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Subiendo a la Ulaña desde Ordejón de Arriba |
Tomamos las de
Villadiego y allí dimos un sosegado paseo por sus calles vacías y estrechas.
Sólo nos cruzamos con gente en una angosta calleja, gente que entraba a la
iglesia de lo que nos pareció un convento de monjas. Hora de misa, hicimos unas
fotos y entramos en un café de la porticada y espléndida plaza de la villa. Desde allí, saliendo por uno de los arcos de la muralla, tomamos el camino de Humada, hacia las Loras.
He pateado unas
cuantas veces este territorio y, sobre todo, he dedicado muchas horas al
trabajo de organizar y promover el proyecto de creación de una reserva
geológica que, a día de hoy, sigue siendo un sueño, un proyecto que espera el
reconocimiento y el impulso de los ayuntamientos del territorio (burgalés y
palentino) y del gobierno regional.
Las Loras son un territorio singular, con un relevante y vastísimo patrimonio paisajístico, histórico, cultural y geológico. Las Loras son unas singulares mesetas calizas que se conocen en geología
como “relieves inversos” y que se hallan repartidas por una extensa zona del norte de Castilla y León, compartida por las
provincias de Burgos y Palencia, y una pequeña zona del sur de Cantabria. Ocupan el espacio suroriental del País
Románico, nombre que recibe el conjunto integrado por las comarcas de la Montaña Palentina, de Campóo-Los Valles (Cantabria) y Alto Ebro-Loras de Burgos, tres comarcas que, juntas, tienen el privilegio de reunir la mayor concentración del arte románico de la península
ibérica y, probablemente, de Europa. La mayor parte de las Loras son burgalesas. Por su borde oriental, coincidiendo
con la cuenca del río Pisuerga, Burgos comparte las Loras con Palencia; y con
Cantabria en el borde septentrional, allí donde sus paredes se asoman a los cañones
del río Ebro en sus inicios, recién encajado en Valderredible (Valle del Río de
los Iberos).