viernes, 18 de febrero de 2022

VACUNAS, ELECCIONES Y REQUENCOME

 

Foto de EL ESPAÑOL, con esta nota:"En un colegio de Salamanca ha desaparecido el censo electoral, un vocal se negó a usar la mascarilla, la Junta Electoral de Zona ha ordenado su sustitución por un suplente y seguidamente la Policía le ha abierto un expediente al vocal negacionista".

  

El pasado 13F me cayó en suerte la obligación de actuar como vocal de una mesa electoral en las votaciones a las Cortes de Castilla y León. Enterado por la prensa que podía solicitar la exención por ser mayor de 65 años y considerando mi déficit de entusiasmo para tales eventos, llamé por teléfono a la Junta Electoral de zona para preguntar por el procedimiento para solicitar dicha exención. Me dijeron que ya no había lugar porque habían pasado los siete días que para ello establece la normativa electoral. Me acordé de mi condición de no vacunado y, por si colaba, volví a llamar otra vez para explicar que se me había olvidado alegar que, además de ser viejo, no estoy vacunado. Me dijeron que lo tenían que consultar y hubo un largo silencio al otro lado del teléfono antes de decirme que, aunque fuera de plazo, presentara la solicitud de exención por razón de mi edad (?). Y así lo hice al día siguiente, por escrito y presencialmente, comprometiéndose la Junta Electoral a notificarme por teléfono su decisión al respecto. Nadie me llamó y llegado el día me presenté puntualmente en el local electoral, ese domingo a las 8 de la mañana. A la entrada pasaban lista y al tiempo que daba mi nombre, observé que estaba tachado en amarillo; y enseguida me dijeron que podía irme a casa. Y allí me fui, más contento que unas pascuas.

El Estado puede obligarme a estar en una Mesa electoral y también podría obligarme a votar y a vacunarme, pero, de momento, se queda con las ganas y no se atreve a hacer ninguna de las dos cosas. Podría estarle agradecido, pero no, no puedo porque cada vez que hay elecciones y no voto, siempre hay alguien que, en nombre del Estado y del supuesto bien común que representa, me recuerda que solo si voto estoy autorizado a críticar y hasta para hablar de política. Y con la vacunación de la Covid, el Estado se ha comportado conmigo mucho peor todavía: durante dos años (y no sé hasta cuando), me he visto sometido a un sistemático y persistente acoso mediático y social, bien directamente, a cargo de los medios al servicio del Estado, o bien en modo inducido, a cargo de un asfixiante entorno social, que nunca pude imaginar tan acrítico ni tan sumiso.

A día de hoy, estoy sano y contento, porque me voy librando de la gripe y de la covid, de vacunas y elecciones. Como otros años, ni siquiera he pasado la gripe, o si la he pasado ha sido sin enterarme, como tantas otras veces, sin necesidad de vacunarme. Y no es que yo desconfíe de las vacunas en general y por sistema, como sí desconfío de las elecciones. La vacuna de la gripe no me la he puesto nunca, porque tengo comprobado que en cada epidemia funciona bien mi sistema inmunológico; y siendo así, no veo justificado someterme al riesgo de una vacunación precipitada, sin diagnóstico ni prescripción médica, masiva e indiscriminada, además de comunicada y gestionada caóticamente.

Me va a ser difícil superar los agravios e insultos de los que he sido objeto, como la sarta de argumentos simplones y pseudocientíficos que he tenido que soportar durante estos dos largos años. Solo espero que pase el tiempo, para que se me pase este cabreo que tengo y para que el conocimiento realmente científico se imponga sobre la propaganda estatal y sobre su relato único y totalitario, más comercial y político que científico.

Soy dado a que me duren poco los rencores y, de hecho, ahora solo tengo un pequeño requencome, que diría mi abuela Rosa. Y es que todavía no me explico por qué el Estado me envió a casa el pasado 13F, librándome de las elecciones...¿sólo por no estar vacunado?

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