La mayoría de la gente piensa que siempre hubo clases sociales, ricos y pobres, que las cosas siempre fueron más o menos como hoy son y que siempre existió alguna forma de Estado, una institución por encima de la sociedad, encargada de imponer la propiedad, la autoridad y el orden; que sea por razón de fuerza o de virtud, siempre hubo élites dominantes, siempre jerarquía y división en clases sociales. Como también es mayoritaria la creencia de que siempre se dió la lucha por la propiedad de la tierra y que todo ello es resultado natural e inevitable de la condición humana.
Incluso quienes más defienden la racionalidad científica, son reacios a admitir las evidencias históricas que la arqueología y la antropología contemporáneas están sacando a la luz en la investigación de las sociedades antíguas. El método científico sólo parece servirles si complace al pensamiento hegemónico dominante. Compartir en comunidad de bienes, cooperar, practicar la solidaridad y la ayuda mutua como sustentos de la convivencia, la organización autónoma y plenamente democrática de la sociedad (autogobierno en asamblea de iguales)...todas estas ideas habitan en el imaginario social como residuales ensoñaciones utópicas. Y es así porque así nos ha sido contada la historia de nuestra evolución humana en escuelas y universidades, para justificar el estatus de la dominación y desactivar cualquier intento de cuestionar el actual orden social en su forma estatal-capitalista que, como mucho, sólo sería "reformable". Cualquier otra forma es relegada a pura fantasía, algo "naturalmente" imposible.
Incluso quienes más defienden la racionalidad científica, son reacios a admitir las evidencias históricas que la arqueología y la antropología contemporáneas están sacando a la luz en la investigación de las sociedades antíguas. El método científico sólo parece servirles si complace al pensamiento hegemónico dominante. Compartir en comunidad de bienes, cooperar, practicar la solidaridad y la ayuda mutua como sustentos de la convivencia, la organización autónoma y plenamente democrática de la sociedad (autogobierno en asamblea de iguales)...todas estas ideas habitan en el imaginario social como residuales ensoñaciones utópicas. Y es así porque así nos ha sido contada la historia de nuestra evolución humana en escuelas y universidades, para justificar el estatus de la dominación y desactivar cualquier intento de cuestionar el actual orden social en su forma estatal-capitalista que, como mucho, sólo sería "reformable". Cualquier otra forma es relegada a pura fantasía, algo "naturalmente" imposible.
Hilo a continuación dos artículos que informan de las últimas investigaciones al respecto de antiguas sociedades preestatales que, entonces sí, naturalmente, vivieron en modo comunista. Son "El comunismo primitivo no fue lo que te contaron" y "Las ciudades del comunismo primitivo", publicados recientemente en la web del Diario Emancipación (Izquierda Comunista Española): https://nuevocurso.org
EL COMUNISMO PRIMITIVO NO FUE LO QUE TE CONTARON
Reconstrucción digital de Talianki, ciudad comunista primitiva, hace unos 5.000 años |
En el relato que nos enseñaron en la escuela, hace unos 9.000 años, el
descubrimiento de la agricultura produjo la sedentarización, la
urbanización y la división en clases. El comunismo primitivo
quedaba atrás y la Historia de la Humanidad comenzaba como tal con
la ruptura de la comunidad social originaria y el comienzo de los modos de producción basados en la explotación de unas clases por
otras. Los descubrimientos arqueológicos de las últimas décadas
desmienten sin embargo estos relatos y nos pintan un mundo en el que
el comunismo primitivo desarrolló la agricultura y la ganadería sin
escindir la sociedad en clases, produjo grandes ciudades muy
distintas a las del «Creciente fértil» y se resistió a la
aparición de clases explotadoras hasta fechas relativamente
recientes, llegando a convivir en el tiempo con los primeros reyes
romanos y la primera democracia esclavista griega.
En el principio de la agricultura fue… el comunismo
El viejo relato tenía fallos evidentes. La primera gran
revolución productiva de nuestra especie, el fin de medio millón de
años de vida nómada que abrió la puerta a la división en clases
sociales, la escritura, las religiones desarrolladas, los primeros
estados… no podía explicarse como una mejora de la productividad.
Cultivar requería más recursos y producía menos que seguir siendo
nómadas cazadores. Durante décadas se intentaron todo tipo de
modelos explicativos, pero ninguno conseguía llegar a resultados
realmente satisfactorios. Parecía que nuestros antepasados habían
pasado hambre y penurias voluntariamente para aprender a cultivar
granos y criar ganado, a pesar de que estas prácticas tardarían
muchas generaciones en ser más provechosas que la caza y la
recolección.
Klaus Schmidt, el arqueólogo que dirigió la excavación de Göbekli Tepe, para muchos el descubrimiento arqueológico más importante
hasta el día de hoy, fue el primero en elaborar a partir de la nueva
evidencia, una teoría satisfactoria. Göbekli Tepe, descubierto en
1994 y construido hace unos 11.500 años, unos tres milenios antes de
la fundación de Uruk/Sumer, ha sido conocido mediáticamente como
«el primer templo», pero sobre todo es el primer vestigio material
descubierto hasta ahora de la sedentarización y de producción
agrícola. Schmidt defendió que Göbekli Tepe había sido el centro desde el que se
difundieron el cultivo y la ganadería hacia eso que llamamos «el
Creciente Fértil». Pero los constructores de aquellas edificaciones
eran todavía nómadas y cazadores. Habrían sido las necesidades de
mantenimiento de las propias estructuras del santuario las que
habrían generado los incentivos para invertir recursos en la ardua
labor de cultivar cereales salvajes y domesticar algunas especies.
Podría ser antieconómico en relación con la caza, pero la caza
exigía largos viajes en un ciclo estacional, si quería permanecerse
en Göbekli había que dedicar cada vez más tiempo a cuidar de los
granos salvajes que lo rodeaban. Más aun si, como parece, el
santuario recogía y albergaba regularmente tullidos y enfermos,
funcionando como una especie de «base» de un grupo que seguía
siendo nómada.
Faltaba con todo una pieza por pulir: ¿Qué sentido tenía
mantener una estructura tan costosa y a la vez tan precaria? ¿Qué
proveían estos santuarios que fuera tan importante como para
organizar a su alrededor toda la vida comunitaria? La respuesta la
daría de nuevo Göbekli Tepe. El descubrimiento de grandes cubas de fermentación iluminó un
nuevo elemento. Excavaciones paralelas en China, mientras tanto,
dieron pie a las primeras teorías que afirmaron que la agricultura
fue un subproducto de la necesidad de producir bebidas alcohólicas
para las celebraciones periódicas de aquellas partidas de cazadores
nómadas.
En 2004, las excavaciones en Jiahu,
la aldea Neolítica china más antigua descubierta hasta ahora,
fundada hace unos 9000 años, aportaron una nueva pista. El
arqueólogo Patrick McGovern descubrió restos de una bebida, una
especie de chicha, que debió tener unos diez grados de alcohol. Lo
que es más interesante, es que la elaboración de esta primitiva
«cerveza» habría sido, según McGovern, la causa de la sedentarización. Santuarios como Göbekli Tepe o
asentamientos como Jiahu o los que habrían de dar lugar a Sumer,
habrían sido producto de la necesidad de las comunidades y partidas
de caza nómadas de reencontrarse para celebrar y redistribuir el
fruto del trabajo.
Como en Göbekli Tepe, Jiahu no alojaba originalmente a toda la
tribu. Es muy posible que naciera como un asentamiento de tan solo
unas pocas personas que cuidaban de cultivos «fermentables» que en
cada ciclo estacional permitían la elaboración de la bebida. Se
trataba de bebidas cuya función era integrarse en una suerte de
fiesta en la que la comunidad nómada se reencontraba con sus
tullidos y con los menos productivos y sacrificados agricultores.
McGovern remarca:
Comoquiera que caractericemos a estas bebidas neolíticas y la domesticación de estas plantas, encontraremos que se trata de un esfuerzo igualitario, con todos trabajando juntos.
En una economía comunista primitiva, la celebración es el
principal mecanismo colectivo de cohesión social. Uniendo la
redistribución entre agricultores y cazadores a través de
ceremoniales, la comunidad no escindida en clases, afirmaba sin
fricciones su igualitarismo. La fermentación de granos salvajes -la
forma más primitiva de cerveza- empieza a jugar un papel cada vez
más importante en estas fiestas porque de forma natural se
convierten en el «objetivo» de todos. Toda celebración necesita
algo especial. De ese modo algo en apariencia anti-económico, como
sembrar y cultivar a tiempo completo se convierte en el objeto de una
primera división del trabajo que no sirve a la explotación de unos
por otros.
Hay todavía ejemplos de esta lógica comunista primitiva operando
en sociedades vivas, por ejemplo los Enawene-Nawe, cuya sociedad combina caza y agricultura articulándose alrededor de un festival cíclico central. Cada vez que vuelven
las partidas conjuntas de caza y pesca, una casa distinta -los
encargados de un huerto- organiza un festival comunitario donde se
redistribuyen los resultados de la caza y el cultivo manteniendo la
organización social. Las casas están distribuidas radialmente y la
casa que debe organizar el festival va cambiando de radio a radio
como el calendario cíclico amazónico.
Esta lógica redistributiva parece haber sido también el origen
de las primeras redes «globales». Con toda probabilidad un
intercambio no mercantil más parecido a las extensas redes de intercambio ritual polinésicas o las de los kwakiutl o hasta el siglo XX, que al comercio posterior de fenicios
o griegos. Recientes investigaciones sobre el ADN de la flora británica llevaron a un
equipo de científicos a concluir que las comunidades neolíticas del
Sur de Europa compartían semillas de granos cultivados con sus
vecinos más atrasados del Norte hace más de ocho mil años, dos mil
años antes de las primeras evidencias conocidas de agricultura en
las islas.
Es decir, los «santuarios» -originalmente el centro de los
itinerarios de caza de las partidas de una tribu- posiblemente
sirvieron también para la redistribución entre tribus, difundiendo
e igualando los avances en distintas regiones geográficas. La
revolución agraria creó un mundo interconectado con intercambios a
larga distancia mucho antes del nacimiento de la mercancía.
El resultado global es un cuadro de la Revolución Neolítica y el
nacimiento de la civilización muy diferente del que se tuvo durante
el siglo XX. La primitiva comunidad agraria no tenía una
estructura social ni un ciclo productivo esencialmente diferente de
los de la tribu nómada. Tras el comunalismo primitivo de
cazadores recolectores que fascinó a los primeros antropólogos, no
vinieron inmediatamente el estado, la propiedad privada y la división
sexual y social del trabajo, sino una larga fase de comunismo agrario
que seguía sosteniéndose en parte con la caza, la pesca y la
recolección. Este sistema productivo ocupaba amplios espacios
geográficos, seguramente más conectados entre sí de lo que
imaginamos. Y lo que es más importante: el gran salto no fue el
descubrimiento de la agricultura en sí, sino el nacimiento del
comunal agrario a partir de la lógica ceremonial de la celebración.
LAS CIUDADES DEL COMUNISMO PRIMITIVO : las primeras grandes ciudades que bajo un sistema de comunismo primitivo prosperaron durante más de 3.000 años y sobrevivieron aproximadamente hasta el 850 aC.