sábado, 8 de marzo de 2014

EL DÍA INTERNACIONAL DE LA ALIENACIÓN FEMINISTA


La alienación es una patología individual que es contagiosa, que infecta a toda la sociedad. Consiste en el extrañamiento del ser, conduce a negar la realidad e impone la exclusión de interpretar y cuestionar la realidad personalmente. La realidad deja de ser una construcción histórica de la humanidad, dinámica y perfectible, quedando así constituida en realidad estática, inamovible y totalitaria, preexistente y superior a la voluntad humana. Significa la defunción del pensamiento propio, la renuncia a esta facultad, que es cedida a “otro” que piensa y decide por mí, perdiendo así mi condición natural de sujeto, transformándome en objeto. Afectados por esta enfermedad del ser, la realidad es negada al igual que la posibilidad de ser pensada, se llega así a la muerte del pensamiento libre y propio, para no enfrentarse al límite extremo en el que el ser humano se ve ante el esfuerzo y el sufrimiento que supone  comprender la realidad de su existencia.

Vengo ahora mismo de asistir a una charla conmemorativa del Día Internacional de la Mujer (¿Trabajadora?), organizada por un partido de la izquierda; y he vuelto a escuchar el mismo discurso feminista que ha hecho suyo esta izquierda empecinada en profundizar su propia alienación,  su renuncia definitiva al inalienable derecho de la emancipación individual y social, derecho que es anterior y superior al Estado y a toda declaración de los Derechos Humanos. Este discurso de la izquierda es alienado y alienante, es feminismo de Estado,  es colaboracionista y reproductor del sistema de dominación vigente, un sistema que en la actual fase de la historia tiene la forma resultante de una  hibridación perfecta, estatal-capitalista.


En principio, ya es colaboracionista y reaccionario sólo por el hecho de cooperar a la institucionalización conmemorativa de esta fecha del 8 de Marzo, aunque sea bajo una apariencia reivindicativa. El enfoque antimachista es la clave de la alienación feminista, porque siendo el machismo una obviedad tan aborrecible como innegable, ocultar que es efecto y no causa del sistema de dominación, es una forma engañosa de reforzar éste y de escamotear el verdadero problema. Es una forma de extrañamiento de la realidad que pone al descubierto la intención alienante del discurso feminista y en general, del discurso ideológico de la postmoderna izquierda actual.

Este feminismo de Estado ha llegado al límite de su evolución histórica como movimiento de liberación, ha traspasado la raya que le sitúa al otro lado, en el de las instituciones/estructuras de poder que fortalecen al sistema de  dominación que dice combatir. Su propio discurso aclara ese objetivo y su naturaleza alienante: la prometida emancipación feminista dice tener una finalidad igualitaria, por la que trata de equiparar los niveles y condiciones de explotación  de las mujeres con las que padecen los hombres. Su objetivo no es acabar con el trabajo asalariado que anula las capacidades creativas y sociales del ser humano, el que convierte a la vida humana en una existencia dependiente y no autónoma, en una existencia extraña de sí misma, alienada; su objetivo es, por el contrario, ensalzar esta forma de esclavitud, su objetivo no es la emancipación humana –de hombres y mujeres-, lo que conllevaría el propósito de derribar al actual sistema de dominación, incluido el trabajo asalariado, sino que su propósito es mejorarlo, adecentarlo. 
Este feminismo, esta izquierda, actúan de este modo como la parte del sistema que tiene mala conciencia de sí mismo, que pretende salvar esa mala conciencia reivindicando derechos –solicitados al Estado- para hacer más presentable y soportable el estado de dominación imperante. Los derechos que reivindica esa izquierda feminista son las zanahorias utilizadas para atraer e integrar plenamente a hombres y mujeres en el Estado de Derecho, que es como ellos llaman a la Democracia de Mercado. 

Además, su desprecio por la maternidad y por el trabajo no mercantilizado de las mujeres les delata. Su contribución a la ideología sexista, que enfrenta y divide a hombres y mujeres, que debilita la lucha contra la explotación humana en beneficio del sistema de dominación,  es impagable, si bien espera ser recompensado, al menos, con una cuota de poder; como impagable es también su aportación a la ideología sexual dominante, que reduce la sexualidad humana a mera función recreativa, en el marco de las actividades utilitarias y felicistas propias del “tiempo libre”, en el obligado contexto de las relaciones de producción capitalistas, hoy plenamente asumidas por el  feminismo y la  izquierda institucionalizadas. 

Apelo a la conciencia individual, a la necesidad de una revolución interior, personal, dirigida a autoliberarnos de esta patología del pensamiento extraño, alienado,  que nos anula como personas y que infecta a toda la sociedad. Entiendo este proceso de sanación personal como condición necesaria para el objetivo universal de emancipación humana, objetivo necesariamente constructor de una nueva realidad,  necesariamente destructor de la presente y aborrecible realidad. Esta sanación no puede sino implicar la destrucción de todos los mecanismos que reproducen este estado de extrañamiento de nosotros mismos, de esclavitud consentida,  de alienación en definitiva, en el que hoy vivimos. 
Por mérito propio, el feminismo y la izquierda actual forman parte de esos mecanismos; no son solución sino parte sustancial del sistema, del Problema. Comprenderlo es fundamental,  aunque ello suponga el inicio de un largo, difícil y doloroso camino hacia el libre pensamiento y la emancipación. A eso, a ese proceso de sanación personal y social,  es a lo que hemos puesto el nombre de “revolución integral”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo,estamos empezando la casa por el tejado, como suelo decir. Nos inculcan una serie de ideas para mantenernos divididos, entre ellos este de la igualdad, violencia de genero,etc. Ya nos han dividido en corrientes políticas, en el tema deportivo, en paises, idiomas, sólo faltaba hacerlo en sexos, enfrentarnos hombres y mujeres, competir de manera artificial cuando lo que tendriamos que hacer es cooperar. Pero eso no favorece a las élites que nos gobiernan.
Saludos, como siempre un placer leerte.