“El plan de recuperación convierte el inmenso desafío que enfrentamos en una oportunidad, no solo apoyando la recuperación, sino también invirtiendo en nuestro futuro: el Pacto Verde Europeo y la digitalización.” (Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, exministra de Defensa de Alemania de 2013 a 2019)
La llamada al Pacto Verde, de la Unión Europea y del Estado Español, es a cobro revertido: quien hace la llamada quiere que la pague el que la recibe. Pero en este caso lo previsto es que la mayor parte de la factura la paguen las próximas generaciones, esa gente que ni recibió la llamada ni podía recibirla, porque todavía no había nacido. La maniobra es hábil, pero no nueva, es como las “facilidades” de una venta a plazos que se anuncia sin entrada y con carencia de cuota durante los primeros meses. No se paga de inmediato, pero se acabará pagando con intereses, y con creces; pero para un obsesivo consumidor de crédito y energía eso es lo de menos, lo importante es que éstos no le falten...y lo que haya de venir ya se verá en su momento.
Los bancos del Estado Español iniciaron en marzo de 2020 (mes y año en que estalló la pandemia) un recorrido alcista en su apelación al organismo presidido por Christine Lagarde (2), coincidiendo con el inicio de la crisis derivada de la expansión del coronavirus. La deuda de los bancos refleja la apelación bruta de las entidades al instituto emisor a través de las operaciones regulares de financiación, que no registró ningún cambio en febrero (un mes antes de la pandemia) y se mantuvo en 261.210 millones de euros, exactamente igual que un mes antes. Según los datos del Banco de España, el incremento en el mes de inicio de la pandemia era del 100,24% en comparación con el mismo mes del ejercicio precedente. Son 65.725 millones de euros la cantidad total “inyectada al sector financiero” y la mayor parte (el 82,7%) proviene exclusivamente de fondos públicos, son 54.353 millones de euros. El Banco de España informó que la cifra había aumentado en 1.376 millones “por razones del mercado”. De ese rescate, el Estado Español prevee recuperar unos 14.000 millones, en el caso de que las cifras no vuelvan a ser cambiadas, porque la realidad es que hasta ahora solo han sido devueltos 4.477 millones de euros, o sea, un 6,81% de lo inyectado a los bancos a cargo del presupuesto del Estado Español, que no hace falta recordar procede de los tributos que pagan mayormente la gente trabajadora-consumidora. Esta es la realidad del rescate "que no era rescate" y por eso no nos iba a costar un duro, un crédito del Estado Español a la Banca Nacional, que ésta iba a pagar pero nunca pagó.
Lejos de la recuperación por la crisis financiera de 2008, irrumpió un virus contagioso, propagándose rápidamente por todo el planeta gracias a la gran movilidad de mercancias y personas que propicia la globalización. La pandemia ha acelerado la llegada de un nuevo ciclo en una crisis cíclica persistente, crisis sobre crisis que se confunde y amplifica en medio de un clima de globales emergencias, con alarmas medioambientales, climáticas, energéticas y sanitarias que, sin duda, van a marcar este siglo XXI. Sin estar aclarado todavía el origen del virus y, por tanto de la pandemia, supongamos la casualidad de esta coincidencia, de la sobrecrisis económica, con la pandemia. Su oportunidad no puede ser más evidente, ni menos democrática, la Covid-19 no solo destapa, sino que multiplica el déficit democrático crónico de la sociedad contemporánea. Del miedo se alimentan los autócratas, en las crisis las personas vuelven a buscar líderes y todo anuncia un largo periodo de tiempo en que echaremos de menos la pésima democracia que ya teníamos, cuando veamos “normalizadas” las prácticas totalitarias.
En una reciente entrevista, decía Byung-Chul Han: “Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital. Según Naomi Klein, el shock es un momento favorable para la instalación de un nuevo sistema de reglas. El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud. Occidente se verá obligado a abandonar sus principios liberales; y luego está la amenaza de una sociedad en cuarentena biopolítica en Occidente, en la que quedaría limitada permanentemente nuestra libertad”.
Los emergentes nacionalismos, en todas sus variantes neofascistas se mueven en su salsa, no podían soñar una oportunidad más favorable. Tiene toda la razón Byung-Chul Han cuando afirma que esta pandemia es un espejo que muestra en qué sociedad vivimos, en última instancia basada en el miedo a la muerte. A partir de ahora “sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud...La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea tan inhumana”.
Para sobrevivir, sacrificaremos voluntariamente la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía, todo lo que hace que la vida merezca la pena. El estado de pandemia logra que se acepte sin cuestionar la limitación de las concesiones ("derechos") a las que el mismo Estado nos tenía acostumbrados. La caridad, como la solidaridad, se manifiestan como distanciamiento y la virología suple a la teología en una sociedad temerosa, convertida en audiencia cautiva, que otorga a los virólogos y economistas oficiales una absoluta soberanía en la interpretación “oficial” de los hechos. Salvar el pellejo propio, la economía, será, al fin, la consigna global del pensamiento coronavirus, el soñado pensamiento único.
En la referida entrevista, el filósofo coreano relata la parábola contenida en el cuento de Simbad el Marino: “en un viaje, Simbad y su compañero llegan a una pequeña isla que parece un jardín paradisíaco, se dan un festín y disfrutan caminando. Encienden un fuego y lo celebran. Y de repente la isla se tambalea, los árboles se caen. La isla era en realidad el lomo de un pez gigante que había estado inmóvil durante tanto tiempo que se había acumulado arena encima y habían crecido árboles sobre él. El calor del fuego en su lomo es lo que saca al pez gigante de su sueño. Se zambulle en las profundidades y Simbad es arrojado al mar”.
Mientras esto llega, como por la puerta de atrás de la pandemia, el Estado Español y todos los de la Unión Europea, cuelan un Plan de Recuperación que a partir de hechos consumados vamos sabiendo de qué se trata y cuáles son las implicaciones económicas de las políticas energéticas y climáticas: la más gigantesca de todas las transferencias de rentas - de las masas trabajadoras a las empresas capitalistas-, jamás realizada por Estado alguno.
La ciencia aprieta. Al tiempo que dice defender que estamos al borde del colapso ecológico, con un aumento continuado de las emisiones de CO2 y con la pérdida masiva de biodiversidad, por otro lado certifica que el avance de la actividad humana en los ecosistemas facilita el salto del virus de animales a nuestra especie, como ha pasado con la COVID-19. Es difícil no reconocer que alguna responsabilidad tendrá la economía capitalista y sus máximos beneficiarios. Acrecentada su prisa por la pandemia, hace año y medio idearon programas de reformas de la economía, ad hoc de la pandemia. Este nuevo concepto se llama Green New Deal, presentado como ventana de oportunidad para hacer visibles unos “pactos verdes” muy confusos y nada verdes. En estos pactos se pueden encontrar posiciones neoliberales y neokeynesianas, como el Pacto Verde Europeo, progresistas, de los demócratas en EE. UU., coaliciones de activistas e investigadores europeos que publicaron el Nuevo Pacto Verde para Europa, organizaciones latinoamericanas postextractivistas que han impulsado el Pacto Ecosocial del Sur, o pactos verdes feministas que lanzan sus demandas desde el ecofeminismo, según relata el informe del Observatorio de la Deuda en la Globalización, dependiente de la Fundación Rosa Luxemburgo (3).
Supongamos que no haya habido planificación alguna de todas las coincidencias, de la pandemia con las grandes planes económicos puestos en marcha. Aún contando que todo fuera fruto de la casualidad, lo cierto y comprobable, a través de los hechos ya consumados, es una transformación radical de nuestras sociedades a partir de hechos con aspecto de ser objetivos estratégicos: reducción selectiva de la población, máximo control social y máxima concentración, aún más, del poder económico.
La llegada de la pandemia a Europa ha establecido una “relación virtuosa” entre la crisis económica y la pandemia, pasando el Pacto Verde Europeo a ser el marco de referencia para la recuperación económica, un pacto llamado a ser la nueva estrategia de crecimiento de una “economía verde y digital”. La pandemia, en vez de subordinar ese plan, lo ha proyectado a lo más alto de las agendas políticas, pero sus asociadas contradicciones emergen, incluso entre una ciudadanía europea centrada en la pandemia: crecimiento verde bajo el supuesto de que se puede crecer y, a la vez, reducir drásticamente el consumo y las emisiones; extractivismo para la transformación tecnológica, sin importar demasiado su viabilidad biofísica o los impactos en comunidades del Sur Global; empleo bajo una digitalización que quiere más máquinas y menos personas, y una recuperación verde con instrumentos como el Next Generation EU, cargado de miles de millones de dinero público, que está ampliando el “consenso verde” de las grandes corporaciones multinacionales, por la oportunidad que éste ofrece para transformar su modelo de negocio.
Todo ésto es lo que significan estos Pactos Verdes en tiempo de pandemia, conformando este momento histórico en el que los Estados y sus corporaciones están tomando graves decisiones a gran velocidad, como hechos consumados, justificados tras la pantalla de emergencias sanitarias y ecológicas, que ya están determinando nuestras vidas y las de próximas generaciones. Con toda seguridad, el futuro se disputa ahora.
Notas:
(1) Pactos Verdes en tiempos de pandemia. Informe elaborado por ODG, Observatorio de la Deuda en la Globalización.
Descarga: https://odg.cat/es/publicacion/pactos-verdes-pandemias/
(2) Christine Lagarde es presidenta del Banco Central Europeo desde noviembre de 2019. Anteriormente, fue la directora gerenta del Fondo Monetario Internacional (de 2011 a 2019).
(3) La Fundación Rosa Luxemburgo (Rosa-Luxemburg-Stiftung) es una institución de formación política con oficinas en África, América, Asia, Europa y Oriente Medio, que busca contribuir a la construcción de una sociedad más democrática e igualitaria, promoviendo talleres, seminarios, investigaciones, reflexión y debate sobre alternativas al capitalismo. Web: https://rosalux-ba.org/quienes-somos/