La trampa-contradicción entre teoría y práctica (éthica y moral)
Lo resumiré con una explicación sencilla tomada, hasta donde es posible, al margen de la infoxicación totalitaria que promueve la propaganda del conocimiento paracientífico dominante, cuya confusa, deliberada e implícita complejidad esconde, la mayor parte de las veces, aquello que es obvio y que, precisamente por serlo, pasa desapercibido. Ësta es mi respuesta: porque las izquierdas, desde sus orígenes, comparten con las derechas el mismo culto por la Propiedad y la Jerarquía, modernamente actualizadas como Capitalismo y Estado. Siendo así, quienes ocupan la realidad, gracias al poder real que proviene de la alianza propiedad/estado (o sea las derechas), tienen todas las bazas para ganar siempre, incluso cuando temporalmente no gobiernan.
Acabo de leer el último libro de Heleno Saña, esclarecedor como todos los suyos, dedicado a reflexionar sobre la dualidad humana, esa constitución del ser que le permite consciencia de sí, de su propio y libre comportamiento en sociedad; ética y moral, teoría y práctica o costumbre, del ethos o del “ser” social propiamente humano, una dualidad que le permite optar entre obrar bien o mal, no como categorías abstractas, sino como concreto comportamiento social/antisocial, donde las finalidades de individuo y sociedad se identifican. Y aquí reside el nudo gordiano que explica la enfermedad, la esquizofrenía, que padecen las izquierdas, como la autista comodidad de las derechas en un mundo construido a su medida.
Urge desvelar esta perfecta mentira científica, que sostiene una civilización que me permito seguir denominando “neolítica” con científica argumentación histórica. No existen, ni pueden existir, sociedades “libres”, esta expresión es un absurdo oximorón, es como decir “nieve negra”, que se puede decir, cierto, a sabiendas de que es un imposible, porque la nieve es blanca o no es nieve y ésto es una verdad absoluta, ya que lo más que se puede hacer es teñir la nieve de negro. La libertad es cualidad de la conciencia que emana de un cerebro y solo tiene cerebro el individuo, no existe un cerebro colectivo, ni los pueblos ni las naciones tienen cerebro propio, ésta es una expresión literaria, pura ficción, la misma ficción mental que provoca la esquizofrenia en la que están atrapadas las izquierdas desde su común origen proletario/burgués, como mínimo desde la revolución francesa. El individuo social es naturalmente empático, por su conciencia sabe distinguir entre obrar bien o mal, su ethos le lleva a considerar al prójimo como a un igual, le obliga al deber de convivir con normas sociales dirigidas al bien común. Va contra su propia conciencia empática todo orden social que promueva el mal, sea contra él o contra cualquiera de sus iguales, mientras que un individuo carente de empatía, imagina y promueve unas normas “universales” que le favorezcan a él aunque hagan daño a los “otros”. Esta es la patología propia de las derechas, la de un individuo que entiende la sociedad ordenada en función de su propio interés y hace de este deseo una categoría de gobierno universal; de ahí su natural comodidad con el mal social que es en sí el orden jerárquico, el Estado y su imposible democracia, que ordena la sociedad como “natural” sistema de dominio sobre la propiedad de la Tierra, del Conocimiento y de las vidas de los “otros” humanos, los desposeídos, los no gobernantes.
Creerse representante del bien, al tiempo que profesar el culto al mal social que es la Propiedad y el Estado, es el origen de la esquizofrenia mental que destruye a las izquierdas, es lo que frena e imposibilita la revolución integral necesaria. No hay solución al colapso de la civilización que presentimos próximo, que no pase por la cura de estas dos enfermedades: la esquizofrenia de las izquierdas y la autista carencia de empatía que padecen las derechas. Permítame Heleno Saña completar su reflexión: una sociedad sana no puede ordenarse sobre la misma dualidad del individuo, no puede ordenarse sobre esta ambigüa dualidad, que es la propia de la enfermiza doctrina liberal, una sociedad sana solo puede inclinarse éthicamente por el bien moral, del Común humano, necesariamente. Nunca desaparecerá esa tensión o conflicto entre individuo y sociedad, pero no por eso tenemos que admitir que la sociedad legisle a favor del mal, ni siquiera en condiciones de igualdad con el bien.
Pero vayamos al simultáneo origen histórico de izquierdas y derechas: Revolución Francesa, primeras décadas de la revolución industrial y últimos años del siglo XVIII, reinado de Luis XVI, la revolución es el levantamiento popular del llamado Tercer Estado, integrado por burgueses y proletarios, contra los otros dos Estados, los respectivamente integrados por religiosos y nobles, por la autoridad religiosa los primeros, propietarios del conocimiento, y los otros, los feudales señoríos territoriales, como autoridad legal y militar propietaria de tierras y vidas. Los representantes, burgueses y proletarios, de quienes se enfrentan al poder de curas y nobles, se reparten los asientos de la Asamblea, unos a la derecha y otros a la izquierda...y así hasta ahora van ya 233 años.
Espero que alguien pueda convencerme del orígen civil y moderno del Estado-Nación, contra la evidencia histórica de su neolítico orígen religioso, como ciudad-estado, en la región sumeria del Creciente Fértil, hace no menos de 6.000 años. Su legitimidad histórica se sostiene solo a partir de la ancestral, continuada y sumisa creencia en un “orden jerárquico natural”, que establece un orden social naturalmente supeditado a la autoridad política-estatal, cultural y militar, representante en la Tierra de la divina Justicia, que “así reina en la Tierra como en el Cielo”.
Veáse también el mismo origen neolítico/mental de la institución del derecho “natural” de Propiedad, del derecho a la apropiación individual o tribal del Conocimiento, de la Tierra y por extensión, de las especies incluida la humana. Obsérvese el absurdo científico montado históricamente sobre el falso supuesto de que puede ser apropiado aquello que es inasible por ser inmaterial, como lo es la creatividad intelectual, todo el conocimiento humano producido en sociedad y en relación dialéctica y simbiótica con la Naturaleza de la que nuestra especie forma parte inseparable.
Y
me digan, con razonamiento bien científico, si la institución del
Patriarcado como derecho “natural” a la apropiación de la vida
de “mujeres-madres legítimas”, garantes de una herencia
igualmente legítima, o la institución de la esclavitud, aún en su
contemporánea forma asalariada, como apropiación de la vida de los
trabajadores y de la servidumbre de la Hacienda, no provienen ambas
instituciones de la atávica creencia en un hipotético “derecho
natural” a la Propiedad de la Tierra, del Conocimiento y del
Gobierno. Este derecho de presura sobre la Naturaleza y sobre
las vidas humanas, al servicio de la Propiedad y el Gobierno, pudo
pasar por “natural” durante los religiosos siglos pasados, pero
hoy ya no se sostiene, no en un mundo sobrepoblado y al borde del
colapso energético, climático, ecológico y existencial al cabo.
¿Quién podrá convencerme, con mínima seriedad científica, que
hay una posible solución ecológica (como esa broma de la Transición
Energética, del Green New Deal o de la Agenda 2030), mientras
persista el neolítico “derecho natural” a la apropiación
mercantil de los comunales universales que son la Tierra y el
Conocimiento, sobre los que hoy sólo es razonable un derecho de uso
igualmente universal?, ¿quién, mientras persista el orden
jerárquico que consagra la subordinación de las vidas humanas al
orden patriarcal y comercial que gobierna el mundo, esa ancestral
alianza de oligarquías propietarias y gobernantes? ¿quién, mientras siga vigente el pacto social por el que nos regimos, un pacto que hemos suscrito (sin saberlo), según la cachonda teoría del filósofo Thomas Hobbes (1), autor de el Leviatán?
Espero otra explicación mejor, a la que me sumaré con entusiasmo. Mientras espero que alguien pueda convencerme con un paradigma mejor, lo que propongo es un nuevo pacto social, un Pacto del Común, global y local, a partir de estos principios básicos: 1º.Principio de posibilidad: sí hay alternativa. 2º.Principio de emancipación universal: la autoconstrucción del sujeto empático, político en modoccomunitario, para el cuidado de sí, de la vida y de la Tierra en su conjunto. 3º.Principio de legítima propiedad: por el derecho de uso responsable del Procomún universal (Tierra y Conocimiento). 4º.Principio de democracia real (local y directa) y de solidaridad global (mancomunada y/o confederal).
Nota:
(1) Leviatán, o La materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil comúnmente llamado Leviatán, es el libro más conocido de Thomas Hobbes, filósofo y político inglés. Publicado en 1651, su título hace referencia al monstruo bíblico Leviatán, de poder descomunal ("Nadie hay tan osado que lo despierte... De su grandeza tienen temor los fuertes... No hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios") La obra de Hobbes, marcadamente materialista es una justificación del Estado Absoluto, a la vez que la proposición teórica del Contrato Social, por el que establece la doctrina del derecho moderno como base de las sociedades y de los gobiernos legítimos.
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