrictamente físico de movimientos del cuerpo y de sus diferentes partes, pero el significado o sentido de ese hacer empíricamente constatable no sería entendido describiendo el suceso físico-material que presenciamos, sino interpretando lo que entendemos a través de ello. La actividad que se manifiesta a través de lo que vemos es lo que da significado a las cosas, a los cambios y hasta al sujeto que ejecuta las acciones. Si conocemos a los hombres por sus obras, por su mera presencia física simplemente los reconocemos. Reconocimento quiere decir que entendemos lo que son por lo que sabemos de antemano, por experiencia de sus acciones anteriores. Aristóteles hablaba de la energeia o actividad (al movimiento, a la mutación visible, lo llamaba kinesis) y era esa actividad lo que daba su ser a los entes. Así, era el alma (lo invisible), y no lo físico, el cuerpo, lo que hacía hombre al hombre.
33. Aunque no entendamos las cosas, podemos nombrarlas. Pero ¿cómo vamos a poder nombrar correctamente, es decir de una manera inteligible para otros, algo que todavía no entendemos?, ¿no va acaso el nombre unido a su significado? He aquí otro de los engaños del pensamiento positivista que ha logrado hacer extensiva esta superstición a las otras formas de saber y al saber de la experiencia cotidiana. Para deshacer el enredo hay que investigar el propio y dudoso concepto de "concepto".
34. El saber matemático es el único en el que los conceptos suponen sus definiciones, por la sencilla razón de que en la matemática el concepto y la realidad a que se refiere coinciden. El concepto matemático es a priori. En el concepto de triángulo está dado plenamente el triángulo y su mera enunciación racional conlleva su entendimiento y su posible definición.
Partiendo del saber matemático elaboró Platón su teoría de las ideas, haciéndola equivocamente extensiva a todo el conocimiento humano. En la ciencia natural, sin embargo, encontramos que una cosa es el concepto y otra es la realidad a que el concepto se refiere. Si de la ciencia natural transcendemos a otras formas de conocimiento, la independencia entre un nombre y lo que significa aquello a que el nombre alude se hace todavía más patente y sólo el contexto en que se usa puede determinar su significado si éste posee cierta claridad, lo que no es tan frecuente como los semánticos quieren hacer valer.
35. Las denominaciones y formulaciones con que objetivamos y describimos los aspectos de la realidad tienen una referencia a ésta, pero sólo a posteriori van adquiriendo significado. La denominación precede a la significación.
36. En el sistema educativo la enseñanza suele comenzar con las definiciones, creando una conciencia engañosa. En la investigación la definición es lo último a que se llega aunque comience por nombrar provisionalmente el fenómeno investigado, objeto o actividad que nos interesa pero que quizá no sabemos bien lo que significa. La función de nombrar es denotativa, trata de hacer presente como objeto aquello que queremos desentrañar. Así, dar nombre es señalar un camino de diálogo e investigación.
37. Cuando queremos ponernos de acuerdo en la significación de algo de lo que en principio tenemos ideas imprecisas, comenzamos por preguntarnos ¿qué es? ese algo, lo que quiere decir que el discurso humano está lleno de palabras y proposiciones gramaticalmente correctas sin que en realidad sepamos lo que queremos decir. Gran parte del discurso científico social, especialmente la llamada ciencia económica, nos ha familiarizado con conceptos sin significado reconocible y explicaciones que no explican nada. No notamos su vaciedad justamente porque nos hemos familiarizado con ellos.
38. La actividad está en íntima relación con la conciencia, es un modo de conciencia, por eso que, ocupada con su objeto, la actividad no se advierta bien a sí misma. Sólo un acto de reflexión, un traslado del QUÉ al CÓMO, nos hace plenamente conscientes de nuestra actividad. Podemos haber realizado una actividad muchas veces y haberla realizado bien sin siquiera planteárnosla, ni menos darle nombre. Cuando advertimos que lo que hacemos nos sale mal, comenzamos a preocuparnos del CÓMO, haciendo a la actividad objeto de la propia actividad consciente. Entonces el CÓMO se convierte en QUÉ de la conciencia, y para poder hablar de ella, abrimos un diálogo que nos ayude a esclarecerla y le damos un nombre. Ese es el orden del conocimiento, no el que nos han acostumbrado a creer. El hecho de que la actividad tenga que ser objetivada para ser investigada, es al mismo tiempo lo que nos tiende la trampa de concebir las actividades como cosas, confundiéndolas con su resultado. Es así cómo nos imaginamos que la arquitectura son los edificios y no el arte de construirlos, o confundimos la pintura con el cuadro pintado por el pintor. Así llenamos el lenguaje y el pensamiento de una infinidad de seres a los que atribuímos actividades.
39. En su teoría de los tropos, la retórica explica la creación y desviación de los conceptos. Lo que llamamos metáfora y metonimia no son meros recursos estilísticos para dar elegancia al decir, sino recursos psicolingüísticos mediante los cuales damos expresión del pensamiento. Cuando Sigmund Freud, en su Interpretación de los sueños, hablaba de los elementos complementarios de la condensación y el desplazamiento, estaba aludiendo a la función metafórica y metonímica.
40. La sociedad moderna profesa una serie de mitos que son debidos a nuestra forma de pensar y al uso de nuestro lenguaje. Si no se puede culpar a las ciencias sociales de ser las causas originarias de la mitología espontánea, siendo ellas mismas un producto del pensamiento mítico de origen platónico sí les incumbe la responsabilidad de haber consolidado esa mitología como ciencia. El deber de la ciencia es desenmascarar la falsa conciencia y los mitos engañosos de la sociedad. Pero en lugar de ejercer su función depuradora, a 300 años de la Ilustración las ciencias sociales han asumido la función de dar legitimidad científica a las nuevas mitologías y perpetuar el sometimiento del ser humano a poderes ajenos a su razón y a su voluntad.
Notas:
(1) Jose Luis Ramírez González (Madrid, 1935), filósofo y filólogo que ha desarrollado su actividad científica y social en Suecia. La mayor parte de su obra está publicada en lengua sueca. Publicaciones en castellano y catalán:
. Notas sobre fenomenología semántica. Congreso internacional de fenomenología. Santiago de Compostela, 1988.
. Categorías de vida urbana pública y privada. Jornadas de Sociología y vida urbana, Barcelona, 1989.
. Individuo y sociedad en la Suecia actual. Un estudio de la transformación histórica del sistema local de autogobierno, ("Ética día tras día - Homenaje al profesor Aranguren", Trotta, Madrid, 1991).
. El significado del silencio y el silencio del significado, Universidad de Verano, San Roque (Cádiz); Ed. Alianza, Madrid, 1992.
. La retórica como lógica de la evaluación, Sociedad española de pedagogía, Revista Bordón, Vol. 43 nº4, Madrid, 1992.
. La participación ciudadana en los países nórdicos. Conferencia Europea sobre Participación Ciudadana en los Municipios, Córdoba, 1992 (Publicado en separata de la Comunidad de Madrid).
. Democracia como estructura y como forma de vida, Conferencia »Variedades y límites de la democracia», Universidad Internacional »Menéndez Pelayo», Valencia, 1993.
. La existencia de la ironía como ironía de la existencia, Universidad de Verano 1993, San Roque (Cádiz).
. Los límites de la democracia y la educación, ICE, Universitat de Lleida. 1994.
. La ciudad y el sentido del quehacer ciudadano, ICE, Universitat de Lleida, 1995.
. El exilio como forma de vida, (Conferencias en castellano sobre "El exilio y la literatura") Nordplan, 1995.
. El espacio del género y el género del espacio. Revista ASTRÁGALO, Madrid, nov. 1996.
. La teoría del diseño y el diseño de la teoría (Revista ASTRÁGALO, Alcalá-Valladolid, aug. 1997)
. Ciencia social y mitologías modernas: un estudio de las metonimias del pensar (Comunicación al simposio "Hacia una ideología para el siglo XXI", Asociación Española de Estudios Canadienses & Instituto de Filosofía del CSIC, Residencia de Estudiantes, Madrid, 21-23 noviembre 1997.
. La invenció de territoris: "jo", "l'altre", "el món", "el cosmos", Revista Transversal, 6.1998, Lleida.
(2) Dicho texto está publicado en la revista “ Geocrítica” (de la Cátedra de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona), disponible en este enlace :
“Ciencia social y mitologías modernas. Acerca de las metonimias del pensar”