jueves, 22 de febrero de 2024

CUANDO LOS INVIERNOS ERAN INVIERNOS: LA NECESIDAD DE INVENTAR EL NORTE

 

 

1. Copos de nieve (snowflakes)

Me gusta decir “el clima cambiático”, por enredar un poco, y otro poco por llevar la contraria a la turra que nos cae a diario sobre el cambio climático. Que será verdad, no lo niego, pero que no debería servir para justificar TODO lo que nos pasa, ni para comerles el coco a los niños con la bobada esa de que “hay que salvar al Planeta”, solo para desviar su atención y que sigan creyendo en los Reyes Magos. Hay más causas y más profundas, además del clima, para este Desastre Integral al que asistimos, como vacas en la vía, mirando de lejos a un tren que viene de frente. Ya lo sentimos a escala global, es como un calorcillo en el cogote, como si fuera el aliento del mismísimo diablo. 

Hoy sigue siendo noticia el invierno que no hemos tenido, y también que a partir de hoy, viernes, puede nevar aquí, en la Montaña Palentina, un poco más arriba de mi casa, a la altura del paralelo 43, a partir de la cota 1.050. Pensando en ello, me asalta una cierta nostalgia de la nieve, de aquellos inviernos cuando salía a dar paseos por el monte con los esquís puestos ya desde la puerta de casa.  

Estaba empezando a leer un libro muy a propósito (“Cuando los inviernos eran inviernos. Historia de una estación”), y en las primeras páginas encuentro una ilustración que llama mi atención, es sobre las múltiples formas de los copos de nieve;  lo busco, para que no se me olvide, antes de seguir leyendo el libro que tengo entre las manos. 

Lo encuentro, se titula “Snowflakes” (copos de nieve) y tiene una portada con el título caligrafiado con letra antigua. No me resisto a saber de qué va y por eso recurro a la traducción automática de un texto de presentación razonablemente breve.No lo voy a traducir entero, solo quiero ver los dibujos y saber de qué va el libro. Su autor es Israel Perkins Warren, que lo publicó en Boston, en el año de 1.863.

Comienza con un breve capítulo sobre la estructura de la nieve, cuya pretensión científica se derrite ante los ojos del lector. 

“Se ha prestado mucha atención a las condiciones meteorológicas de la atmósfera durante la caída de nieve”, informa Warren, su autor; "sin embargo, no se puede descubrir nada muy definido a este respecto. Lo mismo se aplica a los argumentos causales sobre la maravillosa geometría de las lascas: de las causas ocultas que originan estas bellas producciones no se sabe nada en absoluto... incluso si se demostraran teorías (magnéticas o eléctricas), no explicarían nada. No hay necesidad de mayor comprensión, porque la Primera Causa está muy clara:  

La nieve se forma en las regiones superiores de nuestra atmósfera. Son las aguas salvajes y embravecidas del océano, los suaves riachuelos de las montañas, el hermoso lago y el estanque más vil de la tierra, todos gravados y obligados a contribuir por orden de su Señor a este departamento de su tesoro. Envían su tributo en las más finas partículas de humedad; la contribución constante que llega desde todas partes del mundo de forma indiscriminada”...¡ahí queda eso!

Ojeo la versión digital original. El libro incluye obras de poesía y prosa devocional de numerosos escritores, en torno a entusiastas teorías sobre las nevadas. Está organizado temáticamente, en capítulos como “Pureza”, “Gracia”, “Belleza”, “Debilidad”, etc, Postula, por poner sólo un ejemplo, que "el agua se congela a lo largo de un ángulo de sesenta grados o algún múltiplo de él...porque las escamas son como rebaños: los cristales lanudos, al extenderse cada uno en su máxima libertad individual, permanecen todavía dentro de una propiedad y pertenecientes a un solo redil”. No me digáis que no es una descripción hermosa, tan lírica como científica, que no es un puro desvarío literario, producto de la droga o propio de la romántica época en que fuera escrito, a finales del siglo XIX, no, téngase en cuenta que no hace mucho, en 2013, investigadores japoneses dividieron los copos de nieve en treinta y nueve categorías, divisibles a su vez en 121 subtipos. 

Los copos de nieve, en efecto, parecen pertenecer a un rebaño.

 


 2. Cuando los inviernos eran inviernos

Regreso a “Cuando los inviernos eran inviernos”, cuyo autor es Bernd Brunner, con traducción del alemán, que me parece primorosa, a cargo de José Aníbal Campos. Y con una cuidada edición que es marca de la casa (editorial Acantilado). La propia editorial presenta al autor berlinés, nacido en 1964, como “ensayista y autor de libros en los que la historia, la antropología y las ciencias se combinan para ofrecer abordajes transversales sobre temas insólitos como los acuarios, los osos, la luna, el árbol de Navidad, el arte de descansar o la pasión por los pájaros”. Dos de esos libros son los hasta ahora editados en castellano por Acantilado, la editorial catalana, son: éste de los inviernos (en 2020) y “La invención del Norte. Historia de un punto cardinal”, cuya primera edición es muy reciente (2023).

Todo un libro, más de doscientas páginas, para hablar del invierno, con todo lujo de detalle y con máxima delicadeza, impresionante y emocionante: 

Mientras nieva, todo se vuelve más silencioso; con la nevada, la atmósfera se condensa y forma algo parecido a una cortina que impide que las ondas sonoras puedan penetrarla. De ese modo, los ruidos del entorno se atenúan también. El alpinista Georges Rivail escribió acerca del silencio absoluto de la nieve que reinará cuando toda vida se haya extinguido, o, mejor dicho, será como ya fue, antes de que toda vida empezara".

.../...“La nieve es una sustancia efímera: una forma del hielo que se diferencia de otras formas del agua congelada por el aire contenido entre sus cristales. El contacto físico directo, la experiencia táctil del frío, es un asunto elemental que produce reacciones ambivalentes. Mientras que algunas personas sienten satisfacción, otras ven en la nieve una mortaja extendida sobre toda la vida natural. En Languedoc, región que no se caracteriza precisamente por sus nevadas violentas, emplean una paráfrasis para describir los copos de nieve: «moscas blancas» o «mariposas blancas».   

Aquí donde vivo, en la Montaña Palentina, llamamos “trapos” a los copos grandes que caen despacio.

.../...”La nieve recién caída, todavía extremadamente porosa, contiene hasta un noventa y cinco por ciento de aire. Un metro cúbico equivale a cuarenta y seis kilogramos, lo cual contrasta con los mil kilos de un metro cúbico de agua. Saltar de un acantilado de cien metros de altura sobre nieve recién caída no tiene por qué tener consecuencias mortales, como sucedería en el caso del agua.”

.../...”Cuando hace mucho frío, la nieve condensada se seca, se vuelve quebradiza y, debido a la presión, se rompe durante la caída, produciendo unos crujidos más o menos intensos: ondas acústicas generadas por la ruptura de un gran número de cristales en la capa de nieve. Si la temperatura sube, la presión hace que los cristales de hielo pierdan la forma, pero éstos no se quiebran de manera tan fácil. El ruido que hacen es más bien un chasquido, no un crujido”.

Entre 1560 y 1630, las temperaturas cayeron en el hemisferio norte, causando la llamada Pequeña Edad del Hielo. Hendrick Avercamp dedicó su vida a pintar estos paisajes invernales en los canales de Holanda. Un buen número eran escenas del juego del kolf, o kolve: con palos muy similares a los del golf, consistía en golpear una bola que debía llegar a un punto: un agujero, un árbol, un poste o una puerta, en el menor número de pasos posibles. Los desórdenes que causaba llevaron a las autoridades a prohibir su práctica en el interior del casco urbano, por lo que los canales helados ofrecían una gran oportunidad para su práctica. Los estrechos vínculos comerciales de Holanda con Escocia llevarían este juego a las Islas Británicas, donde se convertiría en deporte.

Hoy las empresas turísticas venden “experiencias” en lugar de viajes y, sorpredentemente, encuentro referencias a este cuadro de Avercamp en una revista de turismo. Es un texto (“Viaje a un cuadro: patinar sobre hielo en los canales de Holanda”) que hace referencia a la Pequeña Edad de Hielo. Ahí se dice que “una de las consecuencias (entre otras no tan lúdicas) fue que los canales, ríos y lagos del norte de Europa permanecieron helados durante los meses de invierno. En Inglaterra, la primera Feria del Hielo del río Támesis se celebró en 1.608. En Holanda, los años de enfriamiento coincidieron con la Edad de Oro de su pintura, lo que nos ha proporcionado una gran cantidad de escenas invernales.”


Hendrick Avercamp era mudo y dedicó toda su vida a pintar paisajes invernales, en los que un gran número de personajes se deslizan sobre la nieve o el hielo. Buscaba escenas populares y hacía uso de detalles costumbristas para llegar a su público, la burguesía holandesa surgida del floreciente comercio marítimo. Dicen los expertos en arte que su punto de partida fue el cuadro de Pieter Brueghel el Viejo tituladoLos cazadores en la nieve”, pintado en el crudo invierno de 1565, dentro de una serie dedicada a los meses del año. Se trataba de un paisaje imaginario, a vista de pájaro, que Avercamp llevó a la realidad urbana de inicios del siglo XVII en los Países Bajos. El hecho de que este pintor fuese mudo parece haber afilado su capacidad de observación. Una luz pálida, dorada, rosácea, ilumina sus obras y utiliza la perspectiva aérea propia de un horizonte cargado de humedad. Las figuras pierden definición a medida que retroceden y los colores se apagan.

3. La necesidad de inventar el Norte


Va a ser mi próxima lectura. Pero, aunque Bernd Brunner no hubiera escrito este libro, de todos modos habría que inventar el Norte, porque no puede ser, la vida en las montañas, con esta calor. En el avance del libro que me envía la editorial Acantilado a mi correo electrónico, leo esta entradilla, nada más empezar: 

 

Ésto me da qué pensar: 1º), que “el Norte” es un lugar especial, no visible a simple vista, ni siquiera con ojos humanos, ya que solo se deja ver por la aguja imantada de una brújula; y 2º), que si ésto lo sabe todo marinero (el para qué sirve y cómo se maneja una brújula), entonces, donde dice marinero perfectamente puede ponerse “caminante”, que cualquiera es navegante con tal conocimiento, incluso en tierra firme. Ah, y también (3º), que si no fuera por el Norte que “ve” la brújula, a todos los demás puntos cardinales les pasaría como a nosotros, que se sentirían perdidos, en medio de mundos desconocidos. 

Además, resulta que para mí “el Norte” es también un periódico y una estación de trenes...sin duda que el libro promete, basta ver el índice de contenidos: El unicornio del norte. Más allá de las fronteras del mundo conocido. A la izquierda de la salida del sol. Fatigosos caminos a las tierras de la medianoche. El Norte: un mundo de prodigios. Cansados del sur: el nuevo entusiasmo por el norte. Un estafador y un bardo ciego. El olor del Ártico. Cuando el Este era todavía el Norte. El clima hace al hombre. Entreverado de dioses y demonios. Una cuerda lanzada hacia el norte. La dudosa cuna de la humanidad. Las tácticas de los primeros habitantes. Una isla lejana en el Atlántico. La era victoriana descubre a los vikingos. Fervor por el Ártico y descubrimiento de América. Dramáticos acantilados, mareas de colores cambiantes, ¡por Dios, no miren hacia abajo!. El norte más remoto. ¡En tiempos de cambio, necesitamos el norte, la inmensidad, el viento!. Los abismos de la teoría racial. «Hermanos arios» del Sur. Escandinavia, baluarte antifascista, antes de la Segunda Guerra Mundial. Eterna añoranza de las regiones heladas del mundo.La Biblia tenía razón. The True North (el verdadero Norte) y tesoros naturales en peligro...todo eso antes de los agradecimientos del autor, una nota del traductor y la bibliografía.

En el avance que envía la editorial puedo leer los dos primeros capítulos, y en el segundo, titulado “Más allá de las fronteras del mundo conocido”, se dice que “el norte empieza donde acaba el sur. Pero ¿por dónde discurre la frontera y a partir de qué rasgos característicos podemos determinarla?” 

.../..”Cierta indecisión parecía reinar a la hora de clasificar el ámbito cultural germano, como escribió el historiador August Ludwig en su libro “Historia general del Norte” (1771).Y esto ocurría, dicho sea de paso, un siglo antes de la fundación del Segundo Reich: “nosotros, los alemanes, ya no nos consideramos parte del Norte; sólo los franceses consideran que nuestro país forma parte de su norte y hablan de Berlín como nosotros hablamos de Estocolmo. Es muy común entre los escritores españoles considerar Gran Bretaña el Norte, y resulta natural que los historiadores o geólogos africanos llamen al Mediterráneo el mar del Norte y consideren a todos los europeos como pueblos nórdicos”.

Desconcertante, esta declaración  de unos alemanes que reniegan del Norte. Parece como un presentimiento de lo que vendría más tarde, como guerras mundiales y genocidio por sistema, una masiva deserción de eso que dimos en llamar “civilización”. Recuérdese que el Segundo Reich o Imperio alemán nació en 1.871, y que lo hizo no sin antes librar tres breves y exitosas guerras, en el lapso de solo siete años, contra Dinamarca, Austria y Francia.

El asunto, como vemos, resultaba complicado, y en el caso concreto de Alemania, además de factores como la división en pequeños estados y las diferencias confesionales, toda clasificación se hacía aún más engorrosa por el hecho de que el territorio sólo mostraba, en parte, fronteras naturales delimitadas por ríos y mares. Lo mismo le sucede a cualquiera que viva en regiones remotas del Norte: su patria no es otra cosa que el centro del mundo, el centro geográfico normal. En el polo norte, que vendría siendo el «norte absoluto», ni siquiera se plantea la cuestión del punto cardinal. Para los daneses, el mar del Norte es un mar occidental, el Vesterhavet. En Gran Bretaña, por su parte, se lo conoció durante mucho tiempo como «the German sea» [el mar alemán].

Además, lo que podría entenderse por «el Norte» ha sido una categoría cambiante y flexible a lo largo de la historia. Un espacio a la vez real e imaginario que debía extenderse hasta las fronteras de la Europa nórdica, con su impronta celta, desde la región septentrional de las islas británicas hasta la parte inglesa de Norteamérica, o incluso más allá.

.../...”¿Dónde está, en realidad, el Norte? No se trata sólo de un lugar, sino de un punto cardinal, y, como tal, su ubicación es relativa: para los mexicanos es Estados Unidos, para los estadounidenses, Toronto, a pesar de que esta última ciudad se encuentra en el mismo grado de latitud que Boston. Dondequiera que se encuentre para cada uno de nosotros, gana en existencias, existe de mil maneras distintas”.

.../...Viendo todo ésto, cabe preguntarse: ¿no será que la cuestión decisiva, y también la más interesante, no es dónde se encuentra con exactitud el Norte «real», sino lo que significa para nosotros? Ello favorecería la idea de partida de que no existe un único Norte, sino muchos. De modo que, en adelante, deberíamos imaginar el «Norte» siempre con comillas, como un concepto o un constructo relativamente flexible”.

.../...¿Cómo reaccionaban los viajeros a los paisajes y culturas con los que allí se encontraban? ¿Cómo fue variando en el curso del tiempo la relación con ese Norte? El norte existe como lugar real, pero ¿cómo se corresponde éste con la idea que la gente se ha formado de él? Por último, el Norte se halla en una inevitable relación opuesta con el Sur, y esa relación ha condicionado con frecuencia la mirada. 

 

No quiero dejar de decir lo que el Norte es para mí, además de un periódico y una estación de trenes, como ya dije: El Norte de Castilla y la estación Campo Grande, también llamada popularmente "Estación del Norte". Para mí es la dirección contraria a la ley de la gravedad que siguen los ríos, puede que por eso me vine a vivir a este Norte, río arriba del Puente Colgante, mi kilómetro Cero,  para hacer este viaje hacia las montañas, lo más cerca posible de mi Norte relativo y personal: esa cueva entre altas montañas donde nace mi particular río Pisuerga, bajo el sumidero del Sel de la Fuente, en lo alto de la Sierra de Híjar, Cordillera Cantábrica del Sur de Europa. 

Mi casa está situada a escasa distancia del río.



 

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