Se me junta esta reflexión con la celebración de unos deslucidos juegos olímpicos, exclusivamente televisivos, en un Tokyo donde dicen los locutores que hace un calor tan húmedo y viscoso que hay participantes que se desmayan, de la pájara que les entra. Tiene más razón que un santo, Pedro García Olivo, cuando compara y salva el valor del esfuerzo personal, frente a su absurda práctica deportiva profesional: “Qué hermoso es el esfuerzo!...otra cosa es el deporte, ese circo, apoteósis de los egos, del comercio y del negocio, de la política, de las banderas y de las naciones. Jacques Ellul lo denunció sin remilgos: individuos compitiendo para alimentar su sucio y enorme amor propio; prepotencia del mercado, de los estados y de la razón tecnológica; maltrato del cuerpo y de la vida entera, puesta al servicio de objetivos patéticos...Los deportistas viven como monjes, reprimiéndose y restringiéndose, auto-torturándose, para colgarse, en el mejor de los casos, unas medallas que los sancionan como tristísimos idiotas (1). Grecia nos legó muchos horrores: el clasismo; el patriarcado optimizado; la voluntad de aniquilar a los diferentes, a los extraños; la pseudo-democracia; el gusto por los imperios, etcétera. Y también nos dejó las Olimpiadas...Echamos los deportistas a los leones, como antaño; pero hoy las bestias son mediáticas, burocráticas y financieras. Sin embargo, las gentes del deporte ya no son esclavas: son masoquistas de sí, se prestan voluntariamente a una tinglado hediondo. El deporte es dañino, insano, mientras que el esfuerzo, por el contrario, aparece como una garantía de vida buena”.
El espectáculo deportivo en general y el deporte olímpico en especial, han sido hábilmente manejados por el poder para hacer pedagogía nacionalista, a modo de “natural” ideología política que cae sobre las masas y sobre cada telespectador como cae el clima de estos días sobre Tokyo, así de natural, húmedo, caliente y viscoso. Desde su original uso político en el circo romano, al sistematizado uso propagandístico que hiciera el III Reich, el deporte-espectáculo ha sido utilizado desde la antigüedad por los estados e imperios para estimular las emociones “comunitarias”, como estrategia que sirve para inocular la mentalidad “nacionalista”, la idea de una “comunidad nacional”, en las mentes individuales como en el imaginario colectivo.
Llueve sobre mojado en este momento histórico, el de una global crisis sistémica que vemos presentarse como síntesis de varias crisis arrastradas durante las últimas décadas y ahora amontonadas, del ecosistema global en todas las dimensiones de la realidad: ecológica, económica, política y ética o de valores... y es en este momento cuando el poder recurre a reclamar de la ciudadanía esta misma mentalidad competitiva, deportivo-nacionalista, tirando del sobado lema “sí se puede” en su versión casera, “España puede”, nombre-lema dado por el gobierno español a su plan de reconstrucción y resiliencia, inspirado en la Agenda del Cambio, en la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas; un plan que se sustenta en cuatro pilares pensados para vertebrar la transformación del conjunto de la economía española: 1.Transición Ecológica, 2.Transformación Digital, 3.Igualdad de género y 4.Cohesión social-territorial.
Es muy desconocido que “Yes, we can” (sí se puede) es una marca registrada del Sindicato de Campesinos de Phoenix (Arizona, USA), empleada por primera vez en 1972 durante una huelga de hambre. Pero si se hizo viral fue porque el ínclito Barack Obama lo adoptó durante las primarias del Partido Demócrata en 2004 y, sobre todo, como tema central en todos sus discursos a partir de 2008. Durante la crisis económica de 2008 (2) y a partir de la enorme popularidad de Obama, el lema ¡Yes, we can! inspiró a varios movimientos surgidos en la ola del movimiento del 15M en España: la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (2013), el partido Podemos (2014) o la coalición “Catalunya Sí que es Pot” (2015). Incluso en Venezuela, en 2019, el títere opositor Juan Guaidó empleó este mismo lema. “España Puede”, si llega a ser posible, lo será gracias y sobre todo a un previo y exhaustivo entrenamiento en la sumisión por parte de la ciudadanía, durante esta inacabable pandemia, tan bien instrumentalizada, con un control absoluto del relato oficial y sus mensajes, con máxima eficiencia propagandística...con miles de horas de emisión mediática dirigida y monotemática (ya casi van dos años), sin concesión alguna al debate y a la libertad de expresión... infumable para ninguna democracia mínima, incluso admitiendo la oficial “verdad” científica. Con este entrenamiento, espera el estado español que cuele la idea de “resiliencia”, la palabrita de moda, el mágico concepto por el que se supone que resistiremos “juntos como nación”, a todo lo que nos caiga por encima.
Nunca antes estuvimos tan cerca de cumplir la profecía de Groucho Marx: "La humanidad, partiendo de la nada y con su solo esfuerzo, ha llegado a alcanzar las más altas cotas de miseria." Es el pensamiento de un cómico genial, que atinaba a resumir, sin rodeos filosóficos, la definición del arte de la política: “buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”, siguiendo este proceso:
1.Destrozas el mundo con tus negocios. 2. Le buscas una solución que parezca “justa” socialmente y razonablemente “ecológica”, que aunque sepas que no funcionará, a la mayoría le parezca lógica y perfectamente creíble, mientras a tí te sirve para ganar tiempo y dinero. 3. Emites un diagnóstico con marchamo científico, avalado por estudios que tú mismo has encargado. 4. Te dispones a redondear el negocio creando nuevos nichos de inversión rentable, ofreciéndote para arreglar aquello que previamente has destrozado...
No me digan que no es un plan genial, genial y propio de una inteligencia estatal que, en última instancia, es militar y que actúa perfectamente sincronizada con los capitales nacionales y globales, surfeando sus pequeñas diferencias internas, inevitables entre sucursales que compiten por una mejor cuota de mercado
Se llaman Fondos de Inversión y son el magro financiero del actual poder capitalista, corporativo y global. Al igual que la inteligencia militar están perfectamente camuflados detrás de los aparatos estatales que sirven al capitalismo patrio. Superan el PIB de la mayoría de las “naciones” y su perfil es tan difuso que se presta muy bien a estimular la imaginación de las gentes, provocando un pensamiento tan fantasioso como confuso, que llamaremos conspiranoico, fácilmente utilizable como barrera de humo y para crear un ridículo y utilísimo tancredo de turno.
En esta hipercrisis con pinta de terminal, no sería acertado presentar a los Fondos de Inversión como salvadores de las naciones; para eso resultan más presentables los aparatos estatales, que tanto les gustan a la clientela progresista, que así estará entretenida en discutir los detalles, pero no el núcleo del asunto, sentados siempre al lado de la causa global del crecimiento y la transición ecológica, entusiastas de la resiliencia y del “común” objetivo nacional de progreso. Por eso este plan, con este lema de “España Puede”, cuenta con un cálculo de adhesión partidaria y popular tan fácilmente previsible; lo sacarán adelante con escasas resistencias, con cierto éxito inicial, al menos a corto plazo. Tal es el efecto espectacular que despiertan las obras en los cerebros pensionistas de la masa social. Pero se van a dar una ostia de tamaño cósmico, sin tener que esperar al largo plazo, en cuanto afloren los límites y las primeras contradicciones irresolubles, en cuanto sean palpables los resultados prácticos de este mágico Plan. Y veremos qué tienen pensado para entonces; y si nosotros, la gente, seremos capaces de espabilar en este próximo tiempo de oficial resiliencia por decreto.
Nunca antes el estado español había intentado una operación de transferencia de rentas tan colosal, del mundo del trabajo al del capital. Nunca un timo de estas dimensiones había sido ensayado y, mucho menos, contando con la complacencia mayoritaria de las víctimas. Sucederá, porque ahora se dan las condiciones idóneas: el estado dispone de la coartada perfecta para poder salvarle el culo al capital...eso sí, de momento.
Notas:
(1) Conviene aclarar que en la baja Edad Media, el término idiota se utilizaba para designar a los monjes incapaces de leer las Sagradas Escrituras. En su uso inicial se aplicaba a un ciudadano privado y egoísta que no se ocupaba de los asuntos públicos. En latín, la palabra idiota (una persona normal y corriente) precedió al término del latín tardío que significa «persona sin educación» o «ignorante». Su significado y la forma moderna data de alrededor del año 1300, del francés antiguo idiote (sin educación o persona ignorante).
(2) La Crisis Financiera Global de 2008 tuvo como causa directa el colapso de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, que a partir de 2007 provocó la crisis denominada “de las hipotecas subprime”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario