sábado, 24 de septiembre de 2022

GRAN TRANSICIÓN O HUIDA HACIA NINGUNA PARTE

 

Decía Karl Popper que “el futuro se encuentra siempre presente, como una promesa, una atracción y una tentación”. Podemos interpretar esta presencia del futuro como transición, cierto, pero en modos bien divergentes: con la intención de mejorar el mismo orden que rige el presente (modo reformista), o como transformación integral (modo radical), que se propone Otro orden.

A comienzos del presente siglo se conformó un grupo de trabajo integrado por científicos y académicos de gran prestigio, con la denominación de Grupo de Escenarios Globales (GSG), auspiciado por la ONU a través de su Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y cofinanciado por el Stockholm Environment Institute, la Rockefeller Foundation, la Nippon Foundation. Los autores del ensayo resultante, declararon en el mismo que fue una apasionante exploración del pasado, el presente y el futuro”. A pesar de que su publicación en 2006 es anterior a la global crisis financiera de 2008, a la conmoción global que supuso la pandemia del covid19 y a la guerra de Ucrania que está en curso como anticipo de una tercera guerra mundial de nuevo tipo, el texto resulta muy interesante, porque viene a reconocer que el cambio global se acelera y las contradicciones se profundizan, por lo que “se necesitan con urgencia nuevas formas de pensar, actuar y ser”.  

Y a la exploración de estas “novedades” dedicaron su tiempo estos científicos, cuyo resultado es una propuesta de Gran Transición, planteada como oportunidad histórica de dar forma a “un mundo justo de paz, libertad y sostenibilidad” . Entre otros escenarios, se propone el que denominan de la Gran Transición, para el que identifican estrategias, agentes de cambio y valores para una nueva agenda global. Aunque hubiera sido escrito más recientemente, pienso que tanto la crisis del 2008, como la Pandemia y la guerra de Ucrania, no hubieran cambiado lo esencial de su propuesta; al contrario, estos últimos acontecimientos les hubieran reafirmado en sus conclusiones y en su apuesta reformista, que conviene tener muy en cuenta, porque aún siendo autodeclarada como progresista, viene a reconocer su dramática improbabilidad ante la magnitud y profundidad de las contradicciones a superar como legado de la época moderna” que nos ha conducido al umbral de la actual sociedad planetaria. Se refieren así a la época de los Estados-Nación, pero se cuidan de no decirlo expresamente, y hasta exageran su antigüedad innecesariamente, cuando sin rigor histórico alguno estos “expertos” le otorgan a la Modernidad una edad de mil años.

Sí me parece muy interesante este documento es porque trasluce la visión del presente y las expectativas de futuro que se tienen desde la corriente ideológica hoy dominante, la que a sí misma se presenta como “progresista” y “políticamente correcta”, en modo que queda bien resumido en la expresión “pensamiento único”. Cobra un interés trascendental, que podemos denominar como “trágico” en una actualidad que hoy vemos precipitarse en el contexto geopolítico de una guerra, la de Ucrania, que nos avisa de lo que viene: una guerra sin cuartel entre dos concepciones del mundo que se excluyen mutuamente a pesar, es mi propia visión, de que comparten un mismo principio organizador de la sociedad, el del Estado: por un lado en su forma imperial-unipolar representada por una OTAN liderada por Wasington y por otro lado en su forma imperial-multipolar, representada por Rusia, respaldada por las grandes potencias económicas emergentes, con economías igualmente capitalistas, China e India fundamentalmente. Así, lo que podemos esperar es un escenario de guerra mundial, “fría” como mínimo, que ya está servido.

Lo que me propongo con esta reflexión es dilucidar la razón de sus miedos, los de esta visión “progresista”, a un fracaso histórico ante la fuerza de acontecimientos (se cuidan de esquivar la situación geopolítica) que les llevan a augurar una probable Transición hacia soluciones autoritarias, frente a las que proponen un horizonte de futuro progresista-reformista, que presuponen más “democrático y ecológico”.

Juegan con la ambigüedad de un esquema que nos sugiere estar en la fase temprana de una transición acelerada, en un período de turbulencias que impiden predecir el carácter del Sistema Global que surgirá de esta transición, por lo que la forma última de lo que haya de venir dependerá en gran medida de opciones humanas que todavía no se han efectuado y de acciones que todavía no se han emprendido”. Queda bien claro en su referencia a Wittgenstein: “la mosca dentro de la botella tiene dificultades para observar a la mosca que está dentro de la botella”.

También pretendo elucidar la razón que les lleva a descartar cualquier posibilidad revolucionaria que pudiera exceder el campo de su visión estratégica, a mi entender reducida a una simplista y falsa confrontación ideológica -democracia versus autoritarismo-, cuando en realidad se trata de una lucha interestatal por el dominio capitalista del mundo, sea por un único bloque o repartido en varios bloques.

A grandes rasgos, en su previsión de escenarios, definen tres arquetipos de pensamiento social -evolucionista, catastrofista y transformacionista- que corresponden a distintas y divergentes concepciones acerca de cómo funciona el mundo. Según ésto, los evolucionistas son optimistas que piensan que los rasgos dominantes, los de la modernidad, pueden traer prosperidad, estabilidad y salud ecológica. Los catastrofistas temen terribles consecuencias para el futuro del mundo, porque piensan que no podrán ser resueltas las tensiones sociales, económicas y ecológicas, que son cada vez más profundas. Y los transformacionistas serían aquellos que compartiendo estos miedos, creen que la transición global puede ser enfrentada como “una oportunidad para crear una mejor civilización”.

A partir de este simple esquema, exponen tres visiones diferentes así resumidas: ajuste paulatino (optimistas- evolucionistas), cataclismo discontinuo (pesimistas-nihilistas) y renovación estructural (posibilistas-reformistas). En su visión progresista no cabe ninguna otra visión que no sea reformista y, menos aún, una “revolucionaria”, nada que pudiera parecerse a una propuesta de transformación radical e integral, es decir, al margen y contraria a los aparatos de dominación que vienen determinando la evolución histórica de nuestras sociedades -Estado y Mercado- hasta convertir la existencia humana en una permanente lucha identitaria y de poder entre pueblos, culturas, clases y géneros, extendida a la totalidad de individuos durante las últimas décadas de la globalización capitalista, dejando tras de sí un rastro de devastación social y ecológica de igual magnitud global.

El sistema de organización de la sociedad moderna configurado a partir del siglo XVIII no pudo ser disuelto por ninguna de las revoluciones sucedidas durante esa época, ni siquiera por la única que pudo hacerlo en el momento “proletario” tras la revolución industrial en que se dieron las condiciones de oportunidad. Pero el sistema de producción y acumulación de capital fundamentado en su naturaleza extractiva y depredadora tenía que chocar algún día con sus límites naturales. Y ahora es ese momento.

Sin embargo, disiento de quienes creen que este sistema se disolverá en sus propias contradicciones, la prueba es la previsión de escenarios planteados por este Grupo de Escenarios Globales (GSG) auspiciado por la ONU, abierta a incertidumbres que incluyen todas las posibilidades, incluso las más caóticas y autoritarias, eso sí, todas excepto la de una transformación o revolución integral... ¡cómo iban a poder, siquiera imaginar, un “mundo mejor” sin Estado ni Mercado!, ¿cómo, si éstas abstracciones forman parte inamovible de su propio imaginario de la Modernidad, como si fueran auténticas e incuestionables realidades geológicas. Como dijera Fredric Jameson, “hoy parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”...pues no digamos respecto del fin del Estado.

Después de la caída del muro de Berlín, el capitalismo logró erigirse como único sistema político-económico viable. En su libro “Realismo capitalista”, publicado en el Reino Unido hacia fines de 2009, Mark Fisher, crítico musical y teórico de la cultura, definió acertadamente el capitalismo como el marco ideológico en el cual vivimos (donde quiera que sea). Mark Fisher expone claramente en este libro de qué manera el “realismo capitalista” permea todas las áreas de la experiencia humana contemporánea, cubriendo el horizonte de lo pensable y cerrando la capacidad de imaginar un nuevo escenario social, cultural, económico y político. Solo que, una vez más, como tantos otros intelectuales contemporáneos, olvida que esta ideología capitalista es un producto histórico, del Estado Moderno, que sin el respaldo del aparato estatal la ideología capitalista hubiera podido ser pensada, pero no realizada, porque el Estado como forma jerárquica de organización social, que divide a la sociedad en gobernantes y gobernados, es su previa y necesaria condición de existencia.

¿Pero a dónde vamos?, se preguntan en ese informe encargado por la ONU, para concluir en ésto: las nuevas épocas históricas surgieron de las crisis y oportunidades que presentaba cada época precedente, pero en la transición planetaria resulta insuficiente reaccionar ante las circunstancias históricas. Ahora sabemos que nuestras acciones pueden hacer peligrar el bienestar de las generaciones futuras y por eso la humanidad se enfrenta a un desafío sin precedentes para anticiparse a las crisis por venir, considerando las alternativas futuras y adoptando las opciones adecuadas. El problema del futuro, que antes era materia para soñadores y filósofos, se ha movido al centro de las agendas científicas y de desarrollo...Así dejan muy claro a quien le corresponde tomar las decisiones sobre el futuro, a las élites tecnocientíficas, ¡adiós al sueño moderno de la democracia liberal!

Se preguntan después por los futuros globales que podrán surgir de los turbulentos cambios que dan forma a nuestro mundo y para organizar su reflexión reducen las posibilidades a unos pocos guiones estilizados que representan las principales alternativas, por lo que llegan a considerar tres clases de escenarios, así nombrados: 1. Mundos Convencionales, 2. Barbarización y 3. Grandes Transiciones, caracterizados respectivamente por: una continuidad esencial (1), un cambio social fundamental pero no deseable (2) y por fundamentales y favorables transformaciones sociales (3).


El primer escenario, el de los Mundos Convencionales” supone que el sistema global en el siglo XXI evolucionará, sin discontinuidades ni transformaciones fundamentales, a partir de las mismas fuerzas y valores dominantes que conducen actualmente la globalización, que seguirán siendo las que conformarán el futuro (Estado y Mercado). Solo harán falta algunos ajustes, en la política y los mercados, para ir solucionando los problemas sociales, económicos y ecológicos a medida que éstos vayan surgiendo. En este escenario sitúan como agentes a las Fuerzas del Mercado y a la Reforma Política, respectivamente responsables de promover una economía global resuelta en un mercado global competitivo, abierto e integrado, en el que las preocupaciones sociales y ecológicas son secundarias. Se supone que en este escenario los gobiernos estatales emprenderán una Reforma Política amplia y coordinada, a fin de reducir la pobreza y alcanzar la sostenibilidad del medio ambiente.

El segundo escenario, el de Barbarización”, considera la posibilidad de que estos problemas no puedan ser resueltos y que, por consiguiente, nos conduzcan a sucesivas crisis que superen la capacidad de las instituciones convencionales para resolverlos. En este escenario la civilización planetaria caería en la anarquía o en la tiranía”, se dice, sin apreciar diferencia alguna entre ambas situaciones.

Como agentes de este segundo escenario sitúan al Colapso, en el que los conflictos y las crisis entran en una espiral descontrolada y las instituciones se desploman, junto a un Mundo-Fortaleza como respuesta autoritaria a la amenaza de colapso, ante un mundo fracturado, parecido a un apartheid global, con las élites enclaustradas en enclaves interconectados y protegidos, con la mayoría de la población mundial empobrecida y situada a merced de la intemperie.

Y en el tercer escenario, el de la Gran Transición -al que presentan como apuesta propia- dicen esperar profundas transformaciones históricas en los valores fundamentales y en los principios de organización de la sociedad. Según este escenario, surgirán “nuevos valores y paradigmas de desarrollo, que enfatizan la calidad de vida y la suficiencia material, la solidaridad humana, la equidad global, la afinidad con la naturaleza y la sostenibilidad del medio ambiente.”

Como posibles agentes de esta Gran Transición, sitúan en primer lugar a una visión Ecocomunalista”, que sería una especie de biorregionalismo o localismo, con democracia directa y autarquía económica que, según se expresa en el ensayo, “aunque resulte popular para algunas subculturas ambientalistas y anarquistas, es difícil visualizar un camino plausible que lleve desde las tendencias globalizantes de hoy hasta el ecocomunalismo y que no pase por alguna forma de Barbarización”. Y un segundo agente de este escenario sería un Nuevo Paradigma de Sostenibilidad (por el que directamente se inclinan los autores de ese trabajo), un paradigmaque cambiaría el carácter de la civilización global, en vez de replegarse hacia el localismo, pasando a valorizar la solidaridad global, la fertilización intercultural y la conectividad económica, buscando una transición liberadora, humanista y ecológica”.

Describen estos escenarios remarcando sus diferentes respuestas a los desafíos sociales y ecológicos: las Fuerzas del Mercado se apoyarían en la lógica auto-correctiva de los mercados competitivos; la Reforma Política dependería de la acción gubernamental para buscar un futuro sostenible, y en Mundo-Fortaleza, le correspondería a las Fuerzas Armadas imponer el orden, proteger el medio ambiente y prevenir la caída en el Colapso, mientras que para su Gran Transición reservan “un futuro sostenible y deseable que surge de nuevos valores, de un modelo revisado de desarrollo y de la participación activa de la sociedad civil”...¡qué majos estos expertos de la ONU!

Describen a continuación las fuerzas impulsoras que serían el común punto de partida de todos los escenarios descritos, las mismas fuerzas que condicionan y modifican el Sistema:

1.Demografía: la población es cada vez más vieja, aumentará en aproximadamente un 50% hacia 2050 y la mayoría de los tres mil millones de personas adicionales nacerán en países en desarrollo. Con la tendencia a la urbanización, habrá casi cuatro mil millones de nuevos habitantes urbanos que plantearán grandes desafíos al desarrollo de las infraestructuras, al medio ambiente y a la cohesión social. Las bajas tasas de fertilidad llevarán gradualmente a un aumento del promedio de edad y a una creciente presión sobre la población productiva para mantener a los adultos mayores. Pero, ¡milagro!, una Gran Transición aceleraría la estabilización de la población, moderaría los porcentajes de urbanización y buscaría esquemas de asentamientos más sostenibles.

2.Economía: los mercados de productos, financieros y laborales han pasado a integrarse e interconectarse crecientemente en una economía global (mercado capitalista), los avances tecnológicos y los acuerdos internacionales para liberalizar el comercio han catalizado el proceso de globalización capitalista, enormes empresas transnacionales dominan crecientemente un mercado planetario, desafiando las prerrogativas tradicionales de la nación-estado, los gobiernos enfrentan dificultades en aumento para prever o controlar las alteraciones financieras y económicas que se difunden a lo ancho de una economía mundial interdependiente, que puede verse directamente en los efectos paralizantes de las crisis financieras regionales, pero también indirectamente en el impacto de los ataques terroristas o de los temores sobre la salud, tales como la enfermedad de las vacas locas en Europa (y del Covid a escala global, sucedido con posterioridad a la publicación de este informe)... pero no hay que preocuparse, porque en la Gran Transición, las preocupaciones sociales y ecológicas se reflejarán en políticas que “limiten” el mercado, ya que “una sociedad civil vigilante” generará un comportamiento corporativo responsable junto a nuevos valores que cambiarán los esquemas de consumo y producción.

3. Cuestiones sociales: la creciente desigualdad y la pobreza persistente caracterizan la escena global contemporánea, crece imparablemente la desigualdad económica entre las naciones y dentro de éstas. La transición hacia un desarrollo promovido por el Mercado debilita los sistemas y normas tradicionales, provocando una considerable dislocación social, caldo de cultivo para la actividad delictiva... Pero (tomen nota): en la Gran Transición serán respetados los compromisos de la Declaración Universal de Derechos del Hombre de 1948 en cuanto a justicia y a un nivel de vida digno para todos, en el contexto de un modelo de desarrollo global plural y equitativo.

4. Cultura: la globalización, la tecnología de la información y los medios de comunicación electrónicos estimulan la cultura del consumo en un proceso que, a la vez, es consecuencia y causa de la globalización económica. Paradójicamente, un mercado global unificado también activa las reacciones identitarias, nacionalistas y religiosas. Tanto la globalización como la reacción fundamentalista contraria a la globalización, necesariamente implican problemas para las instituciones democráticas (los Estados y sus corporaciones o bloques internacionales), el terrorismo ha surgido como significativa fuerza impulsora en el escenario mundial. Su simpatía entre las masas parece enraizarse en la furia y la desesperación de sentirse excluidos de las oportunidades y la prosperidad y en el clamor por el consumismo o en su negación, resulta a veces difícil escuchar voces en pro de la solidaridad global, la tolerancia y la diversidad que, sin embargo, “son las voces precursoras (prometeicas) de la Gran Transición”.

5. La Tecnología: transforma la estructura de la producción, el carácter del trabajo y el uso del tiempo libre. El avance continuo de la tecnología de la computación y de la información se encuentra en primera línea de la actual ola de innovación tecnológica. La biotecnología podría afectar significativamente a las prácticas agrícolas, a los productos farmacéuticos y a la prevención de enfermedades, al mismo tiempo que suscita un conjunto de problemas éticos y ecológicos. La miniaturización tecnológica puede revolucionar las prácticas médicas, la ciencia de los materiales, el rendimiento de las computadoras y muchas otras aplicaciones... pero no insistan en preocuparse, que “la Gran Transición modelará el desarrollo tecnológico a fin de promover la plena realización del ser humano y la sostenibilidad del medio ambiente”.

6. Medio ambiente: la degradación global del medio natural es otra significativa fuerza impulsora. Ha aumentado la preocupación internacional por el impacto de la actividad humana sobre la atmósfera, la tierra y los recursos hídricos, por la bioacumulación de sustancias tóxicas, la desaparición de especies y la degradación de los ecosistemas. La percepción de estos hechos nos ce que los países por separado no pueden mantenerse al margen de los impactos globales sobre el medio natural y ésto cambia las bases de la geopolítica y de la gobernabílidad global... pero, mecanismos autocorrectivos ¿aportarán ajustes con la rapidez y a escala suficientes? Creerlo es un problema de fe y optimismo, con escasa base en el análisis científico o en la experiencia histórica. No existe, simplemente, seguro alguno que impida que las vía Fuerzas del Mercado no comprometan el futuro, exponiéndolo a cambios aún mayores y más perjudiciales en los ecosistemas de la Tierra.

No tienen inconveniente en reconocer que las bases, tanto teóricas como empíricas, de tan positiva expectativa son extremadamente débiles. La experiencia durante los dos últimos siglos (los de la economía capitalista de los Estados-Nación) sugiere más bien que se requieren programas de bienestar social (¿otro Estado del Bienestar, convenientemente renovado?) específicamente orientados a reducir el empobrecimiento provocado por el Mercado capitalista. Y auguran que en este escenario, es altamente probable que persista la pobreza global, si no llegan a combinarse el crecimiento de la población y la distribución de ingresos...o sea: lo que puede esperarse de un Mercado capitalista consternado y arrepentido de sus propias barbaridades.

Los expertos de la ONU se han preguntado ¿a dónde queremos ir?, y su reflexión les ha llevado a ambiguas y confusas respuestas sobre el futuro global, más bien a inquietantes incertidumbres que, cierto es, no ocultan. Efectivamente, la trayectoria global que asume la persistencia de las tendencias y valores hoy dominantes, resulta contradictoria e inestable, apuntando hacia paisajes sociales de barbarie y empobrecimiento social, económico y ecológico. Pero, en un redoblado esfuerzo prometeico, estos expertos anuncian un esperanzador futuro en su último descubrimiento científico-antropológico: resulta que hasta ahora no sabíamos que nosotros, los seres humanos,” somos viajeros y no ratones”.

A mitad de su larga reflexión, estos científicos reconocen que el ritmo y la escala del cambio tecnológico y social requerido es intimidante, lo que vienen a expresar gráficamente en esta contundente frase: “la vía reformista a la sostenibilidad es como subir a una escalera mecánica que baja”. Por eso se replantean un camino que va de la sostenibilidad a la deseabilidad: “a las preocupaciones pragmáticas sobre la factibilidad de la vía reformista cabe añadir una crítica normativa: ¿es deseable (la vía reformista)?, ¿será ese un lugar de felicidad, con posibilidades de elección y exploración individual y social?...para concluir en que “podría ser un mundo sostenible pero indeseable”.

 

En medio de mi propia reflexión, ha llamado mi atención el texto de un manifiesto publicado en 2018 por la revista alemana Kosmoprolet (comunistas antiautoritarios), con el que me identifico en muchos de sus puntos, y en el que entre otras muchas cosas se dice que “partiendo de la irracionalidad del orden actual por una parte, y de las posibilidades que ésta abre por otra, surgen los primeros contornos de una comunidad libre: la reconstrucción de la maquinaria según las necesidades de los productores; la abolición de la automatización ddnde esta sea inútil y agotadora, la conversión de las actividades necesarias para volverlas más agradables, y, en caso de que eso no sea posible, la rotación de las tareas necesarias pero desagradables; el fin del trabajo asalariado y de cualquier entrelazo entre consumo y rendimiento; el desarrollo de una verdadera riqueza social”. Y aún así, sus autores anónimos reconocen en dicho manifiesto que todo ello dice poco o nada sobre las formas sociales en las que estos cambios serían posibles. Esta consideración me parece crucial, porque, como ellos mismos reconocen, “son precisamente las nuevas formas sociales a desarrollar las que formarán el eje central de este cambio”. Con ello vienen a deducir que no importa cuán violento se haya vuelto el carácter destructivo-irracional de los métodos de producción actuales, ni qué potencial abarquen las nuevas tecnologías, mientras que la coexistencia de varios miles de millones de personas se mantenga bajo las formas sociales actuales (los Estados-Nación y sus bloques corporativos), nada cambiará.

Así, estos comunistas antiautoritarios asimilan el “realismo de izquierda” que perpetúa la organización social-estatal, con el “realismo capitalista” definido por Mark Fisher y al que me referí anteriormente. Al igual que rechazan el pseudo-radicalismo que celebra revueltas aisladas, predicando la máxima destrucción y que para una sociedad “diferente”, solamente ofrece frases triviales sobre la completa libertad del individuo. Su conclusión al respecto me parece realmente acertada: “más bien se trata de establecer una mediación social diferente, en la cual la totalidad social no sea contraria a las exigencias individuales, sino que precisamente sea fruto del trabajo consciente de los individuos”.

El “realismo socialista” resultante de la Revolución de Octubre, convirtió el programa marxista de “retirada del Estado en la sociedad” en algo completamente contrario, entronizando el poder estatal con rasgos totalitarios; lo que nos da una idea de la magnitud del desafío que supone superar el capitalismo sin recurrir a la fuerza del Estado. Yo voy más allá y a mayores de una cierta intuición, pienso - con el aval de la experiencia histórica- que no es que éste desafío sea difícil, sino que es absolutamente imposible superar el capitalismo mientras persista la forma social del Estado. Esto es: una comunidad libre tendría que superar ambas cosas, el proceso de vida material hoy ejercido a ciegas y legitimado por la ideología del naturalismo social que se expresa bajo el marco de la competencia generalizada, para pasar a una organización autónoma de las comunidades en modo planificado, cooperativo y consciente, al tiempo que son recuperadas funciones necesarias que hoy cumple el Estado, de tal forma que éste desaparezca definitivamente, como aparato de coacción, separado e impuesto sobre la sociedad y los individuos. Como se dice en ese manifiesto, solamente una comunidad igualitaria que tenga a su disposición los fundamentos materiales necesarios para organizar su vida puede llegar al punto en el que el Estado (al el mismo Marx describió como resumen externo de una sociedad desgarrada y en contradicción consigo misma) se vuelva superfluo. La separación de la política y la economía, que es una característica central del capitalismo, sería por lo tanto abolida.

Sin embargo, en las luchas de las últimas décadas no ha surgido ninguna otra forma que trate de organizar una comunidad sin Estado. De forma más reciente, las actuales movimientos sociales, todos originados por la fragmentación de la clase asalariada, pero que a diferencia de los viejos consejos obreros, no son al mismo tiempo el fundamento organizacional de una nueva sociedad, porque no solo permanecen separados de la esfera productiva –es decir: de la palanca decisiva para la disolución de la relación social compuesta por el capital– sino que, más allá de un descontento general, carecen de fundamento práctico alguno. Incluso cuando las asambleas fueron masivas tuvieron en común que dentro de ellas cada persona –debido a la desconfianza en la política oficial– se aferraba con vehemencia a su identidad “ciudadana”. Cada individuo se representaba solo a sí mismo y el resultado fue mayormente una palabrería interminable y sin rumbo, lo que causó que todos los implicados pronto perdieran el interés en las asambleas (no pudo ser más obvio en el caso del movimiento 15M en España)...y concluyen: sentarse a discutir constantemente sobre todos los problemas no es ciertamente un modelo a seguir para la Comuna.

Efectivamente, la desaparición del aparato estatal no tiene por qué conducir a un “estado amorfo”, sino que, por el contrario, su abolición exigiría una autoorganización social compleja y extremadamente desarrollada, que tendría que incluir un enfoque completamente diferente sobre los problemas de los que hoy en día son responsables la ley, la justicia penal y las prisiones. Hay que considerar que la mayor parte de lo que hoy en día se persigue como delito, nace de la necesidad material y que desaparecerá con ella, no puede ser más obvio para el caso de los delitos contra la propiedad...si bien, sería fantasioso pensar que sin Propiedad y sin Estado desaparecerán automáticamente todos los delitos.

...En fin que (provisionalmente) ésta es mi conclusión: no podemos dejarnos contagiar por un estado de excepticismo crónico, por cómoda que sea esta posición ante las abrumadoras y excepcionales incertidumbres que nos suscita el futuro a partir de los datos del presente; hay que repasar la historia, el conjunto de antecedentes que ayudan a completar la explicación de lo que está sucediendo, comprender que el devenir histórico no está predeterminado y que siempre podemos cambiarlo. Que dejarse contagiar por ese estado de crónico excepticismo conduce solo al nihilismo y a la parálisis, que inequívocamente acaba siendo cómplice pasivo de la inercia que sigue el mundo que nos dejó en herencia la Modernidad burguesa, producto del Estado de siempre, en todas sus formas históricas...esa deriva capitalista hacia el consumo compulsivo de la vida, hacia lo inerte, esa pulsión de muerte, Thánatos, perfectamente pornográfica y contraria al Eros o pulsión de vida...(aunque me cueste recurrir a Freud para expresarlo).


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