No es un presentimiento, ni una esperanza, tengo la seguridad de que en no muchos años la “política” será otra cosa, nada que ver con el programa de televisión que es hoy en día. Sucederá, no me preguntéis cómo lo sé.
Cierto es que podrá sostenerse el espectáculo todavía por largo tiempo, sí; cierto que quienes elaboran la programación seguirán teniendo la sartén por el mango durante mucho tiempo (yo calculo que algo menos de un siglo), porque manejan muy bien la exitosa técnica de segmentar la audiencia. Programarán y contraprogramarán, un canal para Esto y otro para lo Otro, un canal Contrario de ésto y de lo otro, y otros tantos canales, privados y estatales, respectivamente partidarios y contrarios, conservadores y progresistas, sistémicos y alternativos. Viejos y nuevos canales y programas, públicos y privados, carcamaladas sepia e hipermodernas carcamaladas, canales a la carta, de la caspa, de la casta y de la cresta, punk, feminista, ecologista, nacionalista y ciberhaker, el caso es innovar, innovar sin parar, para sostener y sorprender a la audiencia, animar a la confrontación y la competencia, al libre mercado de opinión. No importan los altibajos en las encuestas, en las cuotas de pantalla o en la participación electoral, todo sea por la audiencia. Todo menos la abstención televisiva, el caso es mantener la cuota íntegra de audiencia, su atención y, en definitiva, su fidelidad sumatoria.