El hecho de que una teoría tan vaga (el darwinismo), tan insuficientemente demostrable, tan ajena a los criterios que suelen aplicarse en las ciencias empíricas, se haya convertido en un dogma, no es explicable si no es con argumentos sociológicos. Ludwing Von Bertalanffy 1901-1972)
La vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación. Las formas de vida se multiplicaron y se hicieron más complejas asociándose a otras, no matándolas. Lynn Margulis, 2002, Una revolución en la evolución.
Esta
pandemia no es una más, se da en un contexto único y
excepcional en la historia
humana, en una
sociedad-mundo estructurada
como nunca antes
en torno a un único
sistema de pensamiento dominante,
basado
en la premisa de la
competencia generalizada
-entre individuos, clases,
sexos, empresas, estados,
bloques, culturas y
civilizaciones- que según
este pensamiento actuaría como motor de la evolución, de la vida
toda, incluida
la humana, de tal modo que la selección natural vendría a
justificar “naturalmente” el
predominio y supervivencia
de los individuos más
competitivos. En definitiva,
un
dogma “científico” incuestionable.
Dado el contradictorio mundo en que vivimos y la fase autodestructiva de la que somos testigos, parece pertinente y hasta obligado hacerse preguntas tan elementales y coherentes como por ejemplo: ¿en este mundo en descomposición, podemos seguir pensando que la clave de la existencia está en la competencia, en nuestro gen egoísta?, ¿realmente, somos egoístas por naturaleza y, por tanto, este mundo no tiene arreglo, porque lo manda la naturaleza y, por tanto, cualquier otra posibilidad queda descartada a priori y es pura quimera?
¿Es sólo una quimera lo que afirma un biólogo como Máximo Sandin, disidente de la biología académica, cuando dice que ésta “se encuentra en una situación que resulta contradictoria, no sólo con las reglas más básicas de la práctica científica, sino con el más elemental sentido común. Los progresos en el conocimiento de la naturaleza, el control y la regulación de la información genética han puesto de manifiesto unos fenómenos de una enorme complejidad. Unas redes de interacciones radicalmente diferentes de las antiguas concepciones elaboradas a partir de inferencias indirectas y suposiciones derivadas del desconocimiento de los procesos subyacentes a la construcción y variabilidad de los organismos. Sin embargo, en las revistas científicas y en el ámbito académico se continúan empleando los términos, conceptos e interpretaciones de los fenómenos biológicos basados directamente en las antiguas simplificaciones, que se han mostrado definitivamente erróneas, como si fueran “descripciones objetivas de la realidad”?, ¿o es algo a tener en cuenta?
La “nueva Genética”, basada en observaciones reales sobre los procesos de control y regulación de la expresión génica se ha mostrado radicalmente diferente de la “Genética de la Caja Negra” que conectaba directa y unívocamente rasgos fenotípicos complejos con genes discretos y sigue tratando los rasgos poligénicos de una manera estadística, como si fueran el resultado de efectos aditivos de un gran número de genes esencialmente equivalentes (Carroll, 2000).
Frente a la vieja concepción de los genes como “unidades de información genética”, rígidamente determinadas en el ADN, cambiantes “al azar” y aisladas del ambiente, la información genética ha resultado ser el producto de complejas redes de procesamiento y comunicación, con unos patrones básicos extremadamente conservados en las que están relacionados multitud de componentes y cuyo resultado final está condicionado por el estado del ambiente celular y es dependiente, por tanto, del ambiente externo.
A la luz de toda esta nueva información, no es necesaria una argumentación muy elaborada para llegar a la conclusión de que los conceptos, los términos y las hipótesis teóricas de la genética de poblaciones pueden ser descartados como método de estudio de la evolución. No estamos hablando de un problema menor, porque se trata de la única base empírica existente de la teoría evolutiva admitida actualmente por la inmensa mayoría de la comunidad científica. (1)
La microbióloga Lynn Margulis propone una respuesta general para la vida, basada ésta en la cooperación y en la asociación. Esto no es nuevo, ya Kropotkin anticipó que en la naturaleza, además de la lucha mutua, “se observa al mismo tiempo, en las mismas proporciones, o tal vez mayores, el apoyo mutuo, la ayuda mutua, la protección mutua entre animales pertenecientes a la misma especie o, por lo menos, a la misma sociedad (...) de manera que se puede reconocer la sociabilidad como el factor principal de la evolución progresiva”. En la actualidad, el psicobiólogo Michael Tomasello se expresa con igual contundencia: “Los Homo sapiens están adaptados para actuar y pensar cooperativamente en grupos culturales hasta un grado desconocido en otras especies”. ¿Cómo se compagina ésto con la ideología dominante en la ciencia evolutiva, adherida a la “supervivencia del más fuerte”?,¿Y cómo se compadece con un sistema social dominante hoy a escala global, en el que rige la competitividad y la máxima ganancia como única guía de toda su actividad?
Ésta es una de las más grandes contradicciones de nuestro tiempo: dos ciencias contrapuestas, dos interpretaciones de una misma realidad que resultan incompatibles. Nada que ver con la efímera, instrumental y superficial contradicción entre izquierdas y derechas, surgida en la modernidad burguesa, ambas posiciones competitivas dentro de un mismo orden político (estatal-capitalista), al igual que sucede, por ejemplo, entre empresas enfrentadas por ganar poder o cuota de mercado y de las que nadie duda acerca de su igual naturaleza mercantil.
En “Simbiosis y evolución” Lynn Margulis demuestra, con resultados y pruebas, el origen de la célula eucariótica y de varios orgánulos celulares (mitocondrios, cloroplastos y undulipodios) por asociación simbiogenética de procariotas (células sin núcleo diferenciado). Con estos hechos, las asociaciones simbióticas, la unión de unos organismos para formar nuevos colectivos con propiedades emergentes, se convierten en el principal mecanismo evolutivo, como un factor esencial en la evolución de la biosfera. Los líquenes son el ejemplo más evidente y próximo de este proceso: los simbiontes por separado, el hongo y el alga, muestran y conservan sus características individuales, pero juntos se convierten en un talo con características propias y con capacidades metabólicas y ecológicas inaccesibles desde sus respectivas individualidades. Gaia es la polémica hipótesis que considera la biosfera como un sistema interactivo y dinámico en el que los numerosos y diversificados microorganismos anónimos son responsables del mantenimiento de la temperatura planetaria, de la composición química de la atmósfera, de la salinidad de los océanos, los procesos biogeoquímicos globales: la Tierra como un planeta vivo. En sus “Reflexiones, especulaciones y miradas más lejos”, L.Margulis integra los argumentos expuestos, analiza las objeciones recibidas y defiende las pruebas acumuladas, todo alrededor de las mencionadas aportaciones científicas, con nuevas perspectivas, con razonamientos contrastados; pero, además, la posición, la sabiduría y la valentía de Lynn Margulis le permiten razonar, muchas veces con una clara intención crítica, sobre la situación actual de la investigación o la pasividad de los investigadores, la política científica y cultural de los gobiernos o la orientación restringida de la financiación oficial, al margen de su profundidad científica. Podrá ser muy heterogénea la opinión sobre las teorías, hipótesis y discusiones que plantea L.Margulis, pero éstas no pueden ser obviadas sin más, sólo porque no representan la posición mayoritaria, la de la “ciencia oficial”. Dogma y método científico compaginan mal, no compaginan.
Pues bien, en esta pandemia estamos asistiendo, dramáticamente, a la imposición de esa visión dogmática, mayoritaria y oficial de la ciencia, una ciencia averiada, en descomposición pareja a la de la sociedad que la profesa acríticamente, dócilmente.
El impulso reproductivo de la vida tiende a hacerse de forma geométrica o exponencial, por lo que en un mundo finito, el potencial biótico de todos los seres vivos es mayor que los que pueden sobrevivir. Por ejemplo, una sola bacteria de división rápida puede hacerlo cada veinte minutos; si no encontrara límites, en cuatro días de crecimiento alcanzaría la cifra de 2 elevado a 288, un número mayor que el de protones existentes en el universo.
En consecuencia, la vida es expansión y extinción al mismo tiempo. Darwin dio a este proceso de supervivencia diferencial el nombre de “selección natural”, mientras que Lynn Margulis lo explica así: “la vida es una extensión del ser hacia la próxima generación, la próxima especie. Es el ingenio para sacar el máximo partido de la contingencia”. Desde este punto de vista, el impulso de muerte freudiano sólo tiene explicación en referencia al homo sapiens. Las conclusiones del psicoanalista Erich Fromm son bien concluyentes, no se trata de una antagonismo entre dos fuerzas biológicas innatas, sino de un conflicto entre la tendencia en la que reside la esencia de la vida y el fracaso del individuo en tal empeño, por lo que “la pulsión de muerte tiene que ver con la psicopatología y no, como suponía Freud, con los fenómenos biológicos normales”, o como adelantó Spinoza: “cada cosa, en tanto lo tenga, se esfuerza en preservar en su ser”.
“La selección natural, es decir la capacidad de sobrevivir de un organismo y de producir descendencia, opera a través de las condiciones físicas del entorno y de la interacción con los otros moradores con los cuales ha de coexistir. La selección natural es la que incesantemente elimina a los seres cuya forma, cuya fisiología, cuyo comportamiento y cuya química no resultan adecuados para un medio dado en un tiempo y lugar determinados” (2). Pero las interacciones entre los organismos de la misma especie o de otra, con los que ha de coexistir, y entre especies, pueden ser de muchas maneras, no solo de competencia, como entiende la economía vulgar.
Vayamos a los virus, entre los que se encuentra el coronavirus covid19, que encaja en la categoría de interacción que llamamos parasitismo, por vivir dentro de un hospedante que tanto le proporciona una fuente de energía como un hábitat, en ésto se diferencian de los depredadores que viven libremente y a los que la presa les proporciona alimento pero no hábitat. El principio general que se puede establecer es que cuando los parásitos han estado asociados a sus hospedantes largo tiempo, la interacción es moderada y es neutra o beneficiosa a largo plazo. Por esto se explica que un gran número de enfermedades debidas a parásitos y plagas de insectos como los causantes de la mayoría de las pérdidas en agricultura se deben a especies recientemente introducidas o a hospedantes vulnerables (¿nos va sonando?). Así, la selección natural no favorece a los virus “virulentos” o perjudiciales, porque de hacerlo, tanto el parásito como el hospedante terminarían por extinguirse.
Si en las interrelaciones entre seres vivos en las que alguien pierde (lo que es inevitable en esa tensión entre proliferación y límites naturales), y si tanto la cooperación como la coexistencia tienen algo o mucho de beneficio mutuo, podemos concluir que la vida es un proceso de expansión, extinción, pero sobre todo de simbiosis (4) teniendo en cuenta las muchas relaciones de mutualismo existentes.
Los fósiles más antiguos de bacterias (células procariotas, sin núcleo) datan de hace 3.500 millones años, en cambio los fósiles más antiguos de eucariotas (células con núcleo, las de hongos, animales y plantas) solo tienen 800 millones de años. A pesar de su enorme antigüedad, las bacterias han sido completamente desconocidas la mayor parte de la historia humana. Pero lo más llamativo es que además de ser las unidades básicas estructurales de la vida, también se encuentran en todos los demás seres que existen en la Tierra, para los que son indispensables. Sin ellas, no tendríamos aire para respirar, nuestro alimento carecería de nitrógeno y no habría suelos dónde cultivar nuestras cosechas. Por debajo de nuestras diferencias superficiales todos somos andantes comunidades de bacterias, tal es su importancia que el sesenta por ciento de la historia de la vida corresponde a las bacterias en solitario y que a ellas les debamos casi todo: la fermentación, la fotosíntesis, la utilización de oxígeno en la respiración, la fijación del nitrógeno atmosférico y la transferencia horizontal de genes, con el resultado de “un planeta que ha llegado a ser fértil y habitable para formas de vida de mayor tamaño, como la humana, gracias a una supraorganización de bacterias que han actuado comunicándose y cooperando a escala global” (5).
Los virus aparecen en la Tierra simultáneamente con las bacterias. Su número estimado es de cinco a veinticinco veces más que el de bacterias. La actividad de los virus en los ecosistemas marinos y terrestres es fundamental, al igual que la actividad de las bacterias. En los suelos, actúan como elementos de comunicación entre las bacterias mediante la transferencia genética horizontal; en las aguas superficiales del mar hay un valor medio de 10.000 millones de diferentes tipos de virus por litro, su papel ecológico consiste en el mantenimiento del equilibrio entre las diferentes especies que componen el plancton marino (y como consecuencia del resto de la cadena trófica) y entre los diferentes tipos de bacterias, destruyéndolas cuando las hay en exceso” (6)
De momento, podemos advertir la distancia entre la comprensión realmente científica y la negativa propaganda oficial acerca de virus y bacterias, revestida de apariencia “científica”, que ha contribuido eficazmente a fijar en las masas una burda y fantasiosa idea acerca de éstas células como “bichos” malignos y asesinos.
La propuesta más atrevida de la microbióloga Lynn Margulis (EEUU,1938-2011) es, sin duda, la relativa a la aparición de nuevas especies. Mientras que la corriente principal del neodarwinismo las adjudica a las mutaciones al azar junto la selección natural consecuente, la científica estadounidense afirma que los cambios mutacionales son siempre muy pequeños, porque la mayoría genera formas de vida deficientes y sin futuro, y que la fuente principal de variación hereditaria y de especiación -no la única- procede de la adquisición de genomas. Este proceso se lleva a cabo a través de la simbiosis de organismos distintos entre sí. A este proceso L.M. le llama simbiogénesis. Contra la hipótesis del “gen egoísta” sostiene que “los microbios tienen genomas completos de capacidad única. Son ellos y no los genes egoístas, ni los mamíferos combativos, los verdaderos motores del cambio evolutivo” y estaríamos en condiciones de afirmar que la simbiosis ha resultado ser la más importante fuerza de cambio sobre la Tierra.
El creciente control de la investigación biológica por grandes empresas farmacéuticas y “biotecnológicas”, la creciente manipulación con fines comerciales (en el mejor de los casos), de procesos biológicos cuyas complejísimas interacciones orgánicas y ecológicas han puesto claramente de manifiesto que no se pueden controlar (se pueden manipular, alterar, pero no prever las consecuencias de estas perturbaciones del orden natural), están conduciendo a la aparición de graves peligros para el ecosistema global y, muy especialmente, para los seres humanos. Lo peor puede estar todavía por llegar.
Como advierte Máximo Sandin, “ante la acumulación de evidencias, de conocimientos totalmente contradictorios con las premisas darwinistas, cualquier teoría científica habría sido abandonada hace mucho tiempo. Si se mantiene es porque no se trata de una teoría científica, sino de una creencia. Porque si se valora siguiendo los criterios básicos de las ciencias empíricas, el darwinismo es, desde su origen, totalmente acientífico. Su persistencia en contra de las evidencias y el afán en defenderlo desde determinados estamentos con argumentos retóricos y falsedades históricas hace pensar que su permanencia no tiene nada que ver con su validez científica”.
La biología y la antropología han experimentado en los últimos cincuenta años una gran transformación. La biología ha ido incorporando avances en distintos campos, como la genética, la biología molecular, la biotecnología… generando un cuerpo de descubrimientos novedosos que, por inercia, han seguido incluyéndose dentro de los modelos teóricos existentes. La antropología ha sufrido un incremento espectacular de hallazgos y fósiles, que hacen difícil sostener las teorías que nacieron a finales del siglo XIX sobre el origen del hombre, englobadas posteriormente dentro del neodarwinismo. Es obvio: el exceso de especialización provoca una grave carencia de capacidad para asimilar los avances e integrarlos en una visión global.
A lo largo de más de cincuenta años, muchas voces críticas y científicos con sus aportaciones han venido cuestionando o desmontando este modelo único del neodarwinismo, pero lo han hecho limitadamente, en aspectos aislados. Stephen Gould, ya en los años 70, estableció la teoría del equilibrio puntuado para diferenciar entre los cambios bruscos que han dado origen a las especies, que él englobó bajo el término de macroevolución, y los cambios graduales que solo explicarían la microevolución; pero, como dice Máximo Sandín, si considerásemos, por ejemplo, la evolución desde una pata hasta un ala por medio de transformaciones sucesivas, graduales y minúsculas, de las que habla la selección natural, se habrían dado como resultado miles de especímenes con muñones que no podrían haber representado ninguna ventaja evolutiva y que habrían desaparecido. Algunos de los cambios evolutivos tienen, por fuerza, que haber sido bruscos, como intuyeron inicialmente y sin pruebas concluyentes por la época en que vivieron, naturalistas de la talla de George Cuvier.
La confusión ante la crisis actual es general y su generalización se produce a partir de una determinada percepción popular de la crisis, provocada por una avalancha informativa de proporciones desconocidas, incluso en los momentos más totalitarios de nuestro pasado histórico -como los del comunismo soviético, el fascismo italiano o el nazismo alemán-, que sólo es comparable a los totalitarismos que caracterizan a las hoy repúblicas populares de China y Corea del Norte. A poco que uno indague en la estrategia seguida en el tratamiento informativo de esta crisis, es obvio que su estrategia pasa por un “interesado” cruzamiento del campo científico y político. Es obvio que la política está utilizando la ciencia para justificar y convencer de la necesidad de sus medidas. Baste hacer un mero repaso de los meses, horas y minutos de masiva información mediática empleados desde marzo de este año 2020 ...y lo que nos queda por ver, muchísimo tiempo y recursos empleados en convencer a las cautivas audiencias sobre las razones científicas de las medidas tomadas por los gobiernos ante esta pandemia del covid19. Sin olvidar la censura, absoluta y totalitaria en extremo, que bloquea toda disidencia, toda libertad de expresión, en flagrante contradicción con sus propios fundamentos “liberal-progresistas y democráticos”. En España, todo disidente de la versión gubernamental es etiquetado de fascista y en EEUU la etiqueta adjudicada es la de comunista. Y todo disidente, siendo necesariamente fascista o comunista, según cada caso, será etiquetado de conspiranoico, aquí como en USA. Así todo se aclara, la verdad es científica y la política obedece a la ciencia, que resplandece como dogma universal e incuestionable, restando la importancia de que ello pudiera contradecir tanto su propio “método científico” como su propio “método político”
Adelantaré mi propia percepción: mientras que la ciencia es necesariamente experimental y, por tanto, se desarrolla a partir de varias y distintas hipótesis, la política que financia la ciencia es unívoca, no tiene otra hipótesis que el mantenimiento y reproducción de su poder sobre la sociedad. Y para ello, está obligada a lograr que la ciencia, al menos la que depende de la política, que es casi toda, no desentone. Sus fundamentos y explicaciones necesariamente han de cuadrar con los propios de la política. Darwin es el mejor ejemplo, el más paradigmático: no hay hipótesis que mejor avale al capitalismo y a su aparato estatal que la teoría de la selección natural de las especies. La memoria oficial oculta lo que el propio Darwin no ocultaba de sí mismo, su visión racista del mundo y su incondicional adhesión al libre mercado capitalista, aún no desarrollado como ahora lo conocemos junto a todas sus consecuencias.
El “shock” del coronavirus está dando paso a la cadena de eventos que Naomi Klein describió hace más de una década en La doctrina del shock: la historia está formada por una sucesión de “shocks” (los shocks de las guerras, los desastres naturales y las crisis económicas) y sus secuelas. El resultado viene dado por el “capitalismo del desastre”, es decir, “soluciones” calculadas de libre mercado como respuesta a las crisis que explotan y exacerban las desigualdades ya existentes...no lo hacen porque crean que es la forma más eficaz de aliviar el sufrimiento durante una pandemia.Ya tenían estas ideas en mente y ahora han visto la oportunidad de llevarlas a cabo”. La “doctrina del shock” es la estrategia política que utiliza las crisis a gran escala para impulsar políticas que de forma sistemática agravan la desigualdad, enriquecen a las élites y empobrecen a todos los demás...y no sólo en el plano de lo económico. En momentos de crisis las personas solemos centrarnos en las emergencias diarias de sobrevivir a dicha crisis, sea cual sea, y solemos confiar demasiado en quienes ostentan el poder. El capitalismo del desastre es la forma en que las grandes corporaciones financieras y estatales dan un paso al frente para beneficiarse directamente de las crisis a gran escala. La especulación en torno a los desastres y las guerras no es un concepto nuevo, aumentó significativamente bajo la administración Bush tras el 11S, cuando el Gobierno USA declaró aquella crisis de seguridad interminable y, simultáneamente la privatizó y externalizó, mientras que simultáneamente invadía Irak y Afganistan y privatizaba su ocupación.
Las élites políticas y económicas conciben los momentos de crisis como una oportunidad de impulsar su lista de deseos de políticas antipopulares. En realidad el shock es el virus en sí mismo y se está gestionando de manera que la confusión sea máxima. No creo que sea una conspiración de las élites, simplemente es la única manera en que los gobiernos pueden manejar esta su crisis: haciéndola “nuestra”. Este shock mayúsculo será explotado para rescatar a las industrias políticas, financieras y productivas, que se encuentran en la más profunda y global de las crisis hasta ahora enfrentadas, ante las que el individuo consciente ha desaparecido aislado en la masa (y con él toda posibilidad de comunidad y autonomía), mutado en producto o mercancía, sujeto de libertad, sí, pero en el literal significado de sujeto: “atado”.
La diferencia de fuerzas es abismal y todo lo que está sucediendo señala al triunfo inevitable de la hipótesis dominante; si bien, nada está escrito y descartada por acientífica la teoría de Darwin, cabe la posibilidad de un salto en nuestra evolución histórica, una mutación o revolución integral, algo radicalmente nuevo y distinto al viejo sentido competitivo de las revoluciones precedentes (afuera tú, que ahora me toca a mí). La naturaleza autodestructiva del sistema neoliberal imperante es un dato, no menor, para esta esperanza, como también lo es la potencia simbiótica y cooperativa, constituyente de la vida en todas sus formas, a pesar de su agotamiento e invisibilidad en el caso de la especie humana.
Resulta fundamental para esta esperanza el cambio de paradigma que ya vemos emerger, aunque muy incipientemente. Lejos de ser negacionista de la ciencia, reivindico una ciencia holística, alejada del especialismo simplista que rehuye la complejidad de la existencia, una ciencia ni parcialista ni dependiente, autónoma de la política y realmente científica.
“El financiamiento gubernamental es necesario porque los productos para la pandemia son inversiones de altísimo riesgo; el financiamiento público minimizaría los riesgos para las compañías farmacéuticas y haría que se metieran con todo”. Estas declaraciones de Bill Gates en la prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine, se completan con la indicación de que los gobiernos deben otorgar facilidades para la producción de las vacunas y comprarlas para distribuirlas en la población que las necesita. Como vemos, todo un programa para garantizar las ganancias de la industria farmacéutica multinacional en relación con la producción de una vacuna para enfrentar la pandemia.
Si bien se calcula que hay entre cincuenta y sesenta laboratorios en el mundo dedicados a la investigación de la vacuna para el Covid-19, solo son trece los que están en un estadio más avanzado. Una competencia feroz entre las multinacionales, y aún entre los gobiernos, se ha desatado. Quien logre elaborar una vacuna eficaz y obtenga la patente se asegura el monopolio de la producción y ganancias por varias décadas.
Debido a la disputa por el monopolio de la vacuna se produce una superposición de esfuerzos y despilfarro de recursos que han sido criticados aún por personalidades tan conservadoras como el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que acusa al capitalismo de frenar el desarrollo de la vacuna (en contra de su propia propaganda sobre la necesidad salvífica de la vacuna). Como él, otros neoliberales se preguntan ¿hasta qué tenebrosa cantidad tendremos que esperar para disponer de una vacuna? Y hasta llegan a plantearse “la necesidad de abolir las patentes de los medicamentos en el camino de lograr la estatización de la industria farmacéutica bajo control de los trabajadores. No cabe más ignorancia e ingenuidad: ¡la estatización de la industria farmacéutica bajo el control de los trabajadores!, sólo equiparable a la ignorancia e ingenuidad del residual progresismo izquierdista. Como si fuera posible que un Estado cualquiera pudiera dejar en manos de los trabajadores, no ya la industria farmacéutica, sino cualquier cosa, por mínima que fuera. No cabe mayor ignorancia de la historia, ni mayor aberración intelectual. Desde mi modesta reflexión personal, hace unos años que yo describía esta misma e irresoluble contradicción de las izquierdas residuales como colaboracionismo, lo hacía mediante la metáfora del tapón, que representa su lamentable función en esta etapa de la historia: el tapón que impide la eclosión de la libertad individual y la autonomía de los pueblos, que retrasa la revolución necesaria, integral e incompatible con la existencia del capitalismo y de cualquier forma de estado. A estas alturas de la historia, seguir imaginando una posible autonomía de los estados respecto del capitalismo, eso sí que es un oximorón, una aberración intelectual, más que una ingenua utopía.
Pedro García Olivo ha reflexionado y explicado esa deriva como teoría del demofascismo (7) (que yo equipararía a neodarwinismo o demodarwinismo). Él la describe como neofascismo global y sociedad posdemocrática, fraguada en Occidente. Dice que “la docilidad de la ciudadanía y la disolución de la Diferencia en inofensiva Diversidad constituyen los dos rasgos capitales de Occidente, conviene añadir enseguida que esos dos preocupantes caracteres se hallan hoy en proceso de globalización, ya que nuestra Cultura avanza decididamente hacia su hegemonía planetaria -Occidente se va a “universalizar”, esta es la verdad y el contenido principal del término globalización. “Globalización” es “occidentalización” (mundialización del Capitalismo liberal), o no es nada...” Y esta pandemia, añado yo, es el primer y más efectivo de los pasos hacia esa hegemonía global. P.G.O. sigue diciendo: “La literatura de la globalización está sirviendo para un rearme ideológico del Capitalismo; está proporcionando una nueva ‘legitimidad’ al orden económico-político dominante. Trabaja, pues, para la conservación de lo dado y para la obstrucción de los afanes de la crítica. Desde un enfoque antiguo, se diría que es una temática regresiva, reaccionaria... Expresiones como “Retos de la Globalización”, “Desafíos de la Globalización”, “Tareas de la Globalización”, etc., (títulos de ensayos, de ‘reflexiones’, que invaden las revistas, los Congresos, las portadas de los libros, las charlas televisivas, las conferencias universitarias,...) connotan, una vez más, la perspectiva reformista -cuando no inmovilista- de que, estando ya bajo el umbral de Lo Inevitable, Lo Intocable, Lo Incuestionable (la sociedad ‘globalizada’; es decir, la implantación universal del modelo burgués de sociedad), solo cabe, en lo sucesivo, aspirar a corregir excesos, afrontar desafíos, superar retos, emprender tareas reparadoras, enmendar errores concretos, subsanar pequeñas anomalías, matizar los perfiles de unos procesos de todas formas irreversibles, etc.” Y yo añado que el manejo “científico” de esta pandemia por los gobiernos está contribuyendo en modo colosal al rearme ideológico de la globalización capitalista. La desprestigiada política encuentra salvación y continuidad en el “prestigio” del que aún goza la ciencia.
Cierto que para muchos historiadores el “fascismo” constituye la antítesis perfecta de La Democracia y que ésta, habiendo aprendido la lección, deberá permanecer siempre alerta, vigilante, para no verse de nuevo amenazada por organizaciones totalitarias que, aprovechando las coyunturas de crisis y de descontento social, difundirán sus abominables ideas y procurarán fortalecerse sectariamente...y cierto es que esta tesis resulta grata a los políticos, pues legitima la Democracia ‘por contraste’ (el monstruo habita fuera de ella; es su contrario absoluto) y tranquiliza de paso a las poblaciones -Auschwitz no se repetirá, hemos enterrado en sal su semilla. Todo tan cierto como que “una vez asentadas en el aparato del Estado, las formaciones fascistas minaron desde dentro el régimen liberal, su robustecimiento electoral y su ascenso político se produjeron en el respeto y en la observancia de las reglas del juego democráticas. Con variantes, esta interpretación liberal del fenómeno fascista ha terminado formando parte de la ideología oficial del Sistema; y es la que, durante mucho tiempo, se ha enseñado casi sin contestación en nuestras escuelas, la que se difundía privilegiadamente por los medios, etc. Solía verse aderezada con una sobrevaloración del papel de los líderes (Hitler, Mussolini, demonizados a conciencia) y un énfasis exagerado en la incidencia de las ideologías; y, habitualmente, des-responsabilizaba al conjunto de la población, a los ‘hombres corrientes’ que votaron y aplaudieron hasta el fin a esos partidos fascistas...”
Analiza P.G.Olivo otras concepciones actuales del par democracia-fascismo, como ésta: “la democracia representativa y el fascismo deben conceptuarse como dos cartas (valga la metáfora) que la burguesía dominante, las oligarquías nacionales, los valedores sociales y económicos del capitalismo, pueden poner encima de la mesa, una u otra, guardándose la sobrante debajo de la manga, en el momento en que les interese. En tiempos de bonanza económica y paz social, mejor la carta democrática, pero en tiempos de conflictividad social, bajo la amenaza (real o imaginaria) de un proceso revolucionario anticapitalista, tiempos de crisis económica, de desórdenes, de descontento generalizado, de efervescencia de las ideologías contestatarias, etc., las burguesías hegemónicas, las clases dominantes que controlan e instrumentalizan el aparato del Estado, recurrirán, para salvaguardar sus posiciones de privilegio, a la terrible carta fascista que esconden bajo la manga, para restaurar el Orden e impedir que el sistema capitalista se lesione”.
Eso ya está pasando en muchos sitios de Europa y aquí se barrunta tras el empujón electoral regalado a Vox, que sólo tiene que esperar a que llegue su ocasión. Según esta interpretación, sin duda menos tranquilizadora, el fascismo no constituye la antítesis de la democracia, sino que aparece más bien como su hermano de sangre, su recambio ocasional.
Sigo con su reflexión, según la cual, otra interpretación es la menos complaciente y la más inquietante. Es la que sostiene que el fascismo, bajo “nueva planta”, es el destino de la Democracia, su verdad y su futuro, aquello hacia lo que apunta, el lugar al que nos lleva, su esencia desplazada y pospuesta. La democracia representativa conduce a un fascismo de nuevo cuño y al globalizarse como fórmula de organización política en nuestros días, se mundializa también dicho “neofascismo” en tanto desenlace de la Humanidad. A pesar de sus discrepancias y diferentes trayectorias intelectuales, estas dos corrientes han coincidido en la constatación de una circunstancia cuyo reconocimiento aún molesta al saber oficial: que los regímenes democráticos liberales de Occidente se amparan en la misma forma de racionalidad y recurren a los mismos procedimientos que los fascismos históricos y el estalinismo. Esta identidad de los aprioris conceptuales, de las categorías rectoras, de la matriz filosófica de los fascismos, el estalinismo y la democracia -tres modulaciones de una misma forma de racionalidad, tres excrecencias de la racionalidad política burguesa-, deriva del hecho de que nuestra Cultura se ha cerrado sobre su punto de anclaje en la Ilustración y ha desarrollado sus conceptos políticos en la obediencia a los dictados logocéntricos de la Ratio, en el sometimiento riguroso al Proyecto Moderno. Cabría hablar, así, de un neofascismo superpuesto, en mayor o en menor grado, al aparato político de la democracia (elecciones, parlamento, partidos, etc.); un neofascismo de y en las democracias -fascismo democrático o demofascismo- no sé si venidero o instalado ya en nuestras sociedades”...Yo diría que ya presente y en periodo de ensayo e instalación a partir de esta pandemia del covid19.
A mi entender, P.G.O. completa bien su reflexión añadiendo las singularidades que diferencian al neofascismo de su original histórico: en primer lugar, una clamorosa falta de entusiasmo hacia el régimen liberal, antítesis del ‘calor de masas’ que acompañó a los fascismos antiguos. Esta falta de entusiasmo deviene como una consecuencia de la despolitización de la sociedad a que ha abocado la práctica insulsa del liberalismo político (votar y esperar a ver qué pasa, luego esperar a votar de nuevo, porque no ha pasado nada). En segundo lugar, el demofascismo se caracteriza por la invisibilización u ocultamiento de todas las tecnologías de dominio, de todos los mecanismos coactivos, de todas las posiciones de poder y de autoridad; tiende a reducir al máximo el aparato de represión física, y a confiar casi por completo en las estrategias psíquicas o simbólicas de dominación; la vieja dialéctica de la Fuerza cede ante una dialéctica de la Simpatía..sin duda que la represión posdemocrática resulta mucho más efectiva como represión.
Nuestra Civilización, nuestra Cultura, en su fase de decadencia (y, por tanto, de escepticismo/conformismo), ha proporcionado a la posdemocracia hombres moldeados durante siglos: “aquello que no sabrás nunca es el transcurso de tiempo que ha necesitado el hombre para elaborar al hombre”, advertía Gide, hombres avezados en la nauseabunda técnica de vigilarse, de censurarse, de castigarse, de corregirse, según las expectativas de la Norma Social...el Policía de Sí Mismo posdemocrático es ya una realidad, ha tomado cuerpo, se ha encarnado, se le distingue porque va con mascarilla a todas partes, incluso conduciendo sólo o en la soledad del campo, guardando la distancia social incluso más allá de lo que mandan los científicos y las autoridades del Estado. Ve virus asesinos y al acecho por todas partes, pululando por el aire, en la respiración y en el tacto de todo desconocido, como de todos sus parientes, amigos y vecinos.
Pero si alguien está profundizando en esta reflexión es Byung-Chul Han, un filósofo oriental educado en Europa, que dirige su mirada crítica hacia las nuevas técnicas de poder del capitalismo neoliberal, las que dan acceso a la esfera de la psique, convirtiéndola en su mayor fuerza de producción. La psicopolítica (7) es, según Han, el sistema de dominación que en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor e inteligente (smart), que consigue que los individuos se sometan por sí mismos al entramado de dominación, actuando como policías y panópticos (8) de sí mismos.
Si Marx pensaba que la revolución acabaría con las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción, el capitalismo se ha revelado insuperable, ha dejado atrás la fase industrial para volverse, con el capitalismo financiero, un sistema con modos de producción inmateriales. El neoliberalismo ha eliminado al proletariado al convertir al trabajador en empresario, con lo cual deviene amo y esclavo al mismo tiempo.
La red digital parecía un instrumento de libertad, pero, finalmente, el nuevo panóptico se revela más eficaz que el disciplinario propuesto por Bentham, al lograr que el sujeto se desnude voluntariamente, se desinteriorice en su comunicación permanente. El ciudadano es reemplazado por la pasividad del consumidor, un espectador que se escandaliza y se queja cuando la mercancía no cumple sus expectativas, pero que ni participa ni se interesa por los procesos políticos de decisión.
Este sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo absoluto, en la medida en que, creyendo que no tiene amo, se explota a sí mismo de forma voluntaria. Absolutiza la mera vida y trabaja. La mera vida y el trabajo son las caras de una misma moneda y la salud representa el ideal de la mera vida. Al esclavo neoliberal le es extraña la soberanía, incluso la libertad del amo -que según la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel- es ese alguien que no trabaja, que únicamente goza.
En este sistema, el sujeto sometido no es consciente de su sometimiento. La eficacia del psicopoder radica en que el individuo se cree libre cuando en realidad es el sistema el que está explotando su libertad. La psicopolítica se sirve del Big Data, que como un Big Brother (9) digital, se apodera de los datos que los individuos le entregan de forma efusiva y voluntaria. Esta herramienta permite hacer pronósticos sobre el comportamiento de las personas y condicionarlas a un nivel prerreflexivo. La expresión libre y la hipercomunicación que se difunden por la red se convierten en control y vigilancia totales, conduciendo a una auténtica crisis de la libertad.
Según Byung-Chul Han, este poder inteligente podría detectar incluso patrones de comportamiento del inconsciente colectivo que otorgarían a la psicopolítica un control ilimitado. Nuestro futuro dependerá de que seamos capaces de servirnos de lo inservible, de la singularidad no cuantificable y de la idiotez -dice incluso- de quien no participa ni comparte.
La inteligencia de datos, Big Data, es el nuevo instrumento psicopolítico que permite condicionar al sujeto ya a nivel prerreflexivo. El futuro se vuelve predecible y controlable con la cooperación del sujeto. El “me gusta” es el amén digital, remarca el autor. Cuanto mayor es el poder, más silencioso e invisible deviene. El poder inteligente no prohíbe, se ajusta a nuestros deseos y, en lugar de limitar nuestras opiniones, nos estimula a comunicarlas. Este poder nos seduce, es capaz de leer nuestros pensamientos conscientes e inconscientes y prestarse a satisfacerlos. El antiguo régimen disciplinario se comportaba como un cuerpo, mientras que el poder neoliberal se organiza como alma. De ahí el concepto de psicopolítica: el neoliberalismo quiere tener acceso al pensamiento y a las necesidades internas, por lo que la motivación y la competencia son sus preferentes armas de gobierno.
PD: Nos queda por saber lo que proponen todas estas personas sabias, ¿qué mundo, con qué principios y estrategias? A riesgo de equivocarme, yo ya lo he hecho, es mi propuesta Por un Pacto Global del Común. Un pacto en el que caben todas las pluralidades que hoy buscan cambiar el mundo, un simple pacto a partir de una compleja y holística visión de la vida y del mundo, resumida en tres principios: 1. Reconocer al otro y su diferencia. 2. Hacer de la Tierra y el Conocimiento nuestros comunales universales y 3. Autoorganizar nuestra propia libertad/soberanía en autónomas comunidades convivenciales, al margen y contra las estructuras estatal-capitalistas que lo impiden. Un primer esbozo está en la ponencia que presenté en el IV Encuentro de Transformación Integral, recientemente celebrado en Amarauna-Ziordia (Nafarroa) (10) y que, en resumida cuenta, ni siquiera es pensable sin antes defenestrar la herencia política y acientífica de aquel siniestro personaje llamado Darwin, cuya alargada sombra, todavía pesa (¡y tanto!) sobre nuestras vidas.
Notas:
(1)“La transformación de la evolución”, Máximo Sandín, Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid. Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 2005
(2) Margulis, L. y Sagan, D. (2003). Captando genomas. Una teoría sobre el origen de las especies, Kairos, p. 29
(3) Figura, tomada de E.P.Odum y F.O. Sarmiento, F. O. (1997), Ecología. El puente entre ciencia y sociedad, McGraw-Hill, p.188. Como se ve, estos autores describen hasta trece interacciones entre organismos y especies (encuadrándolas en un sistema de coordenadas en que el positivo es beneficioso, el negativo perjudicial y el cero neutro) de las cuales dos , el mutualismo y la cooperación son beneficiosas para ambos; otras dos, el comensalismo y el inquilinismo, son beneficiosas para uno y neutras para el otro; tres, parasitismo, depredación y herbivorismo benefician a unos y perjudican a los otros; y el resto, o son neutras o perjudican a algunos.
(4)Tomamos el término de “simbiosis” en su sentido de vida en común, con beneficio mutuo, similar al de mutualismo, no como mera interacción.
(5) Margulis, L. y Sagan, D. (1995), o.cit. p.51
(6) Sandín, M. (2011), “La guerra contra bacterias y virus: una lucha autodestructiva”, Biodiversidad en América Latina y el Caribe, Nº 243, 7 de enero
(7) “Teoría del demofascismo”, Pedro García Olivo, en su blog ¿Eres la noche?: https://pedrogarciaolivo.wordpress.com/2020/08/29/teoria-del-demofascismo/
(8)Descarga aquí el libro “Psicopolítica”, de Han Byung Chul:
https://www.academia.edu/36961970/HAN_BYUNG_CHUL_Psicopol%C3%ADtica_?auto=download
(9) Un panóptico es un edificio cuyo diseño hace que se pueda observar la totalidad de su superficie interior desde un único punto invisible. La creación de este diseño es atribuida a Jeremy Bentham, un filósofo británico que imaginó una cárcel en la que todos los reclusos están bajo el campo de visión del vigilante, sin que los presos puedan saber en qué momento son observados. El panóptico original de Bentham contemplaba la instalación de una torre en el centro de la construcción carcelaria, dividida en celdas, para que el vigilador pudiera observar todo lo que ocurría allí dentro, radicando la clave del panóptico en que, como los reclusos no podían saber en qué momento estaban siendo observados por el vigilador, éste podía distraerse y tomarse todo el tiempo libre.
(10) Personaje del libro “1984”, de George Orwell y título de un “reality show” televisivo de orígen holandés, conocido como “Gran Hermano”.
(11)Enlace a mi ponencia “Por un Pacto Global del Común”:
https://www.revolucionintegral.org/index.php/item/386-ponencia-por-un-pacto-global-del-comun
No hay comentarios:
Publicar un comentario