La pasividad pública ante una situación de crisis tan grave y global como la actual viene a ser la normalización del peligro, la dócil aceptación de “la nueva normalidad” mediante el acostumbramiento progresivo. Ello sólo es posible si el cambio de temperatura es gradual, hasta dejar insensibilizado el sentido que permite percibir el cambio de temperatura y, por ende, los peligros derivados de esa nueva circunstancia. Pienso que éste es el mecanismo por el que nuestras sociedades, supuestamente democráticas, tienen desactivado este sentido de la percepción, mediante la calculada gestión estratégica de dicho sentido por parte del aparato estatal/capitalista, que le permite intervenir totaltariamente en toda la particularidad de nuestras vidas, mediante un despliegue institucional con poder realmente fáctico que ningún imperio del pasado pudo ni siquiera soñar. Piénsese, por poner sólo en un ejemplo, en el poder de la televisión y su inmensa eficacia en este mecanismo de pasiva adaptación progresiva a la crisis, al cambio de temperatura hasta llegar al grado de ebullición.
Mi personal visión de esa estrategia es que el derrumbamiento de la economía capitalista estaba cantado antes de esta pandemia y ésta ha venido oportunamente a salvar los muebles básicos e imprescindibles del sistema, ésto mejor que nada. Y ya nada será igual, todo el mundo se prepara para aceptar y adaptarse a las nuevas condiciones del Desastre, atribuyendo la responsabilidad del mismo a un virus expiatorio. Estado y Mercado saben de sobra que también padecerán los efectos de la crisis, que no pueden evitarlo y que a corto plazo verán muy mermada su ganancia. Pero su continuidad y reproducción queda garantizada con la perspectiva de una sumisa adaptación social a la crisis, que les permitirá contar con ciudadanías precarizadas y dóciles, con una enorme fuerza de trabajo de reserva y muy barata, que a la postre favorecerá el remonte de la crisis productiva y financiera global y, en definitiva, la supervivencia del sistema de dominación.
Por eso creo muy conveniente recapitular hoy sobre los antecedentes históricos previos a la pandemia. Y en este sentido me parece oportuna la reflexión que en 2015 hacía la japonesa Nozomi Hayase (*), poeta, escritora y profesora que aboga por el ejercicio de una conciencia civil global, en un artículo (**) sobre la época de Obama, considerada ésta como antecedente preparatorio de la actual época Trump. De ese artículo, titulado “La crisis de la representación y la autoliberación” extraje la metáfora de la rana que dócilmente acepta su propio sacrificio.
Notas:
(*) Actualmente vive en Berkeley, California, donde se dedica a ejercer una forma de psicología ética. Nozomi aborda cuestiones tales como la libertad de expresión, la transparencia o el papel fundamental de los informadores. Colabora a menudo con ROAR Magazine y Culture Unplugged, sigue las olas de los movimientos descentralizados y establece vínculos entre las luchas de la calle y el espacio digital globalizado a través de fenómenos como Anonymous, WikiLeaks y las criptomonedas. Nozomi también es bloguera y ciudadana del mundo en Journaling Between Worlds (Diario entre mundos).
“Si defender la justicia convierte a alguien en enemigo del Estado, traidor o terrorista, así sea, pero no voy a apoyar una sociedad que declara ilegal lo más inherentemente humano. Primero vinieron a por WikiLeaks y Anonymous les hizo frente porque WikiLeaks defendía la libertad de expresión. Después vinieron a por Bradley Manning y la gente se levantó en todo el mundo porque el denunciar las irregularidades es un acto heroico. Luego vinieron a por Julian Assange y yo les hice frente porque él lo hizo por todos nosotros. Ahora es el momento de que nos defendamos unos a otros. Cuando la gente se encuentra verdaderamente unida, no es necesario que nadie dé la cara por ella. Nosotros mismos somos todo lo que necesitamos”.
(**) Artículo traducido por Lara San Mamés y publicado en la web de Guerrilla Translation el 3 de junio de 2015.
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