El ente Estado, bajo diferentes formas (monarquías o repúblicas, democracias o dictaduras), más o menos totalitarias, en todos los casos tiene su más directo antecedente en aquellos primeros estados/ciudad neolíticos, inequívocamente fundados a partir de considerar “sagrados” los principios, enseguida hechos leyes, de propiedad y jerarquía, de muy directa inspiración religiosa, que solo podían concluir, como así sucediera a lo largo de varios milenios, en sociedades estratificadas, divididas en clases y ordenadas jerárquicamente; básicamente: una clase “política”, de propietarios/gobernantes, con dominio (propiedad) sobre otra clase “súbdita”, de siervos/trabajadores/desposeídos.
El éxito histórico de este Orden estatal, basado en la división social, ha consistido en hacer sistémica la lucha de clases, naturalizada e institucionalizada en paralelo a un modo depredador/consumista de habitar la Tierra. Un modo que, como ahora ya sabemos por nuestra larga experiencia histórica, no puede ser más irracional ni más salvaje.
Pero habría que indultar a las generaciones que nos precedieron, en una especie de "amnistía" general de la historia humana porque, muy probablemente, solo ahora podíamos llegar a saberlo, no antes. Porque hasta hace bien poco nos pensábamos solo a escala individual/tribal/nacional, como habitantes de un planeta inmenso e inagotable, donde podía parecer "natural" la lucha sin cuartel por el territorio, la comida y la reproducción sexual. Un mundo cuyo principal Gran Problema consistía en la injusta distribución de una ilimitada Abundancia. Y solo ahora empezamos a saber la verdad, ahora que empezamos a tener una mínima conciencia de especie, ahora que vemos cómo el mundo se nos ha quedado pequeño, que vemos vaciada la despensa del futuro y empezamos a sentir un mismo pánico global ante la certeza de correr un mismo peligro de extinción, por encima de razas, naciones y clases. Un peligro que nos es común, a escala de especie.
Por eso que en esta encrucijada existencial, me parezca tan banal como ahistórica toda pretensión “pseudo-revolucionaria” que reduzca su programa alternativo a una mejora del Sistema, con ilusorio y agónico énfasis en Estados justicieros y verdes Capitalismos...¡a estas alturas del conocimiento humano y de los acelerados tiempos que corren!, conservando contra toda racionalidad humanista y científica esa religiosa creencia en leyes “naturales” (mejor diríamos “salvajes”), de propiedad y/o jerarquía -que tanto monta- instaladas todavía en lo alto del ruinoso frontispicio de las falsas Democracias, todas estatales.
Para desbrozar los abruptos caminos que tenemos por delante, y de seguir empleando a toda costa el desgastado adjetivo político de "izquierdas”, al menos habría que convenir un uso de tal término (izquierdas) referido solo a los no creyentes en el Sistema. Porque a estas alturas del siglo XXI todo el mundo ya debiera saber muy bien quién se sienta a la "derecha" de Dios-Padre-Estado, aunque haya quien prefiera no complicarse la vida.
En fin...la necesidad de otra gramática, comunal a escala global, de especie.
Notas:
(1) Benjamin Noys (1969) es profesor de Teoría Crítica en la Universidad de Chichester, su campo de investigación está centrado en la literatura, las vanguardias, la cultura popular y la política. Es autor, entre otros libros, de Georges Bataille: A Critical Introduction, The Culture of Death y The Persistence of the Negative: A Critique of Contemporary Continental Theory.
(2)Publicado en https://carnenegra.com
(3) Nietzsche, Frederich en “The Anti-Christ, Ecce Homo, Twiligth of the Idols, and Other Writings” editado por A. Ridley y J. Norman, Cambrigde, Cambrigde University Press, 2005, p. 170.
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