Speculum,
espejo, de ahí viene especular, el acto de creer que lo que vemos en
el espejo -una imagen- somos nosotros mismos.
Aunque
emergentes hace quinientos años -cuando Europa empezaba a colonizar
los nuevos mundos- la nación y su aparato estatal, en su forma
actual, son formaciones coetáneas que datan del siglo XVIII. Fueron
el producto revolucionario de una nueva clase de humanidad, la
burguesía, para atender a la necesidad de poner orden y límites a
la caótica e improductiva geografía de los nuevos mundos
descubiertos. Había que alambrar las tierras comunales para lograr
respeto por la propiedad, parcela a parcela y territorio a
territorio, hasta completar la geografía toda.
Esa
hercúlea tarea no se hace sin grandes sacrificios, es un negocio
que cuesta mucho sacar adelante: hay que crear un mercado de
trabajos y mercancías, que no dé pérdidas sino beneficios, que
permita acumular capital en modo creciente, lo suficiente para
hacerse con una parcela más y luego otra, hasta tener el perímetro
de toda la Tierra, a ser posible.
Y para tan colosal empeño hubo que crear normas que respetaran la dimensión del esfuerzo aplicado, normas que fueran asumidas incluso por quienes resultaban deshauciados por efecto de las mismas; fue necesario hacer comprender a las masas y a cada individuo que el capitalismo es ley natural y universal. Hubo que hacerlo inoculando la esperanza del derecho universal a la igualdad de oportunidades o, en su defecto, mediante el autoconvencimiento de la propia incapacidad de cada individuo.
La competencia es el fundamento de esa ley natural, que hace más fuertes a los individuos y a las especies, como sabemos de sobra, por las ciencias de la evolución. Por si, contrariando a la razón, alguien llegara a cuestionar esa Ley, hubo que crear un ejército de servidores y mercenarios que la hicieran cumplir de todos modos, de buenas maneras a ser posible. Hubo que crear el dinero, algo que representara la propiedad de forma natural, como los mapas representan a la geografía, junto con una industria auxiliar dedicada a su compra-venta y alquiler, que hiciera rentable la ilusión de realidad y seguridad que confiere la posesión del dinero, al igual que con los mapas les sucede a los senderistas extraviados.
Y para tan colosal empeño hubo que crear normas que respetaran la dimensión del esfuerzo aplicado, normas que fueran asumidas incluso por quienes resultaban deshauciados por efecto de las mismas; fue necesario hacer comprender a las masas y a cada individuo que el capitalismo es ley natural y universal. Hubo que hacerlo inoculando la esperanza del derecho universal a la igualdad de oportunidades o, en su defecto, mediante el autoconvencimiento de la propia incapacidad de cada individuo.
La competencia es el fundamento de esa ley natural, que hace más fuertes a los individuos y a las especies, como sabemos de sobra, por las ciencias de la evolución. Por si, contrariando a la razón, alguien llegara a cuestionar esa Ley, hubo que crear un ejército de servidores y mercenarios que la hicieran cumplir de todos modos, de buenas maneras a ser posible. Hubo que crear el dinero, algo que representara la propiedad de forma natural, como los mapas representan a la geografía, junto con una industria auxiliar dedicada a su compra-venta y alquiler, que hiciera rentable la ilusión de realidad y seguridad que confiere la posesión del dinero, al igual que con los mapas les sucede a los senderistas extraviados.
Si
todo ésto llega a funcionar plenamente, será el éxito de las
naciones y más aún, de la civilización. No hagáis caso a quien
diga que ya ha probado a caminar por un mapa y que por ahí no se
puede, o que eso no es “caminar”. Claro que se puede, a condición
de que lo hagamos todos. ¿Qué pensamiento es ese, tan fatal, tan
elitista y tan obsesionado con la diferencia, con el relieve, con la geografía? A ver si ahora vamos a
ponernos exquisitos, a riesgo de la libertad, la fraternidad, la
igualdad, el estado de bienestar, el progreso, el empleo, la
democracia... y, en fin, a riesgo del éxito de las naciones y la
civilización. ¿Somos o no somos demócratas?
Hay
que seguir adelante, sin desfallecer, sin dejarse engatusar por
cantos de falsas sirenas pseudohumanitaristas, prestar oído mínimo
a nuestra mala y anticuada conciencia, fabuladora y comunistoide, esa
que de vez en cuando nos hace decir: “qué buen ciudadano (sería
yo) si tuviese buen amo”. Hay que acabar la tarea, porque aún
quedan algunas selvas y montañas sin parcelar, a cuyos pobladores todavía
no les ha llegado el beneficio de la civilización, que siguen
suspirando por entrar a formar parte de la modernidad, que en su
desesperación se ven obligados a arriesgar sus precarias vidas para llegar a
ser como nosotros, propietarios del mundo, o al menos de una parcela,
por pequeña que sea y aunque fuera en alquiler.
Que
nadie se desanime por las convulsiones de ultima hora, entre países,
bloques y economías...que vamos bien, que un benéfico holocausto ya
está en marcha, con una combinación de eficaces medidas que nos
permitirán sortear los grandes obstáculos que tenemos por delante y
que nos amenazan, como la sobrepoblación o el cambio climático.
Ya está funcionando con éxito un programa sostenible de pequeñas guerras, convenientemente extendidas a todo el mundo; una gran parte de la población mundial ya es estéril o está en vía de lograrlo de hecho, mediante el control voluntario de la natalidad o mediante la autoextinción de la sexualidad reproductiva. No, no perderemos nuestros instintos más primarios, aquellos que nos unen a la naturaleza, porque está surgiendo una corriente imparable de ecologismo y amor a los animales (zoofilia), que nos iguala, de tal modo que pronto veremos normalizadas nuestras relaciones sexuales con ellos, con amor, con respeto, y sin temor a procrear innecesariamente.
¿El calentamiento global?...no hay porqué negarlo, tenemos que verlo como un nicho de nuevos emprendimientos y nuevas oportunidades, que generará nuevos negocios ecológicos, nuevas fuentes de capital y, por tanto, de riqueza. ¿Y la democracia?...está garantizada, es irreversible, los capitalismos nacionales, principales agentes y valedores de las antiguas dictaduras, están en franco retroceso, por fin podemos vislumbrar la llegada de una nueva época de capitalismo y democracia a escala global, los antíguos y desfasados Estados tienen los días contados, al igual que los ejércitos y los capitales nacionales que los sostienen. Nos sobran, ya tenemos organismos transnacionales, asambleas globales como el G7, el G20 o el FMI, imperfectos todavía, sí, pero que ya son el germen de un gobierno, banco y ejército mundial y democrático. Vivid tranquilos y esperanzados, no os desaniméis, que ya está llegando el nuevo y revolucionario capitalismo, democrático y global, que salvará a la humanidad.
Ya está funcionando con éxito un programa sostenible de pequeñas guerras, convenientemente extendidas a todo el mundo; una gran parte de la población mundial ya es estéril o está en vía de lograrlo de hecho, mediante el control voluntario de la natalidad o mediante la autoextinción de la sexualidad reproductiva. No, no perderemos nuestros instintos más primarios, aquellos que nos unen a la naturaleza, porque está surgiendo una corriente imparable de ecologismo y amor a los animales (zoofilia), que nos iguala, de tal modo que pronto veremos normalizadas nuestras relaciones sexuales con ellos, con amor, con respeto, y sin temor a procrear innecesariamente.
¿El calentamiento global?...no hay porqué negarlo, tenemos que verlo como un nicho de nuevos emprendimientos y nuevas oportunidades, que generará nuevos negocios ecológicos, nuevas fuentes de capital y, por tanto, de riqueza. ¿Y la democracia?...está garantizada, es irreversible, los capitalismos nacionales, principales agentes y valedores de las antiguas dictaduras, están en franco retroceso, por fin podemos vislumbrar la llegada de una nueva época de capitalismo y democracia a escala global, los antíguos y desfasados Estados tienen los días contados, al igual que los ejércitos y los capitales nacionales que los sostienen. Nos sobran, ya tenemos organismos transnacionales, asambleas globales como el G7, el G20 o el FMI, imperfectos todavía, sí, pero que ya son el germen de un gobierno, banco y ejército mundial y democrático. Vivid tranquilos y esperanzados, no os desaniméis, que ya está llegando el nuevo y revolucionario capitalismo, democrático y global, que salvará a la humanidad.
1 comentario:
Corrige cohetáneas, sobra la hache intercalada: coetáneas.
Publicar un comentario