«Sólo
una fina y transparente hoja de frágil cristal separa la civilización de su
recaída catastrófica en el abismo de la historia» (Mike Davis, "Ciudades
muertas. Ecología, catástrofe y revuelta")
“El sujeto se tambalea al borde del nihilismo absoluto; y
si esta mecanización, con o sin propósito, este agotamiento universal del
sentido, llegara a su plena realización, entonces puede que el vacío futuro
resultara igual que todas las angustias acerca de la muerte en la baja
antigüedad y que todas las angustias medievales sobre el infierno”. (Ernest Bloch, “La
ansiedad del ingeniero”)
“Los males pequeños espantan y los grandes
amansan”. (Anónimo, del Refranero Popular)
Surgió
esta conversación en torno al pesimismo que inunda el ambiente social y que se
ha hecho recurrente en todas las conversaciones normales y no sólo entre la gente más interesada en
las cuestiones políticas. Aún reconociendo que algo parece moverse, que hay un
cierto olor a rebeldía social, mi amigo y yo acabamos coincidiendo en una común
apreciación acerca de ese pesimismo general. Ambos pensamos que –lamentablemente-
en cuanto se produzca una ligera mejora en la capacidad adquisitiva, es
altamente probable que veamos disiparse esa apariencia de rebeldía que hoy se
percibe en las múltiples y nutridas manifestaciones de protesta. Y, más aún,
coincidimos en que buena parte de esas masas hoy tan indignadas, volverán a su
mansedumbre acostumbrada y apoyarán electoralmente al primer partido (incluyendo el PP) que les
prometa una subida del sueldo.