No hay nada que
celebrar y mucho que reflexionar en este día de exaltación fetichista del
trabajo. La reciente muerte de más de trescientos trabajadores muertos en
Bangladesh, mayoritariamente mujeres, es
el contrapunto exacto y bárbaro a esta fiesta, día grande del capitalismo
triunfante. La foto del desastre cumple su misión en los medios, contribuye a
constituir la realidad como espectáculo. Incluso alguno de los más de seis
millones de parados en España habrá pensado que, al menos, esos muertos tenían
trabajo. No hay contradicción más bárbara en la sociedad contemporánea
que la de idealizar la esclavitud del trabajo asalariado, no hay logro más
grande del capitalismo que el de
transformar el trabajo en mercancía y el sometimiento a esa ley en servidumbre
voluntaria.
Este es el único
pésame que se me ocurre en este día, una reflexión acerca de la lógica homicida
del trabajo asalariado a partir de dos recordatorios, lo que decía Anselmo
Lorenzo en la “fiesta del trabajo” del 1º de Mayo de 1933 y lo que hace unos
días decían los medios acerca de los trabajadores muertos en Bangladesh tras el
derrumbe del edificio en el que trabajaban: