miércoles, 23 de febrero de 2022

LA CAGADA DEL PATO MECÁNICO

Me refiero al pato autómata ideado y construido en el siglo XVIII por un ingeniero visionario llamado Jacques de Vaucanson, un pato metálico capaz de moverse, comer y defecar como un pato real. Crear vida artificial se convirtió en su obsesión tras alucinar con la mecánica perfecta que observara en el reloj de una iglesia, de tal modo que su primer intento consistiría en un autómata musical, un flautista de latón que tocaba hasta doce piezas musicales diferentes y al que incluso llegó a ponerle una “piel” que imitaba a la humana. Se llegó a decir de aquel ingenio mecánico que “solo le faltaba darle un alma”. Pero el éxito de este robot fue superado posteriormente por su invento más famoso, un pato dotado con sistema digestivo, que comía grano y lo digería antes de cagarlo. Sin duda, todo un prodigio de la mecánica, dotado con un complejo sistema de músculos artificiales, de conductos digestivos y sobre todo, con un sistema químico que lograba digerir el grano y convertirlo en excremento; si bien, no deja de ser sorprendente que a nadie pareciera preocuparle el hecho científico de que el excremento arrojado por el pato no fuera un resto de lo ingerido sino todo el nutriente al completo, y que, por tanto, a aquel pato le faltaba, además del alma, un estómago real.

Antes de esta histórica cagada artificial, el filósofo Francis Bacon (1626) había resumido perfectamente la utopía burguesa y su ideal científico: “la vida humana liberada del esfuerzo de trabajar”, ¿para qué, si el trabajo puede ser hecho por autómatas?

Tanto Vaucanson como Bacon se adelantaron a su tiempo y aquel ideal burgués tendría que esperar a que la ciencia avanzara algo más. De momento, el trabajo tendrían que seguir haciéndolo  esclavos y sirvientes, los de siempre, aquellos  que no siendo propietarios de la Tierra, ni poseedores del Conocimiento, necesitan trabajar para poder vivir. Porque la tarea de pensar era considerada por aquellos burgueses como  la  propiamente humana, antítesis del trabajo manual y servil y, por eso, la tarea propia de aquellos que podían vivir sin necesidad de trabajar. Podría decirse, como los campesinos de Carlo Levi en “Cristo se detuvo en Éboli”: nosotros no somos hombres”, no realmente, ni burgueses, ni cristianos, porque somos otra cosa...somos trabajadores, autómatas imperfectos y provisionales por tanto, destinados a ser sustituidos algún día por robots mucho más perfectos.

Pues ese día ha llegado, porque la ciencia, sin otra cosa más interesante que hacer, se ha volcado en ello. Ya hay robots capaces de desempeñar casi todos los trabajos y no solo aquellos que precisan de más fuerza y resistencia, también y especialmente aquellos que son repetitivos, como los propios de las cadenas de producción en casi todas las fábricas y talleres. Y pueden hacerlo con gran precisión, rapidez y economía, que acerca a cero los costes marginales por unidad de producto. Es facil de entender, porque el coste marginal es el incremento del coste al producir N+1 unidades de determinado producto, respecto al coste de producción de N unidades del mismo producto.

La utopía burguesa está a punto de ebullición, pero no sin graves contradicciones, porque olvida un pequeño detalle: no todos los hombres son burgueses propietarios, ni siquiera de pequeñas parcelas  y, por tanto, hay una inmensa masa de autómatas trabajadores a punto de ser declarados "obsoletos", sin otra función que la de meros consumidores. Y aquí es donde, aparentemente, falla la utopía burguesa, porque si los antiguos autómatas no trabajan, sin ingresos, ¿con qué  pagarán los productos que consuman y de cuya venta han de vivir los inteligentes dueños de la tierra y del conocimiento?

Muchos comentaristas políticos y científicos de oficio economista, se han precipitado al deducir un  seguro suicidio capitalista en base a esta contradicción aparentemente insuperable. Se han precipitado porque sí existe  solución a esta contradicción. Sucederá, ya está sucediendo, como explicaré a continuación.

La ecuación planteada tiene como  solución única, primero, evitar la rebelión social que pudiera provocar una  incontrolable revuelta de las masas desocupadas, al tiempo que, progresivamente, habría que eliminar de la ecuación a los “disfuncionales”, para lograr así un punto de equilibrio, de tal modo que queden solo los  suficientes expertos, básicamente informáticos e ingenieros, los estrictamente necesarios para el manejo y mantenimiento de las máquinas productoras, junto a aquellos que, sin ser expertos en nada, tengan que realizar los trabajos no cubiertos por las máquinas. Tienen calculado que solo así quedará suficiente reserva de bienes naturales disponibles en el planeta. En todo caso, gran parte de los nuevos autómatas podrán tener apariencia humana, incluso estar programados para “pensar” en modo algoritmo, a condición de resultar tan económicos como los autómatas de Vaucanson, o sea, privados de alma y estómago.

En su novela utópica “La Nueva Atlántida”, Francis Bacon describe una tierra mítica, llamada Bensalem, en la que pone en boca de uno de los hombres sabios que la habitan la descripción del método utilizado en sus invenciones. Los mejores ciudadanos de Bensalem pertenecen a un centro de enseñanza denominado “La Casa de Salomón”, donde se llevan a cabo experimentos científicos con el objetivo de comprender y conquistar la Naturaleza y aplicar este conocimiento en la mejora de la sociedad. En su utopía, Bacon apuesta por una reforma de la sociedad a través de la ciencia aplicada, la tecnología; una sociedad en la que los hombres pueden alcanzar la armonía mediante el control de la Naturaleza, incluida la humana, de modo que en la Nueva Atlántida logran la felicidad debido a su perfecta organización social, centrada en la Naturaleza y en las normas científico-técnicas, si bien, Bacon ponía gran énfasis en valorar al máximo la propia existencia, cuidando cada cual de sí mismo como condición previa de la armonía social.

No me digan que esta utopía no parece una profecía de la sociedad que estamos viendo nacer, que no suena con la melodía del proyecto ecotecnológico en curso, eso que llaman Green New Deal, sustanciado como “cuarta revolución industrial” teorizada por Klaus Schwab, fundador del Foro Economico Mundial o Foro de Davos, teoría que le sirve para describir las claves de la nueva revolución tecnologica o nueva utopía burguesa, que prefiero llamar "propietarista" y no meramente capitalista, que solo correspondería a la  época industrial a punto de ser superada.

Para el diseño de las nuevas máquinas y autómatas, dotados de inteligencia artificial, Klaus Schwab, como buen capitalista y científico, conoce muy bien las ventajas económicas que se derivan de prescindir de un alma y un estómago, elementos que solo ocasionan inconvenientes, cuando no sufrimientos, además de cuantiosos costes de producción y mantenimiento a cargo del Estado. No es que Klaus Schwab sea antirreligioso, por prescindir del alma humana en los autómatas, simplemente su religión es científica en modo tecnológico; como tampoco debiera sorprendernos que en su proyecto de nueva sociedad apenas mencione al Estado, en un acto reflejo - como de vergúenza ajena -, porque el artilugio estatal a Schwab le sigue pareciendo, como a los liberales y socialistas modernos, tan impresentable como necesario al proyecto transhumanista,  a pesar del alto coste que conlleva.

 

 Cuando ésto escribo, un gran revuelo informativo se esparce por todo el mundo: los tanques rusos están ocupando parte del territorio de Ucrania y se suceden los bombardeos cerca de Odessa, de Kiev y por otras ciudades de la exrrepública rusa.

Hasta hace pocos días pensábamos que la guerra-guerra quedaría como estrategia eugenésica residual, limitada a las fronteras “exteriores”, las del mundo subdesarrollado; pensábamos que esa estrategia quedaría reducida a muchas y pequeñas guerras libradas por el control de las últimas materias primas del planeta, pensábamos que el proyecto transhumanista y eugenésico continuaría por otros métodos: guerras comerciales, cibernéticas y bacteriológicas en modo de pandemias, esterilizaciones camufladas, medicina industrial y variadas políticas contraceptivas... pero este ultimo movimiento del Estado Ruso viene a confirmar que la guerra puede extenderse al conjunto del mundo también en su descarnada forma bélica. Tal es la necesidad y la prisa por deshacerse de la parte sobrante de la población mundial. 
 
Sin alma ni estómago, el Pato Mecánico sigue excretando su gran cagada: todo lo que toca, todo lo que come.

 

1 comentario:

Unknown dijo...

Sólo veo una sociedad que se torna en esclavitud agradecida, temerosa de sus propios miedos, sin capacidad ya de creer ni en sí, ni en nada, como agua que lleva el rio.