La
alienación es una patología individual que es contagiosa, que infecta a toda la sociedad. Consiste
en el extrañamiento del ser, conduce a negar la realidad e impone la exclusión
de interpretar y cuestionar la realidad personalmente. La realidad deja de ser
una construcción histórica de la humanidad, dinámica y perfectible, quedando
así constituida en realidad estática, inamovible y totalitaria, preexistente y
superior a la voluntad humana. Significa la defunción del pensamiento
propio, la renuncia a esta facultad, que es cedida a “otro” que piensa y decide
por mí, perdiendo así mi condición natural de sujeto, transformándome en
objeto. Afectados por esta enfermedad del ser, la realidad es negada al igual
que la posibilidad de ser pensada, se llega así a la muerte del pensamiento libre y propio, para no enfrentarse al límite extremo en el que el ser humano se ve
ante el esfuerzo y el sufrimiento que supone comprender la realidad de su existencia.
Vengo
ahora mismo de asistir a una charla conmemorativa del Día Internacional de la
Mujer (¿Trabajadora?), organizada por un partido de la izquierda; y he vuelto a
escuchar el mismo discurso feminista que ha hecho suyo esta izquierda
empecinada en profundizar su propia alienación, su renuncia definitiva al
inalienable derecho de la emancipación individual y social, derecho que es anterior y
superior al Estado y a toda declaración de los Derechos Humanos. Este discurso de la izquierda es alienado y alienante, es feminismo de
Estado, es colaboracionista y reproductor del sistema de dominación
vigente, un sistema que en la actual fase de la historia tiene la forma
resultante de una hibridación perfecta, estatal-capitalista.
En
principio, ya es colaboracionista y reaccionario sólo por el hecho de cooperar a la
institucionalización conmemorativa de esta fecha del 8 de Marzo, aunque sea bajo una apariencia
reivindicativa. El enfoque antimachista es la clave de la alienación feminista,
porque siendo el machismo una obviedad tan aborrecible como innegable, ocultar que es efecto y no
causa del sistema de dominación, es una forma engañosa de reforzar éste y de
escamotear el verdadero problema. Es una forma de extrañamiento de la realidad
que pone al descubierto la intención alienante del discurso feminista y en
general, del discurso ideológico de la postmoderna izquierda actual.
Este
feminismo de Estado ha llegado al límite de su evolución histórica como movimiento de liberación, ha
traspasado la raya que le sitúa al otro lado, en el de las instituciones/estructuras
de poder que fortalecen al sistema de
dominación que dice combatir. Su propio discurso aclara ese objetivo y su naturaleza
alienante: la prometida emancipación feminista dice tener una finalidad igualitaria,
por la que trata de equiparar los niveles y condiciones de explotación de las mujeres con las que padecen los hombres.
Su objetivo no es acabar con el trabajo asalariado que anula las capacidades
creativas y sociales del ser humano, el que convierte a la vida humana en una
existencia dependiente y no autónoma, en una existencia extraña de sí misma,
alienada; su objetivo es, por el contrario, ensalzar esta forma de esclavitud,
su objetivo no es la emancipación humana –de hombres y mujeres-, lo que conllevaría
el propósito de derribar al actual sistema de dominación, incluido el trabajo
asalariado, sino que su propósito es mejorarlo, adecentarlo.
Este feminismo, esta izquierda, actúan de este modo como la parte del sistema
que tiene mala conciencia de sí mismo, que pretende salvar esa mala conciencia
reivindicando derechos –solicitados al Estado- para hacer más presentable
y soportable el estado de dominación imperante. Los derechos que reivindica esa
izquierda feminista son las zanahorias utilizadas para atraer e integrar
plenamente a hombres y mujeres en el Estado de Derecho, que es como ellos llaman a la Democracia de Mercado.
Además,
su desprecio por la maternidad y por el trabajo no mercantilizado de las
mujeres les delata. Su contribución a la ideología sexista, que enfrenta y
divide a hombres y mujeres, que debilita la lucha contra la explotación humana
en beneficio del sistema de dominación, es
impagable, si bien espera ser recompensado, al menos, con una cuota de poder; como
impagable es también su aportación a la ideología sexual dominante, que reduce la
sexualidad humana a mera función recreativa, en el marco de las actividades utilitarias y felicistas
propias del “tiempo libre”, en el obligado contexto de las relaciones de
producción capitalistas, hoy plenamente asumidas por el feminismo y la izquierda institucionalizadas.
Apelo
a la conciencia individual, a la necesidad de una revolución interior,
personal, dirigida a autoliberarnos de esta patología del pensamiento extraño,
alienado, que nos anula como personas y
que infecta a toda la sociedad. Entiendo este proceso de sanación personal como
condición necesaria para el objetivo universal de emancipación humana, objetivo
necesariamente constructor de una nueva realidad, necesariamente destructor de la
presente y aborrecible realidad. Esta sanación no puede sino implicar la destrucción de todos los mecanismos que reproducen este estado de extrañamiento de nosotros mismos, de esclavitud
consentida, de alienación en definitiva, en el que hoy vivimos.
Por mérito
propio, el feminismo y la izquierda actual forman parte de esos mecanismos; no son
solución sino parte sustancial del sistema, del Problema. Comprenderlo es
fundamental, aunque ello suponga el
inicio de un largo, difícil y doloroso camino hacia el libre pensamiento y la
emancipación. A eso, a ese proceso de sanación personal y social, es a lo que hemos puesto el nombre de
“revolución integral”.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo,estamos empezando la casa por el tejado, como suelo decir. Nos inculcan una serie de ideas para mantenernos divididos, entre ellos este de la igualdad, violencia de genero,etc. Ya nos han dividido en corrientes políticas, en el tema deportivo, en paises, idiomas, sólo faltaba hacerlo en sexos, enfrentarnos hombres y mujeres, competir de manera artificial cuando lo que tendriamos que hacer es cooperar. Pero eso no favorece a las élites que nos gobiernan.
Saludos, como siempre un placer leerte.
Publicar un comentario