lunes, 11 de marzo de 2024

LA GRAMÁTICA PARDA

 

 
 El libro de Benjamín Noys (1) titulado “Velocidades Malignas, Aceleracionismo y Capitalismo”, tal como dice su editora (Materia Oscura), es un modelo de crítica dialéctica y un sofisticado relato sobre las posibilidades históricas del aceleracionismo. Esta obra consigue ser fiel al mandato materialista de no engañarse a uno mismo y teje un relato apasionante sobre el forcejeo del pensamiento teórico con los límites y las compulsiones del capitalismo. 
 Y en un escrito de este mismo autor, titulado “Gramática del neoliberalismo” (2) leo al comienzo del mismo: "Un Dios que ha fracasado. Nietzsche expresó en una frase muy conocida: temo no nos podamos librar de Dios porque aún tenemos fe en la gramática(3).Mientras que la actual crisis financiera global indica que el capitalismo es un Dios fracasado, lo que me preocupa es que aún tenemos fe en la gramática. Para ser más preciso, deseo sugerir que nuestras críticas al capitalismo, y especialmente al capitalismo en su forma neoliberal, pueden replicar y reforzar involuntariamente ciertos elementos del neoliberalismo como forma de racionalidad gubernativa”...(o estatal, como yo diría).
 
Hay una gramática parda, propia del orden social que hoy es hegemónico a escala global, que viene a ser ese conjunto de reglas que lo construyen, su esencia de principios junto a su estructura institucional y a las formas de organización subyacentes. Indistintamente, se nombra a ese Orden social como “capitalismo” o como “neoliberalismo”, pero no es lo mismo. Neoliberalismo sería la forma actual del capitalismo y éste la forma moderna o ilustrada del original orden propietarista, de antiquísimo origen neolítico, fundado sobre nuestros instintos más primarios, de propiedad y jerarquía, de preclara inspiración religiosa. Un Orden social que a poco que uno lo piense y contextualice históricamente, solo podía evolucionar -como así ha sido- hacia un orden/sistema/totalitario, ese que genéricamente conocemos como “Estado”. Su larga duración se debe a la tiranía de los “modos de vida", de vidas subordinadas; es por esa costumbre que tenemos adquirida de vivir sometidos a las sagradas leyes estatales de propiedad y jerarquía. 

El ente Estado, bajo diferentes formas (monarquías o repúblicas, democracias o dictaduras), más o menos totalitarias, en todos los casos tiene su más directo antecedente en aquellos primeros estados/ciudad neolíticos, inequívocamente fundados a partir de considerar “sagrados” los principios, enseguida hechos leyes, de propiedad y jerarquía, de muy directa inspiración religiosa, que solo podían concluir, como así sucediera a lo largo de varios milenios, en sociedades estratificadas, divididas en clases y ordenadas jerárquicamente; básicamente: una clase “política”, de propietarios/gobernantes, con dominio (propiedad) sobre otra clase “súbdita”, de siervos/trabajadores/desposeídos. 

El éxito histórico de este Orden estatal, basado en la división social, ha consistido en hacer sistémica la lucha de clases, naturalizada e institucionalizada en paralelo a un modo depredador/consumista de habitar la Tierra. Un modo que, como ahora ya sabemos por nuestra larga experiencia histórica, no puede ser más irracional ni más salvaje.

Pero habría que indultar a las generaciones que nos precedieron, en una especie de "amnistía" general de la historia humana porque, muy probablemente, solo ahora podíamos llegar a saberlo, no antes. Porque hasta hace bien poco nos pensábamos solo a escala individual/tribal/nacional, como habitantes de un planeta inmenso e inagotable, donde podía parecer "natural" la lucha sin cuartel por el territorio, la comida y la reproducción sexual. Un mundo cuyo principal  Gran Problema consistía en la injusta distribución de una ilimitada Abundancia. Y solo ahora empezamos a saber la verdad, ahora que empezamos a tener una mínima conciencia de especie, ahora que vemos cómo el mundo se nos ha quedado pequeño, que vemos vaciada la despensa del futuro y empezamos a sentir un mismo pánico global ante la certeza de correr un mismo peligro de extinción, por encima de razas, naciones y clases. Un peligro que nos es común, a escala de especie.

Por eso que en esta encrucijada existencial, me parezca tan banal como ahistórica toda pretensión “pseudo-revolucionaria” que reduzca su programa alternativo a una mejora del Sistema, con ilusorio y agónico énfasis en Estados justicieros y verdes Capitalismos...¡a estas alturas del conocimiento humano y de los acelerados tiempos que corren!, conservando contra toda racionalidad humanista y científica esa religiosa creencia en leyes “naturales” (mejor diríamos “salvajes”), de propiedad y/o jerarquía -que tanto monta- instaladas todavía en lo alto del ruinoso frontispicio de las falsas Democracias, todas estatales.

Para desbrozar los abruptos caminos que tenemos por delante, y de seguir empleando a toda costa el desgastado adjetivo político de "izquierdas”,  al menos habría que convenir un uso de tal término (izquierdas) referido solo a los no creyentes en el Sistema. Porque a estas alturas del siglo XXI todo el mundo ya debiera saber muy bien quién se sienta a la "derecha" de Dios-Padre-Estado, aunque haya quien prefiera no complicarse la vida.

En fin...la necesidad de otra gramática, comunal a escala global, de especie. 

Notas:

(1) Benjamin Noys (1969) es profesor de Teoría Crítica en la Universidad de Chichester, su campo de investigación está centrado en la literatura, las vanguardias, la cultura popular y la política. Es autor, entre otros libros, de Georges Bataille: A Critical Introduction, The Culture of Death y The Persistence of the Negative: A Critique of Contemporary Continental Theory.

(2)Publicado en https://carnenegra.com 

(3) Nietzsche, Frederich en “The Anti-Christ, Ecce Homo, Twiligth of the Idols, and Other Writings” editado por A. Ridley y J. Norman, Cambrigde, Cambrigde University Press, 2005, p. 170.

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