sábado, 6 de julio de 2019

LA ESPECULACIÓN O EL ÉXITO DE LAS NACIONES



Speculum, espejo, de ahí viene especular, el acto de creer que lo que vemos en el espejo -una imagen- somos nosotros mismos. 

 

Aunque emergentes hace quinientos años -cuando Europa empezaba a colonizar los nuevos mundos- la nación y su aparato estatal, en su forma actual, son formaciones coetáneas que datan del siglo XVIII. Fueron el producto revolucionario de una nueva clase de humanidad, la burguesía, para atender a la necesidad de poner orden y límites a la caótica e improductiva geografía de los nuevos mundos descubiertos. Había que alambrar las tierras comunales para lograr respeto por la propiedad, parcela a parcela y territorio a territorio, hasta completar la geografía toda.

Esa hercúlea tarea no se hace sin grandes sacrificios, es un negocio que cuesta mucho sacar adelante: hay que crear un mercado de trabajos y mercancías, que no dé pérdidas sino beneficios, que permita acumular capital en modo creciente, lo suficiente para hacerse con una parcela más y luego otra, hasta tener el perímetro de toda la Tierra, a ser posible. 

Y para tan colosal empeño hubo que crear normas que respetaran la dimensión del esfuerzo aplicado, normas que fueran asumidas incluso por quienes resultaban deshauciados por efecto de las mismas; fue necesario hacer comprender a las masas y a cada individuo que el capitalismo es ley natural y universal. Hubo que hacerlo inoculando la esperanza del derecho universal a la igualdad de oportunidades o, en su defecto, mediante el autoconvencimiento de la propia incapacidad de cada individuo. 

La competencia es el fundamento de esa ley natural, que hace más fuertes a los individuos y a las especies, como sabemos de sobra, por las ciencias de la evolución. Por si, contrariando a la razón, alguien llegara a cuestionar esa Ley, hubo que crear un ejército de servidores y mercenarios que la hicieran cumplir de todos modos, de buenas maneras a ser posible. Hubo que crear el dinero, algo que representara la propiedad de forma natural, como los mapas representan a la geografía, junto con una industria auxiliar dedicada a su compra-venta y alquiler, que hiciera rentable la ilusión de realidad y seguridad que confiere la posesión del dinero, al igual que con los mapas les sucede a los senderistas extraviados.

Si todo ésto llega a funcionar plenamente, será el éxito de las naciones y más aún, de la civilización. No hagáis caso a quien diga que ya ha probado a caminar por un mapa y que por ahí no se puede, o que eso no es “caminar”. Claro que se puede, a condición de que lo hagamos todos. ¿Qué pensamiento es ese, tan fatal, tan elitista y tan obsesionado con la diferencia, con el relieve, con la  geografía? A ver si ahora vamos a ponernos exquisitos, a riesgo de la libertad, la fraternidad, la igualdad, el estado de bienestar, el progreso, el empleo, la democracia... y, en fin, a riesgo del éxito de las naciones y la civilización. ¿Somos o no somos demócratas?

Hay que seguir adelante, sin desfallecer, sin dejarse engatusar por cantos de falsas sirenas pseudohumanitaristas, prestar oído mínimo a nuestra mala y anticuada conciencia, fabuladora y comunistoide, esa que de vez en cuando nos hace decir: “qué buen ciudadano (sería yo) si tuviese buen amo”. Hay que acabar la tarea, porque aún quedan algunas selvas y montañas sin parcelar, a cuyos pobladores todavía no les ha llegado el beneficio de la civilización, que siguen suspirando por entrar a formar parte de la modernidad, que en su desesperación se ven obligados a arriesgar sus precarias vidas para llegar a ser como nosotros, propietarios del mundo, o al menos de una parcela, por pequeña que sea y aunque fuera en alquiler.

Que nadie se desanime por las convulsiones de ultima hora, entre países, bloques y economías...que vamos bien, que un benéfico holocausto ya está en marcha, con una combinación de eficaces medidas que nos permitirán sortear los grandes obstáculos que tenemos por delante y que nos amenazan, como la sobrepoblación o el cambio climático. 

Ya está funcionando con éxito un programa sostenible de pequeñas guerras, convenientemente extendidas a todo el mundo; una gran parte de la población mundial ya es estéril o está en vía de lograrlo de hecho, mediante el control voluntario de la natalidad o mediante la autoextinción de la sexualidad reproductiva. No, no perderemos nuestros instintos más primarios, aquellos que nos unen a la naturaleza, porque está surgiendo una corriente imparable de ecologismo y amor a los animales (zoofilia), que nos iguala, de tal modo que pronto veremos normalizadas nuestras relaciones sexuales con ellos, con amor, con respeto, y sin temor a procrear innecesariamente. 

¿El calentamiento global?...no hay porqué negarlo, tenemos que verlo como un nicho de nuevos emprendimientos y nuevas oportunidades, que generará nuevos negocios ecológicos, nuevas fuentes de capital y, por tanto, de riqueza. ¿Y la democracia?...está garantizada,  es irreversible, los capitalismos nacionales, principales agentes y valedores de las antiguas dictaduras, están en franco retroceso, por fin podemos vislumbrar la llegada de una nueva época de capitalismo y democracia a escala global, los antíguos y desfasados Estados tienen los días contados, al igual que los ejércitos y los capitales nacionales que los sostienen. Nos sobran, ya tenemos organismos transnacionales, asambleas globales como el G7, el G20 o el FMI, imperfectos todavía, sí, pero que ya son el germen de un gobierno, banco y ejército mundial y democrático. Vivid tranquilos y esperanzados, no os desaniméis, que ya está llegando el nuevo y revolucionario capitalismo, democrático y global, que salvará a la humanidad.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Corrige cohetáneas, sobra la hache intercalada: coetáneas.