martes, 11 de mayo de 2021

REALIDAD Y MITOS, DEL COLAPSO Y DEL ARCA DE NOÉ

 


1. Valga la pandemia como hipótesis: la de un simulacro del “fin del mundo”. Decretado el final del simulacro, la alternativa es Música y Alcohol, eso parecía anunciar el titular de “El Caso” al día siguiente. Puede que todavía quede alguien que se acuerde de aquel periódico, de máxima audiencia en època franquista, dedicado a contar asesinatos y catástrofes, así como los fracasos de la Guardia Civil en persecución de Eleuterio Sánchez (el Lute), el mismo de “camina o revienta”, la película de los ochenta que protagonizara Immanol Arias.

El argumento que da pie al titular de El Caso se basa en la explosión de fiestas celebradas la primera madrugada tras el Estado de Alarma, en descampados y playas de grandes ciudades, sobre todo en Madrid y Barcelona, protagonizadas por esa generación de juveniles multitudes de la que se dice que es “la más formada de la historia de España”, la generación destinada a gobernar no tardando, la misma a la que le tocará lidiar con las próximas pandemias y decretar los próximos Estados de Alarma. Que, probablemente, ya no serán un simulacro.

2. ¿De qué vale el conocimiento y la experiencia acumulada por la Ciencia durante los cincuenta años transcurridos desde el primer informe (1972) del Club de Roma, sobre los límites biofísicos del crecimiento?...se pregunta el filósofo Jorge Riechman en uno de sus últimos libros, titulado “Otro fin del mundo es posible”, en el que afirma que, lejos de refutarlo, la pandemia ha venido a apuntalar el diagnóstico del fin del mundo, junto a la necesidad de simulacros previos que nos sirvan de entrenamiento. Y yo me permito añadir que también ha venido a destapar la ceguera de unas sociedades dispuestas a tirar para adelante como sea, como el Lute cuando libraba su dilema existencial con similar disyuntiva: camina o revienta. Que, por cierto, es la misma disyuntiva existencial que pesa sobre aquello que no hace mucho llamábamos “economía”, sin llegar a sospechar que con el tiempo llegaría a ser la forma capitalista, única y definitiva, de organizar la vida de las sociedades humanas. A la vista de tal acumulación de conocimiento científico y experiencia vital, la disyuntiva “camina o revienta” carece de sentido, más correcta parece hoy su versión copulativa - camina y revienta - cuando caminar es reventar.

3. Pero el tiempo es una dimensión consustancial a cuanto existe, por mucho que nos empeñemos en ignorarlo hasta en el mensaje de nuestros propios huesos. Sí, resulta que ya es demasiado tarde, como dice Riechman; lo es incluso para los más optimistas y no por grandes razones científicas, sino porque es de cajón que de donde no hay no se puede sacar. Junto a la de la gravedad, no hay ley física más superior. Los límites existen, pero de poco vale que lo sepa cualquier viejo labrador preindustrial si lo ignoran todos los jóvenes que van a la universidad. ¿Acaso queda algún ser inteligente que todavía crea en la potencial sensatez del 99% de la humanidad, cuando nuestra forma de vida se fundamenta en el mismo pensamiento (camina y revienta) del  supuesto enemigo, ese 1%  de gobernantes y propietarios de la Tierra?

Habrá quien me diga que el pensamiento no lo explica todo, que también está la Economía, imponiendo ideas, costumbres y formas de vivir, durante larguísimos siglos de saqueo, comercio y dominación, a pesar de tantas revoluciones científicas y políticas. Los marxistas, que suelen ser listos y buena gente en general, dirán lo que quieran, pero cuesta creer que siempre gane la pelea el bando del 1% propietario y gobernante. No puede ser que lo explique solo la Economía y que la pelea de clases sea el motor de la historia, no, a no ser que esta lucha  sea también un simulacro y que, en tal caso, resulte que la mayor parte de la militancia acuda a la batalla  con la mentalidad propietaria y gobernante del 1%. Y si la lucha de clases no es un simulacro, algo ha de pasar, algo que todavía permanece inexplicado. ¿No habría que pensar en otro posible origen del colapso?, por ejemplo,  que estuviera localizado dicho origen en el abandono de la utopía comunitaria, o en la pervivencia de los mitos: del "derecho natural" a la apropiación de la Tierra, de la esperanza  en un Estado proletario-auxiliador de la humanidad, o el mito de la democracia clásica,  que reserva la condición de libertad y ciudadanía en exclusiva para propietarios y gobernantes.

4. El Arca de Noé nos cuenta cómo el Dios de Israel le pidió a Noé que construyera una embarcación para salvar del Gran Diluvio a su familia, junto a una representación de todas las especies de animales y plantas que pudiera reunir, porque el resto de humanos iban a perecer por causa de sus pecados. Trescientos cincuenta años después del Diluvio, murió Noé con 950 años de edad, habiendo engendrado a sus tres hijos varones a la madura edad de 500 años, pocos más de los que tendría su esposa Naamá, madre de las tres criaturas (Sem, Cam y Jafet) encargadas de repoblar la Tierra, es de suponer que con ayuda de sus tres esposas, a las que el relato bíblico ni siquiera nombra.

Durante largo tiempo el Diluvio Universal fue considerado un hecho histórico, si bien, a día de hoy ya nadie duda de que fue una historia transmitida oralmente, de generación en generación, hasta cuajar en obra literaria recogida en los textos judeocristianos (la Torah y el Antiguo Testamento), como también en el Corán de los musulmanes. Lo que apenas se conoce es que existió una historia similar más antigua todavía, que los hebreos tomaron de su contacto con las culturas mesopotámicas, concretamente de la mitología caldea. Se trata del poema épico “Atrahasis”, nombre con significado de “el sumamente sabio”, que corresponde al protagonista de la epopeya acadia del siglo XVIII a.C., registrada en tablillas de arcilla. Las tablillas de Atrahasis incluyen tanto el mito de la Creación como el del Diluvio Universal. Ante la longevidad de la historia y la profusa transmisión del relato entre culturas tan distintas, muchos historiadores tienen como hipótesis que pudo inspirarse este relato en un gran desastre natural, de tamaño tan descomunal que los antíguos sólo pudieron atribuirlo a la voluntad de un Dios todopoderoso.

5. El manuscrito al que me refiero, está impreso en tres tablillas de arcilla. La primera relata la Creación a cargo de Anu, Enlil y Enki, dioses respectivos del cielo, del viento y del agua. Enlil le endosa la agricultura y el mantenimiento de los ríos y canales a los dioses más jóvenes, pero estos se rebelan pasados cuarenta años, negándose a realizar labores tan sumamente agotadoras. Por sugerencia de Enki, los dioses rebeldes no serían castigados y para hacer aquellos trabajos propuso crear siervos y esclavos a los que llamarían “humanos”, tarea que recayó en la diosa madre (Mami), que los dio forma a partir de figuras de arcilla mezcladas con carne y sangre del dios de la inteligencia (Geshtu-E), que fue sacrificado para poder usar su sangre en la creación de los humanos. Pasados diez meses, nacieron los primeros humanos de un vientre hecho de modo tan especial. La primera parte del manuscrito concluye relatando una rápida sobrepoblación seguida de una sucesión de innumerables plagas que asolaron a aquella humanidad recién creada.

Ya en la segunda tablilla, Enlil, dios tan cruel como caprichoso, para reducir la sobrepoblación de los humanos envía una gran sequía seguida de hambruna. Y como la sobrepoblación no cesaba, siguió haciéndolo a intervalos de 1.200 años, hasta que, harto, planea destruir la humanidad con una inundación, haciendo jurar a Enki (el más amable de los dioses) que guardaría este plan en secreto.

La historia del Diluvio ocupa la tablilla tercera, en la que Enki advierte al héroe Atrahasis para que desmantelara su casa y construyera un barco (arca) con el que sobrevivir al Diluvio planeado por Enlil  con el fin de acabar con la humanidad. Atrahasis sube al arca a muchos animales y plantas, además de su familia, sellando después la puerta con betún. La inundación dura siete días y a su término Atrahasis ofrece sacrificios a los dioses. Sigue luego el relato de la furia de Enlil con Enki, por haber roto éste su juramento. Enki se disculpa y lo argumenta así: "me aseguré de que se conservara la vida". Y a continuación, Enki y Enlil acuerdan otros medios para controlar la población humana.

6. Situados en el tiempo presente, cabe preguntarse si seguimos los humanos creyendo en los mitos, especialmente en éste del diluvio, actualizado como Colapso Universal, suma de cambio climático y futuro verde, más un plan eugenésico a escala global que, contranatura, promete una larga y muy higiénica vida humana, con cuerpos mejorados tecnológicamente...y siempre con opción a escape, en un viaje con infalible tecnología que ahora ni podemos soñar, en una inmensa nave espacial muchísimo más grande que el Arca de Noé, con la sana y ecológica buena intención  de “conservar la vida” en algún planeta cercano, repitiendo el argumento piadoso de Enki, el dios amable,...y nosotros vamos y nos lo creemos.

Pienso que ningún humano mínimamente inteligente puede ignorar los efectos nocivos que provoca nuestro modo generalizado de vida sobre el equilibrio simbiótico de la biosfera, ni podrá ignorar que este modo de vivir está vinculado a la actual crisis sanitaria, por la dimensión global y enajenante del regimen neoliberal. Ahora, de lo que se trata es de asumir la inminencia del colapso de la civilización industrial como un mito cinematográfico, de cuya entretenida divulgación se encargan las series de ciencia-ficción junto a unos medios de comunicación de masas, “tan libres como científicos”.

7. "El Green New Deal del autoproclamado ‘crecimiento verde’ se revela ante nosotros como la voluntad del sistema hegemónico —el mismo sistema voraz que ahora nos conduce hacia el colapso de la civilización industrial— de seguir sacando tajada a expensas de alimentar el consumismo de quienes son conducidos acríticamente a creer que con baterías de litio, coches eléctricos, aerogeneradores y más crecimiento económico, pero no con contención y sustentabilidad, todo se va a solucionar. Es más, aunque dispusiéramos de suficientes recursos en cobre, cobalto, carbonato de litio, neodimio, disprosio, etc. y por alguna razón el descalabro extractivista no colapsara definitivamente, el frágil equilibrio de los ecosistemas, el grueso de las emisiones de gases de efecto invernadero, que conllevaría esta transición durante el período de tiempo que duraría su implementación —varios decenios— nos aproximaría peligrosamente a la posibilidad de convertir nuestro hogar en una ‘Tierra cocedero’ inhabitable. Ante una situación de emergencia climática como ésta, la humanidad no puede dejarse entretener por el espejismo de un ‘crecimiento verde’ que, lejos de resolver los problemas del Siglo de la Gran Prueba, los agrava, puesto que, cuanto más tiempo transcurre, tanto más se nos hurta la posibilidad de llegar en algún momento a resolverlos". (Jorge Riechman)

8. Estoy de acuerdo en que no existe ya la manera de evitar el colapso de la civilización industrial. Está cantado y es más, ya se ha iniciado, y la pandemia en la que estamos no es sino un simulacro preparatorio. Pero yo pienso que se puede pensar el colapso con un título que no de por hecho ningún fin del mundo, algo así como “Impedir cualquier fin del mundo”, todos, incluso el “otro” que dicen los ecosocialistas. Y a tal efecto, propongo esta versión renovada del mito del diluvio universal: no es cierto que no existieran los hombres en un previo mundo habitado por dioses. Estos dioses nunca existieron, lo que pasó es que los primeros hombres que tomaron la Tierra en Propiedad se hicieron vagos a causa del mucho trabajo que ésta daba, y para librarse de tales esfuerzos forzaron a otros hombres a trabajar para ellos, y luego, con ese poder, se hicieron llamar “dioses” mejor que propietarios.

9. Recomiendo pensar en el uso comunitario de la Tierra antes que dar por sagrado el derecho de Propiedad; en la autonomía individual y comunitaria  antes de dar por sentada la necesidad de un Estado, previamente a pensar  cómo afrontar el Colapso de manera digna y no sólo con ecológicas buenas intenciones y recetas de contención y sostenibilidad; o sea, no dando por hecha la derrota, ni siguiendo la histórica costumbre de la pequeña burguesía progresista, de actuar bajo el síndrome de Viridiana (*).

10. “La gran diosa madre se queja amargamente de los defectos de los dioses funcionarios con poder de decisión, y llora por los humanos muertos que obstruyen el río como libélulas. También ella añoró la cerveza (en vano) y ahora ésto es la vuelta de los dioses a pasar hambre: Como la oveja, ellos sólo podrían llenar sus tráqueas del balar. / Sedientos como ellos, estaban sus labios / Descargados sólo la escarcha de hambre ". Después de siete días y noches de lluvia, la inundación disminuye, Atrahasis desembarca y ofrece un sacrificio. Los dioses hambrientos huelen la fragancia y se juntan "como moscas que vuelan sobre el ofrecimiento".(Fragmento de la historia de Atrahasis, en https://www.wikiwand.com)

 

Nota:

(*) Este síndrome lo explica así  Pedro García Olivo, en  "Cristo, Marx y Viridiana":  En el film Viridiana, Buñuel refleja con acritud una disposición carroñera deprecadora/depredadora: la del benefactor que acoge a pobres y «necesitados» para ganarse el Cielo de los cristianos, por la vía de la caridad; virtuoso que sería verdaderamente «desdichado» si no los encontrara por las calles, en los parques, donde los basureros, si no pudiera acudir a socorrerlos, es decir a «reclutarlos». Viridiana será agredida por sus propios protegidos: «justicia poética», cabría sostener… Blake: «La caridad no existiría si antes no hubiéramos llevado a alguien a la pobreza».
El «síndrome de Viridiana» ha estragado buena parte de las prácticas políticas de la izquierda convencional. Burgueses y pequeño-burgueses bienintencionados corrieron a «ayudar» a la clase trabajadora; quisieron «emanciparla», «liberarla», «redimirla». No provenían del mundo del trabajo físico, pero se pusieron al frente, tal una «vanguardia», iluminando y encauzando. Incurriendo en lo que Deleuze llamó «la indignidad de hablar por otro», prejuzgaron que algo iba definitivamente mal en la conciencia de los trabajadores, pues no seguían diligentemente sus consignas; y que se requería un trabajo educativo para des-alienarlos, para centrarlos en el modelo esclarecido del Obrero Consciente, del Sujeto Emancipador, cuando no del Hombre Nuevo. El Cielo que estos privilegiados pretendían ganarse, con su entrega generosa a la causa proletaria, ya no era, por supuesto, el cielo común de los cristianos: era el Cielo selecto de los revolucionarios. 

(https://pedrogarciaolivo.wordpress.com/tag/socialcinismo/)

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