Lo que sucede en el presente condiciona el futuro, que, como todo lo desconocido, siempre será incierto.
Es falso y tramposo un derecho a decidir planteado como elección entre capitalismo (global) y capitalismo (local), entre Estado (monárquico) y Estado (republicano). Es un dilema tan falso como el planteado entre izquierda y derecha, facciones del mismo sistema único y legal.
Si existiera el derecho a decidir, si fuéramos realmente libres, podríamos elegir entre Elitocracia o Democracia, pero eso está muy lejos de ser posible mientras no exista verdadera libertad de conciencia y el derecho a decidir sea ilegal.
Nada sustantivo ha cambiado, ni puede cambiar, en estos convulsos días. La elitocracia (excluyente) gana y la democracia (incluyente) pierde. El derecho a decidir sigue siendo tan subversivo como siempre.