La vida de la sociedad
humana transcurre en medio de una compleja red de comunidades, unas
elegidas (la cuadrilla de amigos, el sindicato o nuestra red en Twitter)
y otras impuestas (la familia, la escuela
o la nación). Toda comunidad es generada por la existencia de un comunal, aquello que comparten
sus miembros, toda comunidad implica
un acuerdo tácito entre sus miembros, que supone sumisión a sus
normas. Toda arquitectura comunitaria incluye la función de gobierno e implica una
estructura de poder, por lo que las comunidades pueden ser jerárquicas o
democráticas. Son jerárquicas aquellas que se gobiernan mediante uno o varios centros de decisión, lo que determina una
diferencia de poder entre sus miembros;
en las comunidades democráticas no es necesario un
centro de decisión, pero tampoco es suficiente que la toma de decisiones sea
descentralizada, porque seguiría siendo jerárquica; es necesario que, además, la
estructura de poder sea distribuida, construida a partir del principio
democrático: “el gobierno del demos (demo-cracia) es un gobierno entre iguales”, de tal modo que
la comunidad democrática se estructura, inequívocamente, como
una red de iguales y, por tanto, carente de jerarquía.
Una comunidad
democrática es una red P2P -red de pares, red entre iguales- en la que cada miembro es un nodo soberano, que federa
su igual soberanía individual para el gobierno cooperativo del comunal que
justifica y da sentido a la red.
Sean democráticas o no, todas las comunidades
interactúan entre sí en todo todo
tiempo y lugar. Cuando las comunidades que interactúan son democráticas, esa
relación genera una red confederal, en la que cada nodo conserva su
autonomía-soberanía y en la que se genera un nuevo comunal formado por aquellas
partes del propio comunal que cada comunidad
decide compartir para formar el nuevo comunal cooperativo. En principio, las redes P2P son redes de naturaleza democrática y estructura confederal.
Las nuevas tecnologías
de la comunicación han posibilitado visibilizar la existencia del conocimiento como nuevo comunal (procomún) universal e inmaterial. Internet ha posibilitado su acceso y distribución universal junto con la producción, así mismo distribuida, de nuevos bienes y servicios a partir de esa materia prima. Esa tecnología nos ha llevado a pensar en la posibilidad real de una comunidad global en
red, constituida por un tejido inmenso de múltiples comunidades asimétricas, territoriales o virtuales, originando una estructura democrática a
partir del procomún universal del conocimiento humano. Y, lógicamente, hemos pensado que "la red" debería tener una estructura confederal, fundada sobre el principio
democrático P2P ( “peer-to-peer”).
Esa ideología tecnológica y democrática, surgida del movimiento hacker, se enfrenta a la poderosa resistencia de quienes se consideran a sí mismos como propietarios del conocimiento y, en consecuencia, también propietarios de la tecnología. La ventaja del movimiento hacker es la suma de su ideología democrática y su dominio de la tecnología de internet. Este movimiento también está impulsando la aplicación experimental de una nueva tecnología industrial, orientada a la producción distribuida de bienes materiales e inspirada en el principio P2P, lo que supone un cambio revolucionario hacia la relocalización general de la industria y hacia la autonomía productiva de las comunidades locales; en definitiva, un cambio hacia el predominio de las economías locales sobre las economías de escala propias de la industria y los mercados globales del capitalismo. Sus posibles consecuencias parecen lógicas y ecológicas, de tal modo que nos hacen vislumbrar el surgimiento de futuras redes distribuidas y, dada su estructura confederal, cada nodo productivo, podría compartir su comunal local como aportación cooperativa al procomún material universal.
Lo anterior es la teoría de lo
posible, la parte más visible y sugerente de la revolución tecnológica P2P que ya se ha iniciado.
Pero, desde el siglo de Pericles abundan razones para no fiarnos de las
revoluciones exclusivamente tecnológicas. El objetivo emancipatorio de la sociedad humana precisa que esa revolución sea, además, integral e inclusiva, necesita radicales cambios que nos permitan disolver la resistencia de la ciudadanía propietaria, como la de sus comunidades corporativas y estatales, la de aquellos que retienen cautivo para sí el procomún universal, tanto material como inmaterial. Convendría, pues, no fiarnos, porque estamos en franco riesgo de caer una vez más en la misma trampa si hoy, como antaño en Atenas, la asamblea de ciudadanos “propietarios” lograra controlar las nuevas tecnologías, reinventando otra comunidad democrática imaginaria, esta vez como Estado global...y P2P.
Al loro: hay dos revoluciones en
marcha y una de ellas tiene como objetivo que todo siga igual que en el siglo quinto
antes de Cristo.
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